Se cumplen hoy 51 días de mi arresto domiciliario y, como de costumbre, después de pegarme una ducha y desayunar me dispongo a disfrutar de mi libertad provisional para dar dos vueltas al parque de Sama, pero tuve que sentarme en el primer banco que encontré debido a mis agudos dolores de la artrosis y los putos vértigos, que casi no me dejan regresar a casa. Así que, una vez de regreso, tomé un paracetamol y pa la cama hasta el momento que me pongo con mi diario cuando son las 18,00 horas.
Ayer, otra vez mi diario fue motivo de todo tipo de insultos por parte de los de siempre, llegando incluso a decirme uno – un tal Clavijo – que “la guerra la perdimos con gente como yo”. Le pregunto: oye, ¿a qué guerra te refieres, para decir ese tipo de estupideces? ¿Estás bajo los efectos de alguna droga o estás aturdido por tantos días de confinamiento? Le sentó tan mal lo de estupideces, que me dijo que ¿Cómo me atrevía a decirle eso? Pues, lisa y llanamente, porque suelo llamar a las cosas por su nombre, le contesté. Y aunque pongas en tú perfil que estudiaste en la universidad de Guadalajara, sin embargo, no has tenido ocasión para estudiar que un estúpido es aquella persona que muestra su torpeza o falta de entendimiento para comprender las cosas. Por eso las estupideces son típicas de los estúpidos.
Se trata de otro de esos jenízaros que se les llena la boca de democracia confundiendo esta con la partitocracia imperante en España, y ello me da pie para explayarme un poco sobre este concepto y la realidad de nuestro país, por supuesto, sin pretender ser maestro en nada, pero si con cierta autoridad para hablar de lo que yo mismo he vivido desde los inicios de la segunda restauración monárquica y sigo viviendo. Le digo que si, efectivamente, los partidos se debieran a la ciudadanía, sería muy conveniente que dejasen de atender a sus propias necesidades profesionales y que tuviesen en cuenta que su previsión constitucional es para articular la participación política con vistas a la defensa de la voluntad popular y el aseguramiento de la convivencia democrática conforme a un orden económico y social justos.
Como muy bien explicaría Mario Moreno “Cantinflas” en una de sus magistrales películas, contestándole a su jefe: ¿sabe usted lo que significa la partitocracia? Pues, mire: de conjugar la palabra “parti” (alusiva a los partidos políticos) y “cracia” (poder), de tal manera que hablar de “partitocracia” viene a significar “el poder de los partidos políticos”, o dicho de otra manera con mayor rigor, que el poder democrático ha acabado acumulándose en los partidos políticos.
Alfonso Guerra que, después de estar unos años como profesor de dibujo en la Universidad Laboral de Sevilla enchufado por el falangista Girón de Velasco, hasta 1975, se hizo profesional de la política batiendo el récord como diputado en el Congreso de los Diputados (1977-2015)
Lo que nunca debieron imaginarse los constituyentes fue que la actividad política se iba a profesionalizar progresivamente, no solo en un partido sino en todos. Por eso, en todo lo que sea crear nuevas oportunidades políticas profesionales, tales como idear nuevos puestos y cargos, manteniendo abiertos los ya existentes, el interés de todos los partidos es coincidente al cien por cien, de tal suerte que aquellos y aquellas que no participan en la generación de la riqueza, sino solo en la administración al servicio, de la oligarquía financiera, de lo que cuidan por encima de todo es de su profesión, pues en eso se ha convertido la política para la gran mayoría de los que viven durante años de practicarla. Y esto, en absoluto es defender los interese generales de la ciudadanía, sino más bien defender corporativamente la defensa de sus intereses profesionales de grupo.
En la partitocracia es notorio que los hechos que enmarcan los comportamientos políticos se asientan siempre en el interés de los grupos en liza. Cada partido quiere dominar y si es pequeño dispone de su fuerza en escaños para la venta de sus votos al mejor postor en busca de la participación ejecutiva. Este vicio nada tiene que ver con el concepto de democracia. El menor provecho que de ello se obtiene es mantenerse en el sistema en beneficio del grupo adquirente como un activo. No en vano el régimen político se ha dotado de una legislación que procura buena vida y provecho a los políticos activos.
Al ser la partitocracia una confrontación de partidos y no siendo las mayorías absolutas resultados corrientes de las contiendas electorales, el sistema político precisa que los partidos disciplinen su voto en voluntad bajo la fidelidad de la dirección oligárquica partidista, por dos razones fundamentales. En primer lugar, para mantener la fuerza del propio partido por su cuantía de voto sin diversificarlo y, en segundo lugar, para conseguir pactos interesados con partidos minoritarios, porque gobernar sin mayorías absolutas cargan el lastre de las ayudas, generando desigualdades entre las distintas comunidades de la nación. En ambos casos entra en juego el mercadeo de venta interesada del voto bajo aspectos diferentes.
La elección del parlamento sobre los principios constitucionales, independientemente de la del gobierno, y éste, solo en la figura del presidente, elegido por aquel, daría una respuesta bien diferente al estado de situación de lo que en la actualidad se vive en nuestro país que, incluso se permite el lujo de tener un jefe de Estado en la figura de un rey que solo sirve para pastar, él y toda su colmena de zánganos, de los presupuestos del Estado, entre otras praderas.
Haber pisado la moqueta del Congreso de los Diputados durante un breve periodo de tiempo tiene su recompensa en forma de pensión, aunque después no se haya cotizado a la Seguridad Social. En algunos casos son cifras que superan con creces el salario mínimo y que son ingresadas en las cuentas de los antiguos parlamentarios, como en el caso de Cristina Almeida que percibe 2.792,38 euros mensuales.
Lo malo de todo lo que antecede es que son ellos y ellas como profesionales, los que tienen el poder. Y, en consecuencia, tienen bajo control todas las medidas que pueden beneficiar o perjudicar al “gremio”. En los años que llevamos de restauración monárquica, hemos visto tanto que actúan por unanimidad para subirse los sueldos y mejorar los privilegios inherentes al cargo, tales como tener derecho a una pensión por estar cuatro horas y medio de “culi di ferro” en el escaño parlamentario, pero con capacidad para congelar las pensiones de aquellos y aquellas que llevan cotizando más de cuarenta años a la seguridad social que, por cierto, siguen cayendo como perdices en una cacería en esos pretanatorios donde los tienen medio hacinados, en la mayoría de los casos sin atención médica de ningún tipo.
Creíamos que el bienestar era poco menos que eterno. Pero el COVID-19 se ha llevado por delante las certezas y ha teñido de oscuridad los horizontes. Allí donde había luz hay sombra, allí donde había calma hay desasosiego, allí donde había seguridad hay incertidumbre y angustia. Y lo que es peor aún: allí donde había despilfarro comienza a aparecer el drama del hambre.
Pero, el PARO es algo más que un número, y mucho más que una simple estadística partidista. Es un drama, un cáncer que desgarra la persona que eres, el hombre o mujer que algún día fuiste, ese o esa que se creía libre por poder pagar sus cosas, por no depender, por no vivir bajo la manutención de otro.
La situación de un parado temporal puede ser más o menos incómoda. La situación de un parado sin prestaciones es angustiosa y deprimente. La situación de un parado sin esperanza es sencillamente destructiva, y solo una sociedad enferma puede permanecer impasible ante la aniquilación humillante de algunos de sus miembros. Es algo radicalmente inhumano. Por ello tenemos que hablar con suma claridad.
Resulta harto difícil, por no decir imposible, que una nueva política pueda brotar de las madrigueras en las que siguen atrincheradas las comadrejas de la vieja política del bipartidismo PPSOE. El milagro del arrepentimiento y la redención por las buenas obras siempre es posible. Pero será eso: un milagro. Y los milagros solo existen en aquella historia sagrada que nos contaban en la escuela del nacional catolicismo. La cruda realidad es que, seguir viviendo, respirando, amando, riendo, y siendo capaces de salir adelante a pesar de todo, son los grandes y únicos milagros que todos deberíamos celebrar cada día.
En todo caso éste es el rasero por el que tenemos que seguir apostando en cada momento a la hora de elegir a los hombres y mujeres que tienen que regir los destinos de nuestro país, sin detenernos en si un candidato es más guapo que otro: Se trata de apoyar a aquellos que estén dispuestos a cambiar la ley electoral, a imponer la democracia interna en los partidos, a devolver la independencia al poder judicial, a renunciar a aforamientos y demás privilegios, a predicar con el ejemplo dando un paso atrás ante la menor sospecha de connivencia con la corrupción, a incluir mecanismos de participación ciudadana en el proceso legislativo, ése representará a la nueva política.
Parafraseando a Aristóteles, se puede afirmar que sólo existen dos tipos de gobernantes: los que defienden al pueblo del DINERO y los que defienden al DINERO del pueblo. Lo demás será, lisa y llanamente, más de lo mismo: Paro y Corrupción y más Corrupción y Paro, y lo más grave para una sociedad, que los votantes que sigan votando a los corruptos, sabiéndolo como lo saben, serán, por lo menos, sus cómplices. Así de claro.
No nos engañemos, ni nadie trate de engañarnos. La ciudadanía acude gozosa a las urnas, una vez cada cuatro años, integrándose en la máquina administrativa del Estado, olvidándose de sí misma y de la sociedad, para elegir las pirámides de burócratas de partido, con un jefe absoluto en la cúspide, que aspiran a estar detrás de la ventanilla en todas las manifestaciones externas del Estado. Mientras que los resortes del poder interno del Estado, los que otorgan privilegios y concesiones al gran capital, ni se rozan en las elecciones ni en los programas de los partidos gobernantes.
El voto se ha convertido en la baratísima y obnubilante gallofa que los amos del dinero tienden a las masas para hacerles creer que rigen sus destinos, mientras ellos se dedican a despojar la riqueza de las naciones y concentrarlas en unas pocas manos.
No hubo ni izquierda ni derecha que haya osado oponerse, desde el Gobierno y en defensa de la libertad, a las grandes concentraciones de poder financiero y mediático, suficiente para deducir que la corrupción es inseparable del estado de partidos y que la naturaleza del Régimen que vivimos es la propia de una oligarquía.
Sin embargo, la democracia institucional es posible. Basta con cambiar el sistema electoral y separar los poderes del Estado. Basta con dar a la ciudadanía el derecho de elegir a sus representantes. Basta con prohibir el escandaloso cinismo de que hombres y mujeres de un mismo partido, y de una misma elección, sean a la vez legisladores, gobernantes, jueces, administradores, consejeros jurídicos y auditores del Estado. ¡¡¡ Son la misma mierda, y a esto yo lo llamo dictadura plural!!!
Efectivamente, los electores votan, pero no eligen, porque refrendar una de las listas de partido no es elegir. Los integrantes de las listas no son elegidos por los votantes, sino por los jefes de partido y, por lo tanto, no representan a los electores ni a la sociedad civil. ¡No! No se vota a diputados de los electores, del pueblo o de la sociedad, sino a puros delegados de los partidos estatales.
Todos los gobernantes y gobernados, apuntalan la colosal mentira de llamar legislativas a lo que realmente son unas burocráticas elecciones administrativas para cubrir puestos de relieve en el Estado; de llamar representantes del pueblo a simples delegados de partidos; de llamar separación de poderes a la simple separación de funciones públicas entre personas de una misma obediencia de partido; de llamar democracia representativa a esta más que degenerada y corrompida oligarquía estatal.
Fuente: Ministerio de Sanidad, Consumo y bienestar social (3 de mayo de 2020)
En fin, lectores de mi diario, tenía muchas ganas de explayarme sobre el tema y, aunque de una manera somera lo hice, debido, vuelvo a repetir, a la cantidad de estúpidos jenízaros de esas sectas llamadas partidos, la mayoría de ellos con su voto cautivo, debido a que casi todos le deben el puesto de trabajo de sus hijos, familiares y amiguetes en los distintos organismos de la administración, tales como ayuntamientos, administración autonómica, hospitales, centros de enseñanza, amén de lo chiringuitos creados “ad hoc” para meter a tanto profesional de la política, mientras expedientes brillantes de gente que opta a cualquier oposición, si no lleva “padrino”, casi siempre será relegado. Se han enterado de una puñetera vez, lo que son los jenízaros. ¿Quieren que, de nombres y apellidos, aunque lo dejaré para otra ocasión, porque si no quedaría este diario de hoy como muy extenso?
Entrando ya de lleno al tema del COVID-19, echo la vista al panel del ministerio de Sanidad y, erre que erre, vamos mejorando dicen las SSS (Sánchez, Simón y Salvador Illa), pero las cifras de muertos se siguen incrementando (25.428) e infectados (218.011). Esto me recuerda a un partido radiado por el Zucu, entre España y Portugal, de tal manera que Portugal dominaba por completo el partido, pero acabó perdiendo, me paez, por 13 a cero.
Por si no fuera suficiente, hoy nos encontramos con un informe publicado en un diario de tirada nacional donde una empresa “Hongkong Tavis Asia”, registrada en mayo de 2019 con 1.172 euros de capital, ha vendido a Sanidad material por 245 millones de euros duplicando y triplicando los precios de mercado. Una empresa que, desde el mes de setiembre está controlada a través de World Trade Entreprises Consultancy, una agencia de sociedades “offshore” cliente de Mossack Fonseca. Resulta muy difícil de comprender como se acude a este tipo de empresas teniendo gente en España que sabe hacerlo y que se dedica a esto. Son cuestiones que habrá que aclarar, tanto de esta empresa como de lo ocurrido en otras similares en Mallorca y la empresa Interpharma. De momento, ahí lo dejo, aunque nadie se extrañe cuando estamos hablando de una organización criminal domo el PP y de la CORRUPSOE.