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¿QUÉ HA SIDO DE LA IZQUIERDA I?

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“La sociedad no existe, solo lo individuos”. Pocos nos imaginábamos que aquellas palabras pronunciadas por la primera ministra británica Margaret Thatcher en 1987 respondían a un proyecto de ingeniería social de nefastas consecuencias para el mundo. Por supuesto, aquellas palabras no habían sido hilvanadas por casualidad, sino que respondían a un proyecto de transformación colectiva, cuyas consecuencias no encerraban sino la descomposición de la idea del bien común y el desmantelamiento del Estado social.

En absoluto pretendo hacer en este artículo un análisis exhaustivo de la herencia política de la Dama de Hierro, solo pretendo referirme a algunas claves sobre la fascinación que la izquierda reformista mostró en Europa respecto a la obra neoliberal. El mismísimo Tony Blair, máximo exponente de aquella tercera vía desde las coordenadas del laborismo, sería bautizado por el historiador Eric Hobsbawm como “una Thatcher en pantalones” cuando este llegó a afirmar que “la actividad económica estaba mejor en manos del sector privado”. Al respecto, resulta muy difícil separar la tercera vía, esa vertiente socioliberal que terminó por socavar el carácter transformador de la socialdemocracia, de la alargada sombra de la Thatcher.

Resulta paradójico que Pedro Sánchez, en algunos de sus múltiples virajes ideológicos de conveniencia, llegase a reivindicar la socialdemocracia como aval de su moderación. Pocos conceptos se encuentran más denigrados en la actualidad, y más vacíos de significado, por el uso espurio que se les ha conferido en las últimas décadas.

Recuerdo mi participación en la Escuela de Verano del PSOE, allá por el año 1976, cuando el que seis años más tarde iba a ser el superministro de Economía y Hacienda del gobierno felipista, llegó a pronunciarse a favor de la nacionalización de la banca. Más tarde comprendí que aquello no eran sino los últimos coletazos de una ideología de izquierdas para quedar sepultada bajo el tsunami del pensamiento único, pensamiento único que, sin aportar razón de ningún tipo, exclusivamente a través de la descalificación y colgando el cartel de desfasado, cuando no de cosas peores, a quien osase contravenir sus dictámenes, condenaba todo lo público a la vez que ensalzaba lo privado. Ya con el PSOE en el gobierno, no solo no se nacionalizó la banca, sino que innumerables entidades financieras, tras ser saneadas con el dinero del erario, fueron devueltas al sector privado, perdiéndose una ocasión de oro para establecer con las cajas de ahorro una potente banca pública. Más tarde ya sabemos lo que paso con las boyantes cajas de ahorros. Lógicamente, la nacionalización de la principal banca española supondría controlar la mayor parte de la gran industria, desde muy pronto y sin necesidad de una nacionalización ni de una burocratización estatal, dándose la paradoja de que, en la actualidad, más de la tercera parte de la industria española más importante, incluso en periódicos que normalmente expresan opiniones de izquierda, la banca ha volcado su dinero para financiarlos, aduciendo, entre otras razones, que la nacionalización de la banca supondría una carga costosísima para el Estado que quisiera llevarla a cabo.

Aquello representó para mí, una de las primeras demostraciones evidentes de la rápida transformación a la que nos estamos refiriendo. Ciertamente, las promesas electorales no consistían en ninguna transformación revolucionaria de corte marxista, pero sí en un compromiso con la intervención pública en el sistema financiero y bancario, por lo que el viento se las llevó a una velocidad de vértigo.

Pero, la renuncia a una verdadera banca pública no fue la única de las grandes renuncias a un programa socialdemócrata antiguo, siendo algunos de los hitos esenciales en que se llevó a cabo la gran transformación socioliberal la referida a la política laboral o la política fiscal, con la privatización de las empresas públicas, con la renuncia al control estatal de los sectores estratégicos o con el proceso de inserción dentro de la unión monetaria, sin contrapeso fiscal, presupuestario o político.

Un sencillo ejercicio comparativo entre los programas económicos de los partidos formalmente socialdemócratas, por no hablar de los que aparecieron para ocupar un espacio a su izquierda, con los de un partido conservador al uso, como la Unión de Centro Democrático en aquellos tiempos de la Transición, podremos ver que las políticas de intervención o nacionalización de sectores estratégicos, el programa referente al mercado laboral o las políticas fiscales que en su momento se planteaban desde el llamado centro-derecha son más atrevidas que las que actualmente sostiene todo el arco parlamentario de las llamadas izquierdas. ¿Qué es sino y quien la ha redactado según su conveniencia la vigente Reforma Laboral? Pues eso…


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