En efecto, durante casi cuarenta años España había vivido bajo una férrea dictadura franquista que, entre otras cosas, tenía como objetivo principal la aniquilación de lo que era una auténtica fortaleza del movimiento obrero en su lucha por lograr unas mejores condiciones de trabajo y de vida y, sobre todo, por conquistar la libertad y la democracia secuestradas por el golpe fascista contra el gobierno legítimo de la II República de España. No era suficiente declarar a las organizaciones obreras fuera de la ley, de acuerdo con el Decreto Ley de 13 de setiembre de 1936, sino que era necesario liquidar físicamente a toda una generación de dirigentes obreros y políticos, de tal manera que todos aquellos y aquellas que de cualquier manera habían apoyado al gobierno republicano podían ser condenados a 12 años de prisión, a muerte, siempre a discreción de los tribunales, por rebelión militar, o adhesión, auxilio, inducción, excitación y apología de la misma, siendo condenados a muerte los que habían destacado como dirigentes en los partidos y sindicatos.
Eran maquis, guerrilleros antifascistas de resistencia, dispuestos a defender sus ideales allá donde fuera preciso el uso de las armas. Pero su existencia, clave en la lucha contra el régimen franquista, deja ver nexos de unión determinantes con un sector clave en el sector productivo de entonces, la minería.
Así, desde finales de 1937 Asturias, como el resto del país, quedaba sumergida en una negra noche, en la que empezaría a aparecer una temblorosa luz en los finales de la década de los años cincuenta y principios de los sesenta, gracias, sobre todo, a las luchas de los mineros. La huelga de Mina La Camocha en el año 1958 – lugar y fecha donde nació la primera Comisión Obrera -, ponía en pie a la minería asturiana con una larga huelga que se extendería por toda la cuenca minera, pero sería el año 1962 cuando Asturias protagonizaría una de las huelgas más importante contra el franquismo, tal y como ha quedado relatado en otro capítulo de este libro, iniciándose el 7 de abril en el Pozo Nicolasa de Mieres – único pozo superviviente en Asturias a día de hoy – que terminaría paralizando toda la cuenca minera, extendiéndose por zonas de Euskadi, Cataluña, Madrid, Valencia, León y Galicia, llegando a asustar de tal manera al régimen franquista que, con fecha 4 de mayo decretaba el Estado de Excepción en Asturias, Vizcaya y Guipúzcoa, a la vez que decretaba la suspensión del artículo 14 en todo el estado por dos años, un artículo que se refería a la libertad de residencia donde la policía podía deportar y confinar a cualquier ciudadano o ciudadana.
La ilegal paralización del trabajo en determinadas minas de carbón y otras empresas, impone la necesidad de salvaguardar dentro de la Ley, el interés general; por lo que debe el Gobierno aplicar las previsiones de los artículos treinta y cinco del Fuero de los Españoles Orden Público (…) Quedan en suspenso, en las provincias de Asturias, Vizcaya y Guipúzcoa, durante el plazo de tres meses, contados desde la entrada en vigor del presente Decreto-ley, los artículos doce al dieciséis y dieciocho del Fuero de los Españoles, promulgado el diecisiete de julio de mil novecientos cuarenta y cinco (…) FRANCISCO FRANCO.
Es decir, la represión que la dictadura había puesto en marcha desde el inicio de aquella negra noche fue ejercitada de una manera constante, salvaje y cruenta a base de miles de detenciones, despidos, destierros, torturas y encarcelamientos de los trabajadores y sus familias. Pero, a pesar de todo, el movimiento obrero, descabezado de sus dirigentes sindicales y políticos, consiguió mantener viva la llama de la rebeldía. No obstante, hubo que esperar a mediados de los años setenta para que esa luz se convirtiera en la antorcha que lograra acabar con la dictadura para dar paso a la democracia.Después de esta victoria, los mineros del carbón formaron parte activa en la lucha antifranquista contribuyendo con varias semanas de paros a la oleada de huelgas de 1976 que finalmente liquidaría la dictadura. Se podría decir que estos años son el final de un largo ciclo de luchas ofensivas, que combinaban a menudo lo laboral con lo político.
A partir de los años 80, especialmente a partir de la integración de nuestro país en la Comunidad Económica Europea, nuestros carbones, el carbón del Estado español, comenzaría una serie de ajustes sucesivos como consecuencia de la nueva ofensiva neoliberal, ejercida en España por el gobierno felipista del PSOE, y de la competencia de los mercados internacionales con mano de obra más barata en otros países que extraían el llamado “carbón de sangre”.
Si a ello sumamos la progresiva burocratización de los llamados sindicatos mayoritarios – SOMA-FIA-UGT y CC.OO. -, cuyas direcciones, en los momentos más decisivos más importantes de la lucha, apostaron más por la negociación que por la movilización, ello abriría un periodo de luchas defensivas que han durado hasta el día de hoy, con dos elementos comunes: el cierre de las explotaciones mineras y el fracaso en la diversificación de la economía de las cuencas mineras.
Siendo verdad que durante el periodo contemplado fueron convocadas bastantes huelgas en el sector carbonero, no es menos cierto que todas acabaron con la firma de acuerdos insuficientes, con prejubilaciones, recolocaciones y promesas no cumplidas de reconversión que han dejado unas comarcas sin futuro a la vista.
Refiriéndonos a la empresa pública de HUNOSA, ésta tenía en los finales de siglo cerca de 28.000 trabajadores y hoy apenas llega a los 500 mineros. El resto de la minería española del carbón sufrió las mismas consecuencias por el “efecto dominó” de Hunosa. Es decir, se compró la paz social a cuenta de unas prejubilaciones desmovilizadoras para los mineros, en unas condiciones óptimas para ellos, pero sin pensar en ningún momento lo que se avecinaba para sus hijos e hijas y para las cuencas mineras, con un paro juvenil altísimo y un despoblamiento vertiginoso que están resultando demoledoras para la región asturiana, de tal manera que ya nadie habla de la reindustrialización, aquel mantra de los gobiernos autonómicos, ayuntamientos y sindicatos que se esfumó con los fondos mineros, una millonaria liquidación por el cierre de la minería asturiana, cuando Francisco Álvarez-Cascos era el vicepresidente del gobierno de Aznar y el virrey del PSOE en Asturias era el somático José Ángel Fernández Villa.
El actual Campus universitario surge como iniciativa de los sindicatos mineros asturianos, dentro de las obras financiadas con los llamados «fondos mineros». Para el primer edificio, denominado Edificio Científico-Tecnológico, se seleccionaron los terrenos de las instalaciones de exterior del Pozo Barredo, dentro del casco urbano de Mieres. Este pozo, que había pertenecido a HUNOSA, había finalizado su actividad productiva en el año 1995.
Aquellos fondos mineros se fueron al fondo del pozo del despilfarro y la corrupción. No contemplaban el apoyo a iniciativas propias, en pequeñas y medianas empresas, en un territorio con más de un siglo de tradición industrial y mano de obra cualificada, para poner en marcha un tejido industrial dinámico como el del País Vasco. El Gobierno asturiano, los sindicatos mineros y los ayuntamientos, que gestionaron aquellos fondos, los destinaron a enriquecer a pícaros que montaron empresas fantasmas solo para cobrar las subvenciones: coge el dinero y corre. También a polideportivos, boleras y obras absurdas y megalómanas, como una autopista al pequeño concejo de Bimenes que no tiene tráfico, una Universidad en Mieres que no tiene alumnado, varios museos repartidos por el territorio asturiano que nunca llegaron a abrir sus puertas, o el macrogeriátrico del Montepío Minero por valor de 31 millones de euros, buena parte de los mismos desviados presuntamente a los bolsillos de Fernández Villa y su lugarteniente José Antonio Postigo, dos de los principales imputados en la “OPERACIÓN HULLA”, próxima a ser juzgada en los Tribunales de Justicia.
El virrey del PSOE asturiano, José Ángel Fernández Villa, ejerció como un consumado encendedor de barricadas en presencia de los medios televisivos y demás que él mismo controlaba a través de sus esbirros mediáticos de “a tanto la línea” o a “tanto el puesto de trabajo” …
En efecto, los mineros siempre fueron en todo el mundo la vanguardia del movimiento obrero y la revolución, por eso colocaron al pueblo asturiano en el mapa de la historia con la Comuna de 1934, con aquellas huelgas del 62 que hicieron tambalearse al franquismo y con las huelgas del año 70. Así llegamos a la huelga minera del año 2012, siendo el detonante el anuncio por parte del gobierno del Partido Popular de una reducción drástica de las partidas destinadas a la minería en España, pues se planteaba un recorte que suponía pasar de 703 a 253 millones de euros, esto es un recorte del 64 por ciento. Este recorte suponía una vulneración del Plan de la Minería del Carbón y la ley de Presupuestos, y ante este panorama los principales sindicatos del sector minero, el SOMA-FITAG-UGT y CC. OO., tras declararse rotas las negociaciones el 17 de mayo de 2012 con la patronal minera – Carbunión -, convocaron una serie de paros en todo el sector minero del Estado español, anunciados para los días 23, 24, 30 y una huelga general en todas las comarcas españolas para el 31 de mayo como apoyo del sector en una gran manifestación del sector en la capital de España.
Dentro de estas acciones de lucha programadas entre los dos sindicatos de SOMAFITAG-UGT y CC.OO. en la noche del 28 de mayo y sin que se hubiese establecido previamente ningún pacto entre los sindicatos, cinco trabajadores del Pozo Candín iniciaban un encierro en el interior del pozo, tal y como habían hecho días antes varios mineros en Santa Cruz del Sil en León de la mano del propio empresario a la vez que presidente de la patronal Carbunión, Vitorino Alonso. Otro encierro de siete mineros tendría lugar en el Pozo Santiago de la localidad allerana de Caborana – cinco del SOMAFITAG-UGT y dos de CC.OO. –, aunque estos dos últimos abandonarían a las pocas horas de iniciarse el encierro por haberlo decidido su propio sindicato. Paralelamente, un grupo de mineros llevaban a cabo todo tipo de acciones con la colocación de barricadas en diversas carreteras asturianas, autovías y carreteras nacionales produciéndose durísimos enfrentamientos con las fuerzas antidisturbios de la guardia civil y policía nacional, que se saldó con la detención de varios mineros y muchos heridos entre los trabajadores y fuerzas del orden público.
Decenas de mujeres de mineros que estaban acreditadas para asistir como invitadas al debate de Presupuestos Generales del Estado en el Senado han sido desalojadas de la sala de plenos tras proferir cánticos en defensa de la minería y en contra de los recortes a las ayudas al carbón. El incidente se ha producido después de que el Pleno de la Cámara Alta votara una de las siete enmiendas de rechazo a estos recortes que ha presentado el Grupo Socialista y que ha sido rechazada con los votos del PP, que tiene mayoría absoluta.
Después del fracaso en las reuniones mantenidas por los sindicatos con el gobierno en torno al Plan de Carbón se decide convertir la huelga en indefinida, donde los cortes de carretera, las barricadas y las manifestaciones pasaron a ser el pan de cada día de unos trabajadores que se embarcaban en un conflicto que se prolongaría hasta el mes de agosto, destacando durante todo este periodo de lucha la organización de un grupo de mujeres que se hicieron llamar “Las mujeres del carbón”, integrado principalmente por mujeres esposas, hijas, hermanas y madres de los mineros principalmente, que tendrían como principal objetivo la reivindicación al gobierno sobre la reconsideración de su decisión en el recorte de las partidas destinadas al sector minero bajo el lema de que “Que se cumpla lo pactado”, organizando todo un programa de actividades en apoyo de los mineros en huelga, con manifestaciones y protestas en diferentes instituciones como el Senado, parlamento autonómico y ayuntamientos.
La Guardia Civil ha detenido al menos a once mineros por enfrentarse con los agentes en diversos puntos de Asturias. Por una parte, diez personas fueron arrestadas tras colocar una barricada en Bendición, en el municipio asturiano de Siero, en el marco de las movilizaciones de la huelga de la minería del carbón
Así se llegó a la fecha del 15 de junio cuando en las inmediaciones del pozo Sotón de Sotrondio se produce uno de los enfrentamientos más duros y graves de todo el conflicto entre los mineros y las fuerzas policiales, de tal manera que a las siete de la mañana se habían cortado varios tramos de carretera que empujaron a los antidisturbios a acudir a los lugares de las barricadas para desmontarlas, siendo recibidos por los mineros con petardos, voladores y todos tipo de proyectiles contra los uniformados, con un balance final de varios heridos de ellos, además de uno de los fotógrafos, al que una pelota de goma disparada por los antidisturbios alcanzaba en su pecho. El enfrentamiento fue muy duro y se prolongó durante más de tres horas, incluido el corte del tráfico ferroviario entre Asturias y León, hasta que los antidisturbios lograron acabar con las barricadas. No obstante, aquello supuso el envío de nuevas dotaciones de antidisturbios a Asturias por orden del Ministerio del Interior, y ese mismo día, CC. OO. convocaba a los huelguistas a una manifestación que recorría las calles de Oviedo, siendo el SOMAFIA-UGT quien convocaba al día siguiente dos marchas a pie, una entre Barredos y el pozo Candín de Langreo, y otra entre Mieres y el Pozo Santiago, del concejo de Aller, donde se mantenían los encierros, logrando convocar a miles de personas, pero dejando en evidencia la ruptura de las relaciones entre los dos sindicatos mayoritarios que, por no ponerse de acuerdo, no se pusieron ni en el color de las camisetas que se lucieron en todas las acciones del conflicto, al vestir de negro los “cocosos” y de verde los “somáticos”.
El fotógrafo de La Nueva España, José Ramón Silveira, herido por un pelotazo de la guardia civil en los enfrentamientos entre los mineros y la guardia en las inmediaciones del Pozo Sotón, el 15 de junio de 2012.
No obstante, aquel enfrentamiento sindical no fue obstáculo para convocar una huelga general de la minería en las cuencas mineras españolas para el 18 de junio, con un alto seguimiento del comercio y los servicios de las cuencas mineras en señal de apoyo a la huelga, concluyendo la misma con una multitudinaria manifestación entre las localidades de La Felguera y Sama de Langreo, donde el sindicalista José Ángel Fernández Villa aprovechaba para anunciar una marcha a pie de los mineros de toda España a Madrid que finalizaría con una gran concentración en la capital, quedando fijada la misma para el 22 de junio bajo el nombre de “Marcha Negra”.
Los mineros de la Marcha Negra han llegado en torno a las dos de la madrugada a la madrileña Puerta del Sol arropados por el calor popular de miles de personas que les han recibido con aplausos, vítores y cánticos. De esta forma, han puesto fin a una caminata de cerca de 500 kilómetros que iniciaron hace 19 días en protesta por los recortes del Gobierno al sector del carbón.
De esa manera, tal y como se había previsto, más de 200 mineros comenzaban la marcha a Madrid en columnas organizadas desde los tres puntos emblemáticos de Bembibre y Villablino en León, con 120 mineros; Mieres de Asturias, con 80; y Andorra de Teruel, con 40, llegando a Madrid el día 11 de julio, desafiando al intenso calor durante los casi 500 kilómetros recorridos para exigir la continuidad de las ayudas al sector, que el gobierno del PP había reducido en un 64 por ciento, aunque sería mucho más grande el calor recibido por parte del pueblo madrileño que se volcaría de manera multitudinaria en su recibimiento nocturno del 14 de junio, o el de miles y miles de compañeras y compañeros que nos desplazamos al día siguiente en autocares desde todos los rincones mineros de España para aplaudir y vitorear la gesta de los compañeros mineros en su llegada a Madrid.
A su regreso de Madrid, el grado de las movilizaciones había comenzado a descender, debido entre otras cuestiones al incremento de los efectivos de las fuerzas del orden que copan las cuencas mineras, tal como si tratase de un asedio militar, pero, sobre todo al cansancio, la desesperación y una cierta sensación de engaño a los mineros, que no ven una salida clara al conflicto, sin olvidar del daño que estaba ocasionando la ruptura de la unidad sindical entre CC.OO. y SOMAFITAG-UGT. Si a ello se añade el nuevo fracaso en las negociaciones entre los sindicatos y el gobierno que hacen repensar a las élites sindicales una pronta salida antes de que el conflicto se les vaya definitivamente de su control, estos deciden la vuelta al trabajo al llegar a la conclusión de que no va a ver una solución a corto plazo después de 65 días de una huelga que no había logrado la consecución de sus objetivos, salvo que estos no fueran otros que seguir con la operación de poner fin a la minería con la condena de muerte para las comarcas mineras, tal y como estaba decidido desde febrero de 1983, siendo presidente del gobierno Felipe González y, lo más grave, la muerte del movimiento obrero minero, tal y como ha quedado demostrado, cuando las consecuencias del duro conflicto, tales como los juicios contra los luchadores mineros, las multas millonarias o la mismísima condena a cárcel de muchos de ellos no tuvieron, ni mucho menos, una respuesta solidaria en ninguno de sus aspectos.
Es decir, de todo aquello que hacía tanto tiempo había sido una fortaleza del movimiento obrero mundial solo queda el mito, hasta el extremo de que cada vez que iban descendiendo en número, los mineros fueron también diluyendo su combatividad y su conciencia de clase. Desde luego, no es este lugar para debatir si la clase obrera sucumbió a los cantos de sirena del neoliberalismo o ante nuevos métodos de producción que acabaron con las minas y las grandes fábricas. Pero ningún sitio mejor que Asturias para observar el fenómeno. Frente a los últimos cierres de las explotaciones mineras en Asturias, la única oposición fue la de los mineros subcontratados en empresas privadas, buena parte de ellos ni siquiera mileuristas. Estos llegaron a encerrarse en el pozo Santiago, uno de los dos últimos cerrados por Hunosa, pero tuvieron que replegar armas porque la nueva aristocracia obrera del pandillerismo sindical los amenazaron y sus compañeros fijos en la empresa pública los ignoraron.
Claro que sigue siendo discutible acordar si todavía existe clase obrera. Pero, desde luego, sus históricos valores de lucha, de solidaridad y de compañerismo han desaparecido prácticamente con las minas, gracias sobre todo a gente entregada en cuerpo y alma a la burguesía para llevar a cabo operación de tal calibre, caso concreto del virrey del PSOE en Asturias que puso en juego su propia vida antes de que cerraran un solo pozo en Hunosa. Él sigue vivo, pero las explotaciones mineras y sus comarcas han sido enterradas. R.I.P.