Conocí personalmente a la compañera DOMITILA Barrios de Chungara en la ciudad boliviana de COCHABAMBA, allá por el mes de agosto de 1982, recién llegada ella del exilio, donde había permanecido un tiempo como consecuencia de sus luchas contra las dictaduras militares impuestas en BOLIVIA.
Nacida en 1937 en el campamento minero de SIGLO XX, perteneciente a la ciudad boliviana de POTOSÍ, DOMITILA representa el prototipo de la mujer luchadora y activista por los derechos de la clase trabajadora de un pueblo y, en ella, quiero rendir mi pequeño homenaje en este 8 de MARZO de 2018 a todas las mujeres trabajadoras del mundo.
A la hora de hablar de DOMITILA, al menos un poco de lo mucho que yo pude hablar con ella, acompañados de VICTOR LÓPEZ (secretario general de los mineros bolivianos) y JUAN LECHIN (presidente de la Central Obrera Boliviana) es obligado hablar de la trágica historia de explotación, represión, colonialismo y patriarcalismo de BOLIVIA, pero también del poder de la gente común para exigir y efectuar cambios.
Hija de un minero, apresado en varias ocasiones por sus actividades sindicales, vivió su niñez con todo tipo de privaciones en una extrema pobreza, quedando huérfana de madre a los diez años, teniendo que criar a sus cinco hermanas menores. Con gran sacrificio, logró finalizar sus estudios primarios, uniéndose matrimonialmente con un trabajador minero, en 1952, del que nacieron siete hijos.
Viviendo en un habitáculo de poco más de 12 metros cuadrados, sin agua corriente y con luz durante algunas horas del día, las mujeres trabajaban jornadas agotadoras para aumentar la escasa paga de los mineros, siendo DOMITILA una de las primeras mujeres líderes de los movimientos mineros, trabajando de “palliri” (trabajo consistente en recolectar el mineral, escogerlo y meterlo en las bolsas, todo con las manos) y comenzando en 1961 su participación activa en el “Comité de Amas de Casa de Siglo XX” – instrumento vital de apoyo a los sindicatos mineros bolivianos, creado por las necesidades existentes en los centros mineros, ante la ausencia de soluciones a los problemas de abastecimiento de alimentos, atención médica, educación, salarios justos, seguridad social y el derecho a la propiedad de la tierra minera trabajada a lo largo de la historia boliviana -, una de las comunidades mineras que se enfrentó a las fuerzas represivas de distintas dictaduras: Víctor Paz Estensoro, René Barrientos y Hugo Banzer.
BOLIVIA estaba sometida a las empresas multinacionales que controlaban toda la riqueza del país: petróleo, gas, zinc, estaño, hierro, wolframio y oro salían fuera del país, mientras la clase obrera y el campesinado vivían en la miseria.
El minero boliviano trabaja desde las cinco de la mañana hasta las tres de la tarde por un miserable salario que no les alcanza para comer un simple “puchero”, tal y como yo mismo pude comprobar en mis visitas a las zonas mineras bolivianas, aguantando estas agotadoras jornadas a base de mascar hojas de coca, mezcladas con lejía (ceniza procedente de los tallos de un cereal conocido por el nombre de “quinua”), la cual mezclada con arroz y anís, les hace olvidar el hambre y les da “ánimo y fuerza” para seguir reventando en la mina, hasta la edad de 35 años, como promedio de vida de un trabajador minero, totalmente enfermo con el conocido “mal de mina” (la maldita silicosis), que les hace los pulmones pedazos hasta vomitar sangre, a la vez que son seres despreciados por todos, porque les tienen horror al pensar que les pueden contagiar la enfermedad adquirida por mantener la economía del país y enriquecer asquerosamente los bolsillos de los Patiño y otros explotadores del mineral.
DOMITILA sobreviviría a la masacre de San Juan en 1967, pero no uno de sus hijos que murió al nacer en una lóbrega celda, sin auxilio y víctima de las patadas y golpes de los militares que la detuvieron por insultarles. El general Barrientos había intervenido militarmente los distritos mineros para frenar una huelga y en la noche del 24 de junio de 1967 acabó con la vida de decenas de hombres y mujeres en el distrito minero de “CATAVI-SIGLO XX” que reivindicaban mejoras de trabajo y vida, a la vez que mostraban su simpatía con la guerrilla del “CHE GUEVARA”.
Sus años de lucha y el reconocimiento de la autencidad de su compromiso le valieron para recibir una invitación para participar en la “TRIBUNA DEL AÑO INTERNACIONAL DE LA MUJER”, organizada por las NACIONES UNIDAS en la ciudad de México, el año 1975. Única mujer de la clase trabajadora que participó muy activamente en aquel evento en representación de Bolivia, sus intervenciones produjeron un profundo impacto entre las asistentes, teniendo una gran repercusión internacional, debido, en gran parte, a que “DOMITILA vivió lo que otras hablaban”, según el testimonio escrito de una periodista sueca. Allí, en aquella Tribuna Internacional, alzaba DOMITILA su voz para denunciar a los dueños de las minas bolivianas, a la vez que explicaba al mundo cómo la liberación de la mujer estaba fundamentalmente ligada a la liberación socioeconómica, política y cultural de los pueblos.
De regreso de su conferencia en la Tribuna de las NACIONES UNIDAS, los distritos mineros bolivianos de nuevo serían ocupados por los militares tras una huelga de protesta contra el régimen de Hugo BANZER, y DOMITILA se refugiaría en una mina junto a los dirigentes sindicales del sector, pero tuvo que salir forzada por otro alumbramiento, esta vez de mellizos, de los que uno de ellos ya estaba muerto en su vientre, debido, posiblemente, a los gases tóxicos dentro de la mina.
En diciembre de 1977, cuatro esposas de mineros comenzaban una huelga de hambre en el arzobispado de LA PAZ para exigir al gobierno de BANZER una amnistía política y el retorno a la democracia mediante elecciones generales, sumándose DOMITILA poco después al ayuno, de tal manera que en pocos días la huelga de hambre era seguida por miles de bolivianos en todo el país hasta arrancar del gobierno el decreto de amnistía política, el regreso de los exiliados y la promesa de elecciones a corto plazo.
Durante las más de cuatro horas que duró aquella reunión en su humilde casita boliviana de COCHABAMBA, pude apreciar el enorme placer de encontrarme ante una mujer del pueblo para el pueblo, con su lenguaje pausado, dulce, y sus construcciones gramaticales marcadas, a menudo, por el idioma qechua aprendido desde niña.
Allí, ante unas tazas de café, me explicaba la compañera DOMITILA “cómo en el monótono y duro trabajo cotidiano de ama de casa en los poblados mineros descubrió como el trabajador no era el único explotado, ya que, por efectos del sistema, lo eran también ella y su familia, lo que le motivó a participar activamente en la lucha organizada de la clase trabajadora y, cómo, junto con sus compañeros, vive en carne propia las derrotas y triunfos de su clase, de su pueblo… “
Una de las cuestiones que más me impresionó de aquella conversación que tan corta se me hizo, fue cuando se refería a ese “feminismo a ultranza”, dejando muy claro en sus conversaciones que “la lucha de la mujer no puede ser contra el hombre, sino contra el sistema de dominación económica, política y cultural de los pueblos. Para ello, afirmaba, el cambio debe darse mediante la igualdad de derechos de hombres y mujeres, acceso igualitario a la educación y al trabajo, para emprender una lucha en pareja contra la opresión y la dominación del capitalismo”.
En este contexto, DOMITILA nos sigue narrando su lucha mediante ideas claras sobre la situación de la mujer en Latinoamérica, desechando para siempre ideas que dan a la mujer un papel estático ante las problemáticas sociales. Asimismo, considera que hay que cambiar la noción de patria pues el himno nacional, los colores de la bandera y los símbolos dejan de tener sentido cuando la patria vive en condiciones de desigualdad y pobreza, señalando DOMITILA que “la patria está en todos los rincones, en los mineros, en los campesinos, en la pobreza, en la desnutrición, en las penas y las alegrías…”
La religión fue otro de los temas abordados en nuestra conversación, criticando muy serenamente la tarea desempañada por la iglesia en los años de represión sufrida por el pueblo boliviano, porque ignoraban las necesidades de la mayoría de trabajadores y ante todo hacían caso omiso de la represión que llevaban a cabo las fuerzas militares.
Esta mujer, que sufrió en carne propia la represión de la época; estando en prisión fue violada, embarazada, torturada, ocasionándole un aborto y la desfiguración de su cuerpo, pero en ningún momento lograron destruir su fortaleza para defender a su gente y sus derechos hasta el día de su fallecimiento, el 13 de marzo de 2012. Aquella indomable líder minera boliviana que tantas batallas había librado hasta obligar al extinto dictador militar HUGO BANZER a dejar en poder en 1978. Sin embargo, no pudo ganar aquella última y cruel batalla contra el cáncer que la vencía cuando iba a cumplir la edad de 75 años.
Ante su féretro, declarado luto nacional durante tres días por el gobierno boliviano de EVO MORALES, sería el Secretario General de la Central Obrera Boliviana, JUAN CARLOS TRUJILLO, quien manifestaba “la pérdida de una de las mujeres más valerosas, acusándola de haber forjado la construcción de la democracia en Bolivia, dejando muy bien enraizados los principios fundamentales de esta democracia”, pero sería el escritor uruguayo, EDUARDO GALEANO, quien mejor definía su manera de ser y actuar cuando dejó escrito aquella respuesta a la pregunta sobre quien era enemigo del pueblo boliviano: “El enemigo principal, ¿cuál es? ¿La dictadura militar? ¿La burguesía boliviana? ¿El imperialismo? No, compañeros. Yo quiero decirles estito: nuestro enemigo principal es el miedo. Lo tenemos adentro”. “Estito dijo Domitila en la mina de estaño de CATAVI-SIGLO XX y entonces se vino a la capital con otras cuatro mujeres y una veintena de hijos. En Navidad empezaron la huelga de hambre. Nadie creía en ellas. A más de uno le pareció un buen chiste. Así que cinco mujeres llegaron a LA PAZ para voltear la dictadura y, al final, las cinco mujeres han volteado la dictadura militar”.
DOMITILA BARRIOS DE CHUNGARA, en ese ejemplo de su vida nos deja un legado a las futuras generaciones, que es no claudicar, no tener miedo, ser leales con el pueblo. DOMITILA nos deja el ejemplo de que entregar la vida por el pueblo es lo más digno y lo más glorioso. ¡¡¡ Gracias, compañera, descansa en paz !!!
ANTÓN SAAVEDRA