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MI VIDA: DE REPENTE, ME HICIERON EUROPEO

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El presidente del Gobierno, Felipe González, firma el Tratado de Adhesión de España a la Comunidad Económica Europea en el Salón de Columnas del Palacio Real, el 12 de junio de 1985, ante la atenta mirada de S.M. el rey.

El presidente del Gobierno, Felipe González, firma el Tratado de Adhesión de España a la Comunidad Económica Europea en el Salón de Columnas del Palacio Real, el 12 de junio de 1985, ante la atenta mirada del rey Juan Carlos de Borbón y el secretario de la casa real, el general Sabino Fernández Campo.

La incorporación de nuestro país al Mercado Común fue saludada como un “gran logro histórico” del gobierno felipista del PSOE. Tras varios años de no se sabe qué negociaciones – ahora ya se saben y se sufren -,  por fin, el 12 de junio de 1985, Felipe González firmaba en el Palacio Real de Madrid el Tratado de Adhesión a la Comunidad Económica Europea, a la Organización Europea de Energía Nuclear y a la COMUNIDAD EUROPEA DEL CARBON Y DEL ACERO (C.E.C.A.). En aquella ceremonia rodeada de un gran aparato protocolario y retrasmitida por televisión a todo el país, me resultaba muy pintoresco escuchar a un Felipe González y a sus acólitos recreándose es esta gran memez: “Ya estamos en Europa”. Y, ¿dónde estábamos antes de que estamparan su firma en Flandes unos cuántos eurócratas profesionales?

De repente se nos quería hacer olvidar tantos siglos de nuestra historia pasada en la que España no sólo nunca había dejado de ser EUROPA, sino que formaba parte del núcleo de las naciones con poder decisorio. La cuestión, desde mi punto de vista, habría que  enmarcarla en el profundo vacío ideológico que se venía produciendo desde la victoria del PSOE, tanto en el gobierno como en el partido que lo sustentaba, y se necesitaban sustitutos con los que rellenar su mensaje político. Era muy urgente encontrar eslóganes para ocultar su absoluto pragmatismo y la idea de Europa, asociada a la modernidad, venía como anillo al dedo: “Para modernizar España es necesario integrarla en el concierto de las naciones, mediante el ensamblaje y la competitividad de su aparato productivo”. Así, desde el poder, se comenzó a vender la idea de Europa como el conjunto de todos los bienes sin mezcla de mal alguno, de tal manera que Europa servía para todo. El máximo argumento a la hora de razonar cualquier nueva medida y de efectuar cualquier cambio era, o bien que venía exigido por nuestra pertenencia al Mercado Común, o que ya se practicaba en la mayor parte de los países europeos. En ese contexto hay que entender lo ocurrido con nuestro sector carbonero, y en ese mismo contexto hay que entender las declaraciones de Felipe González, aquel 16 de febrero de 1983, cuando anunció ante catorce directores de periódicos la condena a muerte de la minería del carbón: “Es necesario un cambio de mentalidad. Asturias necesita adaptarse a una nueva civilización, en que la mina deje de ser el centro de atención y la gente debe de ser consciente de que a HUNOSA apenas si le quedan unos dieciséis años de vida”.

En 1942, varios economistas e industriales alemanes se reunieron en Berlín. Pensaban que Alemania tenía ganada la II Guerra Mundial y era menester organizar la economía europea. Varias conferencias tuvieron lugar, cada una asignada a un especialista en la materia: comercio, exportaciones, relaciones laborales y… política monetaria. Ahí se propone: una sola moneda para toda Europa y un solo Banco Central con sede en una ciudad Alemania con toda la soberanía para imprimir dinero. El documento final con todas estas recomendaciones lleva por título: “Sociedad Económica Europea” y su consulta es de dominio público.

En 1942, varios economistas e industriales alemanes se reunieron en Berlín. Pensaban que Alemania tenía ganada la II Guerra Mundial y era menester organizar la economía europea. Varias conferencias tuvieron lugar, cada una asignada a un especialista en la materia: comercio, exportaciones, relaciones laborales y… política monetaria. Ahí se propone: una sola moneda para toda Europa y un solo Banco Central con sede en una ciudad Alemania con toda la soberanía para imprimir dinero. El documento final con todas estas recomendaciones lleva por título: “Sociedad Económica Europea” y su consulta es de dominio público.

La cruda realidad es que, la publicación de miles de documentos, que dormían en el polvo de la memoria, de los juicios de Nuremberg contra IG FARBEN (BAYER + BASF + HOECHST) – este grupo fue quien financió y armó a HITLER, y conviene dejar escrito que Auschwitz no fue sólo  un campo de concentración, sino la mayor planta petroquímica del mundo, construida por los presos, que no sólo servían de cobayas humanos para probar la efectividad de las sustancias venenosas producidas, sino que cuando ya no servían, los fumigaban con el Zyklon-B que ellos mismos habían producido -, ha permitido probar  el origen y filiación dictatorial de la Unión Europea, a la vez que dejan muy claro cuál era y sigue siendo el verdadero fin para el que fue creado el Mercado Común (UNION EUROPEA). Es decir, que las armas y los uniformes de cuero han sido reemplazados por armas silenciosas: normativas, tratados, papeleos, comités, comisiones, parlamentos, organismos que, sin que nos diéramos cuenta y siguiendo ilusionándonos con una Europa en paz, unida y democrática, lo que realmente se había creado fue un gran espacio – el “Grossraum” soñado por el Tercer Reich -, con 500 millones de personas sometidas a las órdenes dictadas en Bruselas por un grupo selecto de tecnócratas, que no han sido elegidos democráticamente sino que han sido nombrados desde la sombra, y donde el más caro e inútil Parlamento del mundo no tiene ningún poder legislativo ni ejecutivo. Todo se decide en la Comisión Europea que es el organismo que crea y legisla todas las normativas. Sus comisarios no son elegidos sino nombrados, y las decisiones de la Comisión Europea no pueden ser revocadas por los eurodiputados, ni tampoco los ciudadanos tienen derecho a exigir referéndums. Todo se decide sin su consentimiento.

Este origen dictatorial de la UE nos ha sido ocultado desde 1957 y su verdadera estructura antidemocrática actual está siendo ocultada por los medios de información, con la colaboración de los eurodiputados y los 54.000 empleados de la Comisión Europea, quienes, a cambio de sueldos sabrosos y cómodas vidas, callan, luego otorgan.

Carta del Consejo de las Comunidades Europeas con el nombramiento de Antón Saavedra como miembro de la Comunidad Económica del Carbón y del Acero en representación de España, el de 1986

Carta del Consejo de las Comunidades Europeas con el nombramiento de Antón Saavedra como miembro de la Comunidad Económica del Carbón y del Acero en representación de España, el de 1986

Recuerdo mi primera intervención en Luxemburgo, cuando fui invitado por la Comisión Europea a participar en unas Jornadas Comunitarias sobre Seguridad Minera en los países de la C.E.C.A., los días 30 de setiembre y 1 de octubre de 1985, donde sorprendentemente, a pesar de haber sido invitado por ellos mismos, no pude intervenir porque la Comisión Europea se había negado a proporcionar el servicio de traducción simultánea para España y Portugal, a la vez que se rechazaba el reembolso de nuestros gastos en concepto de viaje y estancia, basando sus argumentos en que estos dos países solo serían miembros efectivos de la Comunidad Europea a partir del 1 de enero de 1986. Al final, gracias a las protestas de la Intersindical Europea, logré hablar unos minutos desde la tribuna de oradores: “Teníamos una gran ilusión en asistir a esta primera reunión a fin de aprender de vosotros los grandes avances logrados en el cuidado de la integración física de los trabajadores de la mina, cuando a la fecha actual ya llevamos en las minas españolas la cifra de 64 compañeros mineros fallecidos en accidente laboral. Pero, a la vista de lo ocurrido con la presencia de la delegación minera española, una vez más nos viene a confirmar nuestra vieja apreciación de que el Mercado Común tiene mucho de ‘mercado’ y muy poco de ‘común’ (…) En nombre de la Federación Estatal de Mineros de U.G.T. no puedo más que condenar muy enérgicamente a ‘esas autoridades’ de la Comisión Europea por esa actitud pueblerina que antepone unas pesetas a lo que pudiera servir para evitar la pérdida de alguna vida humana (…) Por nada del mundo quisiera yo imaginarme que este invento comunitario pudiera tener su origen en los tableros de dibujo de los dirigentes nazis durante la segunda guerra mundial, para lograr con estas actitudes burocráticas lo que no fueron capaces de lograr con las armas (…) En cualquier caso, ya tendremos ocasión de seguir discutiendo más ampliamente sobre estos y otros aspectos cuando mi país sea miembro de pleno derecho y yo pueda actuar como representante español en el Comité de la C.E.C.A.”

Antón Saavedra, representante español en la CECA, el año 1989

Antón Saavedra, representante español en la Comunidad Europea del Carbón y del Acero durante el periodo comprendido entre los años 1986 y 1994

En efecto, con fecha 30 de julio de 1986 recibía la comunicación por escrito del Consejo de las Comunidades Europeas donde se me comunicaba mi nombramiento como miembro de la C.E.C.A. en representación de España, y ese mismo mes participaba en mi primera reunión como miembro de pleno derecho, resultando elegido miembro de la Mesa –  la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (C.E.C.A.), creada mediante el Tratado de París de 1951, era una entidad supranacional del ámbito europeo que regulaba los sectores del carbón y del acero de los Estados miembros, promovida y alentada desde 1950 por los franceses Robert Schuman, entonces ministro de Relaciones Exteriores de Francia, y Jean Monnet, negociador designado por el gobierno francés y más tarde primer presidente de la Alta Autoridad de la C.E.C.A., antecedente directo de la Europa de los Seis: Francia, Alemania Occidental, Italia, Bélgica, Luxemburgo y los Países Bajos -, cargo para el que sería reelegido en los distintos mandatos bianuales, hasta mi cese en el año 1994.

Sin lugar a dudas, las necesidades de la reconstrucción europea de postguerra habían acentuado la sensación de penuria energética que había existido durante el periodo beligerante, y la creación de la C.E.C.A. respondía, al menos teóricamente, al deseo de hacer frente, de forma común, a la cobertura de las crecientes necesidades energéticas favoreciendo y coordinando la producción carbonífera. Así, se observa en estos años de postguerra un fuerte incremento en la producción de combustibles sólidos, que a pesar de su importancia no parecieron suficiente; de ahí que se intentara racionalizar el consumo de este combustible a partir de progresos técnicos en las centrales térmicas y en las plantas siderúrgicas, de tal forma que las necesidades de carbón disminuyeran hasta el mínimo posible.

Otro factor vino a incrementar la sensación de escasez existente: la crisis de Suez de 1956. El cierre del canal por esta causa alarmó a los responsables del aprovisionamiento energético europeo; se creyó entonces que el conflicto iba a durar bastantes años y que, aparte del incremento de precio originado por la necesidad de transportar el crudo a través de la ruta del Cabo de Buena Esperanza, el suministro del mismo quedaría interrumpido, o por lo menos muy retrasado, durante un largo periodo, de tal manera que esta nueva circunstancia empujó a los importadores europeos a establecer contratos de carbón americano a largo plazo, cuyas condiciones de precios y transporte no eran demasiado favorables y cuyos resultados supusieron para Europa un notable incremento de los stocks, que para el año 1957 alcanzaban la cifra de 40 millones de toneladas.

Toda esta serie de circunstancias había ocultado una profunda inadecuación de la oferta energética comunitaria, y en especial los graves defectos que adolecía el sector carbonero, fundamentalmente, por la falta total de una auténtica POLITICA MINERA Y ENERGÉTICA.

Hay un viejo adagio que se refiere a la fundación de la Unión Europea «Si al principio no tienes éxito, intentar, intentar, una vez más» . Y para los colaboradores nazis y los nazis de la Segunda Guerra Mundial, viendo la muerte Europea posterior a la guerra y la destrucción provocada por Adolf Hitler y su «Tercer Reich» alianza de fascistas italianos, franceses de Vichy, y otros, la decisión inmediata fue « intentarlo de nuevo »con una Unión Europea que establezca la misma super-estado europeo previsto por Hitler, pero con una» aura decididamente «democrático.

Hay un viejo adagio que se refiere a la fundación de la Unión Europea «Si al principio no tienes éxito, intentar, intentar, una vez más» . Y para los colaboradores nazis y los nazis de la Segunda Guerra Mundial, viendo la muerte Europea posterior a la guerra y la destrucción provocada por Adolf Hitler y su «Tercer Reich» alianza de fascistas italianos, franceses de Vichy, y otros, la decisión inmediata fue « intentarlo de nuevo »con una Unión Europea que establezca la misma super-estado europeo previsto por Hitler, pero con una» aura decididamente «democrático.

De esta manera, cuando me iba dando cuenta en los sucesivos debates celebrados en aquel edificio JEAN MONNET de Luxemburgo, la C.E.C.A., tal y como expresaba machaconamente en mis intervenciones, de ser el organismo internacional que había nacido para favorecer la producción de carbón, se estaba convirtiendo en el instrumento del proceso de reestructuración del sector carbonero en orden a disminuir el volumen de combustible extraído y a conseguir precios y rendimientos equiparables al carbón americano, orientado, por una parte, al cierre de las explotaciones mineras cuya estructura productiva no reuniera las condiciones mínimas de “rentabilidad” establecidas por la propia C.E.C.A y, por otra, a la mecanización, concentración y racionalización de la producción para lograr mejores resultados tanto técnicos como económicos, decían en sus documentos .

Pero los problemas no provenían solamente de la comparación de los precios o rendimientos entre el carbón europeo y el americano. El carbón europeo, además de enfrentarse a la competencia “economicista” del carbón norteamericano, tenía que enfrentarse a la competencia de otros tipos de energía, como el gas natural y la energía nuclear.

Pero, antes de continuar con las reuniones de la C.E.C.A. para la defensa del carbón europeo, y más concretamente el español, es muy conveniente hacer un alto en el camino para referirnos a algunos de los próceres de la UE, tales como el francés Robert Schuman, uno de los más representativos de la calculada ambigüedad del animal político al servicio de los intereses financieros en los tiempos de entreguerras y de la segunda postguerra mundial.

Lo que eventualmente se convirtió en la UE, del Carbón y del Acero Comunidad Europea, estaba formado por seis países de Europa Occidental en 1951. La organización fue idea de Robert Schuman, un político francés que juró lealtad al mariscal Philippe Pétain, el líder francés de Vichy y aliado de el bigote alemán ex cabo. Schuman más tarde fue despojado de sus derechos políticos por su colaboración con el alemán odiaba Bosche . Sin embargo, el comandante de la Francia Libre, el general Charles De Gaulle, restauró la plena ciudadanía de Schuman, después de lo cual el antiguo colaborador de Vichy se dedicó a crear una versión modificada del Tercer Reich, la Unión Europea. Y para complementar su «Cuarto Reich-Lite», Schuman defendía una alianza militar para darle muscular. Era la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Schuman sirvió como canciller y primer Francés post-guerra. Los colaboradores de Schuman en su plan para crear una Europa federal eran también francés y OSS / CIA activo Jean Monnet y el canciller alemán Konrad Adenauer, que, como alcalde antes de la guerra de Colonia y presidente del Consejo de Estado de Prusia, a condición de que los nazis con varias ventajas, incluyendo el derecho a volar banderas nazis de astas de bandera de Colonia

 La C.E.C.A, origen de la actual UNIÓN EUROPEA, fue idea de Robert Schuman, un político francés que juró lealtad al mariscal Philippe Pétain, el líder francés de Vichy y aliado de Hitler. Schuman, más tarde. sería despojado de sus derechos políticos por su colaboración con el nazismo, aunque el  general Charles De Gaulle le restauraría la ciudadanía,  después de lo cual el antiguo colaborador de Vichy se dedicaría a crear una versión modificada del Tercer Reich, la Unión Europea. Y para complementar su «Cuarto Reich-Lite», Schuman defendía una alianza militar para darle musculo: la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).  Uno de los más íntimos  colaboradores de Schuman en su plan para crear una Europa Federal sería el también banquero y especulador francés, Jean Monnet, activo miembro de la OAS /CIA. (Foto de Schuman y Monnet en el edificio Jean Monnet de Luxemburgo)

Robert Schumann, recordado por la Declaración que pasaría a la historia con su nombre, que oficializó en 1950 el matrimonio del carbón y del acero alemanes y franceses como símbolo de la Europa Unida, había tenido antes un papel menos rememorado. En sus inicios fue activo militante en las filas de uno de los partidos que conformaron el Bloque Nacional de Raymond Poincaré, que esbozaba como ejes el patriotismo y el antibolchevismo; en 1938 declaraba  su apoyo a los Acuerdos de Múnich, dirigidos por Mussolini y en los que Francia e Inglaterra consentían la anexión de parte de Checoslovaquia por parte de la Alemania nazi.

La declaración Schumann llevaba a efectos otro de esos planes con nombre propio que ordenan la cronología integracionista, el Plan Monnet, que debe su nombre a Jean Monnet – nombre de la sede de la C.E.C.A. en Luxemburgo -,  banquero y hombre de negocios francés, que propuso la elevación del poder de un pool de empresas del carbón y del acero. Su contribución le vale el honor de “padre fundador” de la Europa Comunitaria. No en vano era un hombre con experiencia en eso de invertir en terrenos devastados. De hecho, entre 1934 y 1936 vivió en China, asesorando y trabajando para el gobierno anticomunista y ultranacionalista de Chiang Kai-shek, que le había invitado explícitamente a Shangai para dirigir la construcción de ferrocarriles.

Pero, volviendo al carbón, tras medio siglo de declive carbonero, impulsado en la década de los sesenta por la aceleración del ya secular proceso de sustitución por el petróleo, todo hacía prever que la crisis del carbón era irreversible, pero llegados al año 1973, cuando el petróleo convulsiona el mercado internacional a consecuencia de las fuertes y reiteradas alzas en los precios de los crudos y de las destrucciones de la oferta por parte de la OPEP, lo que abría unas expectativas favorables para el carbón.

Efectivamente, como consecuencia de las crisis del petróleo en 1973 y 1979, el carbón adquiría un importante papel en el mercado energético mundial. Así, países como Australia, Sudáfrica, Colombia e Indonesia, planificaron su producción carbonífera cara a la exportación, sin que EE.UU. se viera desplazado en su privilegiada posición en este campo y, lo más sangrante, sin que el gran “mercadón” definiera ninguna política energética europea, hasta el extremo de que las producciones de carbón europea iba disminuyendo drásticamente, mientras las importaciones crecían espectacularmente, alcanzando en 1990 la cifra de 113 millones de toneladas.

Carta del Comisario de Industria y Energía de la CEE, Cardoso e Cunha, enviada a antón Saavedra, de 1991

Carta del Comisario de Industria y Energía de la CEE, Antonio Cardoso e Cunha, enviada a Antón Saavedra, de 14 de mayo de 1991

Recuerdo una de mis intervenciones ante la Comisión Europea, representada en aquella ocasión por los vicepresidentes Bengeman y Brittan, el 1 de octubre de 1991 en la localidad alemana de ESSEN: “… Desde el año 1.986, fecha de integración de España en este mercado europeo, eramos y somos muy conscientes de la que la CECA tenía y tiene un carácter de supranacionalidad en estas materias del carbón y del acero, esto es, los países miembros perdían su soberanía y consecuentemente deberán supeditar sus actuaciones a las Decisiones que en cada momento emanen de la Comisión Europea. Sin embargo, a juzgar por el documento en cuestión parece que no es así. Yo pregunto a los miembros de la Comisión, aquí presentes, que me expliquen la fórmula mágica para conseguir el tan cacareado MERCADO INTERIOR DE LA ENERGIA EN LA REALIZACION DEL MERCADO UNICO DE 1.992. ¿Es así como se va a construir esa Europa comunitaria, solidaria y no sé cuántas estupideces más? (…) A mí me parece que documentos como el entregado no contribuyen, sino, a la destrucción de los recursos carboneros indígenas en beneficio de otras fuentes energéticas foráneas, tales como la energía nuclear y la importación masiva de carbones, cuyo control detentan los verdaderos amos y dueños de Europa, es decir, la transnacionales norteamericanas o, si lo prefieren, la Internacional Financiera (C.F.R.) con sede en Nueva York. De hecho, tal y como nos acaba de confirmar hace escasos minutos un miembro de la Comisión, EE.UU. se transforma en el primer abastecedor carbonero de Europa con un 43 por ciento del total de las importaciones. Todo esto al margen de las importaciones masivas de petróleo y gas, según ha confirmado el mismísimo Comisario de la Energía, señor Cardoso e Cunha, muy recientemente” (…) pero volviendo al documento que se nos acaba de entregar, el mismo marca una clara y brutal regresión, tanto en las producciones comunitarias con una disminución del 13,6 por ciento para 1.990 con respecto a 1.989, como en las importaciones de terceros países con un incremento del 10 por ciento para el mismo periodo contemplado, y eso no es más que el principio de la puesta en práctica de la REESTRUCTURACIÓN CARBONERA EUROPEA (RECHAR), cuyos documentos fueron secuestrados  de manera tan miserable a este Comité en donde se prevé la disminución del 50 por ciento de la producción comunitaria de carbón y la consecuencia inmediata que se deriva automáticamente de pérdida de 200.000 empleos mineros directos, sin tener en cuenta el empleo inducido que se cifra por la propia Comisión en torno a los 350.000 para el conjunto de la Comunidad.

Carta del presidente del Comité de la C.E.C.A., Mario Cimenti, enviada a Antón Saavedra, el de 1991

Carta del secretario general  de la C.E.C.A., A, Fouarge, enviada a Antón Saavedra, el 23 de julio de 1992.

Sí, señor presidente, claro que estoy leyendo el propio documento que aún no ha recibido este Comité, pero no me pregunte como me ha llegado, porque nunca se lo voy a decir (…) Estamos por lo tanto, nadie se engañe ni nadie trate de engañarnos, en el principio que supondrá el final de la minería carbonera comunitaria a desarrollar en el periodo 1.990-1994. ¡¡¡Es la quiebra del sector carbonero!!! Y más grave aún lo supone el hecho de no contemplar rigurosamente el mantenimiento de las explotaciones mineras a desaparecer, ignorando más o menos deliberadamente que cuando cesa la actividad productiva de una mina de carbón, si no se someten todas las instalaciones a un constante proceso de conservación, bastante costoso, se ocasionan graves deterioros que hacen muy difícil técnica y económicamente su actividad, hasta el extremo de que suele resultar más oneroso recuperar una mina abandonada que abrir otra nueva. En este sentido hay que tener muy en cuenta que el carbón, digan lo que digan los “SABIOS”, esos del rascacielos 666 de Nueva York, jugará durante siglos un papel fundamental en el progreso económico y social de los pueblos. El tiempo a medio plazo es un juez inexorable y dará razones en el sentido expuesto. ¿Debe de ser llevado el carbón por esta rabia de competitividad, de rentabilidad que conoce este “modernismo” impuesto que destruye tanto al hombre como a las riquezas naturales? ¿Debe de sacrificarse sobre el altar de la competencia? Y, ¿de qué competencia se trata? (…) Ante ésta tétrica situación, este Comité tiene la obligación de pronunciarse de una manera clara y contundente, de una vez por todas, en el sentido de ‘no permitir el cierre de más explotaciones mineras sin antes comprobar fehacientemente su situación desde la cuádruple vertiente energética, social, económica y estratégica; sostener el nivel de empleo existente, es decir, no provocar el paro obrero mientras no se vaya a la creación de nuevas industrias capaces de absorberlo’…”. 

europa14601130_1203312183024272_6924707794817969294_nEra más que evidente de que la causa principal en el brutal descenso de las producciones de carbón en la Europa comunitaria se debía a la total ineficacia y dejación por parte de la Comisión  Europea que no actuaba sino como auténticos títeres cuyos hilos se movían de EE.UU. El abandono del carbón en beneficio de la energía nuclear y de los carbones de importación, controladas sus reservas por las mismas multinacionales que hoy controlan la energía solar, era una cruda realidad – a modo de ejemplo, en EE.UU., las petroleras habían adquirido las tres primeras empresas hulleras del país y controlaban el 40 por ciento de la producción norteamericana (solo la SHELL controlaba el 15 por ciento de todos los recursos recuperables de carbón en EE.UU.) -, y aquello hizo que elaborara un amplio informe titulado “EL CARBÓN: UNA ALTERNATIVA A LA CRISIS ENERGÉTICA”, conocido en el seno de la C.E.C.A. como el “informe Saavedra”, que más tarde serviría de documento base para la discusión sobre la POLITICA ENERGETICA COMUNITARIA.

Pero, si era evidente aquella realidad sobre el brutal ataque contra el carbón europeo, era mucho más evidente la referida a la construcción del “MERCADÓN EUROPEO”, de tal manera que, habiendo sido aplaudido y asumido el informe presentado y defendido por mí, en el seno del comité de la C.E.C.A., era mucho más evidente todavía que las decisiones sobre el carbón se tomaban en otros despachos distintos y distantes de la propia Comisión Europea.

Es verdad que la UNION EUROPEA y el proyecto de integración continental se ha venido presentando como un paradigma de la cooperación entre naciones y la superación de las diferencias en favor de la convivencia democrática, pero no es menos verdad que estamos ante una historia con grandes capítulos velados, entre otras muchas cuestiones, porque la idea de unos Estados Unidos de Europa, no fue sino la apuesta de los grandes capitales financieros ante el temor de quedar asfixiados en las tierras intermedias que separaban a las dos grandes potencias mundiales. Es decir, el actual discurso histórico sobre la UNION EUROPEA, que un día concibiera el mismísimo HITLER, ha resultado en el transcurso del tiempo una auténtica falacia.

En efecto, la Unión Europea puede presentar su historia como una epopeya de la democracia, pero el papel protagonista de ciertos “padres fundadores” que formaron parte del nazifascismo o del conservadurismo más reaccionario, no hacen más que avalar mis convicciones sobre la falacia historiográfica europeísta.  Quizás el más significativo de todos ellos sea el de Walter HALLSTEIN, un abogado del Partido Nacionalsocialista, estratega político del Estado nazi y, más tarde, primer presidente de la Comisión Europea.

El informe de Inteligencia militar de EEUU, informe EW-Pa 128, también conocido como el Informe de la Casa Roja, detalla cómo altos jerarcas nazis se reunieron en secreto en el Hotel Maison Rouge de Estrasburgo el 10 de agosto de 1944 y, a sabiendas de que Alemania estaba al borde de la derrota militar, contribuyeron a crear un Cuarto Reich – un imperio económico europeo basado en un mercado común europeo, precisamente lo que la nueva propuesta del gobierno económico europeo respaldado por Cameron y Van Rompuy pide. Ricos industriales nazis como Alfried Krupp de Industrias Krupp y Friedrich Flick, así como empresas de fachada, como BMW, Siemens y Volkswagen, se dedicaron a la tarea de construir un nuevo imperio pan-Europeo de negocios...

El informe de Inteligencia militar de EEUU, informe EW-Pa 128, también conocido como el Informe de la Casa Roja, detalla cómo altos jerarcas nazis se reunieron en secreto en el Hotel Maison Rouge de Estrasburgo, el 10 de agosto de 1944 y, a sabiendas de que Alemania estaba al borde de la derrota militar, contribuyeron a crear un Cuarto Reich – un imperio económico europeo basado en un mercado común europeo…
Ricos industriales nazis como Alfried Krupp de Industrias Krupp y Friedrich Flick, así como empresas de fachada, como BMW, Siemens y Volkswagen, se dedicaron a la tarea de construir un nuevo imperio pan-Europeo de negocios…

Otros miembros del Partido Nazi vieron convenientemente borrado su pasado, a fin de poder seguir siendo funcionales a los monopolios que les habían aupado al poder antes de la guerra, tales como los mencionados Robert Shuman o Jean Monnet, y que, después de la guerra, trataban de recomponerse en alianza con sus viejos enemigos. El caso del cartel químico alemán IG FARBEN (BAYER, BASF y HOECHST) — entre otras — es de sobra conocido. Hallstein y otros tantos nazis vinculados a IG Farben — como Carl Friedrich Ophüls, afiliado al Partido nazi de 1933 a 1945 y representante permanente de la CEE y EURATOM desde 1960 — no tuvieron problemas en hacer el tránsito de la institucionalidad nazi a la comunitaria europea de postguerra. Pero no fueron solo los gestores políticos de los monopolios que financiaron a los nazis, sino los propios dueños de esas empresas quienes se vieron prontamente recuperados para la legalidad europea. Fritz Ter Meer, Director de IG Farben condenado en los juicios de Núremberg, alcanzaría  de nuevo la presidencia de BAYER en 1956. Y no es el único caso de los “padres fundadores” de la UNION EUROPEA que tienen un pasado tan oscuro como  siniestro.

En definitiva, si de algo me han servido mis casi siete años en los organismos comunitarios, fue para llegar a una muy clara conclusión: nunca estuvimos en una Europa de los ciudadanos, como se pretendió hacernos creer desde el principio de su creación, sino en una Europa de los mercaderes, y yo seré europeo porque vivo en este continente, pero no me siento en absoluto parte de esas instituciones, tan representativas ellas de la oligarquía financiera.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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