Cuando me dispongo a iniciar mi 52 día de arresto domiciliario, aunque hace tres días que salgo a pasear por el parque de Sama en las horas que han destinado para los mayores de 70 años – ayer no pude dar un paso debido a mi artrosis generalizada y mis vértigos – siento cansancio, tristeza, desprecio y hartazgo. A los amigos que me encuentro estos días por la calle les digo que estoy hasta los cojones de tanto carroñerismo utilizado a diestra y siniestra en la utilización del sufrimiento causado por el COVID-19 por parte de la burguesía catalana y vasca, amén de la postura que viene manteniendo la organización criminal del PP y sus extremos, como arma que vienen esgrimiendo contra un gobierno totalmente desbordado por los acontecimientos que se vienen sucediendo, tal como si ellos, vascos, catalanes y la derecha con sus extremos no hubieran matado una mosca en su vida.
¿Acaso el PNV, representando a la burguesía vasca, no tienen todas las competencias sanitarias transferidas? ¿No se enteraron de lo que estaba pasando desde el mes de diciembre de 2019 y primaron las elecciones en el País vasco previstas para el 5 de abril? ¿Tampoco la burguesía catalana, representada por los antiguos pujolistas de CIU, también con todas las competencias de sanidad transferidas, se enteraron de nada a pesar de la cantidad de embajadas catalanas que tienen repartidas por el mundo?
Pero, ¿por qué, después de 42 años de la restauración monárquica en nuestro país, se sigue padeciendo este mercadeo de votos: yo te apruebo esto si tú me das aquello, ¿creando desigualdades entre todas las comunidades que componen el Estado español? ¿Quién ha creado ese monstruo que parece mucho más duradero que el mismísimo coronavirus? Pues los mismos que necesitaban de sus votos para ocupar las poltronas de La Moncloa, esto es el bipartidismo turnista del PPSOE. ¿Os acordáis cuando el presidente del gobierno español, Felipe González y el todopoderoso vicepresidente Alfonso Guerra no tuvieron cojones para encarcelar al cuatrero de Jordi Pujol, cuando en 1984, los fiscales Jiménez Villarejo y José María Mena había presentado una querella por supuesto desvío de fondos contra varios directivos de Banca Catalana, entre los que se encontraba Jordi Pujol? En aquel entonces, el presidente de la Generalitat atribuyó la acción del Ministerio Fiscal a una “jugada indigna” del PSOE, que gobernaba en España, tal como clamó Pujol ante una masiva manifestación de apoyo incondicional organizada de forma no muy espontánea, pero la realidad es que Pujol y sus consiglieri se enriquecieron con el robo en Banca Catalana, el banco supuestamente creado para “hacer país” donde se empezó a forjar el multimillonario patrimonio de los Pujol-Ferrusola, y, tanto Felipe como Guerra se cagaron por los pantalones.
En 1993 y en 1996, el PSOE y el PP se enfrentaron al reto de gobernar en minoría. En ambas ocasiones los nacionalistas vascos y catalanes apoyaron la investidura de Felipe González y de José María Aznar respectivamente, y suscribieron pactos de legislatura de los que Cataluña y Euskadi salieron beneficiadas.
¿Os acordáis cuando el Partido Popular ganó las elecciones de 1996, pero sin que Aznar consiguiera la mayoría absoluta? ¿Os acordáis que durante dos meses, el PP se enfrentó a unas negociaciones peliagudas, porque tenía que hacer olvidar aquello de “Pujol enano, aprende castellano” que se gritó la noche del triunfo electoral, hasta llegar a reconocer públicamente que hablaba catalán en la intimidad? Pujol y Aznar, antes tan distanciados, entablaron una buena amistad. También Arzallus se mostró dispuesto a pactar e incluso elogió al líder del PP diciendo que era “persona decente y honesta que cumple lo que dice”. Finalmente se llegó el pacto, que se materializó en la cesión del 30% del IRPF a las comunidades autónomas, la administración única y el traspaso a los vascos de los impuestos de alcohol, tabaco y gasolina.
He dedicado muchos años de mi vida a la actividad política, aunque mucho más al sindicalismo, y todavía hoy, cuando el horizonte de mis recuerdos queda muy lejano, sigo el devenir de las actividades de los partidos con la misma pasión que cuando yo formé parte de la primera candidatura del PSOE al Congreso de los Diputados el 15 de junio de 1977.
Sin ningún género de duda la solución de todos los males que nos acechan está en el ejercicio noble y honrado de la actividad política, entendiendo por tal la manera que tienen los gobernantes de ejercer el poder cuyo fin primordial debe ser resolver los problemas de la gente. El ejercicio del poder supone la legitimidad con que unas personas utilizan los poderosísimos medios del Estado moderno para organizar nuestras vidas.
Pero resulta que ese poder, consolidado ya después de 42 años de vida democrática, tengo la impresión de que empieza a sentir la fatiga de los materiales a través de los cuales los gobernantes organizan la vida de todos los españoles. Desde el año 1977 hasta hoy se han celebrado en España 15 Elecciones Generales, hemos conocido a siete presidentes de Gobierno distintos y el electorado ha cambiado radicalmente. En España hay algo más de 34 millones de personas con derecho a voto. Pues bien, de esos 34 millones, algo más de 22 millones de votantes no pudieron participar en el referéndum constitucional de 1978. Son todas las personas que hoy tienen menos de 57 años porque a la sazón eran menores de edad (21 años).
Nuestra Constitución establece en su artículo 81 la necesidad de que las Cortes Generales aprueben con carácter de orgánica, una Ley que regule el régimen electoral general. Y así se ha hecho. Efectivamente en España hay un régimen general para todo el Estado, regulado a través de la Ley Orgánica del Régimen Electoral General (LOREG), aprobada en el año 1985 y modificada en 2011. Esa es la ley de la que tanto se habla en los medios y que tantos detractores, entre los que me incluyo, ponen en tela de juicio.
No es nostalgia lo que siento al recordar cómo se dieron los primeros pasos de la Transición porque los viví intensamente. Recuerdo, como si fuera ayer, que la llamada “Ley para la Reforma Política” , donde la izquierda defendíamos la abstención, fue aprobada en referéndum el día 15 de diciembre de 1976. Fue una Ley muy corta. Tan solo tenía cinco artículos y una convocatoria de elecciones democráticas. Lo que dio paso a la promulgación del Real Decreto-ley 20/1977, de 18 de marzo, sobre Normas Electorales.
De esa manera hemos llegado al 6 de mayo de 2020, cuando tendrá lugar el debate parlamentario para aprobar o denegar la continuación del estado de Alarma que, tal y como aseguró el presidente del gobierno en el Senado, Pedro Sánchez, es “él único instrumento que permite luchar contra el COVID-19, salvar vidas, es precisamente la prórroga del estado de alarma”, sin tener garantías firmes de que pueda salir favorable su propuesta. Da igual que sea una catástrofe histórica pues la oposición catalana y vasca y no digamos de la derecha del PP y sus extremos siguen a lo suyo, dedicados de forma estajanovista al acoso y al ataque, cuando no al insulto, como si lo que nos jugáramos el pueblo español fuera algo normal en tiempos de total anormalidad como los que nos toca vivir en esta fatídica primavera.
Fuente: Ministerio de Sanidad (4 de mayo de 2020)
Se está usando la palabra guerra, cuando esto es una catástrofe, pero si así fuera en esta guerra contra el coronavirus hay dos frentes y no se sabe cual es peor, si la línea de combate donde luchan los médicos, enfermeras y demás tropas auxiliares con el resultado de 43.325 sanitarios fuera de combate (39,5 % del total de infectados, al margen de los 45 sanitarios muertos, o la guerra que se está librando en la retaguardia que el Estado Mayor debe librar – está librando – contra el enemigo interior que le hace por la espalda una guerra sucia con objetivos claramente electoralistas, donde todo parece indicar que, cuantos más muertos se sigan produciendo mucho mejor para esos fines.
Y, ¿por qué ocurre esto? Porque tenemos una ley electoral totalmente obsoleta que no se usa ya ni en las repúblicas bananeras. ¿Se acuerda, señor presidente, que usted llevaba en su programa electoral el compromiso de elaborar una Ley Electoral que eviten, no solo el triste espectáculo que nos dieron cuando su investidura, hasta el punto de que hubo que repetir las elecciones otra vez, sino que ahora vuelve a jugar un episodio donde tanto nos jugamos el pueblo español?
Si de verdad, fuera usted sincero y se dejara de jugar a ser el mocín de la película, por el bien de la democracia y, sobre todo, para poner fin al deterioro que está sufriendo la clase política ya tenía que tener diseñada la propuesta de esa necesaria ley, de la que yo añado debe lograr que un voto en Cataluña o en el País Vasco tenga exactamente el mismo valor que un voto en Soria o en Cuenca. No se le ocurrirá mañana darle a la burguesía vasca, representada por el PNV, la caja de las pensiones como precio del voto favorable a su propuesta para prorrogar el Estado de Alarma, porque entonces ni estado de alarma ni hosties los pensionistas de España entera nos tendrá en contra.
Mire, señor presidente, para conseguir un Gobierno estable, para que el Ejecutivo pueda elaborar unos presupuestos consensuados, para que las leyes más importantes que garanticen plenamente la libertad de los ciudadanos y la lucha contra las injusticias, para que los cambios indispensables que se reclaman en este país puedan realizarse con plenas garantías democráticas, es necesario que el Gobierno vaya a la promulgación de esa necesaria Ley electoral, y si no tiene el apoyo de la organización criminal del PP y sus extremos, asi como de la burguesía vasca y catalana, tiene que saber que cuenta con el apoyo mayoritario y suficiente de los ciudadanos y ciudadanas, sin acudir a esos pactos espurios, ésos de los que en el Derecho Romano se dice que “no teniendo padre alguno, tiene muchos”.
Todos los expertos coinciden en manifestar que existen tres grandes grupos de sistemas electorales en el mundo: los sistemas mayoritarios en los que el ganador de una circunscripción gana su representación; los sistemas proporcionales, que funcionan con una única circunscripción; y los sistemas mixtos, que mezclan elementos de ambos modelos.
En los países de nuestro entorno democrático hay modelos para escoger. Países que no han tenido ningún empacho en modificar sus leyes electorales cuantas veces ha sido necesario. Las leyes están para ser cumplidas, pero no es menos cierto que también lo están para ser cambiadas cuando no sirven.
España necesita una buena Ley Electoral, trabajada y discutida, en la que se alcance el mayor acuerdo posible y donde se evite al candidato a la presidencia del gobierno tener que comprar su investidura con un plato de lentejas.
Fuente: Ministerio de Sanidad (4 de mayo de 2020)
Aunque la pandemia que estamos viviendo que, hasta la fecha de hoy las cifras todavía son aterradoras con 25.613 muertos y 219.329 infectados, cuando ésta se desvanezca, ojalá mucho antes de lo que pensamos, será necesario ir desarrollando una estrategia de transformación económica. Es conocido que la economía neoliberal que ustedes, tanto el PSOE como el PP, ha predominado durante las tres últimas décadas estuvo basada en la reducción del Estado social y una afición desmesurada en reducir los impuestos para los ricos y las empresas, haciendo caer todo el peso de las crisis sobre las espaldas de los trabajadores. Ese era un modelo engañoso que no produjo sino en fortalecimiento del capitalismo rentista – grandes réditos para los dueños de propiedades – y el debilitamiento de los bienes públicos comunes, lo que llevaba implícitos menos hogares sociales, servicios sociales reducidos, menos sanidad pública y menos asistencia social. Ahora, como ha quedado dicho, estamos pagando un alto precio con más de 25.000 muertos oficiales – los reales alcanzarán los 35.000 – en España.
Si algo hemos aprendido con los ensayos de las rentas básicas en diferentes tipos de países es que refuerzan la resistencia personal y familiar, y hace que las familias y las personas sufran menos presión y tengan má capacidad de pagar sus deudas. También mejoran su nutrición, la salud y la sanidad. Y, en contra de los prejuicios burgueses y la propia iglesia española – estos si que son zánganos de sacristía -, las personas con la seguridad de una renta básica tienden a trabajar más y a ser más productivas y, sobre todo, tienen mucho menos miedo a la hora de votar opciones del extremismo populista.
Señores del gobierno: la situación que se presenta es de extrema gravedad. La mayoría de la gente está teniendo verdaderos para comprar una botella de leche. De acuerdo que una renta básica, a la que dedicaré un capítulo de mi diario mucho más extenso, no es la panacea, pero sí esencial y urgente. Si no lo aplican, ustedes serán los responsables de las muertes y enfermedades del mañana.