LA MAYOR GOLEADA DE UN CLASICO
A punto de cumplir el 80º aniversario del 11-1 del Real Madrid al Barsa, jugado el 13 de junio de 1943, arrojamos luz sobre cómo con aquella derrota arranca cierto victimismo y se tergiversan los hechos para un relato épico, tal y como si la prensa catalana más nacionalista se hubiera leído y copiado la leyenda de sus colegas nazionalistas de la Alemania de Hitler sobre el “partido de la muerte” que había tenido lugar en la república soviética de Ucrania, inspirando en su día la gran película “Evasión o Victoria”.
Como en la famosa película de Hollywood sonó el himno de Alemania y todos los jugadores fueron obligados a alzar su brazo, como mandaban los cánones del Tercer Reich. Los ucranianos se negaron. Como en la película, el árbitro designado por los “locales” se encargaría de no cometer ningún fallo pues se trataba de un oficial de las SS. Y como en la película, las faltas y el juego marrullero por parte de los componentes del Flakelf fue una constante durante los noventa minutos.
Al parecer, la Unión Soviética había idealizado en demasía la gesta para enaltecer la figura de la resistencia ucraniana frente a la Alemania de Hitler, pero veamos hasta qué punto, comparándola con los hechos ocurridos en el clásico Real Madrid y el F.C. Barcelona.
La historia popular cuenta cómo tras una Kiev devastada por los germanos, el único entretenimiento para los ciudadanos era el fútbol, y tras una década gloriosa como la de los años treinta, en la que había una Liga bien organizada y estructurada, el estallido de la Segunda Guerra Mundial y el avance alemán hacia el Este hicieron que el balompié nacional se detuviera en mitad de la temporada 1941/42 tras la ofensiva conocida como Operación Barbarroja.
Por aquel entonces, los grandes equipos existentes eran el Dinamo y Lokomotiv de Kiev, y los hombres de ambas formaciones que no habían sido reclutados por el Ejército Rojo comenzaron a buscarse la vida tras la disolución de la liga. Uno de ellos, el gran portero del Dinamo, Mykola Trusevych, quien encontraría un hueco laboral quitando el polvo en la panadería de un provechoso comerciante de Kiev, Josif Kordik, hincha del Dinamo, le propondría formar un nuevo equipo de fútbol con las viejas glorias para impulsar un campeonato local durante la primavera de 1942, de tal manera que el guardameta quedó encargado de recorrer las calles de la ciudad a la búsqueda de sus compañeros, así como los del Locomotiv.
Algunos de ellos vivían en la indigencia y su estado físico era deplorable. Otros habían sido hechos prisioneros por los nazis y nunca más se supo de ellos, pero consiguió reunir a un considerable grupo de ellos, que a ojos de todos no tenían la más mínima pinta de futbolistas, pero, poco a poco, y con una sana alimentación, los jugadores fueron tornándose en lo que una vez habían sido, de tal manera que con un entrenamiento adecuado enseguida volvieron a recuperar lo que siempre habían hecho.
Y así, en junio de ese mismo año, el flamante FC Start jugaba su primer partido frente a otro combinado local llamado Rukh, con el resultado de 7-2 a favor del F.C. Start, de tal manera que, a partir de ese partido, sus encuentros empezaron a contarse por goleadas.
La calidad de quienes habían estado antaño en la élite futbolística era evidente, pero tanto triunfalismo no pasó desapercibido para los oficiales de la Wehrmacht, llegando estos a formar su propio equipo llamándolo Flakelf – en España el ejército franquista creó el Atlético Aviación, hoy Atlético de Madrid –, que se mediría por primera vez al todopoderoso Start el 6 de agosto de 1942, sufriendo el equipo nazi una derrota de cinco a uno. Lógicamente, la moral de una ciudad ocupada y sumida en el oscurantismo nazi subió como la espuma, quedando convertidos los jugadores en auténticos héroes.
Foto de los jugadores de ambos equipos, tras el encuentro donde se les puede ver a todos sonrientes y satisfechos
Pero, no contentos por la imagen ofrecida y por la derrota mental que supuso a los portadores de la esvástica, los perdedores exigieron la revancha. Algo a lo que no se pudieron negar, ante el evidente enfado y lo que esto podría suponer, jugándose el partido de la revancha a las 72 horas siguientes
A ese partido, que se jugó en el estadio de Kiev el 9 de agosto de 1942, quedaría marcado para la historia como “el partido de la muerte”.
Escudo del equipo creado por el ejército nazi en Ucrania con el nombre de FV FLAKELF, el año 1942.
Los jugadores del FC Start sabían que, en aquellas circunstancias, lo mejor era dejarse ganar para aliviar el orgullo herido de los nazis, no en vano habían recibido varios consejos para no emplearse demasiado a fondo, incluso, parece ser, que antes del partido un oficial de las SS entraría en el vestuario del FC Start: “Soy el árbitro. Respeten las reglas y saluden con el brazo en alto”. Sin embargo, mientras el Flakelf gritaba “Heil Hitler” con el brazo en alto hacia la tribuna, los ucranianos del FC Start ignoraban las instrucciones del árbitro. Algunas versiones cuentan que incluso se llevaron el brazo al pecho para gritar “¡¡ Fizculthura !!” (viva el deporte).
La cuestión es que, habiendo llegado al descanso con el resultado de dos a uno a favor de los ucranianos, fue en ese momento cuando hizo acto de presencia en los vestuarios un alto mando de la Wehrmacht para advertir a los componentes del FC START de las graves consecuencias que supondría una derrota alemana, haciendo estos caso omiso a las amenazas, anteponiendo su orgullo y coraje al miedo.
Los ucranianos eran muy conscientes que aquello era más que un partido de fútbol y que una victoria daría alas a las esperanzas de libertad de una población hundida, como así ocurrió acabando el partido con una contundente derrota de los nazis por cinco a tres.
Fue precisamente en 1981 cuando el estadio Zenit pasó a llamarse Start Stadion. Un monumento recuerda a los héroes del Start junto al epitafio ‘De la rosa solo nos queda el nombre’. Los pocos que aún conservan una entrada de aquel partido de 1942 tienen derecho a un asiento gratuito de por vida en el estadio del Dinamo de Kiev.
Días después, la GESTAPO arrestaría a varios jugadores justificando su detención en su pertenencia al NKVD — la policía represora de Stalin –, donde sufrieron todo tipo de torturas hasta producirles la muerte, siendo enviado el resto del equipo al campo de prisioneros de Sirets, donde hombres como Klymenko, el portero Trusevich e Ivan Kuzmenko serían ejecutados en febrero de 1943.
Aquella historia se haría muy popular por aquellos integrantes que sobrevivieron y por un artículo en la prensa local que daría la vuelta al mundo. Según un artículo publicado hace algunos años por el Diario Marca, los poseedores de boletos para el partido del 9 de agosto de 1942 siguen teniendo en la actualidad libre acceso a los partidos del Dinamo de Kiev, mientras a las puertas del Start Stadium, una imponente estatua sigue recordando la gesta de los futbolistas que eligieron ganar antes que vivir.
Alguien dijo una vez que ni todas las verdades son ciertas, ni todas las mentiras son falsas, pero los que amamos el fútbol nos quedaremos con la leyenda del “Partido de la muerte” y su espíritu de lucha.
Marcador del estadio Chamartín reflejando el 11-1 que le endosó el Real Madrid al Barsa en semifinales de la copa del Generalísimo, el 13 de junio de 1943.
Volviendo al inicio del capítulo, sin perder la vista del objetivo de nuestro capítulo sobre el clásico Real Madrid – F.C. Barcelona, aquel partido de vuelta de la semifinal de la Copa del Generalísimo, el 13 de junio de 1943, esto es cuatro años después de finalizada la Guerra Civil, también forma parte de la mitología del fútbol español.
Durante la semana previa la prensa madrileña recordaba machaconamente el ambiente hostil que el Real Madrid había padecido en el partido de ida jugado en Las Corts, saldado con el resultado de tres a cero para el equipo de los culers y en Chamartín se habían repartido miles de silbatos, cuestión muy normal de cada hinchada para animar a su equipo, antes y ahora.
Por otra parte, el Barsa nunca había disimulado su nacionalismo más recalcitrante, y el fútbol español, como suele suceder en todo régimen autoritario, había perdido la inocencia. En efecto, el Barsa había fracasado estrepitosamente en la eliminatoria, pero había ganado el relato épico.
Es decir, para la historiografía culerda aquello supuso la primera piedra de su martirologio, el mito fundacional de una supuesta resistencia cívica al franquismo, a base de injusticias y estoico victimismo. Sin embargo, el ambiente del primer partido no fue producto, como se pretende, de la incapacidad del árbitro para atajar el juego duro de los merengues.
Como reconoce un informe del club azulgrana aludiendo al partido de ida: «Durante toda la semana anterior al mismo, elementos disolventes que conocen nuestras buenas relaciones con el veterano club de la capital de España, iniciaron la organización de una pita estruendosa contra el Real Madrid»
Tal y como ha quedado escrito en los distintos panfletos catalanes, donde sus fanatizados “plumillas” llegaron a inventar historietas que, incluso llegaron a superar lo ocurrido en el “Partido de la muerte” comentado, dándose el caso de que el mismísimo secretario técnico de los culers, Rosendo Calvet, llegó a revelar que un alto mando policial había entrado en el vestuario del Barsa para mostrar su preocupación de lo que podía pasar, dejando claro que no disponía de suficientes medios para garantizar el orden público. Se fantaseaba con una encerrona al estilo de “Evasión o victoria”.
Abundando más sobre sus histéricas invenciones, en las monografías de los culers ha quedado una escena recurrente previa al partido, como ha sido la visita al vestuario del director general de Seguridad, José María de la Blanca Finat y Escrivá de Romaní (conde de Mayalde), intimidando a los jugadores con referencias a su ficha política, caso concreto de los barcelonistas Escolá o su capitán Raich que habían sido inhabilitados un año por haber pasado la guerra en Francia,
Se había buscado el personaje adecuado a las necesidades del relato, en virtud de su colaboración con la GESTAPO, pero con el inconveniente de que en aquel año de 1943 este pronazi, creador de la temible Brigada Política Social del franquismo, ya no ocupaba el cargo policial que se le atribuía (26-09-1939 hasta 10-05-1941), aunque la fake news avant la lettre seguiría perdurando durante mucho tiempo hasta la mismísima actualidad del año 2023 en que nos encontramos, extendida entre algunos cronistas culerdos desapasionados.
En una entrevista realizada en 2000 por el periodista Xavier G. Luque, de reconocido prestigio culers, a dos supervivientes, el mediocampista Francesc Calvet y el delantero Valle, se afirma que en el descanso el equipo debatió si desertar en la segunda parte, en disconformidad con la cargada atmósfera. «Lo recordaré siempre – dice Calvet -, se abrió la puerta y entró un coronel. Yo estaba sentado en un rincón del vestuario. Se dirigió a nosotros y nos preguntó si era cierto lo que le habían dicho. Nos amenazó y nos dijo literalmente: «Salen al campo o de aquí van directamente a la cárcel. Todos detenidos»».
José María de la Blanca Finat y Escrivá de Romaní, también conocido como el «conde de Mayalde», fue un aristócrata, abogado, militar y político español. Conocido militante pronazi, durante su etapa al frente de la Dirección General de Seguridad (1939-1941) estrechó la cooperación policial con la Alemania nazi y emprendió una dura represión contra la oposición política, llegando a colaborar con la Gestapo. Durante el régimen fue embajador en la Alemania de Hitler, procurador en las Cortes franquistas, procurador en las Cortes y miembro del Consejo Nacional del Movimiento.
Cabe otorgar el beneficio de la duda al testimonio, entre otras razones porque el partido ya estaba sentenciado. El martes 15, con la capital catalana bajo los efectos de la hecatombe futbolística, los diarios publicaron una enigmática nota oficial del club azulgrana: «Saliendo al paso de fantasías más o menos bien intencionadas, podemos anunciar a los señores socios y a nuestros simpatizantes, que el primer equipo del club regresó ayer noche, sin más novedad que la ligera lesión en el pie derecho sufrida por el jugador señor Curta». Ya descendiendo en el escalafón policial, en 2015 sería el catedrático de Historia, Jaime Sobrequés, en su día director del museo azulgrana, quien dejaba escrito para la histeria que había sido el jefe superior de Policía de Madrid. !!Pobres alumnos aquellos que tuvieron que recibir las enseñanzas de estos catedráticos universitarios!!
Durante la transición, Samaranch trató de reinventarse como líder demócrata de toda la vida, con bastante menos éxito del que tuvieron otros, puesto que su propuesta política (Concordia Catalana) fracasó. Por eso pidió al Gobierno de UCD la embajada de Moscú, que entonces no existía, un movimiento que finalmente le catapultaría a la presidencia del COI, del cual formaba parte desde 1966, pero antes trató de borrar todo rastro de su pasado falangista. En el archivo de La Vanguardia los más veteranos recordarían durante años como la carpeta de fotos de Samaranch fue vaciada de la noche al día. Lo mismo pasó en otros rotativos. Pero camuflar un pasado tan fecundo era misión imposible, y con el tiempo reaparecerían fotos suyas haciendo el saludo romano o situado en algún acto oficial al lado del generalísimo y otros jerarcas franquistas.
No obstante, hablando de los plumíferos de turno, quien se llevaría la palma sería un tal Juan Antonio Samaranch, enviado especial del vespertino falangista barcelonés La Prensa: «El Barcelona no existió, a cualquier equipo le hubiera pasado lo mismo, pues en aquel ambiente y con un árbitro que quería evitarse todo tipo de complicaciones, era humanamente imposible jugar (…) no jugó ni bien ni mal. Lo que pasó es que no se le vio en toda la tarde. Era lo mejor que podía hacer en aquellas circunstancias».
También ha pasado a los anales del periodismo deportivo el arranque de su crónica, un «yo acuso» a la entidad blanca en toda regla: «Aquella fama de caballerosidad, de corrección, de saber dar lecciones deportivas, no la vimos por ninguna parte. Mal, muy mal el público de Chamartín, que cortó una tradición, y por muchos honores que consiga en la final, para nosotros ha perdido aquella fama de caballerosidad tantas y tantas veces nombrada y tantas y tantas veces percibida”. No obstante, tanta caballerosidad por parte de aquel recalcitrante falangista del Samaranch, le costaría la pérdida del carné de periodista, aunque nunca había obtenido el título de periodista.
A decir verdad, Samaranch participaba de la ortodoxia del Movimiento, no en vano era un fascista de tomo y lomo, como ha quedado demostrado a lo largo de su trayectoria al servicio más vomitivo del franquismo, llegando a declarar a la muerte de Franco que: “la figura y la obra del Caudillo quedarán en la historia como las de uno los jefes de Estado más importantes del siglo XX”.
Pero, no solo había sido Samaranch la única víctima colateral de la eliminatoria de Copa entre el Real Madrid y Barcelona de 1943, porque los presidentes del Barcelona, el aristócrata y militar franquista Enrique Piñeyro y de Queralt (Marqués de la Mesa de Asta), que fue presidente del Barsa desde 1940 a 1943, y del Real Madrid, Santos Peralba, fueron obligados a dimitir, siendo sustituidos por los nuevos mandatarios, José Antonio Albert Muntadas por los culers y Santiago Bernabéu por el Real Madrid, cuya primera misión fue organizar un partido de ida y vuelta para “sellar la paz”, después de haber sido sancionados ambos equipos por el gobierno con una multa de 25.000 pesetas, dándose la circunstancia de que, en los siguientes 10 años de la dictadura, el Barcelona consiguió cinco Ligas, siendo la primera en la temporada 1944/45.
Mientras que el Madrid, en los primeros 15 años de dictadura, reputados por ser los más duros del régimen, no ganó ni un solo título liguero. El palmarés en Copa es de tres títulos para los azulgranas y de dos para los blancos, enfrentándose en el campeonato español en 20 ocasiones, con un balance de 10 victorias del Barsa, 9 victorias del Real Madrid, y un empate, no volviendo a coincidir en la copa del generalísimo hasta el año 1954, esto es nada menos que 11 años desde la famosa eliminatoria comentada del año 1943.
A modo de conclusión, refiriéndome a los hechos que quitan todo crédito a las peroratas tan histéricas como victimistas desde Barcelona donde afirman que el colegiado o el equipo azulgrana fue intimidado por el gobierno franquista antes del partido debe de quedar meridianamente claro, según todas las crónicas del momento que el árbitro anuló cuatro goles al Real Madrid y no pitó ningún penalti a favor de los locales.
Resulta muy poco creíble que el gobierno interviniera en la semifinal, pero no en la final donde se jugaba directamente el título que perdió el Real Madrid con el Bilbao.
El partido de ida fue también muy polémico, con un dudoso penalti a favor de los azulgranas, un posible gol en fuera de juego y un gol anulado al Real Madrid.
Los resultados deportivos del Real Madrid antes del partido en cuestión, esto es durante el periodo comprendido entre 1939 y 1943 descartan cualquier ayuda del gobierno franquista.
Los resultados deportivos del Real Madrid en los años siguientes al partido en cuestión descartan también cualquier ayuda del gobierno de Franco al equipo blanco.
No existe ninguna declaración, crónica o prueba de la época que demuestre la teoría de Barcelona, dándose la circunstancia de que sí existen bastantes desmentidos de exjugadores del Barsa desmintiendo cualquier acusación de conspiración.
Existen multitudes de teorías desde Barcelona escritas muchos años después de ocurridos los hechos, pero casi ninguna de ellas coincidentes, además de que varias de esas histéricas teorías provenientes de Barcelona fueron desmentidas gracias a documentos e inexactitudes flagrantes.
En 1942 el Barça ganó la Copa del Generalísimo. En 1944 ganó la Liga. El 25 de marzo de 1945, el Barcelona venció al Real Madrid por 5-0. El 24 de septiembre de 1950 los catalanes eliminaron a los madridistas por 7-2. En 1957, el Barça eliminó al Real Madrid de la Copa del Generalísimo con una goleada: 6-1 en el partido de vuelta.
En fin, para la historia queda que el Real Madrid ganó el partido por 11-1, con 8-0 en el descanso y que solo Mariano Martín, en el minuto 89, consiguió que el marcador no fuera de 11-0. Lo demás no responde sino al manoseado victimismo al que nos tiene acostumbrados el equipo de los culers a base de manipulaciones y mentiras producto de sus prácticas goebbelianas.
ANTON SAAVEDRA