Por fin, después de 79 días de arresto domiciliario, no se ha producido ningún fallecimiento en España por la covid-19, de lo que me alegro sinceramente, deseando que siga siendo esa la noticia en los días sucesivos. Según el ministerio de Sanidad han sido notificados 35 muertos en los últimos siete días, pero la cifra global de fallecidos queda igual que el día anterior: 27.127 muertos. Los infectados por prueba de PCR en el último día han descendido respecto a ayer, con 71 nuevos casos frente a los 96 del domingo, quedando la cifra global de infectados en 239.638.
Fuente: Ministerio de Sanidad (1 de junio de 2020).
Sin embargo, hoy también ha sido un día de esos moviditos por las redes sociales con los ataques correspondientes recibidos por parte de los jenízaros partidistas de siempre porque, parece ser, que, aquí en España, hay que decir, por cojones, que, tanto el presidente, Pedro Sánchez, como el ministro de Sanidad, el filósofo catalán Salvador Illa, y el epidemiólogo político, Fernando Simón, son un trio de muchachos excelentes, porque han hecho las cosas casi rayando la perfección.
En esta ocasión, el tema de la discusión versaba sobre las cifras manipuladas que, un día sí y otro también se vienen produciendo en las estadísticas, cuando yo solo estoy usando cifras oficiales del propio ministerio y del Instituto de la Salud Carlos III (MoMo).
Por un momento, de verdad, me vino a la cabeza aquel trio de las Azores formado por Bush, Aznar y Blair que, al día de hoy, todavía siguen buscando por el desierto las armas de destrucción masiva como justificación de la guerra que promovieron en Irak.
Joder, me dije: estos individuos que me atacan por Telegram o Facebook, entre otras redes, me van a convencer de que estoy mintiendo, cuestión que me causa repugnancia a la misma altura que la hipocresía, y aunque haya personas que son muy hábiles en este “arte” y que nos pueden mantener a todos engañados de una manera verdaderamente asombrosa, estas personas suelen vender humo a cualquier precio con tal de salirse con la suya, pero la mentira y la falsedad tienen siempre fecha de vencimiento, pues necesitan de muchas circunstancias para sostenerse. Como se suele decir en el argot popular: se pilla antes a un mentiroso que a un cojo.
Hace unos días, había tenido yo otra de las moviditas acostumbradas, la mayoría de ellas suelen ser a través de las más de trescientas cuenta fake que tiene el PSOE funcionando por las distintas redes, porque a raíz de la homilía sabatina del presidente, éste se vanagloriaba de haber salvado 300.000 vidas con las actuaciones de este mismo trio ante la pandemia, contestándole yo que mejor se hubieran preocupado de “coger el toro por los cuernos” cuando ya se sabía lo que estaba ocurriendo, incluso con casos de infectados y muertos en España, y sin embargo la respuesta seguía siendo de que aquí, en España, no había problema, para rematar diciéndoles lo mismo que les digo ahora: ¿Cuantas muertes y cuantas personas contagiadas se hubieran evitado si se hubieran hecho las cosas con responsabilidad y profesionalidad?
Irene Montero, ministra de Igualdad. (Foto del periódico digital “La Última Hora” del 1 de junio de 2020)
Ahora mismo, cuando estoy escribiendo mi diario me encuentro con una información del periódico digital de Podemos “La Ultima Hora” donde Euskal Telebista y su programa “En Jake” dicen que “son ajenos a esta filtración y lamentan el daño reputacional que la difusión de esa conversación haya podido causar al Ministerio de Igualdad y a Irene Montero como ministra de Igualdad”, reservándose, dicen, “el derecho a ejercer cuantas acciones judiciales sean oportunas” a la vez que manifiestan a que “la conversación distendida que se produjo previamente a la entrevista con la ministra no fue emitida en el programa “En Jake” ni en ningún otro espacio de ETB”. Todo parece indicar que la ministra Irene Montero, había realizado a una periodista de ETB en la previa de una entrevista para el programa de actualidad política “En Jake”, cuya literalidad parte de un vídeo al que ha tenido acceso ABC y dicen que se puede ver en su página web ABC.es: ¿A qué crees que se debe la bajada de cifras, pregunta la periodista, refiriéndose a la bajada de las personas participantes en la manifestación del 8 de marzo?“Pues tía, creo que al coronavirus (…) No lo voy a decir porque no lo voy a decir”, respondió la ministra.
Por supuesto que no voy a entrar o salir en una cuestión en la que ya me he pronunciado en mis diarios sobre lo ocurrido en esos días anteriores y posteriores al 8 de marzo, pero si me hubiera ocurrido a mí, sin ser verdad, ya estaría en los juzgados. Así que ya saben cada cual lo que tienen que hacer. La televisión vasca presentar una querella con el ABC sin recurrir a esa cantinela de “me reservo de ejercer acciones judiciales”, y la ministra más de lo mismo con el periódico monárquico. De lo contrario, tendremos que convenir de que todo ha sido verdad. Por cierto, la ministra fue una de las primeras afectadas por el covid-19, junto con otras ministras y la mujer del presidente que encabezaban una pancarta en la manifestación.
Ayer, como ya es sabido, el presidente del gobierno anunció que mañana martes, 2 de junio, pedirá en el Congreso de los Diputados lo que ha dicho en su homilía que será la sexta y última prórroga y que cederá la responsabilidad de la desescalada en fase tres a la Comunidades Autónomas.
Después de pintarnos un futuro mucho más feliz que antes del covid-19 con vehículos sostenibles – calculo yo que seguirán teniendo cuatro ruedas -, un Estatuto de Trabajadores siglo XXI, prometiendo acabar con la pobreza infantil y prolongar los ERTE – sigue sin pagarse la mayor parte de ellos, dándose el caso, me comenta una directora de SEPE, que mucha oficinas siguen cerradas con largas colas de gente protestando delante de las puertas de los chiringuitos del desempleo – y, lo más sangrante, según el propio García Page, presidente del PSOE en Castilla-La Mancha, mercadeando con los vivos y con los muertos. El presidente sigue hablando de la “nueva normalidad”, pero me causa mucha gracia, cuando le escucho hablar con ese énfasis como si hubiera descubierto vida en Júpiter cuando habla de la renta mínima. El mismo énfasis que ponía cuando hablaba de su radical oposición a las “puertas giratorias” con la entrada de los ministros del PSOE, José Montilla y Pepiño Blanco, más el científico adscrito a PODEMOS, Cristóbal José Gallego, en el Consejo de Administración de ENAGÁS, con una “renta mínima” de 11.000 euros mensuales, a lo que, con el cinismo que le caracteriza, contestó en su comparecencia dominical que: “Era una decisión del Consejo de Administración y, a través de la SEPI, son los nombres que se han propuesto”.
Otra de sus mentiras acostumbradas, porque, siendo como es la SEPI el primer accionista, no puede proponer consejeros “independientes” como son oficialmente Pepiño, Montilla y Gallego. De risa, vamos. El sabe perfectamente, como también lo sabe Pablo Iglesias, que son nombramientos irregulares, porque su selección corresponde a la Comisión de Nombramientos formada a su vez por una mayoría de consejeros independientes. Es más, la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) reclama expresamente a esta comisión que se guarde de nombrar como independientes a los que sean propuestos por un accionista del peso de la SEPI, porque desvirtúa tal etiqueta. Tampoco creo que haya sido Amancio Ortega que, teniendo otro 5% de las acciones a través de Pontegadea se ha sentido bastante molesto porque le han montado una cúpula en ENAGAS un 25% mayor que en Inditex.
¿Continuando con la “nueva normalidad” yo sigo preguntándome “en qué consistirá esa nueva normalidad con el gran reajuste del sistema capitalista “? ¿Tienen, tanto el gobierno de España como el resto de los partidos políticos, salvo la charlatanería barata que usan en los parlamentos, las fuerzas que alegan querer transformar la sociedad un plan de combate alternativo?
Partiendo del panorama social y laboral que tenemos presentado a la vuelta de la esquina como consecuencia de los proyectos largamente gestados, estudiados y necesitados que ahora ha encontrado la burguesía para su aplicación a base de recortes salariales, cierres patronales, “modernización” de los puestos de trabajo – ¿alguien se acuerda de aquella “modernización” del felipismo que produjo el desmantelamiento industrial y agrario de nuestro país, dejando el futuro de España en lo que dure el sol, las playas y el turismo? -, congelación de las pensiones e implantación de la mochila austriaca, el PePP y un largo etcétera. Por eso me sigo preguntando y preguntando si aquellas fuerzas políticas y sindicales que alegan, al menos de boquilla, estar empeñadas en cambiar la sociedad disponen de algún “plan revolucionario” alternativo que sea capaz de detener la marcha arrolladora de la gran patronal.
No, vuelvo a repetir, no podemos aceptar bajo ningún concepto que el diseño de la organización y ejecución de estos planes, hayan surgido de manera repentina, de la noche a la mañana, y en el curso de estos dos meses de la covid-19. La meticulosidad y las previsiones que estos contienen indican que su planificación ha sido larga y tiene su origen en mucho tiempo atrás. Y este macabro pero coherente diseño que se preparó en los EEEUU, no es diferente al que se ha elaborado para la Europa Occidental. Al fin y al cabo, que es la UE más que un caparazón para ocultar los intereses de las multinacionales.
Ocurre que, al igual de lo que sucede en Europa y, particularmente, en España, el gran capital está utilizando la virulencia de la pandemia para poner a punto una “reestructuración” que estaba planificada, prevista y deseada desde hacía mucho tiempo, pero cuya aplicación tenía “tempos” regulables, áreas geográficas de aplicación preferentes, contingencias que pudieran presentar las variables económicas y sociopolíticas no previsibles.
Esta “oportunidad de oro” se ha presentado que ni pintiparada a las burguesías occidentales. No es esta una aventurada conjetura. ¿Quién ignoraba que la pugna en la que estaba empeñado el gran capital europeo era la de proceder a recortes, despidos, privatizaciones y cierres para de esa forma poder estar en condiciones de reducir costes de producción y competir ventajosamente en el mercado internacional sin que sus tasas de beneficios se vieran reducidas?
Desde hace más de una década, aquellos tiempos de los “brotes verdes” del Zapatero, cuando España jugaba en la Champions League de la economía – ahora hasta el bicho ha paralizado el fútbol -, la clase empresarial europea y su cohorte de Bancos, grandes Aseguradoras, Corporaciones multinacionales, etc. había asumido de manera realista la inferioridad de condiciones en la se estaba batiendo en la “guerra económica” con las potencias asiáticas emergentes, y particularmente con China.
Sin embargo, para todo este conglomerado empresarial no resultaba nada fácil imponer un corsé de hierro sobre sociedades resultantes de la postguerra, acostumbradas al relativo disfrute de sus conquistas sociales, arrancadas en duras luchas sociales y políticas desde los finales de la Segunda Guerra Mundial.
Esa es una de las razones por las que a las diferentes burguesías occidentales les ha venido ahora como “anillo al dedo” la covid-19. Y, además, esta se ha presentado con un panorama despejado. Con unos sindicatos de trabajadores ocupados por élites de un pandillerismo burocratizado y corrupto, adaptados a la “cogestión pacífica” de sus litigios laborales con las patronales y gubernamentales, en la que estas siempre resultaban invariablemente beneficiadas.
Carentes de ideología y de arraigo social, e incapacitados para la movilización social. Con unos Partidos Socialistas, Comunistas y Obreros, borrados de la faz del mapa social y político europeo, o fuertemente comprometidos y enredados con el establishment institucional. Con una extrema derecha creciente, que, ante la ausencia de alternativas políticas realmente transformadoras, los medios de comunicación son capaces de convertir en un pis pas en una presunta alternativa para una sociedad – en el caso de la española – profundamente despolitizada y desmovilizada. Lo del 15-M resulta cada vez más claro que fue una pequeña aventura de niños universitarios mimados, en muchos casos “ninis” sin oficio ni beneficio que no buscan sino hacerse profesionales de la política, aceptando el lenguaje de la lucha de frases en vez de seguir en la lucha de clases, necesaria para afrontar cualquier cambio.
Aunque resulte muy duro reconocerlo, nunca después de que en 1945 concluyera la Segunda Guerra Mundial, las burguesías occidentales dispusieron de un campo tan propicio y despejado para ganar cualquier batalla que se les pudiera presentar, y lograr imponer su dominio indiscutido e indiscutible sobre el conjunto de la sociedad.
Desde mi punto de vista, ya no hay lugar ni para el lamento ni la dilación. Lo que hay que hacer para cambiar esta desfavorable correlación de fuerzas resulta evidente: reconstruir los ejércitos sociales derrotados como consecuencia de las erróneas tácticas de sus claudicantes estados mayores, e implementar estrategias distintas a las existentes. No queda otra. Eso es lo que hay que hacer, reorganizarse contando con las fuerzas que queden, que no son pocas y tomar la calle, pero de verdad, no con una pancarta que salga en la televisión.