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NO SON LOS COSTES Y LA CONTAMINACIÓN, ES LA LUCHA DE CLASES

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Carlos Solchaga Catalán (Tafalla, 28 de mayo de 1944) es un economista, político español y exdirigente del Partido Socialista de Euskadi y del Partido Socialista de Navarra, en el Partido Socialista Obrero Español. Fue ministro de Industria durante el primer mandato de Felipe González, y posteriormente ministro de Economía y Hacienda  de España.

” La mina más rentable de carbón es la que está cerrada. Hay que ser realista y, aunque suene duro, es necesario enfrentar  a la gente con la realidad del cierre de las minas ” (Carlos Solchaga Catalán, ministro de Industria y Energía del gobierno de España, el año 1985)

En aquella reunión comentada sobre la cena que tuvo lugar en el restaurante Niza de Oviedo, el 4 de junio de 1977, tuvimos ocasión de leer un artículo de la revista “El Valle informativo”, firmado por el ingeniero de minas y miembro del grupo de economistas del PSOE, Juan Manuel Kindelán, que versaba sobre “El futuro del carbón asturiano”, y coincidía en su literalidad con la ponencia expuesta en la conferencia que habíamos celebrado aquella mañana en el Hotel España de Oviedo sobre  “La Empresa Pública”, cuyo artículo no hacía más que confirmar por adelantado las posiciones del gobierno del PSOE en boca de su propio presidente Felipe González aquel 16 de febrero de 1983:  “entre 1970 y 1976, las subvenciones concedidas al carbón producido por Hunosa y las pérdidas de la compañía, compensadas por los presupuestos generales del Estado, superan los treinta mil millones de pesetas cada año, lo que significa más de un millón de pesetas por trabajador. Una cantidad qué, invertida adecuadamente, hubiera podido dar trabajo ampliamente al cien por cien de la plantilla total de Hunosa”.

El origen del clan oligárquico de los Bustélidos y los Sotélidos es la tía Carlota, la madre de los cuatro hermanos Bustelo: José Ramón Jipy, Francisco, Carlos y Carlota Milota. Cuentan de la tía Carlota que guardaba una agenda en la que apuntaba los nombres de los amigos de sus hijos. Hubo una época en que no estar en la agenda de la tía Carlota era casi una desgracia. Eso no le pasó al monárquico canario Juan Manuel Kindelán Gómez de Bonilla, que acabó casándose con su hija Carlota Bustelo García del Real

Lógicamente, el tal Juan Manuel Kindelán Gómez de Bonilla, perteneciente al clan oligárquico de los “Bustélidos y los sotélidos” por su vinculación matrimonial y monárquica con Carlota Bustelo García del Real, sería el hombre elegido por el PSOE para iniciar el cierre de las explotaciones mineras como Director General de Minas (1982-85) como uno de los principales y más viscerales defensores de la energía nuclear, y más tarde como presidente de la Empresa Nacional de Residuos Radioactivos-ENRESA (1985-94), hasta llegar a la presidencia del Consejo de Seguridad Nuclear-CSN.

El engaño a un pueblo para llevar a cabo la gran venganza contra Asturias por parte de la burguesía española siempre se fundamentó en el problema de los costes, aludiendo siempre que se trataba de un carbón “sucio”, impregnado de tierra y minerales, lo cual obligaba a lavarlo previo uso, encareciendo más los costes, en este caso debido a los gastos de añadir un proceso a la producción, pero también porque en el lavado se perdía parte del producto.  Por otro lado, las proporciones de azufre y fósforo en el carbón asturiano no eran las más óptimas a la hora de proporcionar un poder calorífico ideal de cara a su empleo en las centrales térmicas. De repente, estos enterradores del sector minero se habían olvidado que, los carbones de Hunosa eran y siguen siendo carbones coquizables en más de un 80 por ciento – el 20 por ciento restante pensado para poder hacer mezcla y elaborar “pasta coquizable” según demanda de volátiles -, utilizado en grandes cantidades en los altos hornos para la elaboración de hierro y otras muchas aplicaciones, por lo que parece un auténtico despilfarro usar carbón coquizable para quemar en las térmicas, y, por lo tanto, una de las soluciones viables para la minería del carbón era la elaboración de coque.

La multinacional Arcelor  importar este año de 2019 más de 130.000 toneladas de cok a través de El Musel para abastecer sus hornos altos. Esta práctica no es nueva. En ocasiones las factorías asturianas ya han recurrido a este mecanismo. De hecho, la compañía se vio obligada a ello tras el incendio que sufrieron las baterías de Avilés el pasado mes de octubre. En esta ocasión se volverá a recurrir a cok procedente de Francia, en concreto de la factoría que Arcelor tiene en Dunkerque.

Otra de las cantinelas reiteradas hasta la saciedad por estos “sabios” del electrofascismo mundial se justificaba en la estrechez y fracturación de las vetas del carbón asturiano, obteniendo más rocas y tierra que carbón cuando se perforaban sus galerías. Además, dado que las vetas de mineral en la región rara vez son continuas y a veces están inclinadas, para llegar al carbón hay que cavar múltiples galerías en diferentes direcciones y a diversas alturas. Por tanto, las explotaciones asturianas nunca han podido compararse con las de minas países donde el carbón es de más calidad y las explotaciones usan maquinaria pesada de forma intensiva en minas a cielo abierto en las cuales el carbón se encuentra formando grandes depósitos naturales casi en superficie, debido a todo lo cual concluían que el carbón asturiano constituyó desde su primer momento un producto deficiente y totalmente incapaz de competir en calidad o precio con el carbón de prácticamente cualquier país con una minería desarrollada y buenos yacimientos.

Es decir, desde hace mucho tiempo, de una manera permanente y machacona, se nos viene echando en cara a los mineros, al pueblo asturiano, de que somos un sector subvencionado, y es verdad, pero se silencia que por cada euro de subvención que recibía el carbón, el estado español recibía 3,3 euros en la imposición directa y, lo más importante, se silencia que por cada empleo minero se generan hasta tres puestos de trabajo entre indirectos e inducidos. En este mismo orden de cosas, ¿han calculado los gobiernos del turno cuántos euros se ahorraría el estado español de la costosísima factura energética que tenemos que pagar todos los contribuyentes españoles por esa brutal y peligrosísima dependencia del exterior – en torno al ochenta y dos, por cierto -, si este gobierno apostase de una manera sensata por nuestros carbones autóctonos? ¿Por qué ese afán, me pregunto yo, a la hora de señalar a nuestros carbones como receptores de ayudas estatales a su necesaria explotación? ¿Por qué no los gastos del ejército y la policía, o las carreteras, o las subvenciones millonarias a fondo perdido para la banca y las empresas privadas, por no hablar del impuesto de patrimonio a las grandes fortunas? Por cierto, ¿dónde se equilibran los presupuestos del ministerio del Interior o los del Defensa, Educación o la Justicia, ¿subvencionados al cien por cien por las arcas del estado? ¿Cerramos la Universidad? ¿Y las cárceles? ¿Desaparecemos la casa real española?

No, mil veces no, en absoluto se trata de una carencia de medios, sino de un problema de opciones: de a quien se da y se quita, de qué gastos son prioritarios y, sobre todo, de cuánto se recauda y de dónde. No es un problema de fondos, sino principalmente de cómo se distribuye lo que la sociedad generamos; y el carbón, pese a quien pese, genera riqueza, empleo y bienestar para el conjunto de la sociedad española.

Carbón cien por cien coquizable en el pozo Montsacro de Riosa. De hecho. este pozo era propiedad de Ensidesa antes de sus integración en Hunosa para su autoabastecimiento del carbón coquizable para sus instalaciones de Avilés.

Sin embargo, tal parece que, este salvaje crimen contra el carbón y sus comarcas mineras, llevado a cabo por todos y cada uno de los gobiernos turnistas que surgieron de la “modélica transición” o Segunda Restauración Borbónica en forma de bipartidismo PPSOE, lo vienen justificando con palabras como la de la competitividad; la reducción del empleo bajo la de la rentabilidad y, como les resulta muy difícil encontrar un nombre adecuado para justificar la reducción absoluta de carbón, se recurre a la estúpida sustitución de lo que no es sino un plan minero de reducción absoluta por un plan de incremento de la producción relativa, es decir por un plan de incremento de la productividad, quedando englobadas, todas ellas, en el concepto de racionalización.

Sin embargo, lo que ellos llaman competitividad no es sino el modo, la manera de designar su capitulación ante los criterios industriales y económicos impuestos por las potencias hegemónicas europeas y mundiales; lo que llaman rentabilidad es tan sólo una reducción de los problemas sociales, políticos y culturales a términos contables, de cuenta de resultados; y lo que llaman incremento de la producción no es más que un eufemismo para disimular la reducción del empleo. Por eso, lo que llaman racionalidad económica es precisamente el nombre de la mayor irracionalidad que uno pueda imaginarse en el terreno de la economía política.

¿Cómo se puede comparar la productividad de nuestros carbones con la productividad de los países con mega explotaciones mineras a cielo abierto, como las de La Guajira en Colombia, por ejemplo, dónde, según los informes de la mismísima Organización Internacional del Trabajo trabajan más de 200.000 niños y niñas en sus explotaciones mineras, o en la minería africana donde, según las mismas fuentes de la O.I.T, trabajan otros 200.000 niños y niñas en su minería – solamente en el Congo africano trabajan más de 40.000 – por salarios de mierda que no alcanza ni para un simple bocadillo de mortadela. Esa es la productividad de los carbones depositados en el puerto gijonés del Musel por la GOLDMAN SACHS, a cuyo frente se encuentra el excomisario de la Competencia de la UE, el irlandés Peter Sutherland, sustituido por el exsecretario general del PSOE, Joaquín Almunia; y los directivos de la poderosísima banca mundial ocupando la dirección del Banco Central Europeo y la del Fondo Monetario Internacional, por no hablar de las presidencias de Grecia e Italia, sin olvidarnos de los renombrados exministros que han sentado su trasero en las poltronas ministeriales del gobierno turnista español. Sería como pretender comparar la productividad en la construcción de una vía férrea o una autopista por los terrenos increíblemente montañosos de Asturias, con la productividad de la construcción de vías férreas o autopistas en las llanuras francesas.

La multinacional británica Lissan Coal Company, que tiene su sede en Irlanda del Norte, se ha convertido en la primera compañía que opera en los terrenos ganados al mar con la ampliación de El Musel. Lissan almacena y criba carbón en un espacio de la ampliación colindante con la concesión de EBHISA, terminal por la que descarga el mineral que luego distribuye a otros puertos embarcándolo en buques más pequeños por el viejo muelle norte.

Por lo tanto, seamos serios y sensatos: las fuentes energéticas son escasas en todo el mundo, y bajo ningún concepto se pueden ni deben menospreciar, por razones de la dificultad de su explotación, donde quiera que se encuentren.

El carbón, nuestro carbón, como el petróleo, está inserto en un sistema industrial, social, en una cultura dada a un nivel histórico determinado y no puede separarse de ningún modo de este sistema; la separación es tan sólo una apariencia para quien está operando instalado en otro sistema. Y esto es así porque el valor de cambio que puede incorporar un producto estará siempre en función del valor de uso. Si el petróleo del golfo pérsico tiene valor de cambio es porque está en función del uso que de él hacen la industria, las centrales térmicas, los automóviles, es decir, todo el sistema económico y cultural. Pero, además, el carbón, nuestro carbón, es también una fuente de energía, hoy por hoy, una fuente de energía insustituible, la única fuente nacional de energía de que España dispone. Sobre todo, el carbón, nuestro carbón, fue y tendrá que seguir siendo una riqueza que, como es conocido, apareció históricamente en Asturias, desenvolviéndose en ella siguiendo la ley de la vida; la ley del trabajo, del dolor y del sudor, pero no por ello dejó de constituirse en víscera del cuerpo de Asturias, casi en el corazón de nuestra región.

Los mineros asturianos constituyeron un modelo ejemplar, casi mítico, y las minas se han forjado luchando con el carbón y con muchas y por otras muchas cosas, entre ellas la libertad y la democracia en nuestro país. Prácticamente, las minas del carbón asturiano fueron una de la fuentes que permitieron la subsistencia y el crecimiento de Asturias, que hicieron posible la industria de las cuencas y de fuera de ellas, constituyendo la base del desarrollo moderno de Asturias y, con él, en una grandísima medida, el de España, y ello quiere decir, lisa y llanamente, que no se puede separar el carbón y quienes giran en torno a este trabajo, sin hacer que se desgarre todo el organismo social y cultural de Asturias, abriendo una gran herida sangrante muy peligrosa en el conjunto de España. No, tampoco se trata de defender nuestros carbones por una especie de nostalgia, como una “seña de identidad” asturiana, entre otras cuestiones, porque tenemos que ser muy conscientes de que los recursos carboníferos son finitos, y que dentro de cien o más años, las minas se agotarán, y no vamos a ser tan pesimistas como para creer que Asturias no va a sobrevivir al carbón de sus cuencas.

La historia de la minería en Asturias se remonta a la segunda mitad del siglo XVIII, cuando los ilustrados de la época fomentaron la extracción de hulla para hacer progresar económicamente al país. En 1780, Carlos III dictó una ley incentivando la creación de compañías que se encargasen de la extracción del carbón.
Hacia 1800 la producción alcanzaba las 4100 toneladas.

De lo que se trata es de no cambiar de la identidad actual por otra más vil y canalla, de no convertir Asturias en un bosque de eucaliptos para fabricar pasta de papel. Y cerrando nuestras minas, como han hecho los gobiernos del bipartidismo turnista del PPSOE surgido de la II Restauración Borbónica, estamos condenados a no poder desarrollar nuestra identidad viviente en formas históricas más elevadas.

Por ello es preciso apoyarse en lo que tenemos seguro y positivo para poder, desde allí, preparar la transformación. Es posible que sea demasiado tarde para hacer algo por un mundo demasiado viejo, y demasiado pronto para saber algo de un mundo demasiado nuevo.

A veces, también es necesario estar al borde del precipicio para comenzar a caminar en otra dirección. Puede que nos encontremos en una encrucijada, pero estar en la encrucijada es justamente lo contrario de encontrarse en un callejón sin salida. Todo es dar con el camino, y “se hace camino al andar”. Y para andar ese camino tenemos que reflexionar antes de vociferar, tenemos que unir antes que disgregar, porque esa es una tarea de nadie en particular y de todos en general que requiere sumar y no dividir voluntades y esfuerzos, estimular iniciativas, sembrar solidaridades, remontar adversidades como han sabido hacer siempre los mineros, en los momentos más difíciles de la historia del movimiento obrero en su lucha a muerte contra la burguesía.

Jamás ha existido en nuestro país una política minera clara y definida, aplicando medidas puntuales para situaciones desesperadas, reduciendo el horizonte a la situación de cada día, abriéndose camino la idea para todos los detractores de nuestra minería de que el carbón es una maldición. Pues bien, el carbón no es ninguna maldición, es un problema como tantos otros, menor que otros muchos y que tiene, por supuesto, soluciones perfectamente viables desde la cuádruple vertiente de la rentabilidad económica, social, estratégica y, sobre todo, energética, de cara a la necesaria disminución drástica de nuestra brutal y peligrosísima dependencia energética del exterior en torno al 74 por ciento, según Eurostat, por el que tenemos que pagar una factura anual de 55.000 millones de euros.

Estados Unidos ha decidido ya el lugar en que se establecerá FutureGen, una central de generación eléctrica de carbón sin emisiones contaminantes. Se trata de Mattoon, en Illinois, región escogida por sus condiciones geológicas. Y es que la planta de FutureGen es la primera del mundo de su tipo, por la combinación de tecnologías que incluye. El control de emisiones se realizará por medio del enterramiento del dióxido de carbono bajo el suelo. Con un presupuesto de 1.500 millones de dólares, generará 275 MW, con los que se suministrará energía a 150.000 hogares estadounidenses.

Por si ello no fuera suficiente, al carbón se le ha cargado con el “sambenito” de ser el principal causante de todos los males que atentan contra la vida del planeta tierra por su gran contaminación. En efecto, hace veinte años el concepto medioambiental que estaba de moda era la “lluvia ácida”, después, unos años más tarde, el concepto de moda era el “efecto invernadero” provocado, según los “sabios pronucleares del electrofascismo”, por las emisiones de ceodós, y en la actualidad se sigue hablando del “efecto invernadero”, cuando el último concepto de moda es el “recalentamiento del planeta”. Hace muy poco tiempo se echaba la culpa del efecto invernadero al anhídrido carbónico emitido por las centrales térmicas. Ahora se admite que hay otros gases, tales como el metano, los óxidos de nitrógeno, los compuestos clorofluocarbonados y otros, que pueden tener un efecto perjudicial sobre el medio ambiente, sin que científicamente se haya demostrado su contribución al “efecto invernadero”, ni siquiera su efecto perjudicial.

En todo caso, la contribución del carbón a los efectos mencionados no tiene la importancia que en un principio se creyó, sino que es bastante más reducida, según los estudios científicos realizados al efecto, destacando la contribución de la “Britisch Coal”, la del Departamento de la Energía de los EE.UU., la de la CIAB, la de CEPCEO y la del Instituto Mundial del Carbón. De todos ellos se puede acotar que la contribución mundial del carbón al “efecto invernadero” está comprendida entre el siete y el quince por ciento. Más aún, si nos limitamos a Europa, que consume el diez por ciento del carbón mundial, estaríamos hablando como máximo de un dos por ciento. ¿Cuánto supone la contribución de los carbones españoles al “efecto invernadero”? De cualquiera de las maneras, el problema “no es de frío, sino de abrigo”. Quiero decir que es exigible en cada momento la puesta en práctica de toda la legislación existente, así como de todos los medios tecnológicos, que son muchos y efectivos, hasta reducir al máximo su incidencia con el medio ambiente. Por cierto, ¿cuánto vienen destinando los gobiernos del bipartidismo PPSOE en nuestro país para investigar esas tecnologías? ¿Somos pobres porque investigamos poco o investigamos poco porque somos pobres

La producción de carbón en España cayó un 43% en 2016 hasta el mínimo histórico de las 1,74 millones de toneladas y el sector perdió 1.022 empleos en todo el país, con un descenso del 38%. Los datos provisionales de la patronal Carbunión constatan que la compra de mineral en el exterior, que se situó en las 14,67 millones de toneladas, multiplicó por nueve la producción de carbón nacional.

Además, que nuestro país importe carbón de Colombia, Sudáfrica o de la China – sobre todo de la China, nuestros nuevos amos -, en lugar de producirlo en nuestro subsuelo, en absoluto soluciona esos problemas, sino que los traslada. La experiencia ha demostrado que incluso los aumenta. Quien importa carbón obtenido de las minas a cielo abierto de estos países citados y otros, está explotando a estos países económica y ecológicamente. Muerte, represión y saqueo son palabras sin las cuales no podría existir este tipo de explotaciones. Van unidas al igual que van unidos los gobiernos nacionales y las multinacionales, encargadas de llevarse los minerales y las divisas, dejando contaminación, destrucción y alguna que otra migaja.

Hace 56 millones de años, un misterioso aumento de carbono en la atmósfera hizo subir la temperatura en todo el mundo, hasta el punto que se fundieron los polos. La causa, según los científicos especializados en el tema, fue una emisión de carbono masivo y, en términos geológicos, repentino. Aquello duró 150.000 años, hasta que el exceso de carbono fue reabsorbido, produciéndose todo tipo de sequías, inundaciones, plagas de insectos y algunas extinciones. Sin embargo, una cuestión ha quedado muy clara, clarísima: el carbón no fue responsable de nada, por la sencilla razón de que le faltaban muchos millones de años para formarse. ¡Ya está bien de escuchar eso de que “si es verde, vale”! ¡¡¡ Y si es negro, como el carbón de nuestras minas, y rojo como el minero que defiende el carbón, el empleo y el futuro de nuestras comarcas mineras, también, no te jode!!!

Muy recientemente, apenas hace un mes, el último informe del Panel Intergubernamental de la ONU sobre cambio climático (IPCC), tan alarmista como los anteriores, sería muy contundentemente contestado por los responsables científicos de la Internacional Science Coalition, dejando claro “el historial ilícito con que cuenta el IPCC – ONU, que incluso incluye recomendaciones reformuladas de asesores científicos expertos para encajar en la agenda alarmista. De forma inexplicable, el IPCC-ONU ha aumentado su confianza de que los gases de efecto invernadero antropogénicos causaron la mayor parte del calentamiento en el último siglo, a pesar del hecho de que sus previsiones siempre han fracasado de manera estrepitosa. Es muy triste que este informe del IPCC – ONU dé a los gobiernos una confianza injustificada para imponer las regulaciones sobre el CEODOS que sean tan severas que las fuentes energéticas más importantes del mundo y combustibles de hidrocarburos vuelvan atrás, sentenciando a miles de millones de las personas más vulnerables del mundo a la miseria en cuánto a la pobreza energética”. En el mismo orden de cosas, el doctor Tim Ball, de la University of Winnipeg, afirmaba que “la reputación del IPCC – ONU es irrecuperable, para añadir a continuación de una manera literal que “los gobiernos, medios y personas deberían por su parte echar un ojo al informe del NONGOVERNMENTAL INTERNATIONAL PANEL ON CLIMATE CHANGE (NIPCC), quien deja demostrado que el equilibrio de la evidencia indica que los cambios climáticos peligrosos causados por el hombre no están sucediendo, algo que todo el mundo, la izquierda, la derecha y el centro deberían recibir como algo bienvenido”. Desde luego, no seré yo el atrevido que discuta estas cuestiones científicas, pero sí dejarlas perfectamente constatadas por la defensa de una minería del carbón al servicio del pueblo.

El carbón se va a convertir en uno de los protagonistas de  la Conferencia de Naciones Unidas sobre Clima que se celebra esta semana en Katowice (Polonia), una de las regiones productoras de carbón más grandes de Europa. El consumo del carbón está aumentando en todo el mundo, ya que muchos países siguen atrasando inversiones significativas en energías renovables.
Se espera que la generación eléctrica con carbón a nivel mundial continúe aumentando hasta en un 10% desde ahora hasta 2027, con el crecimiento más rápido previsto en China. Es un cambio de tendencia, después de su disminución en los últimos cinco años, particularmente en Estados Unidos y Europa, donde el consumo disminuyó a una tasa promedio del 5% por año.

Desde mi punto de vista, pienso que la única solución para nuestros carbones es la nacionalización del sector minero español, desde la investigación de nuestros recursos hasta la transformación de los mismos, pasando por una explotación racional de los mismos, dentro de una política energética al servicio del pueblo. Y aquí, tengo que levantar la voz para manifestar que una de las características radical de nuestra minería, es que los yacimientos mineros españoles son bienes demaniales según nuestra Constitución, y ello significa que son bienes públicos y que la administración tiene la obligación de preocuparse y velar su gestión por parte de los concesionarios, sujetos siempre a los requisitos de interés común.

En definitiva, el problema de la minería asturiana nunca fue un problema de costes, ni mucho menos de contaminación, como se nos ha pretendido justificar por parte de los títeres gubernamentales del bipartidismo turnista del PPSOE. Una cuestión debe de quedar muy clara al respecto: los gobiernos del bipartidismo PPSOE nunca fueron ni son el poder real en el Reino de España, sino el alto funcionariado de su gran burguesía. De ahí que, habiéndose lucrado ésta del sector minero, siempre en manos privadas, se procediera a su nacionalización en HUNOSA – en realidad una socialización de las pérdidas para seguir con la privatización de las ganancias – en los finales de los años sesenta, y más tarde, proceder a su desaparición. En absoluto se trataba ni se trata de una cuestión de rentabilidad y eficacia, en último término, sino de una cuestión de clase, la de eliminar a los mineros del suelo asturiano, como bastión principal del movimiento obrero.

Desde mi punto de vista, existe un motivo de venganza por parte de la burguesía imperante contra esta región, no en vano fueron los mineros asturianos los que pusieron en jaque a los gobiernos de la burguesía en los años 1934 y 1936, pero, además, sigue existiendo un enfrentamiento ideológico de fondo: las zonas donde había minería votan socialismo y comunismo mayoritariamente, llámense Langreo, Mieres, Lena, Aller, Riosa, San Martín del Rey Aurelio, Laviana, Sobrescobio, Teverga, Cangas de Narcea, Tineo, incluido Gijón con la influencia de la Mina La Camocha…

 


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