El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, considera la caída histórica del paro en septiembre un avance más hacia la meta de lograr una «recuperación justa». Sánchez se ha hecho eco en Twitter de los datos de desempleo correspondientes al mes pasado, cuando el paro disminuyó en 76.113 personas marcando así el mayor recorte para este mes de la serie histórica, mientras que el número de afiliados medios a la Seguridad Social aumentó en 57.387 personas. «El paro registra hoy su mayor caída en un mes de septiembre. Baja en 76.113 personas y ya encadena siete meses de descensos consecutivos, algo que no sucedía desde el año 2000. Seguimos avanzando en una recuperación justa, con empleo de calidad, que llegue a todas y todos»,
El pasado mes de octubre fue histórico para el mercado laboral español, y la recuperación del empleo sigue su marcha triunfal dejando a su paso récord tras récord. Por primera vez en 46 años se reducen las cifras de desempleados en un mes de octubre, y el paro registrado en las oficinas del Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE) desciende en 734 personas en el mismo mes, un dato excepcional ya que es la primera vez que el paro baja en este mes desde el año 1975. Además, desde el mes de febrero, el número de personas desempleadas inscritas se ha reducido en 751.721 (…)
Eso es lo que nos dicen desde el gobierno, entre otras lindezas, acerca de las estadísticas del SEPE, de la cual nadie debiera extrañarse de que el gobierno siga usando las palabras “excepcional”, “por primera vez” e “histórico”. Tampoco debiera sorprender a nadie que, una vez más, este gobierno nos ofrezca una interpretación tramposa de las cifras, al entrar dentro de su idiosincrasia. No obstante, lo que, de verdad, deja pasmado a uno es que todos los medios de comunicación, con sus respectivos periodistas y tertulianos de toda tendencia, hayan comprado esa mercancía averiada.
¿Cuándo se entenderá que esta crisis sí que es particular y que todo lo que en ella se desarrolla no puede compararse con las situaciones normales de la economía y tampoco con el comportamiento económico de cualquier otra crisis pasada? No solo en los últimos 45 años, ni siquiera remontándonos muchos años atrás, jamás en un año el PIB se había desplomado el -10,8%, como ha ocurrido en 2020, ni la tasa interanual de un trimestre había descendido el -21,5%, tal como sucedió en el segundo trimestre del año pasado. La lógica nos dice que la estacionalidad por fuerza tiene que contar muy poco si, por ejemplo, en el verano la totalidad de los comercios, espectáculos o servicios permanecieron cerrados o a medio gas, eliminándose las restricciones, concretamente en octubre. ¿Qué tiene de excepcional que en este mes baje el paro? ¿ qué tiene que ver el mes de octubre de este año con el de los anteriores?
Cuando en un determinado momento la actividad económica se hunde en más de un 10%, y el porcentaje de desempleo se eleva tan salvajemente, como ha ocurrido en nuestro país, nada puede tener de raro que a partir de ese momento el paro descienda todos los meses, más bien habría que cuestionarse por qué razón los datos de paro y empleo gubernamentales tienen tan poco que ver con la evolución del PIB, encontrándose la solución a tal misterio en las personas incluidas en los expediente de regulación temporal de empleo (ERTE), que, mientras permanezcan es esta situación, quiérase o no se quiera, siguen siendo parados, aunque lo sean temporalmente, como, de hecho ocurrió con los 2.661.878 personas que estaban en ERTE el pasado mes de mayo de 2020.
El enigma y su solución quizás se comprendan mejor analizando los datos de la EPA. Examinando la última, los portavoces gubernamentales echaron como siempre las campanas al vuelo. En este trimestre el número de ocupados aumentó en 359.000 personas, lo que significa que el total se ha situado por encima de los 20 millones, cifra que no se alcanzaba desde hace 13 años, justamente desde antes de estallar la crisis anterior. El panorama es propicio para el triunfalismo y la propaganda. El Gobierno se ha apresurado a colocarse las medallas y a proclamar el gran éxito que representa que la cifra de empleados haya retornado, e incluso superado, a la existente con anterioridad al inicio de la pandemia. El número de ocupados en el tercer trimestre de este año se ha incrementado en 157.000 con respecto a los del mismo periodo de 2019.
Pero, si comparamos estos datos con la evolución del PIB, aproximadamente un 6% por debajo del de 2019, el enigma y la contradicción aparecen tan pronto como se comparan estos datos, y con el número de las horas trabajadas semanalmente, que en el tercer trimestre del año actual han sido de 15 millones menos que en el mismo periodo de 2019, el enigma y la contradicción enseguida aparecen despejados, teniendo la respuesta, precisamente, en la existencia de los trabajadores en ERTE que, vuelvo a reiterar, siendo parados como son, sin embargo no se están contabilizando como tal, pero siguen figurando en este colectivo como si lo fueran.
Es decir, los tan cacareados como manoseados ERTE, que ya venían contemplados en el obsoleto Estatuto de los Trabajadores, están siendo usados para que jueguen un efecto perverso, consistente en el disfrazamiento de las cifras del desempleo, un problema especialmente grave cuando este fenómeno se hace crónico, de tal manera que, lo que teóricamente tendría que ser un instrumento temporal se está convirtiendo indefinido, usándolo incluso para la “modernización” de las reformas laborales de Zapatero y Rajoy que este gobierno, a pesar de su verborrea de promesas derogatorias, no va a derogar, sino, más bien, endurecer.
La cruda realidad de estos discursos triunfalistas es que estamos muy mal, pero vamos a peor, con España a la cabeza de la Unión Europea donde más se ha disparado la pobreza juvenil en estos últimos años, cuando una de cada tres personas trabajadoras de menos de 35 años está en pobreza laboral, siendo una de las principales causas de esta precariedad la desproporcionada temporalidad que afecta, en lo que va de año, a nueve de cada diez jóvenes en nuestro país.
“Los datos, si algo demuestran, es la enmienda a la totalidad a la reforma laboral” impuesta por el PP -afirmó Sánchez-, y por ello “el PSOE la derogará cuando vuelva a gobernar, en el minuto uno”. Además, y como ya avanzara ayer el líder socialista, su partido va a plantear en el Congreso y en una Convención ciudadana “una alternativa laboral a la precarización de las relaciones laborales y a las puertas abiertas por el PP para el despido masivo de los trabajadores”. “Ni las cifras de desempleo, ni la precariedad laboral son datos que justifiquen la autocomplacencia mostrada por el Presidente del Gobierno el pasado fin de semana. Exigimos un cambio radical en la política laboral y económica, y lo primero debería ser la derogación de la reforma laboral”, insistió Sánchez (Mitin del PSOE en Mérida, el año 2015)
Resulta obsceno escuchar algunos de los argumentos que circulan en torno a la reforma laboral, poniendo el foco en las dificultades que encuentran las empresas para contratar trabajadores cualificados y no en la precariedad, culpabilizando a quien padece las consecuencias de los malos empleos, a la vez que olvidándose patronal y gobierno que la educación pública de calidad es un derecho, no un requisito para obtener un trabajo digno, que es otro derecho fundamental, pero mucho menos para gastar los fondos de formación en pagar las burocracias y otros “vicios inconfesables” del pandillerismo sindical, como, solo a modo de ejemplo, está ocurriendo en UGT de Asturias, actualmente en los Tribunales de Justicia, para quien la Fiscalía pide 40 años de cárcel para su cúpula dirigente.
No nos engañemos ni nadie trate de engañarnos, lo que se está negociando desde el gobierno más progresista de la historia de España con la UE y la connivencia vergonzante de los llamados sindicatos mayoritarios de UGT y CC.OO., que ni siquiera llegan al 12 % de afiliación de la población laboral española, son las reglas que van a marcar las relaciones laborales de los próximos años, incluso décadas. Pero lo que verdaderamente está en juego es el modelo de país que vamos a tener. Es decir, la generación nacida entre 1986 y 2002, la que llaman la más preparada, son también la más precaria y, por consiguiente, en la que más ha crecido la desigualdad, de tal manera que, si no somos capaces de dar un giro al volante, estas desigualdades amenazan con cronificarse, por eso, más que nunca, es el momento de tomar decisiones valientes.