Uno de los tópicos más repetidos sobre el conflicto PALESTINA – ISRAEL es que se trata de una cuestión “muy complicada”. Un “conflicto religioso” o una “guerra inacabable” entre dos bandos de difícil comprensión para el público general, cuyo entendimiento solo está al alcance de unas pocas mentes privilegiadas sobre la cuestión. Lógicamente, ello está impidiendo la comprensión del marco general esencial al que intentaremos acercarnos con este pequeño trabajo que presentamos a modo de ensayo.
Para comprender el contexto fundamental de la cuestión palestina tampoco es necesario retrotraerse a dos mil años atrás ni remitirse a un conflicto religioso, cuando el marco clave para comprenderlo no es otro que el colonialismo del asentamiento sionista. Dicho en román paladino: sus causas no manan de la religión, sino de la colonización llevada a cabo por el movimiento sionista, una doctrina a la vez que un proyecto político, nacionalista e intrínsecamente colonial.

En agosto de 1897 tuvo lugar en la ciudad suiza de Basilea un evento que acabaría teniendo repercusiones históricas de gran envergadura. Las doscientas personas procedentes de diversos países que acudieron a esa cita tenían algo en común: eran judías. El Primer Congreso Sionista se abrió con el discurso de quien lo había organizado, Theodor Herzl, un periodista judío de origen austrohúngaro que creía haber encontrado en la emigración a Palestina la solución al antisemitismo. Herzl fue elegido presidente de la allí constituida Organización Sionista Mundial, que proclamó como su principal objetivo el establecimiento de un hogar seguro para los judíos en Palestina.
Para ello, es necesario destacar que todo empezó en el marco del imperialismo europeo y del auge nacionalista de finales del siglo XIX. Por aquel entonces, el movimiento sionista, que no representaba al judaísmo, representando este una opción minoritaria hasta bien entrado el siglo XX, iniciaba su proyecto de crear un Estado exclusivamente o mayoritariamente judío en el mayor territorio posible de la Palestina otomana.
Cuando surgió el movimiento sionista en Europa, en Palestina sólo vivía menos de un 5% de población judía. Por tanto, su opción fue la práctica del colonialismo de asentamiento, es decir, una estrategia mediante la cual colonos blancos se instalan en un territorio para desplazar y/o aniquilar a la población nativa a través de la limpieza étnica, el apartheid y, ahora en Gaza, también el genocidio, sin olvidar la existencia de factores estratégicos importantes. Más o menos, la misma historia de los “yankees” para llevar a cabo el exterminio de los pueblos indios norteamericanos.
En la realidad, si se comprueban los documentos internos desclasificados de la CIA, EE.UU. llegó a describir al estado sionista de Israel como la segunda fuerza militar más grande en la región después de Turquía, así como una base potencial para el poder de EE. UU. en la región, hasta el punto de prestar un gran servicio a Estados Unidos al destruir el nacionalismo árabe laico, gran enemigo de Estados Unidos, y apoyar el islamismo radical, que Estados Unidos apoyaba. Más claro: Israel no es más que un portaaviones de guerra para combatir el mundo árabe en el Oriente Medio, y así poder seguir saqueando sus recursos materiales de todo tipo.
La pretensión de conseguir el máximo territorio con el mínimo de población no judía fue también la clave en 1948 – el año de la NAKBA palestina -, cuando tuvo lugar la creación del Estado de Israel a través de crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad, y sigue siendo la clave setenta y cinco años después.
Desde 1896 el término sionista se aplicó y se sigue aplicando al movimiento político fundado por Theodor Herzl, periodista judío nacido en el Imperio austrohúngaro.

El «Éxodo 1947» era un gastado barco de pasajeros propiedad de los Estados Unidos botado en 1928. Después de la Segunda Guerra Mundial, regresó a aguas estadounidenses. Sin embargo, el barco iba a participar en un evento más que le aseguró su lugar en la historia, que simboliza la lucha por la inmigración sin restricciones a Palestina. Inicialmente vendido como chatarra por poco más de 8.000 dólares, el barco fue comprado por la Haganá (una organización militar judía clandestina). El personal de la Haganá planeó atracar el barco en Europa para transportar a los judíos que intentaban inmigrar ilegalmente a Palestina. En julio de 1947, el «President Warfield» zarpó de Sete, Francia, hacia Palestina con más de 4.500 hombres, mujeres y niños judíos, todas personas desplazadas o sobrevivientes del Holocausto. Incluso antes de que el barco (para ese entonces su nombre había cambiado a «Éxodo 1947») llegara a las aguas territoriales de Palestina.
A pesar de que este movimiento en sus orígenes tuvo como base el aspecto religioso, sin embargo, se sirvió de este factor como forma de reclamo para poder crear un Estado judío, de tal manera que, cuando Herzl escribió Der Judenstaat (El estado de los judíos) Palestina no era ni mucho menos su prioridad, ya que antes había sopesado la posibilidad de crear la nueva nación en otros lugares como Argentina, Uganda, Chipre, Kenia, Mozambique, la Península del Sinaí o el Congo, aunque, al final, se eligió Palestina motivado por la “poderosa leyenda religiosa” que jugaba a su favor, a pesar de que él y otros líderes sionistas que le apoyaban se declaraban ateos o “no creyentes”.
De esa manera, el movimiento sionista fue transformándose en un proyecto colonial desde sus orígenes, reconocido por sus propios dirigentes, con el objetivo de ir apropiándose del territorio gradualmente, a través de colonias, y buscando el apoyo, en un primer momento del Imperio otomano, y después, de los británicos, entre los que había importantes simpatizantes como el banquero Lionel Walter Rothschild.
La cuestión es que en este año de 2023 se cumplen exactamente 75 años desde que la NAKBA palestina tuvo lugar, cuando casi 800.000 palestinos fueron expulsados a punta de pistola de sus hogares y sus tierras, mientras que 500 de sus ciudades y pueblos fueron eliminados de la faz de la tierra, todo como parte de una limpieza étnica que comenzó en la Palestina histórica a finales de 1947 y mediados de 1948.

Este mapa fue publicado por National Geographic en 1947, un año antes de la Nakba, no existía algo llamado “Israel”.
Sin embargo, la despoblación de Palestina continuó durante meses y, de hecho, durante años después de que se supone que la NAKBA había terminado, pero en realidad, nunca ha terminado.

En 1941, Palestina ya era un pueblo occidentalizado que no accidentalizado.
Las comunidades palestinas de Jerusalén Este, las colinas del sur de Hebrón, el desierto de Naqab y otros lugares, todavía sufren las consecuencias de la búsqueda de la supremacía demográfica por parte de Israel. Además, millones de refugiados palestinos siguen siendo apátridas y privados de sus derechos políticos y humanos básicos.
En 2001, durante la “Conferencia Mundial de la ONU contra el Racismo”, la intelectual palestina Hanan Ashrawi describió acertadamente al pueblo palestino como “una nación cautiva, rehén de una NAKBA continua”.
Ashrawi profundizó en esta idea al describir la «NAKBA en curso« como «la expresión más intrincada y penetrante del colonialismo, el apartheid, el racismo y la victimización persistentes». Es importante entender al respecto que la NAKBA no fue un evento aislado en un tiempo y lugar determinado.
La campaña sionista de limpieza étnica, ideada para el «Plan Dalet», llevó a la avalancha masiva de refugiados en 1947-48. Pero esto sólo dio paso oficialmente a una NAKBA mayor que continúa hasta nuestros días.

Mapas que muestran la evolución del territorio palestino (en verde), antes de 1948, en 1947 según el plan de la ONU, en 1967 y en 2010 (Mapas de Philippe Rekacewicz. Régis Martineau).
El «Plan Dalet», iniciado por los líderes sionistas y llevado a cabo por las milicias sionistas, tenía como objetivo vaciar Palestina de la mayoría de sus habitantes nativos. Lo consiguieron y, al mismo tiempo, prepararon el terreno para décadas de violencia y sufrimiento que el pueblo palestino sigue soportando hoy en día.
La actual ocupación israelí y el régimen racista y de apartheid impuesto en Palestina no son simplemente los resultados previstos o imprevistos de la NAKBA, sino manifestaciones directas de una NAKBA que nunca terminó realmente. Es fundamental que entendamos esto para poder trabajar hacia la justicia y la paz en Palestina.

Lionel Walter Rothschild (Londres, 8 de febrero de 1868-Londres, 27 de agosto de 1937), II barón Rothschild, fue un banquero y político inglés, conocido por su excentricidad, y por su militancia en el Partido Conservador. Fue diputado conservador por Aylesbury entre 1899 y 1910. De ideas sionistas y amigo cercano del líder sionista británico Chaim Weizmann, es conocido por haber sido el destinatario de la Declaración Balfour, una carta enviada por el ministro de Exteriores Arthur Balfour, del Partido conservador, el 2 de noviembre de 1917 en la que se le informaba de la decisión del Gobierno británico de apoyar la construcción de un «hogar nacional judío» en el Mandato Británico de Palestina y se le pedía que pusiera esta decisión en conocimiento de la Federación Sionista.
Sin embargo, la lógica sionista no sólo pretendía cuestionar los derechos legales o políticos del pueblo palestino; también formaba parte de un proceso mayor conocido por los intelectuales palestinos como borrado: la destrucción sistemática de Palestina, su historia, su cultura, su lengua, su memoria y, por supuesto, su pueblo. Este proceso se reflejó en los primeros discursos sionistas décadas antes de que Palestina fuera vaciada de sus habitantes, en los que la patria del pueblo palestino se percibía maliciosamente como una «tierra sin pueblo». La negación de la existencia misma de los palestinos se expresó en numerosas ocasiones en la narrativa sionista y sigue empleándose en la actualidad.
Todo esto significa que 75 años de NAKBA continuada y la negación del hecho mismo del enorme crimen por parte de Israel y sus partidarios exigen una comprensión mucho más profunda de lo que ha sucedido – y sigue sucediendo – al pueblo palestino.
La narrativa sionista sobre la limpieza étnica de Palestina se centraba en afirmar que los palestinos se habían ido «por su propia decisión», a pesar de que los líderes locales solo instaron a un pequeño número de pueblos a irse.

La conferencia de 2001 se celebró en Durban, bajo auspicios de la ONU, entre el 31 de agosto y el 7 de septiembre. Dos delegaciones, Estados Unidos e Israel, se retiraron de la conferencia debido a objeciones a un borrador de documento que equiparaba el sionismo con el racismo. La Declaración y el Programa de Acción definitivos no incluyeron el texto al que se habían opuesto Estados Unidos e Israel, al haber sido rechazado por los delegados en una votación posterior a la retirada de estos dos países.
Sin embargo, incluso en esos casos, buscar refugio en otro lugar durante una guerra no debería ser una justificación para negarles el derecho inalienable a regresar a sus hogares. Por esa lógica sionista, los refugiados de Siria, Ucrania, Libia, Sudán y otras zonas de guerra perderían sus derechos legales a su propiedad y ciudadanía en sus respectivos países.
Por lo tanto, los 75 años de continuo NAKBA y la negación del enorme crimen por parte de Israel y sus partidarios requieren una comprensión mucho más profunda de lo que ha sucedido y sigue sucediendo al pueblo palestino, de tal manera que los palestinos siguen insistiendo en que la NAKBA no es un suceso político aislado que deba ser discutido o regateado con Israel por aquellos que dicen representarlos.

Una réplica del Guernica de Picasso, con los colores palestinos, que cuelga de una de las estancias de la embajada de Palestina en Madrid.
Como afirmó el reconocido historiador palestino Salman Abu Sitta en referencia a la NAKBA y al Derecho al Retorno de los refugiados palestinos: “Los palestinos no tienen ninguna obligación moral o legal de acomodar a los israelíes a su costa. Israel, por su parte, tiene la obligación de corregir la monumental injusticia que ha cometido”.
La NAKBA no es simplemente una historia de victimización, sino también de firmeza y resistencias palestinas que abarca el pasado, el presente y el futuro de los palestinos. Es la única plataforma unificadora que une a todos los palestinos, trascendiendo las restricciones de las facciones, la política o la geográfica, llegando la NAKBA a definir la identidad colectiva palestina.

La llave palestina es el símbolo palestino de los hogares perdidos en la Nakba («Desastre»), en la que más de dos tercios de la población palestina fue expulsada o tuvo que huir ante el avance de las tropas israelíes, y a quienes posteriormente se les negó el derecho a regresar a sus hogares. Casi 75 años después, la llave sigue siendo un potente símbolo recordatorio de la pérdida y la injusticia física y emocional. Se considera símbolo de una esperanza de regreso, así como reivindicación de los bienes perdidos.
Para los palestinos, la NAKBA es mucho más que una fecha anual para recordar un evento traumático. Es una historia completa que continuará siendo escrita por ellos mismos en el futuro.
Como en todas las guerras, la de Israel contra la población palestina incluye un enfrentamiento mediático, de tal manera que la resistencia palestina no necesita relatar la injusticia que motiva su lucha porque esa injusticia está a la vista de todo el mundo. Por el contrario, el Estado Sionista de Israel sí se ve obligado a tratar de convencer a todos de su “buena fe” y eso, al cabo de setenta y cinco años de constantes violaciones del Derecho Internacional.
Así, desde el reciente 7 de octubre de 2023, Israel viene haciendo uso de todos sus recursos y medios para hacernos creer que, el ataque recibido había sido una operación de los yihadistas del Hamas y que la cúpula del gobierno israelí no estaba al tanto de su preparación, cuando la operación del 7 de octubre era un “secreto a voces”.
De hecho, la Central Intelligence Agency estadounidense (CíA) había emitido dos informes sobre los preparativos del ataque palestino. Según el New York Times, el segundo informe de la CIA, con fecha 5 de octubre, había sido enviado a las autoridades de Israel, y según nos dice el Corriere della Sera, el director del Shin Bet (el contraespionaje israelí) había convocado a los directores centrales de todos los servicios israelíes de seguridad a una reunión para el 7 de octubre a las 8 de la mañana.
Sin embargo, ciertos responsables israelís dieron el día libre a las fuerzas que debían garantizar la protección de los participantes en ese evento.

GAZA en octubre de 2023. Además de las 6000 bombas en 6 días, Segal recuenta el uso de bombas de fósforo blanco en Gaza según constató la organización Human Rights Watch, sustancia capaz de prender fuego cuerpos y edificios sin que pueda ser extinguida con agua. “Esto demuestra claramente a lo que Gallant se refiere cuando habla de ‘actuar en consecuencia’: no atacando a militantes de Hamas individuales, como Israel asegura, sino que desatando una violencia mortal en contra de palestinos en Gaza ‘como tales’, según el lenguaje empleado por la Convención sobre Genocidio de la ONU”. A esto se suma provocar hambrunas, cortar el acceso al agua –de acuerdo con Reuters, palestinos han tenido que recurrir a tomar agua salada ante la ausencia total del elemento en el territorio sitiado– bombardear hospitales y también intensificar el asedio histórico de Gaza, según Segal.
Hoy en día, son numerosas las familias de los rehenes que están convencidas de que el primer ministro Netanyahu ignoró intencionalmente las advertencias recibidas para utilizar el ataque como justificación para su propia operación contra la población de Gaza, empeñándose en hacernos creer que toda la Resistencia palestina es una pandilla de yihadistas y que las personas que apoyan al pueblo palestino son “antisemitas”.
De esa manera, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) montaron un video con imágenes filmadas por los participantes en el ataque palestino del 7 de octubre o tomadas de las cámaras de vigilancia instaladas en los lugares atacados. También hay imágenes captadas por los soldados israelíes, tratando de convencer al mundo de que la Resistencia palestina es una pandilla de bárbaros antisemitas, pero no se ven en ese video violaciones ni descuartizamientos.
También en el vídeo se muestran imágenes de cuerpos carbonizados, lo cual sugiere al espectador que fueron quemados por los combatientes palestinos, cuando en realidad, esos cuerpos incinerados son los restos de víctimas alcanzadas por los misiles de los helicópteros israelíes enviados para enfrentar a los atacantes. Al respecto es muy importante saber que, en virtud de la “Directiva Hannibal” de las FDI, los soldados israelíes tienen que ocuparse en primer lugar de liquidar a los “terroristas”, sin importar las víctimas colaterales israelíes que puedan causar.

El mando militar israelí estaba al tanto del plan de Hamás de atacar a Israel desde más de un año antes de la operación del 7 de octubre, publicó el diario The New York Times este viernes. Fue la más reciente de una serie de señales de que el alto mando israelí pasó por alto o minimizó las advertencias de que Hamás planeaba el ataque, que detonó una guerra contra el grupo islámico que ha devastado la Franja de Gaza. Según el Times, las autoridades israelíes poseían un plan de batalla de 40 páginas, cuyo nombre en clave era “Muro de Jericó”, que exponía en detalle un hipotético ataque de Hamás a poblaciones del sur de Israel.
El video montado por las FDI fue mostrado a los diputados del parlamento israelí, a la prensa extranjera acreditada en Israel y a los miembros del Congreso de Estados Unidos, organizando posteriormente proyecciones en los parlamentos de los países miembros de la OTAN, de los que sólo el parlamento de Bélgica se negó a ver el vídeo de las FDI, subrayando que ese material “no cuenta con el aval de expertos no vinculados a Israel”.
Para lograr que la opinión pública occidental respalde su causa, relativizando la masacre que se perpetra en Gaza, Israel viene estimulando la organización de manifestaciones de apoyo en los países de Occidente pero, ante la imposibilidad de exhortar a la gente a salir a la calle para expresar respaldo a un ejército que está cometiendo un genocidio, transmitido prácticamente en vivo por la televisión, el Mosad sugiere la realización de manifestaciones “contra el antisemitismo” que Israel atribuye al Hamas.
Por otra parte, el Mosad también sigue utilizando otro argumento para afirmar que los inmigrantes árabes apoyan al Hamas y son por consiguiente antisemitas, así que los Estados europeos tendrían que tomar medidas para proteger a “sus” judíos, tratando de hacernos ignorar que Hamas se presentó en su día a las elecciones ante la presencia de cientos de observadores internacionales ganando las mismas por mayoría.
La manifestación organizada en Washington denunció así, en primer lugar, la supuesta barbarie del Hamas, y la de París se centró en la lucha contra el antisemitismo. Pero ninguna de las dos atrajo ingentes masas de manifestantes. Numerosas asociaciones judías boicotearon la manifestación de Washington, que reunió a unos cuantos miles personas, principalmente cristianos sionistas.
La gente que acudió a la manifestación de Washington estaba más interesada en oír al telepredicador evangélico John Hagee que en ver al presidente israelí, Isaac Herzog.
En París, la “marcha contra el antisemitismo” estuvo encabezada por los presidentes del Senado y de la Asamblea Nacional y todos sus predecesores, por la jefa del gobierno y todos sus predecesores y por el presidente del Consejo Constitucional y sus predecesores, pero detrás de ellos sólo había algunas decenas de miles de personas, destacando la ausencia de dos personalidades francesas como los ex ministros de Exteriores Roland Dumas y Dominique de Villepin. Tanto Roland Dumas como Dominique de Villepin son conocidos como políticos que se opusieron en su momento a los dictados del imperialismo, o sea a los gobiernos de Estados Unidos y de Israel.
Hace décadas que Israel afirma que el antisionismo es una fachada tras la cual se esconden los antisemitas, tratando, poco a poco, de ir conformando una amalgama con esos dos conceptos, pero el antisemitismo europeo es una forma de xenofobia que comenzó bajo el imperio romano, prosiguió bajo la iglesia católica y se prolongó bajo el nazismo.

Una reunión multitudinaria ha reunido a miles de manifestantes en Washington, quienes pedían el fin del antisemitismo y la liberación de los rehenes que Hamás tiene retenidos desde el pasado 7 de octubre. El evento ha sido organizado por las Federaciones Judías de América del Norte y la Conferencia de Presidentes de las principales organizaciones judías y tiene lugar en la Explanada, más conocida como el National Mall (14 de noviembre de 2023. VOA).
El antisemitismo europeo acusa colectivamente a todos los judíos de insurrección, de haber matado a Cristo – si en él creyera -, y de provocar la degeneración de la raza aria, pero el antisionismo es una opinión política según la cual el nacionalismo judío no debe ponerse al servicio de un proyecto colonial. Hoy en día, la mayoría de los judíos estadounidenses son antisionistas, mientras que la mayoría de los judíos europeos son sionistas.
Es en ese contexto de intensa propaganda mediática que las fuerzas armadas de Israel trataron de escenificar el “descubrimiento” del puesto de mando subterráneo del Hamas bajo el mayor hospital de Gaza. Un oficial de Relaciones Públicas de las FDI explicó ante las cámaras que los soldados israelíes habían encontrado armas en el hospital Al-Chifa y que un pedazo de cuerda atado a la pata de una silla demostraba que los rehenes del Hamas habían estado retenidos allí.
Mientras que la opinión occidental debate sobre si las “pruebas” israelíes son convincentes o no, se olvida la historia del hospital Al-Shifa, que fue construido por Israel en 1983, lo cual quiere decir que los militares israelíes tienen todos los planos de esa instalación.
El Mosad instaló el Hamas en los sótanos de Al-Shifa, cuando el Hamas luchaba contra al-Fatah. Al-Shifa se convirtió después en el lugar donde los responsables del Hamas solían reunirse con periodistas extranjeros. Pero nada de eso convierte esa instalación sanitaria en un arsenal ni en un puesto de mando militar.
Durante el actual episodio de la guerra de Israel contra los palestinos, las fuerzas armadas israelíes han acusado al Hamas de haber excavado túneles bajo el hospital Al-Shifa. Primero decidieron destruirlo con bombas penetrantes, para alcanzar los túneles. Pero, ante las protestas de la Organización Mundial de la Salud (OMS), las FDI tuvieron que renunciar a arrasar el hospital y lo que hicieron fue cercarlo.

El Ministerio de Sanidad de Gaza denuncia que «la ocupación israelí está llevando a cabo una guerra contra los hospitales, especialmente en la ciudad de Gaza y en el norte de la Franja, que incluyen bombardeos y el impedimento a heridos y desplazados de acceder a la atención médica, agua y comida». Además, calificó la incursión israelí en Al Shifa de «crimen de guerra» y denunció que, durante la noche, «las fuerzas de ocupación estaban atrincheradas en los pisos subterráneos del complejo médico Shifa, tomando al personal médico y a las personas desplazadas como escudos humanos». Las fuerzas israelíes han realizado bombardeos que «alcanzaron las habitaciones de los pacientes», atacaron la unidad de atención de arterias coronarias con un proyectil de tanque, «destrozaron deliberadamente las máquinas de radiología», dejando inservibles la máquina de tomografía computarizada y la máquina de resonancia magnética, según el ministerio.
Lo que sí está comprobado es que los disparos y bombardeos contra el hospital, la falta de electricidad en esa instalación sanitaria – la más importante de Gaza – y el registro a fondo que los militares israelíes realizaron allí han costado la vida a numerosos pacientes y heridos que allí se hallaban. En un anuncio con aires de macabra y cruel ironía, las FDI dijeron haber llevado a Al-Shifa una decena de incubadoras para bebés prematuros, aparatos que no pueden funcionar… porque previamente se había cortado la electricidad, tal y como informan las agencias de Reuters y la BBC.
Ahondando más en el tema surge la pregunta del porqué de este apoyo sin fisuras de los EE.UU. a Israel, por lo que tendremos que remontarnos tiempos atrás para hablar de una historia muy interesante. Para ello es preciso recordar que el sionismo cristiano es una fuerza muy poderosa que se remonta a mucho antes de que el sionismo judío en Inglaterra fuera una fuerza poderosa entre las élites británicas. Es parte de lo que motivó la Declaración Balfour y el apoyo de Gran Bretaña a la colonización judía de Israel.

Gaza, hoy una pequeña lengua de tierra bajo bloqueo marcada por la pobreza y la devastación de varias guerras con Israel, fue en su día un próspero lugar de paso mediterráneo que acogió un sinfín de civilizaciones. Todas ellas dejaron su huella arqueológica, una rica herencia que a veces aflora accidentalmente. En febrero, las excavadoras perforaban el suelo en la localidad de Yabalia para alzar un inmueble como parte de un proyecto financiado por Egipto, principal valedor de la reconstrucción de la Franja tras la dura escalada bélica con Israel de 2021. De golpe toparon con una tumba de dos milenios de antigüedad que paró la construcción.
Recordar lo que dijo la Biblia es una parte importante de la cultura de la élite británica, del mismo modo que en Estados Unidos, sin olvidarnos de que Woodrow Wilson era un cristiano devoto que leía la Biblia todos los días, al igual que Harry Truman. Y en la administración Roosevelt, en una ocasión, uno de los principales funcionarios, Harold Ickes, describió el regreso de los judíos a Palestina como el mayor acontecimiento de la historia: es comprender las enseñanzas de la Biblia.
Estamos hablando, por tanto, de países profundamente religiosos en los que los mandamientos bíblicos se toman al pie de la letra. Y esto forma parte de la colonización, es la última fase de la colonización europea. Y nótese que el país que apoya con más firmeza a Israel no es únicamente Estados Unidos; es Estados Unidos junto con Australia y Canadá, los vástagos de Inglaterra.
Pero, también hay factores geoestratégicos muy importantes. Y si nos remontamos a 1948, en realidad el Departamento de Estado y el Pentágono de Estados Unidos estaban divididos respecto a cómo reaccionar ante el nuevo Estado de Israel. El Departamento de Estado fue cuestionado, no estaba muy comprometido con las conquistas israelíes, el establecimiento del Estado, y estaba preocupado por los refugiados, quería una solución al problema de los refugiados. El Pentágono, por el contrario, estaba muy impresionado por el potencial militar de Israel, por los éxitos militares israelíes.
Si se comprueban los documentos internos desclasificados, el Estado Mayor Conjunto describió a Israel como la segunda fuerza militar más grande en la región después de Turquía, así como una base potencial para el poder de EE. UU. en la región. De hecho, cuando tuvo lugar en 1958 una grave crisis en la región, Israel fue el único Estado que cooperó firmemente con Gran Bretaña y Estados Unidos, y por ese motivo se ganó el apoyo de nuestros gobiernos y los militares. Es en 1967 cuando se establecen las relaciones actuales con Israel. Israel prestó un gran servicio a Estados Unidos al destruir el nacionalismo árabe laico, gran enemigo de Estados Unidos, y apoyar el islamismo radical, que Estados Unidos apoyaba.
Y esto continúa hasta el presente. Ahora mismo, hemos visto un ejemplo de ello durante el último ataque a Gaza. Recordarán que, en un momento dado, durante el asalto, Israel empezó a quedarse sin munición, a pesar de estar armado hasta los dientes, y Estados Unidos le proporcionó a Israel munición adicional a través del Pentágono. Y fíjense de dónde la sacaron: era munición estadounidense preposicionada en Israel para su eventual uso por parte de las fuerzas estadounidenses, uno de los muchos síntomas de hasta qué punto se considera a Israel esencialmente una sucursal militar de Estados Unidos.

La represalia de Israel ha sido letal, con una campaña aérea y terrestre en el enclave densamente poblado de Gaza, que Hamas controla desde 2007. El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, dijo que su país tomaría una «poderosa venganza» y se estaba preparando para «una larga y difícil guerra”. La población de Gaza también se ve afectada por una crisis humanitaria después de que Israel cortara el acceso a alimentos, agua y electricidad. Según las Naciones Unidas, solo se ha permitido la entrada de un «goteo» de ayuda al territorio aislado. Los residentes están lidiando con una grave escasez y la electricidad se está acabando a medida que el combustible disminuye.
Los servicios de inteligencia mantienen relaciones muy estrechas que se remontan a muy atrás. Y hay muchas otras conexiones que los medios de comunicación tienden a utilizar para apoyar la política del gobierno, con muy pocos cuestionamientos sobre los riesgos. Básicamente se trata de aprobar esa política.
Tomemos un claro ejemplo de las actuaciones “yankees” por el mundo: la invasión estadounidense de Irak. Jamás se podrá encontrar en los medios de comunicación la frase “invasión estadounidense de Irak”, aunque obviamente fue una invasión, un acto flagrante de agresión, un caso de manual de aquello que los juicios de Nuremberg llamaron el “crimen internacional supremo” y que no se puede mencionar.
El presidente Obama recibe elogios por su oposición a la invasión. ¿Y qué dijo? Dijo que era un error, un error estratégico. Ese es el tipo de oposición que se escuchó en el Estado Mayor alemán durante la invasión de Hitler a Rusia: “Es un error garrafal. No deberíamos hacerlo. Deberíamos eliminar primero a Inglaterra”. Eso se considera oposición. Lo mismo en Vietnam. Ahora se ha iniciado una conmemoración, la gran conmemoración de los sacrificios de EE. UU. en Vietnam. Traten de encontrar la frase “invasión de EE. UU. a Vietnam del Sur” ahí o en cualquier lugar en el último año, desde 1961, cuando tuvo lugar. Es inexistente, tal vez en Democracy Now. Pero esto no es una exclusiva de los EE.UU., está pasando ahora mismo en Gran Bretaña.
Existen interesantes debates en las revistas literarias británicas, como el Times Literary Supplement, sobre si Gran Bretaña debería empezar, por fin, a reconocer el carácter genocida -esa es la palabra que se usa, “genocida”- de la colonización británica hace cientos de años. ¿Deberían Israel y Gran Bretaña empezar a afrontarlo? Esta pregunta se puede plantear en muchos lugares. La tendencia de la comunidad intelectual a ir como un grupo lanar en apoyo del poder estatal, del poder privado, es sencillamente abrumadora. A los intelectuales les gusta pensar que son disidentes, críticos, valientes, que se enfrentan al poder, pero es absolutamente falso. Si se observa la historia, se trata de una pequeña minoría que suele ser castigada a las primeras de cambio. La corriente dominante tiende a ser lo que antes se llamaba un rebaño de mentes independientes que marchan en apoyo del poder estatal.
La promesa del presidente de EEUU, Joe Biden, de que su país “estará al lado de Israel” tras el ataque de Hamás a Israel el 7 de octubre simboliza la continuidad de una relación especial que se remonta a 1948, cuando el presidente Harry Truman se convirtió en el primer líder mundial en reconocer al Israel.

El presidente estadounidense ha urgido a Israel a conducirse según las leyes de la guerra. El domingo, en un mensaje en redes sociales, aseguró que «la inmensa mayoría de los palestinos no tienen nada que ver con los horribles ataques de Hamás y están sufriendo por ellos». Las declaraciones de Biden, hechas en una entrevista transmitida por la cadena CBS, representan la primera vez, desde el ataque de Hamás el 7 de octubre, que el presidente de EE.UU. establece alguna condición o límite a Israel. Biden dijo que apoyaría a Israel en cualquier decisión que tomara tras el ataque, y le ha enviado ayuda militar.
Lo hizo sólo 11 minutos después de la declaración del primer ministro israelí, David Ben-Gurion, anunciando la creación de un nuevo Estado.
Fue un movimiento muy simbólico de la Administración Truman, aunque posteriormente EEUU mantuviera el embargo de armas a Israel y a aquellos países que participaron en la guerra árabe -israelí que tuvo lugar inmediatamente después, y que levantaría posteriormente John F. Kennedy. La decisión del reconocimiento enfrentó además a Truman con su propio Departamento de Estado, cuyo entonces secretario, George C. Marshall, se oponía a dar ese paso. Desde entonces, ambos países han mantenido una relación más o menos sólida durante más de 75 años, con dos momentos especialmente decisivos: la guerra del 1967 y la llegada de la Administración Reagan.
En efecto, hasta 1967, Israel mantuvo relaciones cordiales con EEUU, pero no tan estrechas como serían posteriormente. No era el mayor receptor de ayuda militar estadounidense y los propios israelíes albergaban dudas sobre la capacidad de su país para hacer frente al previsible ataque coordinado de los Estados árabes vecinos. Incluso aquellos que confiaban en que Israel vencería suponían que la victoria tendría un terrible coste humano. Pero la formidable victoria de Israel sobre Siria y Egipto, los principales proxies de la Unión Soviética en Oriente Medio, en un momento de contención de la Guerra Fría en el que EEUU buscaba que el conflicto no se convirtiera en una batalla mayor, cambió el estatus de Israel a ojos de Washington y el papel estadounidense en el conflicto árabe-israelí. El entonces presidente norteamericano, Lyndon B. Johnson, posiblemente haya sido el más comprometido y emocionalmente apegado a Israel. Fue el primero en recibir a un primer ministro israelí en la Casa Blanca y también el primero en entregar sistemas de armas ofensivas a Israel, aunque fue Kennedy quien rompió este tabú, al comenzar a suministrar algunas armas defensivas.
Antes de dejar el cargo, Kennedy tomó la decisión de proporcionar a los israelíes los cazas F-4 Phantom, a lo que se oponía tanto el Departamento de Estado como el de Defensa. La guerra de 1967 marcó, además, el establecimiento del primer canal directo de comunicación entre EEUU y la Unión Soviética. Y contrariamente a Eisenhower, que tras la guerra de 1956 exigió la retirada de Israel del Sinaí a cambio de un frágil cese el fuego, Johnson pediría la retirada israelí a cambio de paz. Su discurso del 19 de junio de 1967 anticipó en muchos aspectos la que sería la Resolución 242 del Consejo de Seguridad, que pedía la retirada de Israel de “los territorios ocupados en el reciente conflicto” a cambio de “la terminación de todas las reclamaciones o estados de beligerancia y el respeto y reconocimiento de la soberanía, integridad territorial e independencia política de todos los Estados de la zona y de su derecho a vivir en paz dentro de fronteras seguras y reconocidas, libres de amenazas o actos de fuerza”.
Interpretada de forma diferente por israelíes y árabes, esta resolución seguiría siendo la base de todos los esfuerzos posteriores de EEUU para resolver el conflicto árabe-israelí.
El segundo punto de inflexión se produjo bajo la Administración Reagan, que brindó un enorme apoyo a Israel e institucionalizó la relación. Pero quizás lo más importante fue que la justificación para apoyar a Israel desplazó su eje argumental desde el razonamiento moral que había prevalecido anteriormente hacia un conjunto de justificaciones estratégicas. Este cambio se vio plasmado en diversas medidas concretas. La más destacada fue un Memorando de Entendimiento (MoU) sobre cooperación estratégica, firmado entre ambas partes en noviembre de 1981. Le siguieron otros acuerdos importantes relacionados con la seguridad, como la inclusión de Israel en el programa de investigación de la Iniciativa de Defensa Estratégica y la designación de Israel como “aliado no-OTAN”.

Aunque Israel es, con gran diferencia, el principal receptor de ayuda económica de Estados Unidos, un montante que ha ido creciendo con los años y que da un fuerte impulso a la economía del estado judío, los dirigentes israelíes tienen como principal fruto de esta particular relación la enorme influencia del lobby que hace que el Senado y el Congreso hagan votaciones con resultados que envidiarían los más ilustres dictadores del planeta. La influencia del lobby judío está en lo grande, pero también en lo pequeño, como el diablo. Un detalle: el viaje que el presidente Richard Nixon hizo a Israel pocos días antes de dimitir como consecuencia del Watergate. Nixon, que en grabaciones publicadas recientemente aparece como un antisemita, ya lo tenía todo perdido, pero aun así insistió en volar a Israel como última oportunidad para salvar su presidencia, lo que no ocurrió.
También se creó el Joint Political Military Group, que desde entonces se ha reunido periódicamente para abordar las ventas de material militar a Israel, los ejercicios y simulacros conjuntos y los acuerdos logísticos. Además, ambos países firmaron un acuerdo de libre comercio.
Pero también fue bajo la Administración Reagan que, por primera y única vez, un presidente de EEUU suspendió la ayuda al país. En junio de 1981 Israel bombardeó por sorpresa, con aviones de fabricación estadounidense y sin informar previamente a Washington, el reactor nuclear iraquí Osirak, violando el espacio aéreo de Arabia Saudí y Jordania. Reagan no sólo apoyó la Resolución 487 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas condenando el ataque, sino que también criticó públicamente la incursión y suspendió la entrega de avanzados aviones de combate F-16 a Israel. Además, a pesar de las objeciones de Israel y de los grupos de presión estadounidenses proisraelíes, entre los que destaca el lobby israelí favorable al consorcio Instituto Estadounidense del Petróleo, Reagan aprobó la venta de aviones avanzados de reconocimiento (AWACS) a Arabia Saudí. Más adelante, el MoU estratégico fue suspendido temporalmente por Washington después de que Israel extendiera su jurisdicción a los Altos del Golán ocupados en diciembre de 1981, siendo restablecido a finales de 1983.
Tras la Administración Reagan comenzó la única década del siglo XX en la que no hubo un enfrentamiento interestatal en la región, como los ocurridos en 1948, 1956, 1967, 1973 y 1982. La década comenzó con la invasión de Kuwait por parte de Saddam Hussein en agosto de 1990, tras el fin de la Guerra Fría. La Administración Bush se apresuró a crear una amplia coalición internacional, que incluía una mayoría de países árabes para frenar a Irak. EEUU era entonces admirado, temido y respetado, y logró que Israel no lanzara una represalia después de que Saddam Hussein disparara 39 misiles Scud contra él, convenciendo al primer ministro Isaac Shamir que se contuviera a pesar de las enormes presiones ejercidas por su ministro de Defensa y las autoridades militares para que respondiera militarmente. Una represalia que entonces hubiera llevado a los países árabes a abandonar la coalición, creando un enorme contratiempo a EEUU. Gracias a ello, Saddam Hussein no fue capaz de convertir la invasión de Kuwait en una guerra de Occidente contra el mundo árabe, que lo hubiera cambiado todo.

¿Por qué EEUU continúa de forma incondicional este apoyo irracional a Israel a pesar que él mismo sufre una pérdida a corto y largo plazo e Israel a largo plazo? Este es otro asunto que evaluar. Por ahora, pese a toda la potencia y distorsiones del lobby israelí, nos limitamos a precisar que no todos en EEUU apoyan esta política irracional y que el país más potente del mundo se arrastre por detrás de un país pequeñito.
En la actualidad Israel se mantiene como el principal receptor de ayuda estadounidense, una ayuda que le ha permitido transformar sus Fuerzas Armadas y mantener la “ventaja militar cualitativa” (qualitative military edge o QME) frente a sus vecinos. Ésta ha estado siempre garantizada por el Congreso de EEUU y ha contado con el apoyo de los dos grandes partidos, en parte gracias a la actuación a nivel doméstico de varias organizaciones en defensa de Israel desde la guerra del Yom Kippur en 1973. Es el caso del American Israel Public Affairs Committee (AIPAC) y Christians United for Israel (CUFI), que expresan un apoyo inequívoco a la ayuda de seguridad estadounidense a Israel. Otra importante organización, J Street, apoya la continuación de la ayuda de seguridad en los niveles actuales, al tiempo que sostiene que los fondos estadounidenses no deberían utilizarse en menoscabo de los derechos de los palestinos, para expandir los asentamientos u otras medidas que afiancen la ocupación de Cisjordania.
El actual presidente de EEUU ha hablado desde los comienzos de su mandato de la importancia de mantener a la vista una solución diplomática a este conflicto entre israelíes y palestinos, aunque su administración no ha iniciado ningún tipo de conversación directa entre las partes. Desde luego Biden no ha intentado replicar al presidente Obama, del que fuera vicepresidente, y que pretendió dar un golpe de timón en Oriente Medio tras la Administración Bush. Obama siguió apoyando a Israel, pero describió la presencia israelí en Cisjordania como una “ocupación” y se opuso enérgicamente a la construcción de nuevos asentamientos. También organizó una cumbre entre el entonces primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, y el líder de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas, en la Casa Blanca, que finalmente fracasó.
Biden tampoco revertió las decisiones más controvertidas de la Administración Trump, tales como el reconocimiento de la anexión de Jerusalén y los Altos del Golán, o el traslado de la embajada estadounidense a Jerusalén.
Ambos mantienen una relación personal que se remonta a la década de los 80, cuando Biden era un joven senador y Netanyahu trabajaba en la embajada israelí en Washington.

La promesa del presidente de EEUU, Joe Biden, de que su país “estará al lado de Israel” tras el ataque de Hamás a Israel el 7 de octubre simboliza la continuidad de una relación especial que se remonta a 1948, cuando el presidente Harry Truman se convirtió en el primer líder mundial en reconocer al Israel. Lo hizo sólo 11 minutos después de la declaración del primer ministro israelí, David Ben-Gurion, anunciando la creación de un nuevo Estado. Fue un movimiento muy simbólico de la Administración Truman, aunque posteriormente EEUU mantuviera el embargo de armas a Israel –y a aquellos países que participaron en la guerra árabe-israelí que tuvo lugar inmediatamente después– y que levantaría posteriormente John F. Kennedy. La decisión del reconocimiento enfrentó además a Truman con su propio Departamento de Estado, cuyo entonces secretario, George C. Marshall, se oponía a dar ese paso.
Durante la Administración Obama, Biden fue el principal interlocutor con Israel, dada la falta de sintonía entre el presidente y Netanyahu. De ahí que en 2010 fuese enviado a Israel para una visita diplomática de alto nivel, diseñada en parte para intentar que las relaciones entre ambas administraciones fueran más fluidas. Su llegada fue recibida con un comunicado del gobierno israelí anunciando sus planes para la construcción de nuevos asentamientos en zonas palestinas de Jerusalén, pero en lugar de regresar de inmediato a EEUU como le pedía su gobierno, Biden decidió seguir adelante con la visita y no escalar la situación pública y diplomáticamente. Se puso de manifiesto entonces que para Biden, la política exterior se rige en buena parte por las relaciones personales, como ha vuelto a constatarse tras los brutales ataques de Hamas contra Israel del 7 de octubre.
Cuando estalló la nueva crisis, muchos recordaron que pocos días antes el consejero de Seguridad Nacional de EEUU, Jake Sullivan, había afirmado en un evento público que “la región de Oriente Próximo está hoy más tranquila de lo que ha estado en dos décadas”.
Washington se había esforzado para librarse de décadas de costosas guerras en la región, para centrarse en la invasión de Ucrania y en la intensificación de la competencia estratégica contra China. De hecho, la Administración Biden no sólo pretende mantener el apoyo a Ucrania, sino que ahora trata de unirla a la ayuda a Israel en su lucha contra Hamás, sabedor del firme y mayoritario apoyo republicano al gobierno de Netanyahu. Con este fin, la Administración ha propuesto un paquete de 105.000 millones de dólares, que cubre ambos objetivos – la mayoría destinado al Pentágono, para que pueda reponer sus reservas de armamento – así como la financiación de la defensa de Taiwán. Se trata, como se verá, de un proyecto que contiene algo para casi todos, y que también irrita a casi todo el mundo. Esta es una táctica tradicional para crear consenso en un Congreso dividido, pero puede que esta vez no funcione, no sólo porque la Cámara está muy enfrentada, sino porque el propio Partido Republicano es una casa dividida.
Por otro lado, una cosa es vincular la ayuda para Ucrania a la de Israel como táctica política y otra muy distinta es esgrimir el argumento más amplio de que estos fondos se estarían destinando a luchar contra el “mismo enemigo”. El propio presidente ucraniano, el payaso Zelensky, se ha sumado con entusiasmo a este discurso, apoyando firmemente a Israel. Sus declaraciones, claramente dirigidas en gran medida al público estadounidense con el fin de mantener su apoyo, pueden socavar los esfuerzos que ha realizado durante el último año en los países del llamado “sur global”, sobre todo entre las principales potencias árabes, como Arabia Saudí. Por otro lado, cabe recordar que, tras la invasión de Ucrania por parte de Rusia, Israel dio apoyo político a Ucrania y ayuda humanitaria a los ucranianos, pero sin alienar a Rusia y mostrándose reacio a proporcionar ayuda letal a Ucrania debido a su interés por salvaguardar sus operaciones militares contra Siria, para las que cuenta con la coordinación con Rusia para garantizar que sus fuerzas no choquen ni se disparen por error.
Tanto Ucrania como Israel luchan sabiendo que el fin del apoyo estadounidense tendría graves consecuencias para sus respectivas causas. Además, el nuevo conflicto en Oriente Medio sirve a los intereses del Kremlin, debilitando el apoyo estadounidense a su principal contrincante actual.
Ahora mismo los objetivos a corto plazo de la Administración Biden en Israel y Gaza son evitar que la guerra se extienda a otros territorios, conseguir la liberación de los rehenes estadounidenses por parte de Hamás y coordinar la ayuda humanitaria.

Anticipando un riesgo de hastío, Zelensky viajó a Washington en septiembre, donde se reunió con Joe Biden y habló con congresistas. Su visita, sin embargo, no tuvo el efecto deseado. Sumido en crisis internas que llevaron a la destitución del anterior líder de la Cámara Baja, el Congreso finalmente no validó nuevos fondos para su ofensiva. A diferencia de la mayoría de los demócratas, el senador Bernie Sanders, autoproclamado socialista, votó en contra del paquete sometido a votación el miércoles por «profundas preocupaciones» sobre el envío de fondos al «gobierno de extrema derecha» del primer ministro israelí Benjamín Netanyahu.
Para abordar el primer objetivo, EEUU ha desplegado dos grupos de ataque de portaaviones y un submarino de propulsión nuclear en las aguas que rodean Oriente Medio. Además, ha enviado al menos 1.200 soldados a la región, así como defensas aéreas, incluidas baterías Patriot y el sistema Terminal High Altitude Area Defense. A pesar de ello, se han producido ataques contra tropas y activos estadounidenses, principalmente en Irak y Siria, pero también cerca de la costa de Yemen.
Además, en la medida que Israel ha venido intensificando su ofensiva, el presidente Biden ha comenzado a advertir repetidamente a sus dirigentes que no cometieran los mismos “errores” que EEUU tras el 11 de septiembre de 2001. Aunque sigue declarando su apoyo inequívoco a Israel, Biden y sus altos cargos militares y diplomáticos se han vuelto abiertamente más críticos con la respuesta de Israel y la crisis humanitaria que se está desencadenando en Gaza. Ahora insisten en recordar a los israelíes que, incluso si los terroristas de Hamás se entremezclan deliberadamente con la población civil, las operaciones deben adaptarse para evitar víctimas no militares.
Este cambio de tono y de fondo se debe no sólo a la crisis humanitaria de Gaza, sino a un creciente contexto de denuncias mundiales de las acciones de Israel, además de una explosión de protestas en EEUU, y Biden es consciente no sólo de lo polarizado que está su país, sino de lo polarizado que está el mundo. Los funcionarios estadounidenses también saben que no podrán conseguir más apoyo diplomático para Israel y muchos países del denominado “sur global” se están moviendo en sentido contrario a medida que aumenta el número de víctimas mortales palestinas. Además, incluso los aliados europeos de EEUU están divididos sobre la guerra de Israel, lo cual hace imposible una repetición de la coalición pro-ucraniana forjada tras la invasión rusa.
La opinión pública estadounidense también se muestra muy dividida y quienes se oponen al gobierno de Israel en las universidades y en la política están ahora bien organizados, mucho más que hace unas décadas. Esta tendencia ya era visible en las encuestas de opinión realizadas antes de octubre, como la realizada por Gallup a principios de 2023, que reveló un descenso del apoyo a Israel entre 2013 y 2023 (del 64% al 54%), junto con un considerable aumento del apoyo a la causa palestina en ese mismo período (del 12% al 31%). La misma encuesta sugiere que el apoyo a Israel frente a los palestinos varía según los grupos de edad y que los estadounidenses más jóvenes son ahora menos propensos a ponerse del lado de Israel. Además, el creciente escepticismo sobre Israel entre la generación más joven va de la mano del mismo escepticismo sobre el papel de EEUU en las relaciones internacionales.
A modo de conclusión, el inicial apoyo incondicional de EEUU a Israel tras el ataque de Hamás el 7 de octubre ha traído de nuevo a la palestra la fuerte amistad entre EEUU e Israel, poniendo el foco en la asistencia militar que Washington le ha brindado desde hace décadas. Durante más de 75 años se han producido altos y bajos en la relación bilateral, cambios estructurales en las ayudas, discrepancias internas en Washington entre los Departamentos de Estado, de Defensa y la propia Casa Blanca con respecto a Israel, y razones morales y estratégicas que han justificado en varios momentos el apoyo al gobierno israelí. Una ayuda que es esencial para Israel, lo que convierte a EEUU en clave para gestionar el actual conflicto.

«Continuaremos hasta la victoria, para lograr tal triunfo y nuestros objetivos necesitamos tiempo», dijo el primer ministro en una rueda de prensa, en la que enfatizó que Israel seguirá «su bombardeo implacable para derrotar» a Hamás, en el 85 día de una guerra que no parece tener fin inminente ni una salida clara. Las tropas «luchan por todas partes de Gaza» y «bajo tierra», y hasta ahora «mataron a más de 8.000 miembros de Hamás», declaró Netanyahu.
Sin embargo, la distancia con Israel se agranda por momentos. Funcionarios estadounidenses mantienen debates internos y con sus aliados sobre el futuro de Gaza y han resucitado las conversaciones sobre la posibilidad de resucitar la solución de dos Estados, algo que siempre había descartado Netanyahu.
Sullivan también ha expuesto públicamente una visión de lo que EEUU ve como el camino a seguir, que no contempla la reocupación de Gaza, ni el desplazamiento forzoso de sus habitantes, ni su uso como base para el terrorismo y afirma el deseo – que forma parte de una declaración del G7 – de que la Autoridad Nacional Palestina tome el control de la Franja, algo que la propia Autoridad rechaza.
Netanyahu, por su parte, descarta una fuerza internacional de vigilancia e insiste en que su gobierno no descansará hasta la exterminación del pueblo palestino.
ANTÓN SAAVEDRA