Cuando algunos de nosotros oíamos hablar de los “mariachi”, siempre pensábamos que se trataba del típico mexicano barrigón y con bigote que, agarrado a su guitarrón nos deleita con sus conocidas serenatas y rancheras bajo sus enormes gorros de plato. Sin embargo, desde que se implantaron las SICAV en nuestro país, allá por el año 1985, la palabra tiene un significado mucho más oscuro. Para los grandes tiburones del dinero, casos concretos de los Amancio Ortega, los Botines, las Koplowitz, los Del Pino, o los Borbones, los “mariachis” son simplemente hombres de paja o testaferros, sin ninguna capacidad de decisión, puestos únicamente para figurar como socios en sus empresas. Simples comparsas, que no pasarían de ser una simple anécdota si no fuera porque esta procesión de títeres es, pese al conocimiento y consentimiento de la mismísima Administración, la que abre la puerta para que las grandes fortunas españolas no paguen los impuestos que le corresponden pagar en su propio país como a cualquier ciudadano.
Según las estadísticas oficiales de nuestro país, cada español de los que tienen el “privilegio” de trabajar, éste lo hace ciento cuarenta y siete días al año para Hacienda, esto es más de la mitad de su vida laboral. Sin embargo, esas cifras no valen para todos, porque las grandes empresas del IBEX35 y otras pueden usar y usan España como paraíso fecal sin aportar un solo euro con el Estado mirando para otro lado cuando el dinero negro sirve para financiarnos, venga de donde venga. Al respecto, antes de adentrarnos en harina será necesario dejar perfectamente definido ¿qué carajo son las SICAV y cómo evadir impuestos mediante su uso?
Una SICAV es una Sociedad de Inversión de Capital Variable. Dicho en un lenguaje más claro, es una empresa en la cual sus dueños juntan su dinero para invertirlo todo junto, ya sea comprando acciones u otros productos financieros similares. Generalmente, los particulares cuando invierten en bolsa, tienen que pagar a Hacienda un 19% de la plusvalía obtenida, y mediante una SICAV es exactamente igual. Es decir, si una persona es partícipe y quiere recoger las plusvalías o beneficios debe declarar y pagar el 19%, como norma general, y además de eso, la SICAV deberá pagar un 1% anual del total del beneficio obtenido.
Hasta aquí todo perfecto, pero entonces ¿por qué tanta polémica? Pues porque ese 19% mediante una SICAV se puede evadir de una manera muy simple. En vez de recoger el beneficio y meterlo en nuestra cuenta bancaria como haríamos generalmente, compramos con ese dinero a nombre de nuestra SICAV lo que queramos, por ejemplo, un coche. Y así no pagaríamos ese 19% que Hacienda nos exigiría si no formáramos parte de dicha empresa. Pero por supuesto, el coche, la casa o lo que compremos, permanecerá a nombre de la empresa. Es decir, nos juntamos cien “paganinis” para unir nuestros ahorros de una manera fraternal, juntando, por ejemplo, dos millones de euros para invertir en bolsa y de esa manera solo pagaremos el 1% de los beneficios en impuestos.
Pero, situémonos en nuestro mundo real, donde la mitad de las familias no puede llegar a final de mes y mucho menos está en su mente poder ahorrar un solo euro, ese mundo real donde el paro alcanza a una de cada cuatro personas en nuestro país y donde el “paganini” no tiene ni idea de que puede juntarse con otros noventa y nueve “paganinis” y, juntos de la mano, invertir en bolsa sin pagar apenas impuestos. De esa manera, en ese mundo real, el de las desigualdades, el de la información privilegiada, el de “hecha la ley, hecha la trampa”, el de los trileros, nos encontramos con que 3.400 SICAV acumulan más de 27.000 millones de euros en patrimonio, que supone la mitad de la capacidad de ahorro en nuestro país. Dicho de otra manera más clara: la mitad del dinero que ahorran entre los cuarenta y seis millones de españoles, está invertido en empresas que no pagan apenas impuestos.
Pasando lista de todos estos evasores de impuestos, tan patrioteros todos ellos, nos encontramos con Amancio Ortega, dueño y fundador de la empresa textil INDITEX, con un patrimonio estimado de más de 61.000 millones de euros, entre los tres personajes más ricos del mundo según el ranking de la lista Forbes quien, tratando de lavar su sucia trayectoria empresarial, de vez en cuando nos brinda con algún que otro regalo, caso concreto del material donado recientemente a la sanidad española por valor de 320 millones de euros a través de la “Fundación Amancio Ortega” que tanta polémica ha originado en los distintos medios de comunicación. Desde luego, no seré yo quien rechazaré tal donativo. Es más, si de mí dependiera se lo agradecería al multimillonario gallego y lo pondría en manos de la Fiscalía Especial contra La Corrupción y la Criminalidad Organizada para financiar una investigación que aclarase cómo ha amasado y sigue amasando su asquerosa fortuna este sujeto a costa del sudor, las lágrimas y la sangre de los invisibles, de los olvidados, de los que dejaron de ser personas para convertirse en mano de obra. Y sólo cuando el juez juzgara, condenara y confiscara sus bienes, sólo entonces, utilizaría su sucio dinero para poner algo de remedio al mal causado.
La multinacional que controla su buque insignia, ZARA, declaró en 2015 un beneficio neto de 2.880 millones de euros, pero no todo es oro lo que reluce, porque tal beneficio no es sino el resultado de unas “agresivas técnicas de ingeniería fiscal” para evitar pagar 585,72 millones de euros en impuestos. Y esta cantidad, según el estudio realizado ”Tax Shopping: explorando el negocio de elusión fiscal de Zara”, que firma el economista Marc Tataret, de la Universidad de Barcelona, sólo supone una estimación de la elusión fiscal legal, a diferencia de la evasión fiscal practicada por el gigante textil sirviéndose de su red de empresas en Holanda, Irlanda y Suiza, aunque el estudio en cuestión advierte de que la cifra exacta podría ser mucho más elevada. En Suiza, por ejemplo, gracias a la filial que compra a Bangladesh, Turquía o Marruecos la ropa que posteriormente comercializa a otras empresas del grupo, INDITEX evitó pagar cerca de 149 millones en impuestos, pero estos son sólo algunos de los datos del informe presentado y debatido en el Parlamento Europeo.
A lo largo de una treintena de páginas, el estudio aludido documenta algunas de las “técnicas clásicas” empleadas por la empresa matriz para eludir impuestos. En concreto, y a través de pagos en concepto de derechos de licencia (royalties) a una filial en Holanda, donde las empresas tributan a un 15%, entre 2011 y 2014 Inditex se ahorró cerca de 378 millones. En Suiza, gracias a su filial, que compra a países como Bangladesh, Turquía o Marruecos la ropa que posteriormente vende a otras empresas del grupo, y que en 2014 pagó un 7,8% de impuestos, evitó pagar cerca de 149 millones. Y en Irlanda, a través de sus filiales dedicadas a actividades financieras como los préstamos intragrupo, el gigante textil eludió el pago de 58,27 millones de euros en impuestos…
Parece claro que países como Holanda, Irlanda y Suiza ofrecen beneficios fiscales concretos al grupo INDITEX, y ello demuestra que compañías como la del “negrero” Amancio Ortega, se estructuren de forma que puedan sacar partido de los tipos impositivos más bajos y de la falta de armonización de sistemas fiscales en Europa, hasta el punto de que estas maniobras con su red de empresas holandesas habrían permitido a INDITEX ahorrarse el pago de 218 millones en impuestos en España; 76 millones en Francia; 57 en Italia; 25 en Alemania; 22 en Reino Unido y otros 20 millones en Grecia.
Otro de los aspectos que, desde mi punto de vista, resulta más condenable, es el referido a la explotación esclavista de la mano de obra infantil que practican empresas como ZARA, donde el cien por cien de su producción en Asia, por ejemplo, procede del trabajo infantil. Así, los gigantes españoles de la distribución INDITEX, EL CORTE INGLES Y CORTEFIEL ostentan el dudoso honor de formar parte del grupo de empresas acusadas de emplear a niñas y niños en sus plantas textiles de India y Bangladesh en condiciones de esclavitud, tal como queda reflejado en el informe “FLAWED FABRICS”, con datos y análisis de varias compañías que vendían sus productos a los grandes dominadores de la moda mundial. El caso de India es significativo, ya que según la OIT de los 168 millones de niños que trabajan en el mundo, más de 5 millones y medio lo hacen en el país asiático, destacando entre sus prácticas el método “sumangali”, por el que se contrata a niñas para trabajar por periodos de entre tres y cinco años a cambio de un pequeño sueldo y el pago de la dote para costear su boda. Aparte de contar con plantillas integradas por mano de obra infantil en condiciones de esclavitud, los salarios son nimios, oscilando entre los 20 y los 60 euros de media mensual. Además, el informe denunciaba que de los 151 trabajadores a los que entrevistaron, solo 20 había firmado un contrato laboral.
EL CORTE INGLÉS fue una de las multinacionales que contrataban con empresas que operaban en la macrofactoría de RANA PLAZA (Bangladesh) cuyo derrumbe ocurrido el 23 de abril de 2013 causó 1.132 muertes, pero también BERSHKA , filial del grupo INDITEX, era otra de las marcas que aparecía relacionada en el “derrumbe”, aunque el ZAR gallego, Amancio Ortega, lo haya negado con su característico cinismo. Es precisamente el sistema de subcontratas el que permite a las grandes marcas eludir su responsabilidad cuando se cometen abusos, al contratar a empresas que a su vez hacen lo propio con otras pero con un menor control, dando espacio a las malas condiciones laborales. De este modo evitan cualquier implicación directa con las empresas que se saltan la legislación internacional, dejando la cadena de responsabilidad diluida. Actualmente, según la propia web de INDITEX, el número de trabajadores en plantilla, incluyendo subcontratas, asciende a 6.473 en España, frente a los 79.102 de India.
Pero, estas prácticas de explotación esclava de mano de obra infantil que han hecho de ZARA un ejemplo de pujanza y éxito comercial, no es exclusiva de los países asiáticos, ya que parecidas o idénticas prácticas de esclavitud se extienden por otras zonas del planeta, como Brasil o Argentina, por ejemplo, donde ZARA ha sido condenada por sus métodos de trabajo con mano de obra esclava, usando para ello una trama compleja: ZARA contrata a una empresa, que en realidad es una pantalla y subcontrata, a su vez, a un taller donde las condiciones de higiene y seguridad no existen, donde se trabaja hasta 12 y 14 horas diarias, donde muchos trabajadores duermen allí mismo, donde esos trabajadores provienen de las zonas más deprimidas de Argentina o de países vecinos como Bolivia, donde incluso se les retiene el sueldo con la excusa de que les será entregado cuando regresen a sus lugares de origen, por lo que la excusa permanente de que ZARA no es responsable directa de las condiciones de los trabajadores de las compañías a las que subcontrata suena a insulto a la inteligencia.
No, en absoluto se trata de casos aislado. Según el Gobierno brasileño, “más de 33 talleres subcontratados por la firma gallega ZARA fueron detectados con trabajadores inmigrantes ilegales, trabajando en condiciones de total insalubridad y salarios de miseria”, hasta el extremo de que la mismísima auditora fiscal de Ministerio de Trabajo del gobierno brasileño llegó a afirmar publicamente al diario “O Globo” que la mayoría de los inmigrantes bolivianos y peruanos liberados en los talleres clandestinos donde ZARA elabora sus prendas no tenían documentos, habían sido introducidos clandestinamente en Brasil por redes de tráfico de seres humanos y trabajaban en unas condiciones “terribles”. Su jornada laboral era de hasta 16 horas diarias, hacinados con menores de edad en un espacio minúsculo que servía a la vez de taller y vivienda, con un solo cuarto de baño sucio y sin agua caliente, “y todo para ganar 200 o 300 reales y estar endeudados con las mafias. La situación era muy, muy grave”.
Y aquí, nuevamente el grupo INDITEX volvía a insultar a la inteligencia responsabilizando a la firma AHA, uno de sus 50 proveedores en Brasil, de haber subcontratado de forma “no autorizada” la fabricación de prendas de ZARA en los talleres textiles clandestinos descubiertos por las autoridades de aquel país, aunque los inspectores del Ministerio de Trabajo rechazaban contundentemente los peregrinos argumentos de la multinacional gallega:”Si nosotros podemos rastrear la cadena de producción, INDITEX también puede hacerlo. Y si INDITEX es capaz de controlar la calidad de sus productos durante todo el proceso de producción, ¿por qué no hace lo mismo con la mano de obra que emplea?”.
Pero también en España, el magnate textil Amancio Ortega ha sido condenado judicialmente por sus prácticas abusivas contra los trabajadores de sus empresas. Así, el juzgado de lo Social número 4 de Sevilla condenaba recientemente a la cadena de tiendas ZARA por obligar a sus empleadas a firmar un contrato en el que se comprometen a trabajar los domingos y festivos que la empresa “considere oportuno”, al afirmar que tal práctica es “contraria a los derechos constitucionales de libertad sindical y de negociación colectiva” porque la empresa “impone condiciones colectivas de trabajo no fijadas en una norma colectiva negociada”. Según la sentencia, la empresa, que posee diez centros de trabajo en Sevilla, impone en todos los contratos que sus empleados acepten trabajar domingos y días festivos y “condiciona la firma del contrato a la aceptación de tal cláusula”.
Volviendo al inicio del artículo, refiriéndonos a las SICAV, también el propietario de ZARA, Amancio Ortega, dejó sin pagar 33 millones de euros del impuesto de patrimonio entre 2001 y 2003, una cantidad que se corresponde a una de las ventas de acciones de INDITEX por valor de 1.300 millones que luego fue invertida en Sociedades de Inversión Inmobiliaria de Capital Variable (SICAV). Según los asesores de Ortega éste había puesto las sociedades de inversión a nombre de otras sociedades familiares dedicadas al negocio inmobiliario, puesto que la normativa del impuesto de patrimonio dejaba las participaciones en empresas familiares exentas de tributación, de tal manera que, tras pasar por el Tribunal Económico Administrativo de Galicia y por el Tribunal Superior gallego, el Tribunal Supremo desestimaba el último recurso posible que le quedaba a Amancio Ortega, por lo que tuvo que abonar esos 33 millones de euros.
A la vista de estas y otras actuaciones “empresariales”, tan conocidas como ocultadas por sus propios medios de comunicación a través de sus secuaces y reconocidos voceros como los impresentables energúmenos Carlos Herrera, Alfonso Rojo, Inda, Marguenda o la mismísima “sicavera” Ana Rosa Quintana, no hace falta una profunda investigación para comprobar que las principales fortunas del país guardan su dinero en las SICAV españolas. Es más que evidente. Pero cualquiera que quiera acceder a semejante chollo tiene que cumplir dos requisitos fundamentales: tener un capital mínimo de 2,4 millones de euros y un buen puñado de socios. El dinero no es problema. Los 600 altos ejecutivos del IBEX35 cobran una media de 900.000 euros al año. El problema radica en encontrar a los 99 “gilipollas” encabezados por sujetos como el Carlos Herrera para formar su SICAV.
Llegados a este punto nos surge la pregunta más lógica: ¿De dónde coño saco yo toda esa cantidad de “gilipollas”? ¿Cómo consiguen los grandes capitales convencer a tantos socios? ¿Hay guitarrón para tanto “mariachi”? Pues, muy sencillo: Nos presentamos en el banco donde queremos abrir la SICAV, poniendo el fajo del dinero encima de la mesa del director, lo que representa un suculento bocado para el banco, mínimo de 2,4 millones de euros, pero faltan los noventa y nueve “mariachis” y la entidad bancaria pone un trato: no te preocupes que yo te busco a los inversores que te faltan y bla, bla, bla, cabecina y saqueo a las arcas de la Hacienda española…
En fin, ahora que se proponen tantas “cadenas” por las redes sociales para lavar la sucia cara de un negrero explotador de mano de obra infantil como Amancio Ortega ¿Por qué no hacemos un cadenón para evitar que nos sigan robando y recortando nuestras conquistas sociales, entre las que se encuentra nuestra SANIDAD? Para seguir mendigando por cosas tan sensibles como el cáncer, siempre nos quedará el recurso francomonárquico de la “banderita”, ¿os acordáis? pero ¡ojo! no vaya a ser que ese cadenón en la calle sea reprimido, una vez más, por las policías que pagamos con nuestros impuestos para que nos den hostias y toletazos por denunciar las atrocidades cometidas contra el pueblo por sus amos, los capitalistas .
ANTON SAAVEDRA