Este jueves se ha conocido que Yolanda Díaz ha registrado una asociación con el nombre Sumar para organizar el proceso de escucha a la ciudadanía que conducirá previsiblemente a su candidatura a las elecciones generales al margen de Podemos. Por cierto, un verbo que ya ha sido empleado por el PP, el PSOE o los nacionalistas gallegos del BNG.
Se ha dicho por activa y por pasiva que uno de los resultados de las elecciones autonómicas y municipales ha sido el descalabro de PODEMOS, lo que, sin duda, tiene mucho de cierto. Pero quizá, antes de entrar a contestar la pregunta, conviene circunscribir el fenómeno, sobre todo respecto a ese hasta ahora fantasma que se denomina SUMAR.
Que Yolanda Díaz es una persona ensoberbecida y que, tras décadas viviendo de los aparatos burocráticos, su promoción al Consejo de Ministros la colocó por encima del resto de los mortales era evidente. Pero no por eso deja de impactar la milimétrica frialdad con que ejecutó el arrinconamiento de PODEMOS para ponerse al servicio del PSOE de la forma más humillante, hasta el punto de llegar a la conclusión de que Bruto, el conspirador que asesinó a Julio César en el drama de Shakespeare, parece un bonachón a su lado.
El proceso que conforma SUMAR pasará, sin duda, a los anales de la infamia de la izquierda gubernamental, parlamentaria y del sistema, y la hija de Suso “el sindicalista” puede sentirse satisfecha, porque así es el narcisismo de esa gente exquisita que vive ajena a los problemas cotidianos de millones de personas y se creen salvadores, pero la vicepresidenta del gobierno se equivoca de cabo a rabo si piensa que su actuación y la de su “mariachi” le van a reportar ganancias electorales. Su desprecio a la hora de enterrar a PODEMOS, han provocado el rechazo de cientos de miles de votantes de un amplio sector de la izquierda, entre los que me encuentro, que no se arrodilla ante nada y ante nadie, y esto se verá en las próximas elecciones del 23-J.
De exconcejal de Ferrol ha llegado a lo más alto en menos de diez años. Todo debería fluir con normalidad, pero a partir de julio de 2020 algo se rompe. En ese mes se habían celebrado las elecciones autonómicas gallegas, y Díaz había acudido varias veces a la región para acompañar al candidato Antón Gómez-Reino. La campaña electoral fue un desastre, y los morados se quedaron extraparlemantarios. De 14 escaños a ninguno: un resultado demoledor para una formación que, de alguna manera, nació en Galicia con las mareas.
En efecto, en la negociación con SUMAR se ha utilizado como arma contra PODEMOS los malos resultados obtenidos en las elecciones del 28-M que, en absoluto me parece justo, porque SUMAR no llega mucho más allá de PODEMOS, y aunque se siga voceando que es la primera vez que se unen quince formaciones, la mayoría de ellas no pasan de ser simples chiringuitos sin ninguna infraestructura – todos ellos ytoncales de PODEMOS -, mientras que el esqueleto de UNIDAS PODEMOS está constituido por la IZQUIERDA UNIDA de Alberto Garzón, formación que ha estado asociada a PODEMOS desde las elecciones de 2015, y que en estos mismos comicios han ido juntos en muchas candidaturas, por lo que el varapalo sufrido por PODEMOS es también aplicable a IU. Por otra parte, los resultados no han sido mucho mejores para las otras confluencias políticas asociadas a Sumar: Comunes, Compromís, Más Madrid, etcétera. O sea que no parece que tengan mucho que reprocharse mutuamente. Y menos puede recriminar quien no se ha presentado a las elecciones por carecer de estructura territorial.
Pero, ¿Cómo es posible que PODEMOS haya pasado de ser la fuerza hegemónica a la izquierda del PSOE a encontrarse en una coyuntura tan crítica que los lleva irremisiblemente camino del cementerio político? ¿Cómo es posible, después de hacer saltar por los aires el tablero político, con aquellas manifestaciones de indignados que abarrotaron plazas y calles de todo el país entre mayo y junio de 2011, sirviendo de combustible para propulsar las huelgas generales de 2012, las Marchas de la Dignidad, las Mareas Blanca y Verde en defensa de la sanidad y la educación públicas o las movilizaciones del feminismo combativo?
PODEMOS, efectivamente había provocado un escalofrío en la clase dominante en aquel periodo. Aquel desafío de PODEMOS era real, pero oportunidades así, tan excepcionales, hay que aprovecharlas con determinación y con una política correcta. Si millones te brindan la posibilidad de que tu discurso se transforme en realidad mediante la acción, lo peor que puede ocurrir es defraudar y frustrar las expectativas creadas.
Corría el año 2016 y Podemos había rozado el sorpasso al PSOE en las elecciones generales de diciembre del año anterior. Yolanda Díaz sentía que su apuesta era ganadora: esos jóvenes indignados liderados por Pablo Iglesias se paseaban por el Congreso como auténticas rockstars, y ella, algo más mayor y menos alineada ideológicamente con ellos, no quería dejar perder la oportunidad de su vida.
Es decir, de impugnar el régimen del 78 se integraron en él. De cuestionar las instituciones y su papel, quedaron convertidos en expertos de la moqueta y las comisiones parlamentarias, despreciando la calle, renunciando a combatir a la burocracia sindical, apuntándose a ese talismán de la paz social que a todas horas agitan Pedro Sánchez y su vicepresidenta Yolanda Díaz.
Decía Pablo Iglesias que: “Si entramos en el Gobierno lograremos que el PSOE gire a la izquierda”, pero ni el PSOE ha girado a la izquierda, y UNIDAS PODEMOS, después de tragar sapos y culebras cada vez más grandes, acabaría por olvidarse de sus principios y de sus promesas, hasta minar toda su credibilidad y su influencia social quedando reducidos a una mala xerocopia de esa socialdemocracia neoliberal de la que decían diferenciarse.
¿Qué hizo pensar a Pablo Iglesias que, aunque designara a dedo a Yolanda esta se iba a comportar de una manera diferente a como lo está haciendo, cuando su trayectoria había sido transparente, ya fuera como destacada muñidora del aparato de IZQUIERDA UNIDA o como representante consumada de la cúpula burocrática de CCOO? Su carrera como política profesional de la izquierda más reformista, posibilista, pactista y efectista es larga, muy larga, como también lo son las traiciones en su recorrido político por Galicia.
Estamos ante la mismísima Yolanda que ha llamado a votar a Macron para ensanchar la democracia, que ha mostrado su admiración por las políticas sociales de Biden en Estados Unidos o ha aplaudido-agradecido a Zelensky su “gesto con la memoria democrática de nuestro pueblo” al “comparar la invasión rusa a Ucrania con el bombardeo fascista y nazi sobre Gernika” en la guerra civil. Así viene, y sólo de boquilla, la autoproclamada “izquierda transformadora” a la izquierda del PSOE
Los looks de Yolanda Díaz suelen despertar curiosidad en cada una de sus apariciones públicas. La ministra de Trabajo y Economía Social sabe arreglarse y sacar partido tanto de su figura como de su melena, y este 12 de octubre, con su estilismo para el desfile del Día de la Hispanidad, no fue una excepción.
Por otra parte, el relato “made in Pablo Iglesias”, tratando de presentarnos a la exministra de Igualdad como una «mártir» del feminismo, que habría sido sacrificada por Yolanda Díaz para mostrar sumisión a los «grandes poderes económicos que quieren disciplinar a las mujeres luchadoras» solo se lo pueden tragar los fans de su chiringuito básico televisivo, porque la forma en la que han cortado la cabeza política de Irene Montero no es, en realidad, más que el enésimo episodio de ese patético y miserable «Juego de Tronos» al que se han dedicado durante los últimos años desde el apparatchik podemita, donde, tanto Pablo Iglesias como la propia Irene Montero ya habían dejado un auténtico reguero de cadáveres, sin que les temblara el pulso a la hora de deshacerse de cualquier compañero, compañera o «compañere» que osara cuestionarles o pusiera en peligro el liderazgo cuasi militar en Podemos.
La triste y cruda realidad es que hoy asistimos al agotamiento del respaldo social de una marca política sin mordiente, carente de intenciones políticas de envergadura e instalada a la defensiva, porque, en definitiva, de lo que se trata es de sobrevivir a costa de lo que sea y con quien sea. A modo de resumen, el adanismo de Podemos ha convertido en antediluviano cualquier cometido cuyo origen sea anterior al 15M, incluyendo la carga de sentido que poseía la “izquierda”, impugnando las “categorías izquierda y derecha” al fusionarlas en la síntesis superadora del “progresismo”, pudiendo afirmarse que actúan como sepultureros ideológicos de la izquierda. Es decir, la “nueva izquierda” no es más que la negación de la “izquierda”. R.I.P.