“En España gobierna el cambio, y ha empezado a ser realidad para mucha gente de nuestro país” (Pedro Sánchez en Oviedo, el 9 de setiembre de 2018).
Si había alguna duda de que la intención del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, era agotar la legislatura, la misma quedaba despejada escuchando el contenido de su intervención en el primer acto político que celebró con el PSOE desde que llegó a La Moncloa, donde dijo que en estos dos años que restan hasta las elecciones generales aspira a sentar las bases de las grandes transformaciones de España hasta 2030. “Ese es un nuestro horizonte”, añadió.
Pero, además, añadió que no sólo se conformaba con sentar las bases en esta legislatura, sino que aspiraba a liderarlo estos doce años, recordando a aquellos que vaticinaban hasta hace muy poco que el PSOE estaría muchos lustros sin volver a gobernar España.
Efectivamente, en su primer acto de partido desde que ganase en el Congreso la moción de censura que lo ha llevado a la presidencia, organizado en la capital asturiana con motivo de la tradicional Fiesta de la Rosa de la Agrupación Municipal Socialista ovetense, no solo ha servido para revisar lo realizado en ese periodo sino, sobre todo, para anticipar los retos de largo aliento que el PSOE se plantea con la «justicia social» como «denominador común», entre ellos, un Plan de Choque para el Empleo Juvenil y también, ante los socialistas de una región productora de carbón, Sánchez hablaba de una transición energética «justa y dialogada con los agentes públicos y económicos» situando a la empresa Hunosa en «justa y dialogada» la vanguardia de un proceso que «necesita España y Asturias», comunidad con la que Sánchez ha dicho sentirse «comprometido hasta las trancas». Un compromiso que incluye el cumplimiento de la financiación para la variante de Pajares, el soterramiento de Langreo o el plan de infraestructuras para Cercanías, según ha enumerado el jefe del Ejecutivo.
Sin embargo, el lugar elegido por Pedro Sánchez para festejar sus primeros cien días de gobierno fue la Casa de América en Madrid donde, con fecha 17 de setiembre, se montó todo un espectáculo, con fuegos artificiales incluidos; un gran show al que fueron invitados todos los que consideró personajes importantes del Reino, para que fueran testigos de su aparición apoteósica llena de luces y efectos especiales y del anuncio que iba a realizar, del que los palmeros de la Moncloa habían adelantado ya su carácter de trascendental.
Y la montaña parió un ratón. Sin haber pactado con ningún otro partido y con sus 84 diputados con los que presentó la moción de censura, prometió, nada más y nada menos, que una modificación exprés de la Constitución, en 60 días y no para algo importante, sino para eliminar los aforamientos. Pero al día siguiente supimos que no se trataba de todos, sino solo de los de los políticos, que son una proporción muy pequeña del total; y tampoco para todos los procesos judiciales, sino únicamente para los que hacen referencia a su vida privada. Total, que el efecto del anuncio duró día y medio. Más tarde afirmaban que también se suprimirían los aforamientos por delitos de corrupción. En resumen, que no saben qué hacer ni cómo hacerlo y por eso, cosa insólita, lanzan la pelota al Consejo de Estado sin presentarle ningún texto escrito.
Así viene ocurriendo con la casi totalidad de las promesas que viene lanzando el gobierno de Pedro Sánchez, siendo perfectamente conscientes de que no pasa por sus mentes el cumplirlas, pero les sirven perfectamente para la propaganda electoral de cara a unas inevitables elecciones adelantadas, pretendiendo dejarnos el mensaje de que “por mí no queda, son los otros partidos los que ponen palos en las ruedas”.
Entrando en materia concreta, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, aseguraba en el debate de la moción de censura que su hoja de ruta incluía la convocatoria de elecciones, pero en su primera entrevista en TVE reconoció que su intención era agotar la legislatura hasta 2020. Muy pocos días después, el Gobierno descartaba “absolutamente” adelantar las generales, aunque en estos tres meses han llegado a decir también que no resistirían “más allá de lo razonable”. El Ejecutivo no tiene garantizado el respaldo de los 180 diputados que apoyaron la moción y cada medida es objeto de una ardua negociación que no siempre acaba con éxito, como el caso de la senda de estabilidad, que fue rechazada en el primer jarro parlamentario de agua fría de Sánchez. Más recientemente, el 4 de octubre, sería el mismísimo Pedro Sánchez quien afirmaba que “no habrá elecciones generales en 2018”, aunque algunos dirigentes del PSOE no veían con malos ojos la convocatoria electoral a finales de año.
Volviendo a los cien primeros días del Gobierno de Pedro Sánchez, estos comenzaban con la dimisión de Màxim Huerta como ministro de Cultura tras conocerse que había defraudado a Hacienda al declarar sus ingresos como presentador de televisión y terminaban con la dimisión de la directora general de Trabajo, Concepción Pascual, por el “gol por la escuadra” que supuso para el Ministerio el registro de un “sindicato” de prostitutas. Aunque los servicios de Moncloa tratasen de justificarlo por motivos de seguridad, Pedro Sánchez sería muy criticado por su desplazamiento hasta Castellón en un Falcon 900B del Ejército del Aire para asistir al Festival Internacional de Benicàssim, a pesar de que previamente se habría reunido durante 45 minutos con el presidente de la Comunidad Valenciana Ximo Puig. Es más, el avión oficial habría realizado dos viajes ya que Pedro Sánchez llegaría al aeropuerto castellonense el viernes, 19 de julio, pero la aeronave retornaría a Madrid para, el sábado, día 20, desplazarse de nuevo a Castellón para recoger al presidente tras asistir el viernes por la noche al concierto de The Killers en Benicàssim.
Además de estos tropiezos, Pedro Sánchez ha incumplido algunas de las promesas que hizo cuando estaba en la oposición y ha rectificado algunas de sus intenciones iniciales, siendo el cambio de postura más paradigmático la negativa del Gobierno a publicar la lista de defraudadores que se acogieron a la amnistía fiscal del PP alegando que no sería legal a pesar de que Sánchez prometió que lo haría si llegaba a la Moncloa. En efecto, la publicación de ese listado fue una de las promesas de Pedro Sánchez cuando estaba en la oposición y dio pie a una importante campaña del grupo socialista contra Cristóbal Montoro, llegando incluso a plantear en el Congreso de los Diputados sacar a la luz esa “lista de la vergüenza”, como la calificó entonces Pedro Sánchez: “publique esa lista, señor Rajoy, o si no lo haremos nosotros cuando lleguemos al Gobierno”. Pero, una vez más, Pedro Sánchez traicionaba su compromiso cuando sabe perfectamente que puede cumplirlo sin infringir la ley. Es verdad que existe una prohibición genérica establecida por la Ley General Tributaria a hacer públicos los nombres de los contribuyentes, pero no es menos cierto que esa prohibición puede ser sometida a excepciones, como se acaba de comprobar con la reciente publicación de la lista de los morosos ante el fisco (en las que aparecían desde Miguel Bosé a Mario Conde). En total, a la amnistía de Montoro se apuntaron unos 29.000 contribuyentes, entre ellos el Bárcenas del PP o el Fernández Villa del PSOE. Tampoco se trata de que Hacienda haga públicos todos esos nombres, sino sólo los de los conocidos como PEP (personas expuestas públicamente). Estamos hablando, por tanto, de un número que no supera los 400 contribuyentes. Otra cuestión muy distinta es que en esa lista pueda aparecer gente del PSOE y hasta el mismísimo rey de España.
En otro orden de cosas, el doctor Pedro Sánchez ha renunciado también a derogar la reforma laboral después de haberla convertido en uno de sus principales caballos de batalla en la oposición: «La primera medida que tomará el próximo Gobierno socialista será derogar la reforma laboral de Rajoy, para recuperar cuanto antes los derechos de los trabajadores. Los y las socialistas derogaremos con carácter inmediato toda la reforma laboral del PP, que estableció un modelo de empleo precario, de bajos salarios, de despidos baratos y un sistema de relaciones laborales sin equilibrio de poder entre trabajadores y empresarios». Sin embargo, apenas cumplidos diez días en el Palacio de la Moncloa, sería la titular de Trabajo, Magdalena Valerio, quien reconocía las dificultades para derogarla “porque sabemos qué peso parlamentario tenemos”.
Una de las cuestiones que vino ocupando las portadas de los medios de comunicación durante este periodo fue la exhumación de la momia del dictador fascista Francisco Franco, al que Pedro Sánchez pretende convertir en su salvavidas político usándola como comodín recurrente para tapar las vergüenzas de un gobierno imposible de sostener y en el que varios de sus “naipes” – primero la dimisión obligada del ministro de Cultura, Máxim Huerta, por defraudar a la Hacienda Pública, más tarde la de la ministra de Sanidad, Carmen Montón, por la obtención de un master sin pisar las aulas universitarias, y ahora los “casos” de la ministra de Justicia, Dolores Delgado, atrapada en la telaraña mafiosa y corrupta de los Villarejos y los Garzones, y el astronauta ministro de Ciencia, Pedro Duque, con sus sociedades para escaquearse de pagar sus impuestos -, dejan en el aire la continuidad hasta 2020 sin pasar por las urnas.
Después de un largo combate de boxeo con el fantasma franquista en la tumba del valle de Cuelgamuros, por fin, el Consejo de Ministros aprobaba el real decreto ley 10/2018, publicado en el B.O.E. del 25 de agosto, que posibilita el desenterramiento del general dictador a los 43 años de su muerte, después de dejar establecido que en el Valle de los Caídos “solo podrán yacer los restos mortales de personas fallecidas a consecuencia de la Guerra Civil española, como lugar de conmemoración, recuerdo y homenaje a las víctimas de la contienda”. En cualquier caso, cuando veamos hecha realidad la exhumación de la momia hablaremos…
Pero, si como ha quedado dicho, la momia franquista ocupó muchas portadas en los medios de comunicación, muchas más se ocuparían del escandaloso “TESISGATE”, un “caso” con el que Pedro Sánchez ha conseguido el dudoso honor de aparecer en los periódicos de todo el mundo explicando cómo, por primera vez en la historia de este país, un presidente del Gobierno fusilaba la tesis doctoral con la que sacó un sobresaliente cum laude regalado. No sólo eso, sino que dicha tesis había sido elaborada en gran parte por “negros” y, a pesar de ello, le sirvió para dar clases como el supuesto experto en Economía que no es. Quien mejor lo expresa es el periodista Jesús Maraña en su libro “AL FONDO A LA IZQUIERDA”, publicado en mayo de 2017: “Quedarse en 2011 por segunda vez fuera del Parlamento supone un duro golpe a la autoestima de Pedro Sánchez que acude al despacho de Miguel Sebastián en la Facultad de Económicas de la Universidad Complutense. Se muestra desolado, pero a la vez decidido a aprovechar el tiempo disponible para engordar su curriculum. Quiere ser doctor en Económicas, pero entrar en la Complutense no es fácil, por las exigencias que se precisan.
Recurre entonces a los contactos que le han proporcionado sus años en el Ayuntamiento y en Ferraz, y consigue que Rafael Cortes Elvira, por entonces rector de la privada Universidad Camilo José Cela de Madrid, le facilite un doctorado y una plaza como profesor asociado de Estructura Económica e Historia del Pensamiento Económico. Cortés Elvira, militante socialista desde 1974, ocupó algunos cargos en la Comunidad de Madrid presidida por Joaquín Leguina, fue director general de Deportes y luego secretario de Estado para el Deporte, coincidiendo con las Olimpiadas de Barcelona. Tras la derrota electoral de 1996, se dedicó sobre todo a los negocios, con silla en los consejos de administración de decenas de empresas, antes de volver a la actividad universitaria que había abandonado por hacer carrera política.
Pedro Sánchez pide ayuda y consejo para elaborar su tesis a Miguel Sebastián y a Carlos Ocaña, exsecretario de Estado de Hacienda y Presupuestos y a la sazón director general de Funcas. Este último le remite gran parte de la documentación que contiene la tesis doctoral de Sánchez, titulada Innnovaciones de la diplomatura económica española: análisis del sector público (2000-2012).
Ya es de nuevo flamante diputado, gracias al hueco dejado por Cristina Narbona, cuando la tesis se convierte en libro y es presentado en Madrid el 11 de diciembre de 2013, con un título algo menos técnico, La nueva diplomacia económica española, y rodeado de dirigentes socialistas como Ramón Jáuregui, Trinidad Jiménez, José Blanco, Elena Valenciano o el propio Edu Madina. Sánchez ha conseguido ser diputado, doctor y ensayista en menos de dos años. El libro no recoge un planteamiento ideológico propio, aunque su presentación multitudinaria responde más al lanzamiento de un posible candidato que al de una propuesta original para la reflexión socialdemócrata abierta en España y en todo Occidente…”
En efecto, Pedro Sánchez había llegado a Presidente de Gobierno sobre la premisa de la honestidad, donde la decencia había sido uno de los valores sobre el que había buscado edificar su liderazgo político. Incluso en un debate electoral televisado llamó indecente a Rajoy, mostrándose a sí mismo como la alternativa honrada. Y fue la frase contenida en la sentencia “gürteliana”, aquella que cuestionaba la veracidad del testimonio del presidente de la organización criminal del PP, la que invocó como justificación para presentar la moción de censura que lo llevaría a la Moncloa, pero bastaría una de sus primeras comparecencias parlamentarias cuando mentía descaradamente en la réplica al representante de Ciudadanos: “Mi tesis está colgada en Teseo. Infórmese bien porque lo está”, pero no era cierto, en Teseo sólo estaba colgada una ficha de la tesis. El doctor Sánchez, en su ofuscación, había caído en la hábil celada de Albert Rivera, trastabillándose como si le hubiera dado un golpe en el talón de Aquiles. Ello le precipitó en el error garrafal de mentir en sede parlamentaria cuando aseveró campanudo que la tesis doctoral, sobre la que hay sospechas de plagio y autoría subrogada por parte de algún vientre de alquiler que luego aparecía como coautor del libro de la tesis, era de acceso libre. Esto no ocurrió, tras dos o tres días de presión de la opinión pública, hasta que, por fin, una vez diseñada la estrategia de comunicación para dorar la píldora, tras una intensa labor de maquillaje y comunicación política.
En definitiva, que, en estos 100 días, Pedro Sánchez, está corriendo a 100 – incluso a mayor velocidad subido en aviones y helicópteros para hacer una política de todo a 100 enormemente útil para su notoriedad y contentar a su variopinta coalición de apoyos, pero, sobre todo, para seguir interpretando el papel con el que ha soñado toda su vida. Y sus viajes, sus declaraciones, sus ruedas de prensa sus gesticulaciones históricas forman parte de lo que cree que debe hacer para parecer el presidente del Gobierno. Es decir, Pedro Sánchez está jugando a ser presidente, haciendo no lo que debe hacer, sino que interpreta el papel de presidente, actuando conforme a lo que él cree que corresponde al ejercicio presidencial. Todo, todo es puro teatro.
De repente, cuando estoy escribiendo este capítulo de mi serie sobre “EL HUNDIMIENTO DEL PSOE”, me entero de que la Susana Díaz acaba de convocar las elecciones en Andalucía a las que seguirán las municipales, las autonómicas, las europeas, quien sabe si las catalanas, aunque Torra las niegue y hasta puede haber generales si, tal como está ocurriendo, a Pedro Sánchez se le tuercen los apoyos o el CIS le dice que es el momento adecuado para ganar. Es decir, que, convocadas las elecciones andaluzas debemos disponernos a vivir en campaña electoral sin aliento durante nueve meses y quizá hasta finales de 2019. Dicho de otra manera, preparémonos para vivir en el mitin permanente, en la manipulación del mensaje, en seguir gobernando con la única intención de obtener votos y con una más que probable falsificación del estado real de la nación. En fin…