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EL HUNDIMIENTO DEL PSOE: VIGÉSIMA SEXTA PARTE.

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“Susana, tienes detrás a todo el partido para que vuelvas a ganar las elecciones en Andalucía. Sois el espejo en el que nos miramos los socialistas de España”.

(Pedro Sánchez en Sevilla, el 20 de octubre de 2018)

“Gracias Pedro por venir a hablar bien de Andalucía. Este acto es mucha más que una proclamación. Me siento a partir de ese momento compartiendo la ilusión y los anhelos de millones de andaluces. Aquí está la vida progresista que le cambia la vida a las personas. Muchos ciudadanos nos ven con la ilusión de construir una Andalucía mejor, continuaba diciendo Susana Díaz al defender el momento de la celebración de elecciones autonómicas. Andalucía necesita estabilidad. No podíamos tener una campaña de seis meses porque Andalucía no se lo merece. La oposición había decidido adelantar la campaña, y cuando Andalucía levanta la bandera verde y blanca de la igualdad lo hace por toda España”.

Sin embargo, las elecciones del 2-D han puesto Andalucía “patas arriba”, hasta poner punto y final a 36 años de gobiernos del PSOE con la entrada de la ultraderecha en un parlamento español, después de que Blas Piñar ocupara un escaño en el Congreso de los Diputados en representación de Fuerza Nueva (1979-1982). Cabe pensar que cuando en su mitin de campaña Pedro Sánchez dijo a los andaluces “sois el espejo en el que nos miramos” no se refería a esto, dándose la paradoja de hundir en la derrota al partido más votado, el PSOE de Susana Díaz, y alzar con la victoria al que ha quedado el último, el VOX del expepero vasco Santiago Abascal.

De esta manera, la felipista Susana Díaz pasará a la historia como “aquella” que puso el final a un ciclo al que no se le veía el fin y que, con ella como líder se hundió por debajo de la barrera del 30% de los votos, que era un límite que, ni en el peor de los escenarios, en el PSOE habían pensado traspasar, y eso ocurrió además en unas elecciones en las que, por primera vez en España, el panorama político esperado, pronosticado, se vino abajo por la irrupción de la extrema derecha. Podría decirse, por tanto, que la extrema derecha ha sido la que ha dado la puntilla a la hegemonía del PSOE, aunque no sea más que una de las tres fuerzas políticas que un día fundaran siete ministros del franquismo más franquista – Fraga Iribarne, Martínez Esteruelas, Silva Muñoz, López Rodó, Thomás de Carranza, Fernández de la Mora y Licinio de la Fuente -, hoy conocido como la organización criminal del PP, aunque despiazada en tres “cachos” – PP, C’s y Vox – que, con toda probabilidad, formarán un nuevo Gobierno en Andalucía.  Por cierto, con el tétrico historial de cada uno de estos ministros fascistas, ¿todavía tratan de vendernos la “moto” de que estos personajes fueron muy importantes para la llegada de la democracia en España, cuando fueron los causantes de todo tipo de persecuciones, censuras, miedos y muerte a los españoles? Pues bien, ahí se encuentra la extrema derecha que ha sentenciado a Susana Díaz. Ese es el estrépito.

Susana Díaz ha reconocido que la de este domingo es una noche “triste”. El PSOE ha logrado en Andalucía el peor resultado de su historia pese a haber ganado las elecciones. Pero Díaz no sólo se ha mostrado preocupada por el retroceso de la izquierda -también de Adelante Andalucía- en su tierra, sino por el auge de la ultraderecha que ha irrumpido por primera vez en Andalucía con 12 diputados de Vox. Por ello, ha asumido la “responsabilidad” de ser un “dique de contención” a la “extrema derecha” y ha hecho un llamamiento a “las fuerzas constitucionalistas” para ponerle freno.

La cuestión es que, una vez conocida la estrepitosa derrota en las elecciones andaluzas, incluso antes de que se cerraran los colegios electorales, muchos afiliados y dirigentes del PSOE ya habían comenzado a tirarse los trastos a la cabeza, entre susanistas y sanchistas, para explicar la hecatombe sufrida. Para los primeros, las políticas erráticas del Gobierno de Pedro Sánchez habían sido la principal causa de la desmotivación de los votantes socialistas andaluces. Al respecto, conviene dejar dicho que cuando Susana Díaz decidió adelantar al otoño las elecciones andaluzas todavía no había llegado Pedro Sánchez a la presidencia del Gobierno, y con esa alteración del panorama político, lo que se le venía abajo al PSOE andaluz era el eje principal de su estrategia política: la confrontación con la derecha, con gobiernos de la derecha. A juicio de algunos destacados socialistas, lo que ha ocurrido con Pedro Sánchez es que ha desconcertado más todavía a los votantes socialistas por aportar debates prescindibles, como el traslado de la tumba de Franco, el pacto con los independentistas catalanes, según afirma la mismísima Susana Díaz, o la polémica del diésel, frente a una realidad social y política muy crítica en España. “En los últimos meses, ha habido tal sensación de descontrol, de vacío, que es normal que tenga su reflejo en muchos votantes del PSOE que, en el mejor de los casos, han decidido quedarse en su casa”, sostenía este domingo un veterano socialista.

Teresa Rodríguez le contesta a la Susana Díaz que lo que rompe España son “las cosas del comer” y que el verdadero problema de España es Andalucía. “Hay partidos que entienden que es su precampaña. Usted estaba muy preocupada en irse a Madrid”.

La cruda realidad de lo ocurrido en Andalucía es que nadie sabía qué clase de propuestas hacían unos y otros, qué Andalucía querían construir, qué pensaban hacer para mejorar la vida y el trabajo de la población, su educación, su dignidad. Los unos, escondidos detrás del nacionalismo – ¡Andalucía es mi madre! -, los otros, los de la ceporrería fachosa – ¡mueran las derechas, las superderechas y las archiderechas! -, y los de más allá, los del cinismo puro – ¡ellos son corruptos, nosotros no! -, el resultado ha sido un pan como unas hostias. Una de las mayores distorsiones de la campaña electoral andaluza ha sido, desde mi punto de vista, el que casi todos los partidos que se presentaron a las elecciones hablaron muy poco de los graves problemas a los que se enfrenta la comunidad autónoma más poblada de España, incluido el PSOE y, ahora un Parlamento todavía más fragmentado que el anterior y sin mayorías rotundas, ahora se trata de negociar acuerdos sólidos que respondan a las urgencias de una población afectada todavía por los efectos de la profunda crisis económica

Al respecto resulta harto difícil entender que una coalición de abstencionistas, arrepentidos, jornaleros de invernadero y toreros cabreados hayan tirado un régimen, aunque ahora nadie sabe cómo salir del laberinto, que pocos habían imaginado, y no hay nadie que aventure una alternativa de gobierno. Los de izquierda porque ven muy difícil que la derecha no se una para echar al PSOE, y los de la derecha porque ven casi imposible que C’s se arriesgue a perder la virginidad entrando en un Gobierno apoyado por Vox, que tan sólo representa el 0,10 % del 58,65 % de los participantes en las elecciones (395.978 votos) o, si se prefiere, el 0,06 % del total del censo electoral (6.298.785 electores), reclutados todos ellos entre los antiguos señoritos andaluces, en las colas del paro, en las labores o en los tajos, donde unos esclavos temen a los otros parias y siervos que llegan en patera, arrasando en El Ejido y otras poblaciones de Almería obsesionadas con la inmigración. En cualquier caso, tampoco sería la primera vez que la extrema derecha irrumpía en un parlamento pues, en 1979, el mismísimo Blas Piñar, presidente de Fuerza Nueva, obtendría escaño en el Congreso de los Diputados con 378.964 votos.

“Se venía respirando y se veía que todos los andaluces queríamos un cambio”, ha opinado el torero Fran Rivera sobre el vuelco electoral en Andalucía en las elecciones del pasado fin de semana. El torero fascista se ha mostrado satisfecho con los resultados y ha avisado de que Vox, el partido de la extrema derecha que ha irrumpido en el parlamento andaluz “no es un partido inútil”.

¿Qué consecuencia tendrá la entrada de Vox en el Parlamento andaluz? La primera es que, probablemente, Vox llegue para quedarse y no ocurra lo que pasó con la Fuerza Nueva de Blas Piñar, que desapareció del mapa político en poco tiempo. Todo dependerá del apoyo que reciba en próximas convocatorias electorales, incluidas las generales. La segunda consecuencia tiene relación con cuál será el efecto sobre el sistema de partidos. No solo tendremos un panorama electoral más fragmentado que aumentará las dificultades de entendimiento en la derecha, sino que, tal como nos muestran estudios publicados muy recientemente, obligarán a mover posiciones tanto en los partidos mainstream de derechas, como de los de izquierdas, hacia un énfasis mayor en posiciones antinmigración y de protección cultural. Dicho de otra manera, las dimensiones cultural e identitaria se politizan y pueden adquirir más protagonismos en la discusión y agenda política.

Es absolutamente cierto que los andaluces han decidido el 2-D girar a la derecha. La suma de PP, C’s y Vox alcanza 59 diputados, cuatro más que la mayoría necesaria para gobernar la Junta, pero no es menos cierto que la debacle del PSOE, perdiendo siete puntos porcentuales de voto, 14 escaños, y más de 400.000 votos, no solo quiebra el tradicional vivero de votos del PSOE, sino que obliga al partido a una profunda reflexión sobre su inmediato futuro, no sólo en Andalucía, sino en España, por lo que Pedro Sánchez tiene ante sí una muy difícil papeleta para dar la vuelta a un panorama electoral que, tras los resultados de ayer, se presenta muy negro.

¡¡¡ Eran otros tiempos de la semana santa andaluza !!! Ahora, ella está en el PSOE y el torero Rivera en VOX…

A la vista de los resultados obtenidos por cada partido, es evidente que la presidenta Susana Díaz ha salido políticamente derrotada del envite, en especial porque no ha sabido aprovechar los vientos de popa que han empujado al PSOE desde que Pedro Sánchez se hizo con la presidencia del Gobierno, tras la moción de censura a Mariano Rajoy. Después de la ruptura del pacto por parte de Ciudadanos, el pasado septiembre, la presidenta andaluza adelantó las elecciones autonómicas con la intención de aprovechar las horas bajas del PP, con el reciente liderazgo de Pablo Casado. Pero el resultado de las elecciones del domingo no sólo no beneficia a su partido, sino que deja tocada a toda la izquierda. Andalucía ha dejado de ser socialista – si es que alguna vez lo fue -, y la hasta ahora presidenta es, sin duda, la principal responsable de ello. Y no sólo ella, sino también quienes en el partido la auparon y enfrentaron contra Pedro Sánchez, que, tras los resultados del domingo, ve muy mermada su capacidad de iniciativa.

Sánchez ha reunido este martes en la sede de Ferraz a la Ejecutiva Federal de su partido en su versión extensa, que alcanza el medio centenar de personas. Con ellos ha hecho un diagnóstico de los motivos que explican, a su juicio, la caída del PSOE-A (se ha dejado 14 escaños y más de 400.000 votos) y la irrupción abrupta de Vox, que entra en el Parlamento andaluz con 12 escaños. Varios asistentes a este encuentro han señalado a Europa Press que el presidente ha explicado el alza de Vox y el descenso del PSOE-A por varios factores, entre ellos el acento excesivamente andaluz que Díaz, con la aquiescencia de Ferraz, decidió imprimir a la campaña.

En su intervención ante la comisión ejecutiva del 3 de diciembre, Pedro Sánchez exponía que más pronto que tarde el PSOE de Andalucía necesita afrontar una completa renovación y regeneración, aunque indicó que habrá que esperar a ver cómo fructifican las negociaciones de Díaz para formar Gobierno, dándole tiempo a la presidenta andaluza en las negociaciones, pero mostrándose muy pesimista a la hora de llegar a algún acuerdo para gobernar. En la misma reunión también habló de la desmovilización del electorado, aunque sin hablar de que el 30 por ciento de afiliados al PSOE que lo había apoyado en las primarias a la secretaria general del PSOE había optado por no votar a Susana Díaz – lo mismo que harán los de Susana Díaz cuando él se presente a las próximas elecciones generales -, sin mencionar una sola palabra sobre la corrupción galopante en Andalucía, el nepotismo y las políticas neoliberales del PSOE que han llevado a la región andaluza a un lugar de privilegio en la cola del paro entre las 273 regiones de la Unión Europea. El portavoz de la Ejecutiva, Óscar Puente, uno de los pocos dirigentes que acompañó a Sánchez durante la travesía del desierto tras ser descabalgado de la secretaría general, sería quien habría verbalizado con mayor virulencia los reproches a Díaz: “No es cuestión de tomar nota. Se ha hecho mal. Te enrocas en las zonas rurales y el voto mayor. Nosotros sí que somos los jóvenes que nos lanzamos a por las ciudades, el PSOE andaluz necesita modernidad para conectar de nuevo con el electorado”. ¿En qué momento se nos olvidó que tendría un coste político lo que ocurrió en la disputa entre Pedro Sánchez y Susana Díaz?, se preguntaba el también alcalde de Valladolid, asegurando que la sociedad andaluza “no lo ha olvidado”, a la vez que poniendo en duda que el PSOE pueda gobernar en Andalucía “si hay una mayoría que se ha inclinado hacia la derecha”. Por cierto, ¿es ese el espejo donde se tiene que mirar España?

“Esta campaña es una coalición de perdedores pensando cómo se unen para frenar al PSOE, para frenar Andalucía”, decía Susana Díaz durante un mitin en Chiclana, en Cádiz, acompañada por el presidente del Gobierno, el 28 de noviembre…

En la misma reunión, Pedro Sánchez también llegó a cuestionar el enfoque de la campaña hecho por Díaz, muy localizada en Andalucía y excesivamente personalizada, cambiando incluso el color rojo del PSOE por el color verde de Andalucía, y llegando a afirmar que “no nos han dejado participar”, recordando que solo recurrieron a dirigentes de ámbito nacional en la recta final de la campaña. Lógicamente, sus palabras cayeron como un jarro de agua fría en las filas del PSOE andaluz, que hace una lectura totalmente distinta del resultado. Los susanistas creen que la situación nacional, a partir de la moción de censura con la que Sánchez llegó a Moncloa apoyado por los independentistas, es la que ha dejado a su electorado en casa, lo que evidencia que las heridas entre los Sanchistas y los Susanistas siguen supurando, ahora más que nunca, y la que te “rondaré morena”.

Haya sido de una manera u otra, la realidad es que estas elecciones perturban, y mucho, la vida política nacional, donde muchos ya se precipitan pensar que el futuro está escrito en el voto de los andaluces. El tsunami de la derecha ha devorado a la baronesa andaluza, hundiéndola muy por debajo de los pronósticos más pesimistas, y aboca a la muerte del poderío socialista en la Junta de Andalucía después de 36 años ininterrumpidos. Pero los daños estructurales que infligieron las urnas al PSOE de Andalucía también erosionan al propio presidente, llegado hace solo seis meses a La Moncloa y que tenía por delante su primera prueba de fuego en un terreno “a priori” muy favorable. La debacle de la jefa de la Junta aleja, al menos de manera inmediata, la hipótesis de un adelanto inminente de las generales, dado que el desgaste del partido se ha demostrado mucho mayor de lo esperado y toca “reflexionar” y resolver la gobernabilidad andaluza, que puede llevar tiempo. Pero ahora el PSOE se dedicará primero a otra batalla, “liderar el frente de la democracia frente al miedo” para parar el preocupante avance de la extrema derecha de Vox, esperando el momento propicio en el que el director del CIS, José Félix Tezanos, acierte por primera vez alguna de las encuestas de las tantas elaboradas a lo largo de su trayectoria guerrista.

“La Vero” y “La Susana” en la Feria de Abril de Sevilla. “La Vero” fue aquella que se autodenominó “máxima autoridad del PSOE” en aquella frenética jornada que causó la destitución de Pedro Sánchez como secretario general del PSOE. Las guerras intestinas en la grillera del PSOE continúan…

Mientras tanto, a la espera de la condena judicial EREtica de la Junta de Andalucía – el mayor caso de corrupción de los habidos en España durante el periodo de esta “modélica transición democrática”, con efectos colaterales en el PSOE federal, al igual que la Gürtel de Valencia o de Madrid tuvo en la organización criminal del PP -, otro nuevo ERE – esta vez el de los estómagos agradecidos del PSOE andaluz – habrá que poner en marcha ante un hipotético gobierno de las derechas en Andalucía en el que, de una tacada, se irán a la calle 2.700 puestos de libre designación, en su inmensa mayoría designados a dedo, con perfil político, el método que ha tenido la Junta de Andalucía para colocar a funcionarios con carné del PSOE, de los cuales 500 personas son cargos de confianza de las consejerías (se trata de secretarios generales y particulares, personal de gabinete, prensa…). Ello, sin contar con los 25.000 empleados en los “chiringuitos públicos de la llamada Administración paralela”, que cuestan 5.000 millones de euros, y está formada por fundaciones, institutos, consorcios, agencias públicas, a base de lo que se conoce en el argot del funcionariado andaluz como “personal virtual”, esto es personas sin un puesto de trabajo físico, que no tienen tareas específicas. Es el caso, por ejemplo, de un exgerente en un edificio público de Andalucía que cuenta con nivel 30 – el máximo en la Junta, equivalente a viceconsejero o director general -, y que cuenta ahora con un puesto eventual con un salario de unos 3.000 euros. No se sabe de dónde sale su sueldo. Fuentes del funcionariado creen que se suprime asignación presupuestaria del personal de cada delegación para pagar a estos “virtuales”. La politización en la Administración autonómica andaluza es de tal calibre que a partir de jefe de servicio la mayoría de los funcionarios situados en este nivel y superiores son la inmensa mayoría próximos al PSOE.

En definitiva, resulta innegable que Susana Díaz ha ganado las elecciones al Parlamento andaluz, pero resulta insuficiente para gobernar. Es el clavo ardiendo al que se aferra Díaz para no entregar el relevo de un PSOE en Andalucía que está pidiendo a gritos una renovación. Seguir aferrándose a su cargo, delata cómo sus ansias de poder y su soberbia demostrada superan con creces cualquier compromiso que tenga, no ya con su propio partido, sino con toda Andalucía.

La Andalucía que ha votado, lo ha hecho en clave de derecha, es decir, lo opuesto a lo que vende ser Susana Díaz. “Si hubiera perdido, me habría ido”, asegura la lideresa socialista para no dimitir… y, de hecho, ha perdido, porque su debacle electoral de 400.000 votos le hace decir adiós a la presidencia de la Junta. Sencillamente, se le ha retirado la confianza.

Cuando el PSOE perdió en Andalucía las últimas elecciones generales en 2016, pese a la implicación personal de Díaz, ésta no quiso ver lo que se avecinaba. Lo justificó alegando que unas elecciones nacionales nada tienen que ver con unas autonómicas. Pues, parece ser que sí, porque pese a su victoria, todo evidencia la pérdida de confianza que ha sufrido por parte de quienes habitan Andalucía. ¡¡¡Pues eso, Susana, vete pa Triana a preparar la caseta de la feria de abril !!!

 

 

 

 

 


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