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EL PRESIDENTE DE GOBIERNO YA DUERME TRANQUILO

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Estamos a 19 de setiembre de 2018, cuando el presidente del Gobierno en funciones y líder del PSOE, Pedro Sánchez, afirmaba en una entrevista en la Sexta que si hubiera aceptado la coalición de gobierno que proponía el líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, eso le hubiera llevado “a no dormir tranquilo por la noche, como al 95% de los españoles”. “No dormiría tranquilo” si hubiese aceptado la coalición de Unidas Podemos y hubiera incluido a ministros “sin experiencia de gestión pública” en su gabinete.

El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, ha justificado este jueves su decisión de rechazar un Ejecutivo de coalición con Unidas Podemos, una vez la formación morada rechazó su oferta en la investidura fallida, aún a costa de abocar al país a una repetición electoral en noviembre, al subrayar la desconfianza que le provocaba incorporar a ministros de ese partido: “Yo podría ser hoy presidente del Gobierno, pero no dormiría tranquilo por las noches”. (TVE, el 19 de setiembre de 2019)

«Yo hoy podría ser presidente del Gobierno, pero en ese Gobierno de coalición el problema sería que tendría que haber aceptado que, por ejemplo, el ministro de Hacienda, de política energética o el ministro encargado de las pensiones y la Seguridad Social fuera una persona del círculo cercano y de confianza del señor Iglesias con poca experiencia política o de gestión pública», aseguraba Pedro Sánchez en la misma entrevista televisada.

Además, en su crítica a Podemos arremetió duramente contra la propuesta que decía le había hecho Iglesias en el mes de julio porque ello le llevaría a “dos gobiernos en uno y, de haberlo aceptado, hoy estaría en la primera crisis”, por las declaraciones de Ada Colau, la líder de En Comú, sobre lo que “ellos llaman presos políticos”.  Pero, tampoco sería este el único ataque que profirió Pedro Sánchez contra Pablo Iglesias para un hipotético acuerdo. El 18 de julio, en el mismo programa de la Sexta, el presidente del Gobierno en funciones vetaba la entrada de Iglesias en su Consejo de Ministros porque «no puedo gobernar con alguien como Iglesias que no defiende la democracia: yo necesito un vicepresidente del Gobierno que defienda la democracia española», afirmaba Pedro Sánchez en alusión a la defensa de Iglesias de los “presos políticos” en Cataluña, ahora condenados por sedición y malversación en el Tribunal Supremo.

En esta misma entrevista Pedro Sánchez vetaba a Pablo Iglesias por ser el «principal escollo» para un acuerdo entre socialistas y podemitas. «Necesitamos tener las ideas claras, necesitamos un gobierno cohesionado, ante una de las principales crisis de Estado que vamos a tener y no a un vicepresidente que lo único que haga sea mirar para otro lado», sentenciaba el líder del PSOE.

Con las elecciones legislativas del 28-A y la victoria del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), solo una mayoría parecía posible: desde la izquierda. Con 123 escaños sobre un total de 350, el PSOE necesitaba los 42 diputados de Unidas Podemos y el apoyo de los nacionalistas vascos o catalanes, pero el presidente en funciones, Pedro Sánchez, no lograba pactar con los que había llamado durante los últimos meses “sus socios preferentes” de Unidas Podemos, quienes habían dejado claro, desde el inicio de las conversaciones, que su objetivo era entrar en el Gobierno con ministerios relevantes.

 Aquella noche electoral, decenas de militantes del PSOE gritaban ante la sede ferraziana del PSOE: «con Rivera no», mientras Pedro Sánchez salía al estrado para celebrar su victoria haciendo oídos sordos a la consigna de la militancia, ya que, después de reunirse con su núcleo duro en la planta noble de la sede, una vez revisados los resultados electorales habían llegado a la conclusión de que un acuerdo con Ciudadanos era la única fórmula de conseguir un Gobierno con estabilidad. PSOE y Ciudadanos sumaban 180 escaños, cuatro más de lo necesario para ganar todas las batallas en el Congreso, aunque el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, había basado su campaña electoral en prometer que no pactaría un gobierno con Sánchez. Por otra parte, los resultados electorales obtenidos por el PSOE y Unidas Podemos no sumaban mayoría absoluta, requiriendo para la misma de los apoyos de nacionalistas e independentistas catalanes, que en el mes de febrero habían tumbado los Presupuestos Generales del Estado abocando a elecciones. «No son de fiar, no quiero que el Gobierno dependa de ellos», había sentenciado Pedro Sánchez.

Albert Rivera ha contestado a la presidenta del PSOE, Cristina Narbona, que «no le merece ningún respeto» un partido que ha sido capaz de negociar con los que quieren «romper» España, y ha asegurado que han sido los socialistas, y no él, quienes han roto con el constitucionalismo (La Voz de Asturias, 25 de febrero de 2019).

Tras esos comicios, Sánchez aceptó el encargo del Rey para presentarse a la investidura. «O gobierna el PSOE o gobierna el PSOE, no hay otra alternativa», dijo el 6 de junio, cuando anunció su candidatura. En esa comparecencia en Moncloa, Sánchez retiró el trato preferente a Podemos y le tendió la mano a PP y Cs para un acuerdo, a los que pidió «altura miras y enormes dosis de responsabilidad» a todos, «yo el primero». «Lo haré como lo he hecho en los últimos meses: gobernar desde los valores progresistas y con la voluntad de construir grandes consensos y dialogar con todas las fuerzas políticas dentro del marco constitucional», anunció.

El presidente en funciones había situado al mismo nivel de interlocución a PP, Ciudadanos y a Unidas Podemos, buscando un entendimiento con Rivera, la única fórmula que daría estabilidad a la legislatura. Superada una investidura gracias a un acuerdo con Podemos, que no había incluido a dirigentes morados en el Consejo de Ministros, Sánchez pretendía alcanzar grandes pactos de estado con Ciudadanos forjando una gran alianza de centro que, en el PSOE, entendían que podría interesar estratégicamente a Albert Rivera.

En su hoja de ruta, Sánchez centraría en Pablo Iglesias su negativa a pactar con Podemos un gobierno de coalición, pero Pablo Iglesias aceptó ese veto personal, y Sánchez se quedó sin coartadas. Habló con muchos dirigentes del PSOE que abogaban por cerrar el Gobierno ante la imposibilidad de pactar con Cs y se abrió a incluir a dirigentes de Podemos en el Consejo de Ministros, pero en puestos de irrelevancia en la gestión. La previsible negativa de Iglesias a esa «humillación» fue un alivio para el candidato socialista, que se vio reforzado ante los suyos en su rechazo a esa fórmula. «Ésta es mi última palabra. La oferta acaba en la investidura de julio. No habrá otra oportunidad en septiembre», advirtió a Iglesias, de tal manera que el PSOE utilizaría el mes de agosto para preparar su campaña electoral, convencido de que se repetirían los comicios.

PSOE y Ciudadanos rechazan «todo intento de convocar un referéndum» en España para «impulsar la autodeterminación de cualquier territorio» del país. Así lo aseguran en su ‘Acuerdo para un gobierno progresista reformista y de progreso’, en el que dejan claro también su «permanente e inequívoco compromiso» con «la unidad e integridad de España y la defensa del orden constitucional». Este compromiso forma parte del acuerdo firmado entre el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, y el presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, para facilitar la investidura del líder de los socialistas como presidente del Gobierno (Congreso de los Diputados, el 24 de febrero de 2016).

Transcurridos casi cinco meses de negociaciones, el 17 de septiembre por la noche el rey Felipe VI sentenciaba lo que muchos intuían desde hacía semanas en España: “no existe un candidato que cuente con los apoyos necesarios para que el Congreso de los Diputados le otorgue su confianza”. O, dicho de otro modo, el único candidato que podía aspirar a formar gobierno – el candidato del PSOE y presidente en funciones Pedro Sánchez – no consiguió pactar para formar un gobierno estable.

Es decir, se puede afirmar que hubo un antes sí. Un antes en el que Pedro Sánchez pudo haber sido presidente del Gobierno en un Congreso con la ultraderecha ya dentro, sí, pero con una escasa representación. Antes sí. Ahora no. Tras una moción de censura higiénica en la democracia española, pudo haber un gobierno de coalición con Unidas Podemos clave para frenar a la ultraderecha, que antes, al fin y al cabo, no logró sus expectativas. Ahora sí. Con 52 diputados, 28 más que el 28-A, Vox se había erigido como tercera fuerza política en España. Antes, con los resultados del 28-A, la izquierda podría haber logrado el desbloqueo haciendo política. Ahora, con los resultados del 10-N, veremos si se puede o cómo se puede.

Sin embargo, el gran perdedor de esta cita electoral ha sido, sin duda, Ciudadanos, que se ha descalabrado: de 57 escaños a 10. El partido de Albert Rivera, que no quiso negociar con el PSOE para formar gobierno, se ha desinflado sin lograr su objetivo: dar el sorpasso al PP. Incluso ERC, con 13 escaños, lo ha superado.

En efecto, el PSOE de Pedro Sánchez había vuelto a ganar las elecciones, pero sin lograr su objetivo, obteniendo 120 escaños – tres menos que el 28-A – los cuales resultaban del todo insuficientes para gobernar como indicaba su lema de “Ahora sí”, además de perder la mayoría absoluta en el Senado. «Me gustaría hacer una llamada a todos los partidos políticos porque tienen que actuar con generosidad para desbloquear la situación política en España para que haya un gobierno progresista liderado por el Partido Socialista. Nosotros actuaremos con generosidad y responsabilidad».

La repetición de elecciones, impensable en abril una vez conocidos los resultados – las izquierdas podían formar gobierno y las derechas se habían dado con un canto en los dientes -, no solo no había mejorado la situación a la hora de la gobernabilidad – las derechas tampoco sumaban con Vox – sino que daban un balón de oxígeno al PP a la vez que aupaban a la ultraderecha

Estas elecciones han servido para que la derecha se refuerce y para que tengamos una extrema derecha de las más fuertes de Europa. Se duerme peor con más de 50 diputados de la extrema derecha que con ministros y ministras de Unidas Podemos” (Pablo Iglesias, 10 de noviembre de 2019)

El PP de Pablo Casado, en segunda posición, había mejorado sus resultados con 88 diputados frente a los 66 del pasado abril, los peores de su historia. Por detrás de Vox, en cuarta posición, se mantenía Unidas Podemos, que empeoraba sus resultados: siete escaños menos que el 28-A, pasando de los 42 que tenía a los 35. «Se duerme peor con la extrema derecha que con ministros y ministras de Unidas Podemos», afirmaba Pablo Iglesias.

De repente, como si nada hubiese pasado, ahora tocaba correr un tupido velo, y los resultados del 10-N obligaban a pegar un auténtico volantazo, donde el PSOE cedía a la formación de un gobierno multicolor con Unidas Podemos, citando a Pablo Iglesias el mismo lunes por la tarde en La Moncloa, donde mantuvieron una reunión discretísima para fijar el inicio de una negociación «sin líneas rojas», de tal manera que el reparto de competencias y la redacción de contenidos arrancarían desde cero sin condiciones previas. Es decir, lo que en abril había sido una oportunidad histórica se había convertido en una necesidad histórica.

A la salida de la reunión en La Moncloa, desde el mismo coche que llevaba a Pablo Iglesias, este llamaba inmediatamente a su compañera Irene Montero para comunicarle las conclusiones de la reunión mantenida en el Palacio de la Moncloa a la vez que le trasladaba que debía de preparar un borrador de pacto de Gobierno con Adriana Lastra, basado en un acuerdo previo, con puntos básicos, materias basadas en los programas de cada partido, dejándole muy claro a Irene Montero la necesidad de mantener la máxima discreción, aunque habrá que comunicárselo al círculo de confianza de la formación y sus confluencias. Todo se hace rápidamente, de tal manera que lo que no había salido adelante durante años, ahora parecía como si se tratase de la última vuelta al circuito para ganar el mundial de la fórmula 1. Pedro y Pablo o Pablo y Pedro habían coincidido en que el texto tenía que estar preparado, como tarde, a la mañana del día siguiente y que no fuera extenso. Como mucho, un folio o un folio y pico, con predominio de materias sociales, laborales y económicas. Debía de ser una declaración de intenciones claramente progresista, de izquierda, mostrando, a la vez, que se respeta el marco legal y jurídico.

Mientras esto sucede, Pablo Iglesias convocaba telefónicamente a su círculo de confianza para mantener una reunión en su chalé de Galapagar – Pablo Echenique, Juanma del Olmo, Jone Belarra, Noelia Vera y Rafa Mayoral – a la vez que avisaba telefónicamente a las confluencias para informarles de que ha habido una reunión que ha ido bien, pero diciéndoles que se trata de un preacuerdo y requiere máxima discreción. Allí, en la reunión de Galapagar, Pablo Iglesias informa a sus invitados de que hay acuerdo con Pedro Sánchez para entrar en el Gobierno, produciéndose una mezcla de alegría y escepticismo de que pudiera ir en serio y saliera adelante, teniendo en cuenta los precedentes, aunque en esta ocasión existe un documento programático de acuerdo que deben de redactar, publicar y firmar juntos ambos partidos. Se trataba de un proyecto previo de coalición de Gobierno en toda regla que, si bien no se trataba de alcanzar los cielos, sí servía para ir pisando las moquetas del palacio.  

De esa manera, se llega al día siguiente, martes, 12 de noviembre, sin que los medios de comunicación se hubieran percatado todavía de la reunión entre Pedro y Pablo. Tanto tiempo aireando a través de los medios de comunicación las disputas entre ambas organizaciones, pero en esta ocasión el texto del acuerdo había avanzado sin ninguna filtración que pudiera haberlo distorsionado. Ese mismo día quedaba reservada por el Gobierno una sala del Congreso de los Diputados, ocasionando los típicos rumores entre los periodistas que su preguntan por lo que iban a presentar, quedando disipadas todas las preguntas cuando, por fin, Pedro y Pablo se funden en un abrazo después de firmado su acuerdo de Gobierno.

Tras el recuento electoral, socialistas y morados actuaron con rapidez: las urnas no les habían sido beneficiosas, la derecha se había reforzado y la extrema derecha doblaba su representación, mientras Ciudadanos saltaba en mil pedazos. ¿Solución? Acuerdo relámpago PSOE-UP, reculando lo que hubiese que recular. El abrazo de Sánchez e Iglesias sella ante las cámaras un pacto de necesidad. Unas nuevas elecciones no garantizarían mayores respaldos, así que Pedro y Pablo hicieron realidad aquello de si no puedes vencer a tu enemigo, únete a él (Congreso de los Diputados, 12 de noviembre de 2019)

“Hemos alcanzado un preacuerdo para conformar un Gobierno de coalición progresista, que combine la experiencia del PSOE con la valentía de Unidas Podemos, que trabaje con diálogo para afrontar la crisis territorial y por la justicia social como la mejor vacuna frente a la extrema derecha. Agradezco a Sánchez su generosidad y disposición para construir un Gobierno con nosotros. Hay que dejar atrás cualquier reproche y trabajar, codo con codo, en esta tarea histórica e ilusionante. Para nosotros, es un verdadero honor intentar mejorar la vida de nuestros compatriotas, pudiendo empezar a cumplir el objetivo para el que nacimos. Pedro sabe que puede contar con nuestra lealtad y que daremos lo mejor de nosotros mismos. Agradezco, por último, a la sociedad civil y a los colectivos sociales su trabajo en favor de la justicia social”.

A continuación toma la palabra Pedro Sánchez, en un discurso preparado por su equipo de asesores que pase página a varios años de reproches con Podemos, que haga olvidar el mal cálculo electoral, que tienda la mano al resto de partidos que necesita para ser presidente y que dé un aire de normalidad a la primera coalición de Gobierno, con la entrada de Unidas Podemos en el Ejecutivo y con Pablo Iglesias como vicepresidente: “Los españoles han hablado y nos corresponde a los dirigentes políticos traducir su voluntad y superar el bloqueo sufrido por España en estos últimos tiempos. Saben que este acuerdo no fue posible tras las anteriores elecciones, aunque estuvimos muy cerca de lograrlo. Somos conscientes de la decepción que supuso entre los votantes progresistas y aquellos ciudadanos que querían un gobierno y superar el bloqueo. En todo caso, el proyecto político es tan ilusionante que supera cualquier desencuentro de los últimos meses. Ya dije el domingo que el compromiso del PSOE es lograr un gobierno progresista sí o sí “.

Hay instantes que pueden cambiarlo todo. Momentos que son iconos. La firma del pacto entre Pedro y Pablo resultaba, no obstante, bastante fría, sería, contenida. Como si todavía revolotearan en aquella sala del Congreso de los Diputados los reproches de “la casta”, “la cal viva” o “la sonrisa del destino”. El “populismo”, “el no defienden la democracia” y “el no podría dormir tranquilo”. Hasta que, de repente, los electores y las necesidades que se convierten en virtud llevan a estos dos hombres a fundirse en un abrazo después de firmar el pacto de Gobierno, cuyos ejes prioritarios de actuación del Gobierno progresista de coalición se centrarán en dar respuesta a los principales retos que tiene ante sí la sociedad española en su conjunto a través de un decálogo que se reproduce a continuación:

Este documento desarrolla el contenido programático del preacuerdo alcanzado entre el PSOE y Unidas Podemos para conformar un Gobierno progresista de coalición que sitúe a España como referente de la protección de los derechos sociales en Europa, tal y como los ciudadanos y ciudadanas han decidido en las urnas. Ambas formaciones comparten la importancia de asumir el compromiso en defensa de la libertad, la tolerancia y el respeto a los valores democráticos como guía de acción del Gobierno, de acuerdo con lo que representa la mejor tradición europea.

1.- Consolidar el crecimiento y la creación de empleo. Combatir la precariedad del mercado laboral y garantizar trabajo digno, estable y de calidad.

 2.- Trabajar por la regeneración y luchar contra la corrupción. Proteger los servicios públicos, especialmente la educación -incluyendo el impulso a las escuelas infantiles de cero a tres años-, la sanidad pública y la atención a la dependencia. Blindaje de las pensiones de nuestros mayores: asegurar la sostenibilidad del sistema público de pensiones y su revalorización conforme al coste de la vida. La vivienda como derecho y no como mera mercancía. Apostar por la ciencia como motor de innovación económica y dignificar las condiciones de trabajo del sector. Recuperar talento emigrado. Controlar la extensión de las casas de apuestas.

3.- Lucha contra el cambio climático: la transición ecológica justa, la protección de nuestra biodiversidad y la garantía de un trato digno a los animales.

 4.- Fortalecer a las pequeñas y medianas empresas y a los/as autónomos/as. Impulsar la reindustrialización y el sector primario. Facilitar desde la Administración las bases para la creación de riqueza, bienestar y empleo, así como el impulso digital.

 5.- Aprobación de nuevos derechos que profundicen el reconocimiento de la dignidad de las personas como el derecho a una muerte digna, a la eutanasia, la salvaguarda de la diversidad y asegurar España como país de memoria y dignidad.

 6.- Asegurar la cultura como derecho y combatir la precariedad en el sector. Fomentar el deporte como garantía de salud, integración y calidad de vida.

 7.- Políticas feministas: garantizar la seguridad, la independencia y la libertad de las mujeres a través de la lucha decidida contra la violencia machista, la igualdad retributiva, el establecimiento de permisos de paternidad y maternidad iguales e intransferibles, el fin de la trata de seres humanos con fines de explotación sexual y la elaboración de una Ley de igualdad laboral.

 8.- Revertir la despoblación: apoyo decidido a la llamada España vaciada.

 9.- Garantizar la convivencia en Cataluña: el Gobierno de España tendrá como prioridad garantizar la convivencia en Cataluña y la normalización de la vida política. Con ese fin, se fomentará el diálogo en Cataluña, buscando fórmulas de entendimiento y encuentro, siempre dentro de la Constitución. También se fortalecerá el Estado de las autonomías para asegurar la prestación adecuada de los derechos y servicios de su competencia. Garantizaremos la igualdad entre todos los españoles.

 10.- Justicia fiscal y equilibrio presupuestario. La evaluación y el control del gasto público es esencial para el sostenimiento de un Estado del bienestar sólido y duradero. El Gobierno impulsará políticas sociales y nuevos derechos con arreglo a los acuerdos de responsabilidad fiscal de España con Europa, gracias a una reforma fiscal justa y progresiva que nos acerque a Europa y en la que se eliminen privilegios fiscales.

En este escenario, se llega al 7 de enero de 2020 que quedará marcado en los libros como el día en el que España logra por primera vez en su reciente historia democrática un gobierno de coalición. Con la investidura de Pedro Sánchez como presidente sale adelante un gobierno de coalición progresista, como lo han bautizado sus creadores, PSOE y Unidas Podemos, que para ser alumbrado ha necesitado de una repetición electoral, la superación de la desconfianza mutua de sus artífices y la construcción de un complejo acuerdo de gobernabilidad con otras formaciones soberanistas y regionalistas.

Tras una dura sesión de investidura, al igual que ya vimos durante el pasado fin de semana, el Congreso de los Diputados ha elegido presidente del Gobierno al candidato socialista, Pedro Sánchez. La votación de investidura ha salido tal y como se esperaba y el candidato del Partido Socialista ha sido elegido presidente con 167 votos a favor, 165 en contra y 18 abstenciones. PSOE, Unidas Podemos, PNV, BNG, Nueva Canarias, Más País, Compromís y Teruel Existe han votado a favor, mientras que PP, Vox, Ciudadanos, Coalición Canaria, PRC, CUP, Navarra Suma y Foro Asturias han votado en contra. ERC y EH Bildu han votado abstención ( Congreso de los Diputados, 7 de julio de 2020)

Así, el Gobierno que Pedro Sánchez rechazó en julio y abocó al fracaso de su investidura y con el que dijo que “no dormiría tranquilo por las noches” antes del bis electoral de noviembre, sale ahora adelante, con él de presidente y el líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, como uno de sus vicepresidentes, si bien es verdad que la alianza de socialistas y morados viene armada con menos escaños – 155 frente a 165 tras las elecciones de abril – y menos votos en las urnas – 9,85 millones frente 11,2 – de los que ambos tenían cinco meses atrás.

España se suma así a una fórmula corriente en numerosos países europeos, donde las coaliciones son habituales, y que hasta el momento era práctica normalizada en ejecutivos plurales en comunidades autónomas y ayuntamientos.


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