Ayer estuve hablando mediante videollamada con mis dos nietas y después de colgar el móvil me vino cierta nostalgia o no sé cómo llamarlo, pero me entró mucha tristeza. A mi nieta Ainoa, la mayor, que está trabajando en Madrid – lo hace desde el primer día del Estado de Alarma en su casa por medios telemáticos – la encontré muy entera ante la situación. Es una persona muy responsable en todo lo que hace. Nunca hizo falta decirle cuando tenía que estudiar, porque ella se programaba y si tocaba examen un lunes, pues el domingo se quedaba en casa para machacar los textos de la asignatura. Incluso ayer nos echó la correspondiente reprimenda para que no salgamos a la calle, ni siquiera a la compra, porque “os la pueden a traer a casa”, recordándonos que somos, tanto su “yaya” Irma como su “yayo” Antón, personas de alto riesgo.
Después, a las 21,00 horas, conectamos por el mismo sistema con la pequeña de la familia, Jimena, de nueve años. Por la mañana, nos había mandado en el wassap de su madre las notas escolares, con todo matriculas y sobresalientes, teniendo que limpiarme la baba varias veces. Lleva el mismo camino que su prima Ainoa, pero al verla por el móvil me dio mucha pena que una neña de 9 años, como el resto de los neños y neñes del país, permanezca confinada en su casa, con lo que ella disfrutaba todas las tardes en la plazoleta jugando con sus amigas y amigos. Y sobre ello quiero hacer una pequeña reflexión al respecto, sobre la infancia confinada, cuando una de las excepcionalidades del Estado de Alarma decretado por el gobierno es el insólito privilegio de poder pasear con un perro por las calles desiertas mientras que niños, niñas y adolescentes llevamos 26 días de arresto domiciliario, cuando la propia Organización Mundial de la Salud , refiriéndose a la infancia, nos habla de que ante una situación de alarma sanitaria de esta magnitud, los efectos que el confinamiento puede tener sobre el bienestar físico y emocional de los menores deberían figurar en algún lugar prominente de la agenda política y, sin embargo, está siendo una clamorosa ausencia que parece ser la expresión de algo más estructural. Los neños y les neñes son los grandes damnificados de esta pandemia, y mi aplauso de las 20,00 horas será hoy para ellas y ellos.
Hoy, cuando se cumplen 26 días de mi arresto domiciliario me he levantado temprano para tragarme el debate político que se celebra en el Congreso de los Diputados sobre la prorroga del Estado de Alarma y las medidas económicas adoptadas por el gobierno, que comenzará a partir de las 9,00 horas y será televisado. En realidad, solo he cambiado la cama por el sofá, porque estoy seguro que acabaré durmiéndome como en las anteriores comparecencias ante la repetición de los discursos, si bien, en esta ocasión no será leído por el presidente por teleprónter, sino sobre el papel escrito, como hacen todos los líderes de los partidos. Además, solo escucharé las intervenciones del presidente del gobierno y las del PP, ERC y UNIDAS PODEMOS. Las otras del resto de los partidos las doy por escuchadas antes de empezar.
Si para algo ha servido el debate parlamentario sobre los decretos del Gobierno que incluían el tercer “Estado de Alarma” para mantener el confinamiento de los españoles en pos de frenar la crisis sanitaria, ha sido para poner en escena la fractura política del país, con Pedro Sánchez pidiendo al PP “unidad y lealtad”, y con un Pablo Casado exigiendo a Sánchez que diga la verdad sobre la crisis sanitaria y reconozca los errores y la incompetencia de su Gobierno. De hecho, el PP ha roto con Pedro Sánchez tras escuchar el tono “destructivo” en la intervención de la portavoz socialista en el Congreso, según lo describen fuentes del partido, refiriéndose a la intervención de la portavoz del PSOE, Adriana Lastra, cuando señaló a Pablo Casado para preguntarle el ¿por qué si tenía tan claro la crisis que se avecinaba no hizo nada para frenarla y no evitó la tragedia en Madrid, el epicentro de la pandemia, una comunidad gobernada por el PP?
En su turno de contrarréplica, el líder del PP señaló a la portavoz del PSOE por haber protagonizado la intervención “más injusta, ingrata y desleal” en unos momentos tan críticos, para dejar muy claro que: “Desde hoy no merece el apoyo de la oposición. Sus mentiras, su arrogancia y su incompetencia son un cóctel explosivo para España”.
El presidente del gobierno, Pedro Sánchez, leyendo su discurso en la comparecencia de hoy jueves, 9 de abril, en el Congreso de los Diputados.
En otro tedioso discurso, tal y como me lo temía, esta vez cambiando frases de los discursos de Bush cuando la catástrofe del 11-9 por otras recogidas de los discursos de Churchill: “Aunque nos abrumen las cifras de contagio, resistiremos. Aunque nos preocupe el impacto económico, que nos preocupa y ocupa, resistiremos. Aunque nos cueste mantener la moral en pie. Unidos resistiremos los golpes de la pandemia. Jamás nos rendiremos y venceremos”, el presidente del gobierno, Pedro Sánchez, lograría el aval del Congreso a la prórroga del estado de alarma hasta el próximo 26 de abril, a pesar de recibir críticas de prácticamente todos los grupos, recibiendo el apoyo del PSOE, Unidas Podemos, PP, Ciudadanos, PNV y otros grupos minoritarios (270 votos a favor) mientras que ERC, JxCat y Bildu se han abstenido (25 votos) y Vox, que reclama la dimisión del Gobierno, Foro y la CUP (54 votos) apretaban el botón del no.
De esta manera, todas las propuestas de resolución han sido rechazadas. Es decir, a pesar de obtener el apoyo a la prórroga y a los decretos ley con medidas económicas, el presidente del gobierno ha constatado el rechazo de la derecha a un gran acuerdo de “reconstrucción” que se ha bautizado como la reedición de los Pactos de la Moncloa. No obstante, el gobierno de coalición conseguiría una aliada en Inés Arrimadas de Ciudadanos, anunciando su respaldo a buena parte de las iniciativas presentadas a cambio de algunas modificaciones en la posterior tramitación parlamentaria.
En otro apartado de la intervención de Pedro Sánchez, éste ha reconocido que esta no será la última vez que tendrá que solicitar a la Cámara Baja la prórroga del estado de alarma dando por hecho que volverá dentro de quince días puesto que la excepcionalidad no podrá acabar todavía. Así, ha asegurado “el incendio que desató la pandemia está bajo control” e incluso ha hablado de “datos alentadores” respecto a la caída de los contagios – que hace dos semanas era del 22% frente al 4% actual-, pero ha reconocido que aún queda camino para salir del “túnel”.“Si el ascenso ha sido duro, no será menos el descenso”, ha admitido el presidente. Sí, no te jode, y el 31 de enero había un solo caso confirmado por el Centro Nacional de Microbiología en la isla de La Gomera, cuando a kilómetros de distancia, en China, ya se estaba librando una durísima batalla – hoy mismo se puede ver en los medios de comunicación que Wuhan, origen del coronavirus, vive su primer día en libertad condicional -, y aquí se continuaba bailando al son de la orquesta mientras el Titanic se hundía.
Así y todo, con el fin de que nadie pueda seguir manipulándonos y mucho menos engañarnos, vuelvo a la realidad que nos ofrecen las cifras de los infectados (152.446) y los muertos (15.351) por el COVID-19, dejando de manifiesto, una vez más, la incapacidad del gobierno español para ofrecernos una cifra fiable de los muertos en nuestro país. Es decir, un mes después del inicio de la pandemia, nuestro país todavía no ha encontrado la manera de contar de forma fiable los muertos causados por el coronavirus. Los datos que venimos ofreciendo diariamente recogidos del panel informático del Ministerio de Sanidad se han revelado como insuficientes para dar una imagen siquiera aproximada de la magnitud de la tragedia, tal como se puede ver en el cuadro adjunto elaborado por el Sistema de Monitorización de la Mortalidad diaria (MoMo) del Instituto de Salud Carlos III.
Una de las manifestaciones de Sánchez en su intervención, tanto en el discurso como en las contestaciones a todos los grupos en una sola intervención, cuyas respuestas ya traía escritas sobre el papel, prolongándose el doble de tiempo que el empleado en leer su discurso, fue su insistencia en la necesidad de que haya unidad en torno al Gobierno en la lucha contra la pandemia a través de un gran pacto de reconstrucción al que ya ha puesto fecha, convocando a todos los partidos, agentes sociales – sindicatos y patronal – y comunidades autónomas para la próxima semana a una primera reunión. Sin embargo, la reedición de los Pactos de la Moncloa ya nace coja, como ha llegado a reconocer el presidente, porque la derecha lo ha rechazado: “Cuando está el PP en la oposición nunca podemos llegar a acuerdos de Estado”. Tampoco se le vio muy entusiasmando cuando una parte de los que hasta ahora han sido sus aliados parlamentarios tampoco lo ven muy claro. El capital siempre llama al pacto social cuando las cosas no le van bien. Se olvida rápidamente de su liberalismo y apela a la solidaridad, al consenso y al Estado.
El balance de estos cuarenta años en términos de clase es tan obvio que no merece la pena argumentarlo. Los enormes negocios de las privatizaciones de la banca pública y las empresas estratégicas de transporte, comunicaciones, energía, etc., son las grandes fortunas del Ibex 35; monopolios que, a su vez, están en buena medida en manos de los grandes bancos.
Aunque, como decía en mi diario de ayer, quedo a la espera de las actuaciones de Unidas Podemos y, sobre todo, de los sindicatos llamados de clase. Mientras tanto, no me cansaré de que esta idea luminosa es la que se ordena y manda desde las filas del Ibex 35, como en su día fueron los Pactos de La Moncloa como el gran negocio que, a diferencia del golpe fascista de 1936, tuvieron la ventaja de que las ganancias llegaron sin coste político. Como en todo gran pacto social, para el capital el beneficio es doble: consigue imponer sus objetivos y el enemigo de clase se autodestruye. Y el PSOE, representante privilegiado de la gran burguesía y hacedor de las agresiones más graves contra la clase trabajadora desde la segunda restauración monárquica, bautizada como la modélica Transición, se apresura ahora a cumplir su papel. La estupidez más grande que podría cometer la clase obrera es creer lo que agitan profusamente los voceros mediático, tales como los Estefanía, Leal, Miguel Roca y tantos otros que salen estos días con artículos de página entera en los periódicos de tirada nacional y, por supuesto, el Gobierno: que si la extrema derecha de VOX no quiere unos nuevos Pactos de la Moncloa, es porque serán buenos para las trabajadoras y trabajadores, tratando de ignorar que el esperpento de la extrema derecha está sirviendo como espantajo preventivo ante cualquier otra opción que se considera un mal menor.
Ante una situación extremadamente dura como la que se avecina, las trabajadoras y los trabajadores necesitamos recuperar la memoria y analizar objetivamente lo que realmente supusieron aquellos pactos para saber lo que ha sucedido desde entonces hasta ahora. Y, sobre todo, lo que implicó dejarse arrastrar por falsos llamamientos a la unidad que siempre suponen para nosotras retrocesos y ganancias para ellos. Buenas noches. Hasta mañana.