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NICOLASA, EL POZO DONDE ESTALLÓ LA CHISPA QUE ENCENDIÓ LA LUMBRE.

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Pozo Nicolasa, perteneciente a la sociedad Fábrica de Mieres en la localidad mierense de Ablaña, el año 1958

Para hablar de la minería en el valle de Ablaña, perteneciente a la parroquia de Loredo, en el concejo de Mieres, es preciso remontarse al año 1843, cuando José González Longoria, como apoderado de las Compañías “Explotadora Ovetense y Prosperidad”, registraba las minas de Nicolasa, la Olvidada, la Alta y la Ordoñera, quedando ubicada la Mina Nicolasa en las orillas del arroyo de la Oscurera del Valle, más conocido como Regueru de los Infiernos y río Nicolasa, a los cuales siempre se les consideró como un mismo arroyo.

Grupo de Mineros en la bocamina de Nicolasa, en las orillas del Regueru de los Infiernos o río Nicolasa 

Agotados los yacimientos de montaña, la empresa trataría de poner en marcha la profundización de un pozo plano con el fin de explotar las vetas de carbón del subsuelo, pero la ausencia en aquellos tiempos  de una tecnología adecuada para la extracción del agua, daría al traste con la viabilidad del proyecto, hasta que la sociedad “Fábrica de Mieres” decidía con fecha 4 de abril de 1952 iniciar la profundización del Pozo Nicolasa, finalizada cuatro años después, esto es el 13 de febrero de 1956. En una primera fase, este primer pozo vertical de sección circular, con un diámetro de seis metros, quedaría dotado con tres plantas de explotación, aunque posteriormente, a partir del año 1975, Hunosa llevaría a cabo una nueva reprofundización de otras cuatro plantas hasta alcanzar la cota actual. 

Paralelamente a la profundización del primer pozo, se profundizaría otro pozo auxiliar con un diámetro de de 4,5 metros y cinco plantas, dedicado a la extracción del carbón mediante skip, siendo contratada la obra por Fábrica de Mieres a la empresa Obras Subterráneas, S.A. 

Salvador Quintano y algunos compañeros, Lipi, Marinas, Ramón, entre otros, cuando construyeron el castillete del pozo Nicolasa 

En la actualidad, el pozo número 1 o principal alcanza una profundidad de 600 metros, de los cuales los últimos 10 metros son de caldera para la recogida del agua, y la última planta se encuentra a la cota de 267 metros bajo el nivel del mar. El pozo dispone de dos plantas – 3ª y 4ª bis – unidas con el vecino pozo Llamas, y su castillete es de acero soldado con una altura de 30,11 metros, siendo construido en la fábrica de la propia empresa. La máquina de extracción es de tambores en el pozo nº 1, con jaulas de dos pisos y capacidad para cuatro vagones, y el pozo nº 2, lleva polea Koepe con skips para extraer el carbón hasta el túnel de Sueros, situado en la 1ª planta, que lo traslada al lavadero del Batán, en Mieres, mediante una cinta transportadora. Asimismo, el pozo Nicolasa está unido al pozo Monsacro a través de las plantas 2ª y 5ª. 

Y fue allí, en el pozo Nicolasa cuando, de repente, un 7 de abril de 1962 estallaba la chispa que iba a encender la lumbre…, de tal manera que lo que había comenzado como una protesta por el cambio unilateral de turnos y por los salarios de miseria del trabajo a destajo, agravado por el despido arbitrario de siete picadores del pozo perteneciente a la sociedad de “Fábrica Mieres”, se expandió muy rápidamente por todas las explotaciones mineras de Asturias, donde  cientos de hombres silenciosos y cientos de mujeres fuertes, que se presentaban en los pozos, abiertos a pesar de la huelga, regaban con maíz, comida de gallinas, comida de esquiroles, la entrada, quedando bautizada la huelga como la “huelga del maíz”, hasta su normalización, allá por el mes de setiembre, aunque dejando un cierto regusto de victoria en unos y la sensación de continuar la lucha en otros por conseguir la liberación de los más de cuatrocientos compañeros mineros privados de libertad, en su mayoría militantes comunistas, y  no por ser delincuentes sino por luchar por unos derechos legítimos que hoy recoge la Constitución Española…  

Asamblea de trabajadores en el pozo Nicolasa de Hunosa.

En efecto, ni siquiera habían transcurrido tres meses desde la finalización de la Huelga Minera del 62 cuando en noviembre del mismo año quedaban constituida la “Oposición Sindical” para el “desarrollo de la lucha por las reivindicaciones obreras de carácter económico y la democratización de los sindicatos franquistas”, siendo sus órganos de proselitismo y encuadramiento de trabajadores y a la vez, de la acción política las Comisiones Obreras, cuyo programa preveía tres etapas para su desarrollo: En la primera, serían organizadas huelgas en las empresas con acentuado signo reivindicativo económico, en las que además de prescindir de la intervención de la Organización Sindical, se acentuaría cuanto fuera posible para desprestigiar a todas las representaciones sindicales, desde los Enlaces y Vocales de Jurados de Empresa, hasta las Juntas provinciales y supremos Mandos Nacionales. 

Antón Saavedra a la salida del pozo Nicolasa, el año 1995

La segunda etapa, estaría constituida por la organización de concentraciones y manifestaciones de obreros en la calle para plantear las reivindicaciones laborales, pero procurando presentar algunas peticiones generales atrayentes para la clase trabajadora, tales como la modificación del salario mínimo y pensiones de la seguridad social. Esta etapa sería fundamental para ir constituyendo en las fábricas y talleres agrupaciones de obreros, que se distinguirían con el nombre de “Comisiones Obreras”

La tercera etapa culminaría con la aparición en la calle de las “Comisiones Obreras”, la presentación por ellas a los distintos Organos de la Administración Pública, escritos con peticiones generales y protestas contra la Organización Sindical y las manifestaciones masivas de trabajadores, procurando asimismo ir estableciendo relaciones con organizaciones estudiantiles, grupos de descontentos y organizaciones sindicales extranjeras, opuestas al régimen de Franco. 

Cartel de la Fundación Juanin Zapico para conmemorar el 50 aniversario de las luchas mineras del 62.

Con los resultados alcanzados por las listas presentadas por la “Oposición Sindical” a las elecciones sindicales de 1.966, el Partido Comunista de España consideró que con el gran triunfo del nuevo movimiento obrero se habían logrado las metas que habían propagado en el año 1.962 para la organización de las Comisiones Obreras y su consolidación en muchísimos centros de trabajo, pero especialmente en la calle, lo que demandaba un nuevo plan de acción, de acuerdo con las nuevas circunstancias de la vida nacional y con validez para alcanzar el definitivo derrocamiento del Sindicato Vertical y del Régimen franquista, elaborado en la reunión de su Comité Central del mes de setiembre de 1.966: “… Los comunistas, que hemos apoyado consecuentemente a las Comisiones Obreras, estimamos que esta experiencia en lugar de cristalizar pugnas y divisiones, debe servir para que todos los que se sienten parte de la clase obrera, superen los obstáculos habidos hasta aquí, se unan sin resentimientos y coordinen su actividad a fin de dar al nuevo movimiento una fortaleza, un peso y un mordiente todavía mayor. Comunistas, socialistas, católicos, cenetistas, todos los trabajadores deben unirse para luchar por sus comunes intereses de clase (…) Los elegidos lo han sido para luchar, para encabezar las próximas acciones de combate de las masas trabajadoras (…) Constituye para nosotros, los comunistas, un motivo de satisfacción el hecho de que nuestra orientación sobre las Comisiones Obreras haya sido aceptada (…) La práctica ha demostrado que era una línea justa que ha llevado a nuestro Partido a obtener una gran victoria contra el franquismo y entre la clase obrera (…) Lo que era una aventura era aferrarse a los viejos moldes, pues hay que tener en cuenta que la masa obrera de hoy no ha conocido ni la U.G.T. ni a la C.N.T. y había que ir a la unidad total”. 

Corte vertical del pozo Nicolasa de Hunosa en la localidad de Ablaña.

Pero también fue allí, en el pozo Nicolasa, donde se produjo la mayor catástrofe minera en toda la historia de Hunosa (1967-2017). Otra chispa había producido una tremenda explosión de grisú en el pozo Nicolasa, causando la muerte de ¡¡¡ catorce compañeros mineros !!!, en la madrugada del jueves, 31 de agosto de 1995. 

Uno de los métodos de explotación que se venían realizando en el pozo era el conocido de “soutirage” por subniveles, el cual ya se venía utilizando en la capa 8ª desde el año 1888, con una potencia media de 3,5 metros y una pendiente de 72º. La capa, tal y como pudimos apreciar en nuestra visita a la explotación, tiene unos hastiales de pizarra fuerte, y el carbón es poco consistente con tendencia al derrabe y, al muro, lleva una vena de carbón duro y cristalino de unos 50 centímetros de potencia.  Del pozo se accede a la capa mediante recortes, realizados a nivel de planta y en dos subniveles situados entre plantas, dejando por ellos tres macizos de 30 metros de altura para el sutirado, realizándose el avance de las galerías de subniveles y niveles con minadores y mediante voladuras y scraper, transportando el carbón por transportador blindado de cadena central hasta el recorte, y de ahí al pozo en roca. 

Campo de explotación del pozo Nicolasa, donde se produjo el accidente, y situación de los mineros fallecidos.

Para el control en la seguridad de los elementos eléctricos dentro de la mina, existen unos captadores del gas metano instalados en cada uno de los frentes, tanto de sutiraje como de avance del subnivel, así como en el pozo en roca en la ventilación principal, donde también van instalados unos medidores de monóxido de carbono, acoplados de tal manera que automáticamente cortan la tensión a los equipos eléctricos situados en su área de influencia, cuando se sobrepasa el 1,5 % del gas metano, capacitados asimismo para avisar al exterior mediante señales de alarma cuando las concentraciones del grisú sobrepasan el 1,2% y el 1,5%, y cuando el dióxido de carbono excede los límites reglamentarios. 

Los mineros esperando en la plaza del pozo Nicolasa el rescate de sus compañeros muertos en el accidente ocurrido el 31 de agosto de 1995.

Los explosivos empleados son del tipo 20 SR, tanto para la pega previa al sutirado como en el avance de los niveles cuando se trabaja con el scraper, barrenando entre 6 y 8 tiros paralelos de 6 a 15 metros de longitud, teniendo que realizarse el disparo de la pega cuando el cuartel esté vacío de personal, respetando el horario habilitado al efecto, entre las 6 y las 7 horas, las 2 y las 3 horas, y entre las 22,05  y las 23,15 horas, realizándose las tareas del avance del nivel con minador en tres relevos: el primero, compuesto por dos mineros para revisión general, inyección y varios, entra a las 7,20 horas; el segundo, con cinco mineros para el avance, entra a las 15,20 horas; y el tercero, con idénticas funciones y personal que el anterior, entra a las 24,00 horas. Para el resto del personal del cuartel, los horarios de entrada son, el primero a las 5,30 horas; el segundo, a las 12,00 horas; y el tercero a las 24,00 horas, siendo los dos primeros de producción, formados por un vigilante y siete mineros; y el tercero, de puesta a cero, mantenimiento, transporte de material y barrenado, compuesto por otro vigilante y diez mineros, realizándose los trabajos en el nivel del avance mediante la “subcontrata” de la empresa SATRA, con mano de obra procedente de las minas de Ostrava y Karvina en la República Checa, y el resto del personal del cuartel por el sistema de “prima colectiva”.  

Los catorce compañeros mineros víctimas del asesino metano, aquel 31 de agosto de 1995 en el pozo Nicolasa de Hunosa.

Unos días antes del accidente, tal y como yo mismo pude comprobar en mi calidad de Presidente de la Comisión Parlamentaria para la Investigación del Accidente en el Pozo Nicolasa de Hunosa, la ventilación en el nivel 0 Este, 5ª planta, era muy deficiente, ya que no se podía eliminar la concentración de grisú, llegando incluso a suspender el trabajo en el relevo de las 14,00 horas del día 29, agravado además por la existencia del “fumo” de la pega realizada siete horas antes, y, además, durante casi todo el día 30, en dicha labor no hubo ventilación al estar parada prácticamente 24 horas para acoplar las turbinas eléctricas desde las 23,30 horas del día 30 hasta las 24,00 horas del día 31.  

La triste realidad es que yo mismo podría escribir un libro a modo de un Espasa, refiriéndome a las causas que concurrieron en la catástrofe minera del pozo Nicolasa, a la vez que señalando nombres y apellidos de sus responsables, tal y como se puede leer en los Diarios de Sesiones de la Junta General del Principado de Asturias, pero sólo me referiré a una sola cuestión, tantas veces reiterada a lo largo de mi trayectoria sindical ante los múltiples accidentes ocurridos en nuestras minas: Cuando se produce una explosión de grisú, sólo hay una causa principal y definitiva, como es la falta de una ventilación adecuada, responsabilidad exclusiva de la dirección de la empresa. Vuelvo a repetir, una vez más: El único enemigo al que teme el grisú es una ventilación efectiva, mediante ventiladores soplantes y absorbentes situados en las zonas altas de las galerías, donde se acumula el gas asesino, para extraer el grisú y ventilar la atmósfera. También, cuando sea preciso, caso concreto que nos ocupa, hay que hacer taladros en el carbón para liberar el gas metano de forma controlada – desgasificar -, antes de que los mineros comiencen a realizar sus tareas. 

Antón Saavedra esperando la jaula para bajar al lugar del accidente minero de Nicolasa, como presidente de la Comisión Parlamentaria de Investigación Minera sobre el Accidente del Pozo Nicolasa de Hunosa, el 31 de agosto de 1995.

Aunque, la dirección de la empresa afirmase que “no había ningún indicio de que fuera a producirse una catástrofe de estas características”, en línea con los informes de la propia Jefatura de Minas, encabezada por el ingeniero Actuario y actual Presidente del Gobierno Autonómico de Asturias, Javier Fernández Fernández, en el sentido de que “nunca se iba a tener la certeza absoluta de las causas exactas (…) por desgracia en este tipo de accidentes no es posible llegar a la certeza de la causa porque no hay testigos” , la cruda realidad es que la existencia de una gran bolsa de gas metano produjo la explosión que causó la muerte de 14 compañeros mineros; que en el lugar donde se encontraban trabajando los cuatro compañeros mineros subcontratados por HUNOSA a las empresas mineras de la República Checa a través de la empresa  SATRA, había una fuerte concentración de grisú y el detector de gas más próximo se encontraba a unos ocho/nueve metros del frente del carbón, evitando así las paradas de los elementos mecánicos y pérdida de tiempo en el avance – máxima preocupación de la empresa -, incrementando el aumento en la concentración de grisú; una ventilación ineficiente; un minador que producía chispas al rozar; material eléctrico en pésimas condiciones de mantenimiento y una gran cantidad de polvo de carbón depositado en la tubería de ventilación aspirante.   

Dolor y lágrimas por los hijos y maridos fallecidos en el accidente del pozo Nicolasa, el 31 de agosto de 1995

Finalmente, los tribunales atribuyeron una parte de la responsabilidad a la compañía estatal, así que lo único que está claro, es que aquello marcó un antes y un después en la seguridad de la mina, hasta el punto de que, tanto la empresa y sus compinches de la Jefatura de Minas trataron en todo momento de echar las culpas “al muerto”, las investigaciones desde varios frentes, entre ellos el Parlamento Asturiano, sirvieron para legislar al respecto, sobre todo en lo referido a la ventilación y al funcionamiento de los minadores, pariendo toda una normativa para las explotaciones por sutiraje, un método de explotación que,  habiendo comenzado a implantarse en Asturias en la década de los años 80, sin embargo nunca se había regulado. A los efectos oportunos, quedaron fijados una serie de principios reguladores del  funcionamiento del minador en avance de galería, y, desde entonces, la Instrucción Técnica ASM-51 deja establecido que la máquina debe de avanzar exclusivamente a través de la veta de carbón y nunca en roca, pero  también se produjeron otros cambios, como una intensificación de los sondeos en las capas para su desgasificación antes de realizar las tareas en las mismas. La capa octava, la más rentable del pozo, reanudaba su explotación en el año 2007 aunque con un sistema diferente, con nuevos minadores y con un mayor flujo de aire para minimizar el riesgo de explosiones.

Realizada por suscripción popular, en el interior una llama permanentemente encendida simboliza el reconocimiento a la labor penosa y arriesgada de los hombres de la mina. La obra surgió a raíz del accidente ocurrido el 31 de agosto de 1995 en el pozo Nicolasa, donde perecieron 14 mineros

Por cierto, ¿se desconocían las causas del accidente y, sin embargo, se sabían las medidas que había que adoptar para que no se volvieran  repetir estos asesinatos de mineros a manos del grisú? ¿Fue necesaria la muerte de 14 vidas humanas para evitar que se siguieran produciendo otras similares? ¿Siguen pensando desde la empresa y la administración que todo se soluciona con una placa de recuerdo en el pozo y el monolito levantado en Mieres, como homenaje a los mineros tan violentamente asesinados? 

A ver cuando los mandos técnicos de la minería son capaces de convencer a sus patronos de que la innovación tecnológica es importante para alcanzar metas de productividad aceptables, pero que son los trabajadores el factor imprescindible para lograr esa productividad, reconociendo que el recurso humano es el activo más importante de la empresa, por lo que se debe generar condiciones de trabajo saludables, ya que la prevención de riesgos es la mejor inversión que puede realizar cualquier empresa para lograr sus objetivos de producción. En las más de las veces, los patronos y sus mandos solo piensan que la seguridad involucra mayores costos fijos que el trabajo inseguro y prefieren trabajar de forma insegura para evitar los “gastos” que puedan ir en desmedro de su productividad, pero no consideran el efecto de los costos relacionados al ocurrir un accidente, ya que la mayoría de las veces los empresarios no los ven.

ANTON SAAVEDRA

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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