Pasado mes y medio de las elecciones generales del 20-D y del empate estratégico que resultó de ellas, la realidad política se ha vuelto mortífera para los actores políticos protagonistas de la Segunda restauración borbónica. Arrastrados por una dinámica de exceso, diríase que un sistema incapaz de darse por acabado a pesar de haber agotado aparentemente su vida útil, se niega a dejarles morir, condenándolos a una existencia inerte.
Basta un somero repaso a las conclusiones políticas, concretadas en fórmulas de gobierno, de los principales actores políticos del régimen del 78 para constatar hasta qué punto son incapaces de interpretar, a partir de su experiencia, la nueva y para ellos “extraña” realidad política.
De una parte, el PP por boca de Rajoy insiste en su propuesta de un gobierno de gran coalición PP-PSOE-Ciudadanos, a fin de que, respaldada por una amplísima mayoría, poder continuar con la aplicación del programa de contrarreformas económicas neoliberales en un marco de “estabilidad política”, y por la otra parte, la dirección del PSOE – incluidos todos sus “barones” territoriales— temerosos de que esa fórmula sería para ellos el camino más directo hacia la pasokización, el suicidio total, vamos.
Después de la segunda ronda de consultas reales para proponer al Congreso de los Diputados un candidato a la investidura, el heredero del heredero de Franco, Felipe VI, encarga a Sánchez que trate de forjar una mayoría de gobierno, y en esa labor nos encontramos con el inicio de conversaciones, a izquierda y derecha, para la constitución de un “gobierno progresista”, que es lo contrario de un gobierno de izquierdas. En primer lugar, por su composición, tal y como lo dejaría claro el candidato del PSOE tras su visita a Lisboa para estudiar la “fórmula portuguesa”: un gobierno del PSOE apoyado en su investidura por Podemos y/o Ciudadanos y la abstención de los partidos nacionalistas PNV, DL y ERC.
Pero, dejémonos de seguir amagando con pistas o macguffins: pase lo que pase, habrá elecciones generales en la próxima primavera. No nos engañemos, ni nadie trate de seguir jugando con nuestros sentimientos: los mercados ya han hablado, recordando que la disputa parlamentaria y la libertad de los electores es solo una performance que no deberá prolongarse demasiado y que solo puede terminar con una misa de difuntos del cambio sistémico y un aleluya al austericidio. Saben perfectamente que unas próximas elecciones serían una segunda vuelta de las celebradas el 20D, algo completamente normal en otros países como Francia, Finlandia, Austria, Eslovaquia o Eslovenia. La Comisión Europea exige una nueva vuelta de tuerca con un recorte del gasto público rayano en los 11.000 millones de euros, con una nueva reforma del mercado de trabajo y, encima, con una revisión de la capitalización actual de la banca acorde con los resultados de los “tests de estrés” y el previsible escenario de una nueva recesión.
Además, el PSOE es en la actualidad una fuerza desconectada de los anhelos y aspiraciones de las mayorías populares, y permanece atrapado en las dinámicas de ejercicio de poder que han terminado por fracturar los consensos de 1978: corrupción, OTAN, terrorismo de Estado, puertas giratorias, implementación de políticas de austeridad, recortes y privatización de los servicios públicos, y sordina ante la exigencia de resolución democrática de la cuestión territorial. No ha seguido, por lo demás, un camino muy distinto al experimentado por la familia socialdemócrata europea, que hace muy pocos días exigía a España, en voz del jefe del eurogrupo (el holandés Jeroen Dijsselbloem) el nuevo paquete de recortes.
Y frente a la irresponsabilidad de los partidos tradicionales, que parece que están muy cómodos simplemente haciendo declaraciones, PODEMOS ha decidido tomar la iniciativa y dar un paso adelante, “no caben medias tintas en estos momentos, o se está con el cambio, o se está con el inmovilismo y con el bloqueo“, decía Pablo Iglesias al iniciar su rueda de prensa tras haberse reunido con el “Jefe del Estado”, y justo antes de anunciar que estaba dispuesto a ponerse a trabajar con Pedro Sánchez y Alberto Garzón para explorar los ejes de gobierno que se deben tener en cuenta: Ley 25 de emergencia social (no a los desahucios sin alternativa habitacional, no a los cortes de suministros básicos a personas con bajos recursos económicos, etc.), así como por atajar la situación de los cientos de miles de personas que se encuentran sin empleo y que no reciben ninguna prestación económica, además de una serie de medidas de Estado, que coinciden con los cinco puntos de reforma constitucional defendidos desde hace meses por el partido, para afrontar la segunda transición que, según Iglesias, estamos viviendo (blindaje de los derechos sociales en la Constitución, fin de las puertas giratorias, reforma del sistema electoral para hacer efectiva la proporcionalidad que ya la actual Constitución recoge, independencia del poder judicial y reconocimiento de la plurinacionalidad del Estado que implique la búsqueda de salidas democráticas a los problemas “territoriales” como el que actualmente se vive en Catalunya). Así de claro y concreto.
El PSOE ya ha gobernado y demostrado hasta la saciedad de lo que es capaz, diluyéndose en el humo del neoliberalismo más antisocial a la vez que naufragando en el lodo de la CORRUPSOE. Ahora, el PSOE se encuentra enfrentado entre los que desearían mantener sus privilegios personales e institucionales que se creen merecer, y los que apuestan por una regeneración democrática y política, tal vez porque intuyen que esa es su única tabla de salvación. Además, tal y como diría el exmilitante socialista de la Alianza Popular de Fraga Iribarne, el presidente extremeño Guilllermo Alvarez Vara, dirigiéndose a Pedro Sanchez en el último Comité Federal del PSOE: “No me traigas pobres ni desaparrados que no quiero saber nada de ellos”.
A la vista de la nefasta trayectoria del PSOE secuestrado en Suresnes, resulta muy difícil, por no decir imposible, que el partido de los Sánchez, Gonzalez, Guerra, Corcuera, Leguina, Rubalcaba, Susana o el asturiano Javier Fernández pueda tener un comportamiento distinto si llega de nuevo a La Moncloa. Por ello, es PODEMOS y no el PSOE quien está ante el reto histórico de gobernar y de hacerlo bien, para no defraudar a una parte importante del pueblo español y para no quebrar la posible complicidad de más de un sector de la opinión pública europea e internacional. PODEMOS no debe de renunciar a las políticas económicas y sociales que hasta la fecha viene planteando; no puede relegar en ningún momento el combate contra la corrupción; y, entre otros objetivos, no puede olvidar la necesidad de luchar activamente por un mejor encaje de los pueblos de España en un nuevo marco constitucional.
Para PODEMOS, renunciar a sus bases programáticas supondría mucho más que el abrazo del oso que le ofrece el PSOE al proponer un gobierno conjunto, porque supondría empezar a cavar su propia tumba, y, sobre todo, sería un triste epitafio para la ilusión de millones de ciudadanos y ciudadanas que, tras el 15-M, dejaron abierta la posibilidad de encontrar políticos que sí los representan.
ANTON SAAVEDRA