Aunque existan pruebas de que la comarca tevergana ya estuvo habitada en época de los primeros metalúrgicos – los primeros vestigios de ocupación humana hallados en Teverga, pertenecen a la etapa del neolítico, encontrándose diversas muestras tumulares en Cueiro, Santa Cristina, Sobia y el Cordal de La Mesa -, sin embargo habría que esperar a los albores del siglo XX para que de la mano de la Sociedad Minas de Teverga, constituida en 1900, se presentase un proyecto serio de explotación de los recursos hulleros y férricos del municipio.
No obstante, refiriéndonos a las primeras presencias del carbón en Teverga es obligado remontarse al año 1787 cuando el ingeniero Luis de Mevoilhon responde a los “Oficios y acuerdos de la Junta de Marina de El Ferrol”, aconsejando la explotación de minas en varios lugares de Asturias, entre ellos Quirós, cuenca que por razones geológicas irá indefectiblemente unida a Teverga, y ya en 1838 el geólogo Guillermo Schulz cita el uso de carbones de Quirós y Teverga en algunas fraguas y caleros. Poco después, a partir de 1842, la puesta en marcha de la Fábrica de Trubia fomentará una serie de iniciativas entre las cuales cabe destacar la instalación entre 1857-60 de la Compañía Chiviteau, cuyo socio e ingeniero, el belga Gabriel Heim, valoraba la existencia de 40 capas de carbón y calculaba que “un criadero de hulla inagotable por siglos” si se le dotase de un ferrocarril que él mismo trazó por Quirós hacia Castilla.
Era el año 1868 cuando quedaba creada la Cía Minas y Fundiciones de Santander y Quirós y con ella la Fábrica de Hierros y Aceros de la Bárzana – ésta empresa pasaría en 1888 a manos de Fábrica de Mieres, que explotará hierro y carbón -, y ya en 1884 comenzaría a prestar servicios el ferrocarril de Quirós con su ramal a Teverga, por cuya caja se ha habilitado la actual “Senda del Oso”. En 1890 se traza el ferrocarril al Coto Espines, y el 31 octubre de 1900 quedaba constituida en Bilbao, con un capital de 4.250.000 pesetas, la primera empresa que daba sentido a este negocio, llamada Sociedad Anónima Minas de Teverga, llegando a tener en sus mejores tiempos una plantilla de 850 trabajadores.
Así llegamos al año 1944, cuando la empresa vasca pasaría a ser propiedad de la Sociedad Anónima Hulleras e Industrias (Hullasa), constituida en Barcelona el 19 de diciembre de 1940, con un capital de 6.500.000 pesetas. La nueva sociedad catalana, tras las compra en agosto de 1943 de las concesiones San Mateo, Porvenir, Sexta, San Fructuoso, Santianes (nº 3933) y otras, iniciaba una modernización de las instalaciones, entre las que las que destacaron la profundización del pozo vertical de San Jerónimo o “Aragona” dentro de la concesión Santianes, allá por el año 1950, quedando su caldera situada a 20 metros por debajo de la 3ª planta.
Para explotar los macizos se trazaron dos transversales en dirección E-W. El primero, que arrancaba en la misma caña del pozo, atravesando las capas 5ª, 6ª y 7ª, iniciándose en esta última otro transversal que cortó el grupo de capas conocido como el paquete Caleras, dejando al descubierto más tarde el otro paquete beneficiable, llamado paquete Generalas. Asimismo, también se abrió otro transversal de transporte de unos 1400 metros de longitud desde la planta cero hasta la plaza del grupo, por el que circulaban los trenes hasta dicha plaza, continuando el trayecto desde allí con el mineral hasta el lavadero instalado en la localidad de Entrago, con un recorrido total de 2600 metros.
Este trazado, con un ancho de vía de 0,60 metros, estaba electrificado totalmente, hasta su clausura en 1963, cuando el ferrocarril minero apagaba las locomotoras de vapor que estuvieron encendidas desde los primeros años del siglo XX, para dar paso al transporte por carretera mediante camiones – la empresa de los camiones era propiedad de los mismos directivos de HULLASA que habían propiciado el achatarramiento del ferrocarril hasta lograr el cierre -, quedando atrás los viejos trenes de carbón que desde el lavadero de Entrago-Teverga llenaban las tolvas de carbón en el barrio de Quintana de Trubia, para desde allí suministrar a la industria nacional.
No obstante, antes de que la empresa vasca fuese adquirida por los catalanes, ésta iba a dejar teñida de luto a la población tevergana, cuando en la mañana del 14 de mayo de 1915, una explosión de grisú en su mina de San Andrés arrebataba la vida de seis mineros, dejando gravemente herido a otro minero. ¡Otra vez el grisú, y otra vez la culpa para los muertos!, buscando las causas, no en la falta de una ventilación capaz de enfrentarse al gas para ganarle siempre la batalla, no en la falta de registro en los frentes de arranque para detectar el peligro antes del comienzo de las tareas o antes de disparar las “pegas”, nunca achacable a la falta de medidas de seguridad por parte de la patronal: la causa del terrible accidente, una vez más, era achacable a uno de los mineros que había encendido un cigarrillo, tal como afirmaría el propio director de la empresa vasca al diario “Pueblo Astur”, el lunes 17: “las causas que originaron la catástrofe que causó la muerte de seis obreros y otro muy grave, no fueron por la explosión de un barreno, como se dijo, sino una imprudencia de algún obrero”.
Tras la negativa de la empresa HULLASA a integrarse en HUNOSA, la mina sería intervenida por el Estado en 1971, que presentaría un plan de cierre de la misma a partir de 1974, originando fuertes movilizaciones en la defensa de la explotación minera, fundamental para la vida de la comarca, no sin antes volver a llenar de luto a la población tevergana como consecuencia de otra explosión del grisú, esta vez en la Mina La Cruz de Santianes, perteneciente a Hullasa, causando la muerte de cinco mineros.
En efecto, eran las diez y media de la mañana del lunes, 26 de enero de 1948, cuando en el nivel de la capa 7ª y 8ª, en el piso 1º, de la Primera Sección, se producía nuevamente la catástrofe que segaba la vida de otros cinco jóvenes mineros, y otra vez por culpa de los trabajadores, según las versiones coincidentes entre la empresa y jefatura de minas, en esta ocasión basándola en la actuación del vigilante muerto, Evaristo Alvarez Alvarez, “que dejaba bastante que desear en el cumplimiento de sus funciones. Posiblemente, al considerar que circulaba poco aire por el paso estrecho del pozo que conduce a la capa 6ª, llevaba varios días encendiendo un estopín para controlar con el humo la velocidad del viento en ese estrechón”.
Resulta tan grotesco como triste el escuchar las declaraciones de alguno de los trabajadores testigos llamados por la empresa, como las del picador Luis Rodríguez Pascual, al decir que ocho días antes del accidente había visto como el vigilante fallecido “había encendido un estopín en la boca del pozo de viento que desde dicho nivel conduce a la capa 6ª, y al ver que el humo producido se desplazaba lentamente, le dije: ¿ves?, no tira el viento; destranca el pozo”, una declaración que le valió para ser ascendido a vigilante minero al poco tiempo del accidente minero. Lo dicho: “las repetidas neglicencias e imprudencias del vigilante muerto, consistentes en usar con engaño la lámpara eléctrica y no de gasolina para reconocer el grisú como tenía ordenado, el encender estopines para ver la marcha de la ventilación en vez de dejar abierto el paso y el no haber dado conocimiento a sus superiores de esta irregularidad”, según el ingeniero actuario de la Jefatura de Minas en connivencia con la dirección de la empresa y “sus” testigos, fueron las causas que produjeron la catástrofe.
Así llegamos al año 1977, cuando tendría lugar la gran movilización obrera en defensa de las minas y la comarca de Teverga, protagonizada por las Federaciones Estatales de la Minería de UGT y CC.OO. donde, después de un encierro de 76 compañeros en el interior de la mina, manifestaciones y paros generalizados en la minería asturiana, se obligaba a la presencia física del mismísimo ministro franquista de Industria, Carlos Perez del Bricio, acompañado del presidente del sindicato nacional del combustible, Noel Zapico Rodríguez, en las oficinas de aquella explotación minera que se había puesto a la venta por una peseta, siendo yo mismo, Antón Saavedra, el encargado de entregarle al ministro el documento elaborado con todas nuestras reivindicaciones.
Las sucesivas reuniones celebradas en el Ministerio y Gobierno Civil de Asturias, con la garantía en la supervivencia de la mina, hicieron que los compañeros encerrados abandonaran su encierro el domingo, 7 de febrero de 1977, al grito de “mineros unidos, jamás serán vencidos”, reincorporándose a sus puestos de trabajo los 300 trabajadores de una empresa que pasaría a ser tutelada por el ministerio de Hacienda, haciéndose cargo de la producción y dirección de la misma Hunosa, hasta que las minas fueron entregadas en 1987 al tristemente famoso “empresario” minero Victorino Alonso, que las cerraría en 1995, después de un acuerdo glorioso con sus pandilleros somáticos y cocosos.
De repente, con la entrega de las minas teverganas a Victorino Alonso, comenzaron milagrosamente a obtener beneficios desde el primer día de la gestión, pero lo más sorprendente era que, con más de la mitad de la plantilla en el paro y sin haber invertido una sola peseta de los ¡¡¡DOS MIL MILLONES!!! que tan generosamente había recibido de la Administración felipista del PSOE para modernizar las instalaciones, “extraía” el total de la producción que le había asignado el Gobierno. ¿Cómo era posible que la explotación minera tevergana se transformase, de la noche a la mañana, en el negocio más rentable de la economía española?
El modus operandi consistía en trasladar en camiones el carbón importado desde la zona portuaria hasta una explanada que tenía el tal Victorino en el pueblo gijonés de Pinzales, donde también se llevaba el carbón extraído en Teverga, Minas de Ventana y otras cortas a cielo abierto de la zona, al margen de los camiones con residuos de lavadero y escombrera que también basculaban allí, para proceder a mezclarlo y colocarlo estratégicamente en la caja del camión que descargaría en térmica un 60 por ciento de carbón y otro 40 por ciento de tierra, de tal manera que con una tonelada de carbón sudafricano y colombiano, adquirida por aquel entonces al precio de 4.000 pesetas, se sacaban casi dos toneladas y media vendidas al precio de 16.000 pesetas cada tonelada, siendo abonada la diferencia de 4.000 a las 16.000 pesetas por el Estado.
Al respecto, nada mejor que recoger la literalidad de la intervención de Antón Saavedra en el parlamento asturiano (Diario de Sesiones/P, número 21, de 20 noviembre de 1.991), sobre las actuaciones de HULLASA que conducirían al cierre de sus explotaciones, para que cada uno pueda juzgar si, de verdad, estábamos ante un empresario creador de riqueza y empleo o estábamos ante un auténtico ganster que, en los momentos precisos, también tenía sus “sicarios” para disparar contra los mineros que reivindicaban sus derechos, su mina de carbón, su comarca minera, caso concreto de nuestro compañero MANUEL ISAAC ALVAREZ GARCIA, que fue asesinado por los tiros de la pistola disparada por uno de esos sicarios – Francisco Álvarez Álvarez – de Victorino Alonso, el día 30 de junio de 1992, en la plaza del Pozo San Jerónimo en Santianes de Teverga: “la verdad, señor Consejero de Industria, don Víctor Zapico Zapico, es que no me esperaba otra respuesta distinta a la que ofreció ante esta Cámara, porque sus contestaciones en absoluto se ajustan, a las preguntas concretísimas que le he hecho. Usted, don Víctor, ha tratado de justificar unas inversiones procedentes del erario público, sin cuantificar cada una de ellas, después de hablar de unas subvenciones en torno a los ¡¡¡DOS MIL MILLONES DE PESETAS !!! que no se ajustan a la realidad, ya que están en una clara contradicción las subvenciones recibidas por parte de la administración con las inversiones que realmente están realizadas en la mina de HULLASA(…)Yo mismo le puedo facilitar los documentos y cada una de las facturas que demuestran el destino de los dos mil millones de pesetas, entre ellos la fortaleza-vivienda de Victorino Alonso en la localidad leonesa de Trobajo del Camino, ejecutados por la entidad mercantil ‘DOMINGO CUETO ACEVEDO CONTRATAS Y EXCAVACIONES DE CASTILLA Y LEON S.A.’, a la vez que le anuncio la presentación de una DENUNCIA ante la Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia de Asturias por presuntos delitos contra la Hacienda Pública y malversación de fondos (…) Aquí, en el Pozo San Jerónimo de HULLASA en Teverga mantuvimos un encierro de 17 días en el interior del mismo, hasta que, después de una larga y dura lucha obrera, hizo acto de presencia en la mina el mismísimo ministro de industria franquista, Pérez del Bricio, para garantizar la continuación de la mina administrada por Hacienda, hasta que llegó Victorino Alonso a ponerle el candado en el año 1.992, después de ROBAR 2.000 millones procedentes del ‘cajón de les perres’ de todos los españoles, en perfecta connivencia con las administraciones del PSOE, en sus niveles estatal y regional (…) Efectivamente, con fecha 1 de julio de 1.988 se llegaba en Madrid a un acuerdo entre el gobierno de Asturias y el Secretario General de la Energía – señor Maravall – , Director General de Minas y Director del Gabinete Técnico del Ministerio de Industria y Energía, por el cual, entre otros puntos, se establecía ‘un mecanismo de control interno y externo a la empresa para la correcta aplicación del Plan de Empresa presentado’ (…) Yo le pregunto: ¿ Qué ha hecho la Administración, y más concretamente la Dirección Regional de Minas, que en aquellos momentos ostentaba usted mismo ? Pues lisa y llanamente: mostrar una total ineptitud en la eficacia de la gestión encomendada o, por el contrario, una connivencia descalificable a todas luces y que usted mismo tendrá que despejar, sino aquí en los Tribunales de la Justicia. Y no se ría cínicamente, porque le aseguro que la cosa no va a parar aquí… esto va a continuar y van a salir muchas otras oscuras y negras cuestiones, como lo que está ocurriendo con los carbones de otras empresas de Asturias que le pueden llevar a usted a la cárcel… ¡no, no siga usted riéndose, porque me da usted lástima!, aunque más lástima me daría que por su connivencia y otras de su entorno, se estuviera dictando la sentencia mortal de estas explotaciones a medio plazo (…)
Y la profecía se hizo realidad: la mina se cerró, y lo mismo que ocurrió en todas las cuencas mineras, el paro y la desolación ha invadido sus tierras transformadas en auténticos parajes lunares.
Algunos pensaron que las prejubilaciones eran la solución, cuando la realidad fue que sirvieron como el instrumento desmovilizador usado por la burguesía y sus serviles pandilleros para ganar la batalla, ignorando los trabajadores que les estaban transformando en simples empresarios de sus propios hijos y nietos, cuando no de gestores para la expulsión de la tierra que les vio nacer. El caso es que los 5.000 habitantes teverganos que había en 1960 apenas llegan a los dos millares en la actualidad, y toda su economía está basado en el turismo, donde la “senda del oso”, habilitada por la antigua caja del ferrocarril minero, junto con el Parque de la Prehistoria, son dos de sus principales atractivos, por no hablar de lo que en su día fue una boyante ganadería.
ANTON SAAVEDRA