46 día de arresto domiciliario, con un gobierno desbordado, cada vez más dividido, paralizado, sin iniciativa ni autoridad y una oposición esperando la ocasión como auténticos buitres carroñeros esperando saciarse con los cadáveres de los 24.275 muertos y los que puedan resultar de los 212.917 infectados que tenemos a la fecha del 29 de abril, tal como si el coronavirus fuera un proyecto de ley elaborado por un contubernio judío masón.
Este es el cuadro de situación de lo que un día fue vida pública antes del Covid-19. Y mientras tanto, en los hospitales y en los laboratorios, librándose batallas contra el virus y su enfermedad, de los que médicos y científicos que siguen aprendiendo todos los días, en muchos casos – demasiados – perdiendo su propia vida.
En plena pandemia del coronavirus y tras el éxito de la fotografía en el espejo, Pablo Casado ha vuelto a la carga. En las últimas horas ha subido una foto a su cuenta oficial de Instagram junto a unas ovejas y con mascarilla puesta. ¿No existe confinamiento para que este se dedique a seguir haciendo campaña electorera? (27 de abril de 2020)
Es verdad que el gobierno de la nación no está gestionando bien esta crisis desde el principio de la misma, pero no es menos verdad que no es el único responsable de lo que está padeciendo el conjunto del pueblo español. Todos lo sabían, el gobierno, la oposición y, sobre todos, las comunidades autónomas con el cien por cien de todas las competencias transferidas en materia de Sanidad, unas en manos del PP, otras en manos del PSOE y otras en manos del PNV o de los restos de CIU en Cataluña, por no hablar del mamarracho del Revilla en Cantabria, y todos miraron hacia otro lado. Todos. Ahí tienen las fotos recientes de un Pablo Casado preocupándose por la salud en una granja de ovejas, en vez de arrimar el hombro como hicieron sus compañeros de ideología en la oposición del gobierno portugués, tal y como le explicaba en mi diario de ayer, poniendo por encima de todo las vidas humanas y los intereses generales del país.
Hoy me he levantado, como todos los días, aburrido y preocupado, desayunando con la radio sonando en el otro extremo de la cocina cazando palabras más que argumentos, escuchando una y otra vez la palabra escalada como cien veces repetida, la cual empezará al final de esta semana y hasta ese rayo de luz me sigue produciendo incertidumbre.
En efecto, el Consejo de Ministros aprobaba ayer martes, 28 de abril, el “Plan de desescalada “para el fin de confinamiento y la reactivación económica en post de alcanzar la “normalidad” a finales de junio o primeros de julio, a través de cuatro fases que se iniciarán a partir del 11 de mayo. Y durante las que permanecerá prohibida la movilidad entre islas y provincias, cuyo control y cumplimiento vigilará el Gobierno, tal y como nos anunciaba el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en su comparecencia televisiva leída por telepromter, a la vez que adelantaba otra prórroga del estado de alarma.
Naturalmente, estos planes están condicionados a que se confirme la mejora de la crisis sanitaria y la tendencia “oficial” descendiente de los últimos días. Lo que, en los casos de rebrote de la epidemia, obligaría a frenar algunas de estas fases de desescalada por provincias, que se han convertido en el ámbito geográfico de esta aplicación “asimétrica y gradual” del “Plan de desescalada”.
Un Plan quizás demasiado lento y complejo en comparación con lo que se está haciendo en otros países europeos donde las normas tienen ámbito nacional. Y un Plan también excesivamente riguroso en lo que se refiere al relanzamiento de la economía lo que, sin duda, no permitirá que ésta se active plenamente y empiece a recuperar de manera clara hasta primeros o mediados de julio si es que para entonces se ha alcanzado “la normalidad”.
Desde mi punto de vista, el modelo español de desescalada del confinamiento y del bloqueo de la economía y de la movilidad es demasiado lento y complejo y sólo puede tener justificación por el temor del Gobierno al rebrote de la epidemia, ante la incapacidad del Ejecutivo y la poca certeza por no haber hecho test rápidos al conjunto de españoles. Y no se han hecho porque el Gobierno teme o sabe que, si se hacen test masivos, puede aflorar una oleada de infectados.
Mensajes de Pedro Sánchez y Salvador Illa presumiendo de sus mentiras atribuyéndose un puesto en el ranking de test realizados de COVID-19 ya desmentidos por la OCDE.
Y es por ello por lo que no se han hecho los test, a pesar de estar presumiendo de las cifras más altas en el ranking mundial, resultando de toda falsedad, tal y como queda demostrado en el cuadro de la OCDE que adjuntamos. La cruda realidad es que cuando se realicen los test masivos, si alguna vez se hacen, nos vamos a encontrar con cifras tan asombrosas como lo son las del verdadero número de muertos en nuestro país, que podrían superar ampliamente las 35.000 personas muertas.
Fuente: Ouro Word in Data y Gabinete de la Presidencia del Gobierno de España (26 de abril de 2020).
Tal y como afirman expertos de reconocido prestigio en epidemiología, la aparición de un rebrote de coronavirus será casi inevitable en semanas porque «estamos dando unos primeros pasos de desescalada a ciegas, porque no conocemos el nivel de infección real que tenemos, y eso puede resultar contraproducente y peligroso a medio plazo». «Echamos en falta una apuesta decidida por parte de las autoridades de la evaluación del estado de infección y de inmunidad real de la población. Y esto pasa inevitablemente por realizar test masivos y por haber tenido ya los primeros datos del estudio de seroprevalencia. Lo recomendable – dicen estos expertos en epidemiología – habría sido esperar para tomar estas decisiones que ya se han anunciado en base a disponer de esa información, pero por ahora carecemos de ella, ya que, si bien «los test masivos no curan, sin embargo, a nivel epidemiológico resultan totalmente imprescindibles, siendo la herramienta más eficaz para lograr que las personas asintomáticas, pero con la infección, sean diagnosticadas a tiempo y puedan pasar la cuarentena aislados sin contagiar a otros. Solo así, evitando que esas personas se muevan, sería factible aumentar la movilidad del resto”.
Es decir, la enorme expectación ciudadana por conocer al fin el llamado plan de desescalada del Gobierno para que España recupere una cierta normalidad y el pulso social y económico, quedó bastante frustrada con la comparecencia del presidente del gobierno en la tarde de ayer, 28 de abril, que no añadió sino más incertidumbre a la incertidumbre, poniendo en evidencia que el gobierno sigue careciendo de un verdadero plan para afrontar esta grave situación.
Esta sobrexposición del presidente con tal torrente de datos nebulosos no responde sino a una estrategia predeterminada para que parezca que se hacen muchas cosas pero que no son más que tapaderas de la negligente gestión de esta pandemia.
Los datos de la Encuesta de Población Activa conocidos ayer mismo, 28 de abril, suponen el primer síntoma de a profunda crisis a la que está abocada nuestra economía como consecuencia de la falta de previsión del Gobierno a la hora de aplicar las medidas para combatir el coronavirus. Como consecuencia de los ERTE, muchos de los cuales quedarán transformados en ERES, que muchas empresas se han visto forzadas a aplicar, en nuestro país, ahora mismo, son ya 21 millones de personas cuyos ingresos dependen total o parcialmente del Estado, un 44% de la población: 4, 1 millones afectados por un ERTE; 3,2 millones empleados públicos; 919.173 autónomos; 8,9 millones pensionistas; y 3,7 millones parados, que hacen una nómina pública de 25.000 millones de euros.
A pesar de sus gestos cibernéticos, de su mirada de cebra confundida y de su sonrisa desesperada, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, podría no ser una demente desahuciada, según advierten los expertos que llevan meses estudiando sus comparecencias públicas desde el Centro Nacional de Prevención de Psicópatas Inesperados. “Su infantil y egoísta actitud ante la crisis del coronavirus podría deberse simplemente al berrinche provocado por su escasísima formación intelectual, su obsceno corte de pelo y su propio asombro ante el puesto que se le ha sido encomendado. Otros estudiosos mantienen la teoría de que Ayuso no es sino una actriz amateur de comedia barata, y que ha sido puesta en el cargo para intentar añadir al menos un poco de brillo y ternura al alcalde Madrid, José Luis Martínez Almeida.
Pero no, tal y como ha quedado dicho, el problema de nuestro país no es coronavirus, sino el virus que tienen infectado ciertos políticos en sus mentes, de tal manera que hoy he asistido a uno de los debates más tensos desde el Congreso de los Diputados, donde la diputada de la extrema derecha VOX, María de la Cabeza Ruiz Solás, y el vicepresidente Pablo Iglesias han protagonizado un duro intercambio dialéctico. La integrante del partido de ultraderecha ha atacado al Ejecutivo con la habitual virulencia que caracteriza a su formación, esta vez a cuenta de los ancianos fallecidos en residencias por la COVID-19, acusando al gobierno de coalición de haber convertido los centros geriátricos en “auténticas casas de los horrores” por sus “decisiones inmorales”, poniéndoles como culpables únicos de los fallecimientos en estos lugares.
“La gente que vota a su partido no quiere más recortes y quiere ver a un país defendiendo sus intereses en Europa”, le aseguró, para concluir con otro de los estribillos que lanza habitualmente Podemos al PP: “Aléjese usted de Vox y vuelva a la Constitución”.(Congreso de los Diputados, 29 de abril de 2020)
En su turno de réplica, Iglesias no ha dudado en cargar en contra la formación de Santiago Abascal, recordando que muchos de estos centros se encuentran en manos privadas de “corruptos y fondos buitre”. El vicepresidente ha esgrimido que Vox es “un partido antiespañol, antipatriota, que representa los intereses de esos corruptos y fondos buitre”, recordando como la ultraderecha, con sus 52 diputados, votó en contra de las medidas sociales que paralizan los desahucios, los cortes de suministros eléctricos y de agua o las que buscaban aliviar la situación de los autónomos. “Ustedes están en contra de las familias españolas y en contra de España”, le ha espetado Iglesias, antes de entrar en el punto culminante de su intervención, en la que ha calificado a Vox de “parásitos”.
El vicepresidente segundo del Gobierno y líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, ha cargado con dureza este miércoles contra el partido ultraderechista Vox, al que acusa de “utilizar la muerte” de miles de ancianos en residencias de mayores durante la emergencia del coronavirus “para hacer política”. “Es miserable”. “Tienen muy pocos escrúpulos”, decía, al disfrazar su discurso “en valores religiosos”.“Representan en odio, la hipocresía y la miseria moral”. Y, como en el siglo XX, incidía, la sociedad “se quitará de encima la inmundicia que ustedes representan”.
Rematando su gran respuesta al fascismo español, Pablo Iglesias ha sacado a colación el comunismo, habitual ataque de las derechas a Unidas Podemos, asegurando que para él es “un honor” representar al PCE, que fue “condición de posibilidad de la derrota de la dictadura” y de la “construcción de la democracia en España”.
“No habría democracia en Francia ni en Italia sin la acción de los comunistas de estos países, que son reconocidos como héroes de la patria. Combatieron el fascismo, que es algo que por desgracia a veces resuena en sus discursos”, ha explicado, antes de puntualizar que desde Vox “no llegan a algo tan extraordinario”.
“Ustedes son una formación de grandes apellidos y poca vergüenza, que falsea títulos para ejercer sin poder hacerlo, que no tienen más patria que su dinero. Ustedes, señoría, ni siquiera son fascistas, son simplemente parásitos”, ha aseverado antes de concluir su intervención.