Tal y como ha quedado escrito en el capítulo dedicado al Pozo San Fernando de Orillés, la creación de Hunosa supuso una de las mayores estafas cometidas contra el pueblo español a lo largo de su historia, una auténtica operación de terrorismo institucionalizado, donde algunas explotaciones mineras agotadas, casos concretos de Coto Musel, Minas La Encarnada o Minas de Escobio, fueron integradas y abonadas sus montones de chatarra como si se tratase de las minas de carbón de El Cerrejón en Colombia. Por el contrario, resulta muy difícil de comprender la decisión que condujo al cierre del pozo San José de Olloniego, cuando se trataba de un pozo moderno, con más de 100 millones de toneladas de carbón en sus entrañas, y sus plantas de explotación prácticamente vírgenes, además de estar provisto de un buen lavadero, más incomprensible todavía cuando Hunosa consideró que “no era oportuna su reapertura dada la escasez general de mano de obra”.
En pocas ocasiones se habrá escuchado argumentación tan peregrina y con tan poca consistencia, máxime si tenemos en cuenta el creciente paro y los millares de solicitudes de admisión que esperaban poder entrar a trabajar en la mina por aquellos tiempos, pero vayamos a los años de sus orígenes, para situarnos en la mitad del siglo XIX, cuando la Compañía Anglo-Asturiana comenzó a explotar las minas de Olloniego, hasta que en 1917 fueron adquiridas por la Sociedad Hulleras de Veguín.
Al respecto, sabemos que hacia 1840 estaban en funcionamiento incipientes explotaciones de Olloniego que producían serios problemas con los lugareños, y que entre los años 1855 y 1867 fueron denunciadas en este valle las concesiones Sola, Dos Amigos, Corza y Coto Tudela, y ya en 1884 tenemos conocimiento a través de los informes realizados por Fuertes Acevedo que el “Criadero de Olloniego” fue explotado por la Compañía de la Espada con “hullas buenas y de gran brillantez, que analizadas por el Sr. Paillette dieron 64,70 % de coke gris, metálico”.
El 18 de mayo de 1918 quedaba constituida la Sociedad Hullera de Veguín y Olloniego, quienes llevarían a cabo una modernización de sus explotaciones localizadas en la Sierra de Fayedo, próximos a la margen izquierda del río Nalón, construyendo planos inclinados y edificando un moderno lavadero en La Servanda. Así llegamos al año 1953 cuando la empresa iniciaba en el valle de San Frechoso la profundización del pozo San José, que sería inaugurado en 1958, llegando a alcanzar una profundidad de 650 metros, con sus diez plantas, donde quedaría concentrada toda la extracción a partir de 1968, fecha de su integración en Hunosa, hasta que la empresa estatal procedía a su incomprensible cierre el 1 de agosto de 1972.
Años atrás, los antiguos propietarios de las minas habían comenzado la profundización de otro pozo más profundo en el valle de Fayedo – pozo San José nº 2 – cuyas obras quedarían paralizadas con el cierre de la explotación, cuando ya se llevaban invertidos 138.017.000 pesetas – 97.486.000 pesetas antes de su integración en Hunosa, y 40.531.000 pesetas por la empresa estatal -, quedando para siempre como un monumental agujero sin guionaje, sin castillete, sin máquina de extracción y con una posible utilización tan solo como retorno de ventilación, que no venía a representar sino un nuevo ejemplo de las imprevisiones de que puede hacer gala la historia de nuestra minería.
Desde esa misma fecha de 1918, la Sociedad Hulleras de Veguín y Olloniego había adquirido el tendido férreo destinado al abastecimiento de la fábrica de cementos de Tudela Veguín, junto al rio Nalón, una línea con ancho 600 milímetros que conectaba las bocaminas con las instalaciones principales enlazando asimismo con la terminal de Olloniego del Ferrocarril del Norte, aunque la línea ferroviaria sería sustituida en junio de 1962 por un cable aéreo.
Las presiones ejercidas desde la Federación Estatal de Mineros de U.G.T. en el marco del Programa de Actuación del Carbón para el periodo 1981-1985, que preveía unas inversiones de 83.000 millones de pesetas con el objetivo de incrementar la producción de nuestros carbones, siempre con la oposición frontal del SOMA en una descarada connivencia con la dirección de Hunosa, hicieron que tuviéramos que actuar en apoyo de la iniciativa parlamentaria presentada por el diputado del Partido Comunista, Horacio Fernández Inguanzo “El Paisano”, en el Congreso de los Diputados para defender la reapertura del Pozo San José de Olloniego, basada en unos razonamientos que nos parecían y nos siguen pareciendo perfectamente viables – hoy más que nunca -, entre otras razones, porque no aprovechar los recursos energéticos propios incrementa salvajemente nuestra factura y dependencia energética del exterior; porque significa seguir dilapidando los recursos estatales, aportados por los contribuyentes, de forma contínua y creciente; porque continúa hipotecando la balanza de pagos por las importaciones que se realizan de otros productos energéticos, como el petróleo, el gas, la nuclear, incluyendo el carbón procedente de otros países; y porque anula la posibilidad de creación de nuevos puestos de trabajo…
Estas y otras razones hicieron que Hunosa reconsiderase aquella incomprensible decisión de clausurar el pozo San José nº 1, volviendo a ser reactivado en el año 1982, aunque dándole un carácter de pozo piloto y experimental de las nuevas técnicas mineras, hasta su cierre definitivo en 1993, pero realmente, en línea con las declaraciones del ya presidente del Gobierno de España, Felipe González, ante catorce directores de periódicos, aquel 16 de febrero de 1983, cuando puso en marcha la estrategia de la Alta Finanza Internacional para cerrar nuestra minería y condenar mortalmente nuestras comarcas mineras – caso concreto de Olloniego -, ni al gobierno felipista del PSOE, ni mucho menos a sus pandilleros somáticos, les interesó la reapertura, ni mucho menos los éxitos que se estaban consiguiendo en el reactivado pozo minero, tanto en la aplicación de nuevas técnicas mineras como de producción. La decisión estaba tomada, y era mucho más rentable recurrir a las subcontratas de mano de obra barata procedente de Chequia y Polonia, entre otras razones, porque ni planteaban huelgas exigiendo condiciones de trabajo ni mucho menos planteaban problema alguno a la hora de su “despido por prejubilación”.
Sin embargo, no sería honesto dejar de reconocer en este capítulo de nuestra historia minera, la lucha de un auténtico SOCIALISTA, como lo fue Robustiano Hevia “Tano”, presidente de las Juventudes Socialistas de Olloniego, cuando escribía en el periódico AVANCE de fecha 23 de setiembre de 1932, refiriéndose a la problemática del carbón un artículo que por su vigencia actual reproduzco literalmente en sus partes más interesantes: “… Cuando surgen problemas que afectan al interés general de todo un pueblo, ni un solo ciudadano debe vivir al margen de tales problemas, pese a toda la independencia de los medios económicos de que viva. Esta forma de pensar ratifica nuestra convicción en el socialismo marxista, que lleva en sí, por razón de humanidad, la redención de todos los oprimidos por la unión de todos aquellos que sentimos la causa común. Desde la egoísta guerra europea venimos en Asturias sintiendo los latigazos del descrédito de nuestros carbones, y por consecuencias derivadas de tales anomalías, la crisis hullera que hoy priva del sustento a muchas familias proletarias (…) se sigue hablando de la inferioridad de nuestros carbones ¿Por qué? (…) Hoy son vivos una serie de especuladores intermediarios y pequeños patronos, que después de concertar los pedidos del tonelaje en menudos y hechas las correspondientes pruebas del análisis en las propias estaciones de embarque, intercalan en distintos vagones un porcentaje considerable de carbones de río con nombres ajenos a los verídicos compradores y consumidores, al objeto de librarse de las reglamentadas pruebas del análisis, hasta ‘introducirlo’ en el barco cuando la ocasión les sea propicia (…) Nada de pruebas, que ya nos sobran, sino una rigurosísima fiscalización en busca de los especuladores, que son los que hoy siguen contribuyendo al descrédito de nuestros carbones. Antes fue la burguesía imperialista. Las consecuencias desgraciadamente siguen sufriéndolas los mismos que fueron y son despojados del sudor, pero, que no lo serán”.
El compañero “Tano”, barbero en sus años jóvenes había comenzado a trabajar en Hulleras de Riosa, donde alcanzó la categoría de vigilante de minas, no sólo colaboraba con artículos en el periódico Avance, a la vez que formaba parte del equipo local de fútbol, sino que tendría una muy destacada participación en la Revolución social de octubre del 34 en Asturias, cuando en la noche del día 4 se puso al mando de 400 mineros de Hulleras de Veguín y Olloniego para tomar el cuartel de la Guardia Civil en dicha localidad, el primero de toda Asturias en ser tomado por los revolucionarios, teniendo que exiliarse entre finales de 1934 y principios de 1936, hasta que, iniciada la incívica guerra española, pasaría a ocupar importantes cargos militares en el Ejército Republicano, ascendiendo a comandante en noviembre de 1936, poniéndose al mando del Batallón de Infantería “Asturias nº 217”, más conocido por el Batallón “Tano”.
Con la toma de Asturias por el Ejército franquista, el compañero “Tano” quedaba convertido en jefe del maquis en Asturias, pero en la noche del 1 de enero de 1939, a consecuencia del chivatazo de un infiltrado en el grupo, sería acribillado a tiros, junto a su esposa, cuando la brigadilla les sorprendió durante una reunión secreta en la llamada “cueva del diablo”, en lo alto de un monte en la localidad mierense de Ablaña. Vaya desde aquí, mi humilde homenaje a este SOCIALISTA rebelde, idealista e insobornable en su lucha contra aquella tiranía del capital, que no buscaba sino una España digna y justa a la que hoy, después de casi ochenta años transcurridos, han traicionado aquellos que siguen autoproclamándose socialistas, caso concreto del mismísimo Felipe González, cuando no son otra cosa que fieles y serviles caporales al servicio de la oligarquía financiera, exactamente la misma de aquellos años de lucha, sudor y muerte.
La triste realidad de aquel pueblo de trabajo y lucha que fue Olloniego, queda perfectamente reflejado por las tres hileras de bloque de ladrillo que configuran la barriada minera de la Armatilla, conocida por el “barrio de Corea”, donde muchas de sus viviendas permanecen vacías, informándonos en nuestra visita a la zona del declive sufrido como consecuencia del cierre del pozo San José nº1 y la no apertura del nº2 en la zona de San Frechoso en Olloniego. Una realidad que nos va mostrando la pérdida constante de población en un pueblo que, habiendo alcanzado una población de 3.000 habitantes en 1960, ha pasado a tener apenas 1.000 en la actualidad, o un colegio que pasó de tener 40 alumnos por aula a 60 en todo el centro, a la vez que iban desapareciendo todos los lugares de ocio, como los cines y salas de baile que había en el pueblo.
Olloniego, como la mayoría de las comarcas mineras, es el prototipo del pueblo creado en torno al pozo minero, cuyo lugar es elegido por la naturaleza, de tal manera que, si este desaparece, como es el caso, y previamente no se ha generado un nuevo tejido industrial que lo sustituya, el pueblo quedará transformado en una paraje lunar, en este caso lleno de naves y tendejones que tratando de indicarnos la creación de industrias, en realidad solo eran eso: chiringuitos levantados con las subvenciones públicas, en su mayoría procedentes de los fondos mineros, en los llamados polígonos industriales de Olloniego I y II – en la práctica totalidad son traslados de viejas hacia nuevas naves de la misma empresa, sin crear un solo empleo -, donde los carteles más comunes que se pueden ver en nuestra visita es el de “Se vende” o “Se alquila” nave industrial. A modo de ejemplo, DICAR tenía dos naves disponibles, y el Grupo Arboleya vendía por 1,4 millones de euros un conjunto formado por casi 600 metros de oficinas y 1.300 de naves industriales.
Pero a la historia también se le puede poner precio, y el ayuntamiento de Oviedo inició, allá por el año 1991, la expropiación del conjunto situado en la localidad ovetense de Olloniego, formado por el puente, la torre y el palacio de Muñiz, declarado Bien de Interés Cultural en ese mismo año 1991, saldado después de librar múltiples batallas en los tribunales, teniendo que abonar al final la cantidad de 7,5 millones de euros por la expropiación del palacio, el puente y los terrenos que lo circundan. Un precio que dista mucho del tasado por la comisión creada en el seno de la Real Academia de la Historia, cifrado en 4,41 millones de euros, cuya diferencia en torno al cuarenta por ciento correspondía a los interses de los últimos doce años, desde que el ayuntamiento había decidido renunciar a una expropiación que la propia justicia le había obligado a asumir.
Sin embargo, ni un solo euro se ha destinado por parte de la empresa estatal de Hunosa, ni mucho menos del ayuntamiento de Oviedo, para la otra historia de la minería, la verdadera historia generadora de la riqueza y el empleo de los pueblos, a la que ni siquiera se ha puesto una mínima vigilancia para que no robaran el castillete del emblemático pozo San José nº1 de Olloniego. Así como suena: En una de nuestras visitas al pozo, observamos que el castillete estaba un poco inclinado, cosa que nos extrañaba, hasta que vimos un corte realizado con un soplete sobre uno de los tornapuntas. Ese mismo día envié una carta certificada, con cinco fotos del castillete dañado, al presidente de Hunosa, Juan Ramón García Secades, haciéndole ver la necesidad de adoptar las correspondientes medidas de vigilancia y reparación del castillete para evitar males mayores, sin que a la fecha de hoy haya obtenido ninguna respuesta, hasta que transcurrido un espacio corto de tiempo, el 24 de diciembre de 2012 era robado el “tornapuntas” derecho del castillete, justamente cuando se estaba tramitando la consideración del pozo como Patrimonio Cultural por parte de la consejería de Cultura del gobierno autonómico de Asturias.
Estamos hablando de una pieza de unos siete metros de largo, con un peso de cientos de kilos, que necesita un camión grúa para ser transportada. Al final, hubo que soldarle otro trozo al castillete para que no se cayera, sin saber, a la fecha de hoy si se ha puesto vigilancia en el lugar. Nada importa, se trata de un castillete minero, no de un una iglesia, capilla o catedral. ¡¡¡Así se paga el esfuerzo de todo un pueblo minero que contribuyó como nadie a eliminar la hambruna de un país, hasta lograr colocarlo en el club de los países más industrializados del mundo!!!
ANTON SAAVEDRA