27 de mayo
Hoy cuando se inicia el 75 día de mi arresto domiciliario, después de pegarme una ducha de agua fría y desayunar, me dispongo a ver el debate televisado de control del gobierno en el Congreso de los Diputados, donde el presidente del PP, Pablo Casado, preguntaba a Pedro Sánchez si va a derogar el Gobierno de forma íntegra la reforma laboral aprobada en 2012 por el Gobierno de Mariano Rajoy, siendo la contestación literal del presidente: “En mi debate de investidura dije que íbamos a recuperar derechos laborales y reconstruir los consensos sociales rotos con el diálogo social. Sí, vamos a recuperar los derechos arrebatados y los consensos rotos por su anterior legislación”, evitando en todo momento referirse a la derogación íntegra de la reforma laboral que pactó con Euskal Herría Bildu y UNIDAS PODEMOS a cambio de su apoyo a la quinta prórroga del estado de alarma.
Pablo Iglesias en su intervención en el parlamento explicando lo que antes era una reforma integral de la reforma laboral y ahora es un desmontaje, el 27 de mayo de 2020.
Aunque el vicepresidente Pablo Iglesias abogó por la derogación íntegra y de un plumazo, mientras que la vicepresidenta económica, Nadia Calviño, sigue considerando que es inviable y que, como mucho, habría que ir paso a paso modificando los aspectos más lesivos de la reforma, me sorprendió enormemente la manera de aplaudir enfervorizadamente la intervención de Pedro Sánchez por parte de Pablo Iglesias.
En ningún momento de la intervención de Pedro Sánchez ha conjugado el verbo derogar. Lo que ha dicho es que va a “recuperar los derechos laborales arrebatados y a reconstruir los consensos sociales rotos” con la reforma laboral aprobada por el PP. De esta forma, Sánchez incide en las explicaciones aportadas por Calviño y por la ministra portavoz, María Jesús Montero, no en las de Iglesias.
¿Ha cambiado la posición de UNIDAS PODEMOS con respecto a la reforma integral de la reforma laboral para aplaudir de aquella manera la intervención de Pedro Sánchez después de sus recientes declaraciones públicas, hechas el 21 de mayo, cuando afirmaba que “Voy a ser cristalino en esto: ‘¿Pacta sunt servanda’ (lo pactado obliga)” y “lo firmado es lo acordado, cada partido puede hacer las matizaciones que quiera”?
¿Acaso la han cambiado ese 11,25 % de los 59.201 votos emitidos sobre un censo de 526.164 personas inscritas en Podemos que participaron en la reelección como secretario general de Pablo Iglesias en la III Asamblea Ciudadana Estatal de Podemos el pasado 21 de mayo, donde no me consta que se hayan debatido ponencias de ningún tipo, salvo el incremento de los salarios de acuerdo con lo estipulado en los organismos e instituciones y la ampliación de ocho a doce los años para permanecer en los cargos?
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias con los acuerdos firmados para la derogación integra de la Reforma Laboral
Sin embargo, todo el debate ha girado en torno a lo sucedido alrededor del cese del coronel de la Guardia Civil Diego Pérez de los Cobos que huele mal, muy mal, y debería llamarse a la prudencia antes de precipitarse realizando declaraciones incendiarias. El clima de crispación, el partidismo y el poder de los sondeos electorales por encima de los informes sanitarios propicia todo lo contrario, echando más gasolina a una pira que está quemando vivo a nuestro país. Cuando me encuentro redactando mi diario de hoy estoy escuchando en la radio la dimisión del teniente general Fernando Santafé como responsable del Mando de Operaciones del Instituto Armado. Otra baja en el cuadro de mandos de la Guardia Civil que se suma a la dimisión del director adjunto operativo, general Laureano Ceño, como protesta por el cese del coronel Pérez de los Cobos que no viene sino a agravar aún más si cabe la crisis abierta por el ministerio de Interior tras cesar a este por “pérdida de confianza”.
Con los datos que tenemos hoy en día, casi todos, incluido el informe íntegramente, el primer error lo cometió el Gobierno. Una vez más, y durante la crisis sanitaria este tipo de torpezas se acumulan, la comunicación hizo aguas por todos lados. La falta de transparencia en este asunto tan sensible ha generado una hostilidad que no hacía falta ser muy inteligente de anticipar. No es de recibo que se anuncie la destitución de Pérez de los Cobos sin más explicación que una “pérdida de confianza”, por mucho que se trata de un cargo que requiere de ésta. Es preciso detallar qué ha motivado esa pérdida de confianza, y no se hizo. El bipartidismo PPSOE han convertido la pandemia en el campo de batalla donde dirimir sus litigios
No nos engañemos, lo que se está librando es una feroz lucha cainita entre las dos facciones del bipartidismo político. Las redes sociales se han inundado de biografías del coronel destituido, aunque siempre desde la parte interesada. Efectivamente, el coronel Diego Pérez de los Cobos era ya ampliamente conocido por las tareas desempeñadas en Cataluña el 1 de octubre de 2017, coincidiendo con la celebración del Referéndum convocado por el Govern de esa Comunidad.
Pero no es este el único rasgo relevante de la trayectoria vital de Pérez de los Cobos. Su biografía está repleta de páginas que no pocos considerarían cuando menos “oscuras”. Destinado en Euskadi en la década de los 90, Pérez de los Cobos fue uno de los poquísimos Guardias Civiles que fueron procesados por torturas en ese territorio del Estado. Proviene de una familia acomodada, y su padre ya integró la candidatura al Congreso por el partido falangista de “Fuerza Nueva” que dirigiera el conocido dirigente de ese grupo político, Blas Pinar. Su hermano, Francisco Pérez de los Cobos, fue magistrado del Tribunal Constitucional entre los años 2011 y 2017, y presidente del Tribunal Constitucional entre el 2014 y 2017.
Sin embargo, no se dice que Pérez de los Cobos, diplomado en Estado Mayor y antiguo número uno de la Jefatura de la Policía Judicial de la 112 Comandancia de la Guardia Civil, fue desde 2006 y durante cinco años asesor de confianza de Alfredo Pérez Rubalcaba en el Ministerio del Interior, y que en el año 2011, todavía con José Luis Rodríguez Zapatero en Moncloa, el coronel fue nombrado director del Gabinete de Coordinación y Estudios de la Secretaría de Estado de Seguridad, manteniendo el cargo cuando Mariano Rajoy llegó a la Presidencia. Un hecho no precisamente anecdótico y que demuestra su perfil de hombre de Estado más que de partido. Es decir, el hombre de confianza de Alfredo Pérez Rubalcaba que sobrevivió a ETA, al procés y a uno de esos cambios de gobierno que suelen resultar letales para los cargos de confianza, no ha podido sobrevivir a Pedro Sánchez, a Fernando Grande-Marlaska y a las investigaciones judiciales de un informe sobre las movilizaciones de la covid-19.
La jueza que lleva el caso, la magistrada Carmen Rodríguez-Medel, había encargado a este coronel una exhaustiva investigación sobre el asunto, y este no comunicó a sus superiores el encargo que le había encomendado la jueza, alegando que ésta le había “ordenado”, expresamente, que no lo hiciera. A mí, por lo menos, me causa cierto estupor el cese de este personaje cuando tan solo hace unos meses recibía felicitaciones por parte del gobierno actual en las actuaciones que libraba en Cataluña. Ahí lo dejo.

La titular del Juzgado de Instrucción número 51 de Madrid, Carmen Rodríguez-Medel, en un acto con el actual ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska