Hay algo que atestigua el consenso del sistema político español: la unanimidad en los ataques destructivos hacia PODEMOS, formación que cuestiona esta democracia limitada nacida de la llamada “modélica transición” y que señala que ha llegado a su fin. Pero como nadie quiere perecer, los partidos y sus “think tank”, así como todos los poderes establecidos reaccionan y defienden su existencia tal y como llegaron hasta aquí. Decir que PODEMOS está compuesto por “perroflautas”, que son los “rojos de siempre”, que están pagados por el gobierno venezolano, que Pablo Iglesias es un “impresentable”, que es un “trotskista”, un “tapado de ETA” y un largo etcétera, calificativos todos ellos que se vienen prodigando en las redes sociales, no me parece en absoluto una interpretación objetiva sobre esta formación y, lo que es peor, supone no entender ni lo que representa, ni a qué se debe su éxito, ni lo que implica su irrupción en el panorama político. Pienso, y así lo digo públicamente, que más allá de las descalificaciones – muchas de ellas gratuitas, otras intencionadas, otras completamente erróneas, algunas viscerales en filias y fobias – hace falta tratar de sistematizar en la medida de lo posible una aproximación a su verdadero rostro e intenciones, sin olvidarse que los resultados alcanzados tanto en las elecciones europeas como en las recientes municipales y autonómicas han convertido a PODEMOS en un verdadero fenómeno que debe conocerse más allá de los adjetivos rápidos que se le pueden prodigar.
Pero antes de continuar, conviene dejar muy claro ciertas cuestiones que afectan al conjunto de la sociedad española. Resulta más que sorprendente que tanto expolíticos como dirigentes de los partidos más poderosos echen pestes de PODEMOS porque, para mí, el problema no reside en PODEMOS, sino en qué queremos. Igual no es la solución, pero es evidente que el problema que nos ha caído con la crisis y su gestión no lo ha generado PODEMOS. En cambio, sí tienen mucho que ver los partidos del bipartidismo PPSOE y sus “muletillas de ocasión”, que siguen cortando el bacalao. Mientras unos – los del PSOE – no supieron o no quisieron ver que venía y nos golpearon con los primeros recortes, los otros – los del PP -, que prometieron tener la solución al problema, nos han rematado con más recortes pero, eso sí, han sabido ver que la crisis ya ha acabado, aunque su final no resulte visible para los ciudadanos.
¿De verdad que PODEMOS tiene algo que ver con que uno de cada cuatro españoles (el 25%) viva por debajo del umbral de pobreza, según los datos del Instituto Nacional de Estadística? Por supuesto que se refiere a la media, porque hay comunidades como Castilla-La Mancha, Extremadura, Andalucía, Canarias, Murcia o Valencia, con mayores tasas de pobreza donde, por cierto, en ninguna de ellas ha gobernado ni gobierna PODEMOS, y eso significa, lisa y llanamente, que en España hay personas que no tienen dinero ni para comer. A principios de este año, y sobre la Comunidad Valenciana, leía un titular que decía:” La Guardia Civil constata el aumento de gente que roba para poder comer”. Sin ninguna coletilla. O sea, que el titular no decía: La Guardia Civil constata el aumento de gente que roba para poder comer por culpa de PODEMOS. No me extrañaría nada que la culpa fuera de otros. Por cierto, ¿ha tenido algo que ver PODEMOS en la creación de la mayor fábrica de parados de Europa, como es el INEM?
Pero no todo es pobreza, claro que no. Y en eso tampoco ha tenido nada que ver PODEMOS. Varios informes realizados al respecto nos indican que los 20 españoles más ricos acumulan 80.000 millones de euros, y eso es más de lo que tienen el 25% de las personas más pobres, ello sin adentrarnos en las “madrigueras fecales”, donde las cifras se incrementarían brutalmente, al margen de usar estos “escondrijos” para eludir el pago de impuestos. La cruda realidad es que somos, junto con Letonia, el país europeo con más desigualdades, y es que cualquier política que esté subyugada a los poderes financieros estos son las culpables del crecimiento de estas desigualdades. ¿Acaso es culpa de PODEMOS que la oligarquía financiera eluda el pago de sus impuestos, que cualquier ciudadano de a pie tenemos que pagar religiosamente?
¿A qué se debe entonces el éxito de PODEMOS? Principalmente, a la existencia previa del movimiento del 15-M que ha aportado “base social”. Sin una mínima base social no podría existir ningún movimiento político de importancia, y el de PODEMOS surgió de todos los sectores damnificados por la globalización: de los jóvenes que deben elegir entre la precariedad o el exilio económico, de las clases medias que ven sus salarios menguados y sufren una presión fiscal creciente para pagar una deuda que ellos no han generado, de profesionales que perciben horrorizados el destino de nuestro país como “nación de servicios” y “periferia de la UE”, de los clases medias, en definitiva, que afrontan procesos de empobrecimiento.
Han sido de estos sectores de los que ha nacido el electorado de PODEMOS, mucho más que del eco despertado por participación en operaciones anti–desahucio o por el activismo de los “perroflautas”, pero el fenómeno es mucho más interesante y no permite simplificaciones tan abusivas y toscas porque, además, la tremenda decepción del electorado de izquierdas en relación especialmente al PSOE y el desmoronamiento progresivo de este partido, camino de la “pasokización”, abriría un espacio transversal a la izquierda que incluía desde “damnificados por la globalización”, hasta ese electorado que empezaba a estar harto de que las promesas del PSOE tenían poco que ver con su acción de gobierno. Esto es, PODEMOS se ha visto engordado, en gran medida, con votos procedentes del PSOE, no lo olvidemos.
Dicho de otra manera, desde mi punto de vista, el éxito de PODEMOS no responde sino al actual cambio de percepción que viene experimentando la sociedad española. Hasta ahora solamente era “admisible” y “correcto” votar a cualquiera de los partidos de la “banda de los cuatro” (PSOE-PP-PNV-CIU). Tal era la exigencia del bipartidismo imperfecto edificado a partir de la II Restauración Monárquica de 1978. Pero eso ya ha quedado lejos. Las últimas elecciones europeas y las recientes elecciones municipales y autonómicas han dejado claro que el electorado está experimentando un cambio de perspectiva inducido por varios fenómenos que se vienen produciendo en nuestro país.

Hasta la fecha siempre ganan los del bipartidismo monárquico PPSOE, siempre al servicio de las oligarquía financiera
Por una parte, el agotamiento del modelo político nacido en 1978, basado en la sinergia entre la “banda de los cuatro”, y especialmente en las dos grandes columnas que han servido de sostén al sistema, como han sido la del “centro-izquierda” y la de “centro-derecha”. Como se ha repetido hasta la saciedad, el bipartidismo ha entrado en una crisis profunda, para dar paso al multipartidismo y a las coaliciones de gobierno, porque si algo está quedando claro es que el PP muy difícilmente volverá a obtener una mayoría absoluta, y el PSOE con el hundimiento de su “pata catalana” del PSC, jamás volverá a disponer de nada parecido.
Por otra parte, la crisis económica está sirviendo, entre otras cuestiones, para que el pueblo español despertásemos de aquel “Alicia en el país de las maravillas” desarrollado por el modelo económico de AZNAR, asentado sobre un crecimiento con bases falsas – salarios bajos, inmigración masiva, construcción y acceso fácil al crédito – generador de unas burbujas que estallaron dejando atrás un paro estructural absolutamente insalvable y una deuda de la que, desde hace cuatro años, solamente estamos pagando los intereses pero que no se reduce en términos absolutos. Con 6.000.000 de parados y un 25% de la población próxima al umbral de la pobreza, la palabra de la clase política ha dejado de ser intocable, los portavoces del régimen han perdido toda credibilidad y buena parte de la población ha visto a la “casta” como a los únicos beneficiarios del régimen nacido en 1978.
Si a ello sumamos los elevados niveles de corrupción que se están dando a todos los niveles del Estado, desde la mismísima casa real hasta el más pequeño de los ayuntamientos españoles, el cuadro quedaría completo. Pero la crisis persiste, cada vez más amenazante, y mientras la población se siente presionada fiscalmente para pagar una deuda que no ha generado, el Estado y sus escalones burocrático–administrativos siguen haciendo gala de un gigantismo y de una dilapidación de recursos que ofende a quienes están, desde hace años, experimentando graves problemas. Es la corrupción generalizada e institucionalizada, negada por los medios y los tertulianos, de la misma forma que durante el período de la Restauración se negaba que el caciquismo fuera el rasgo más acusado de aquella coyuntura, la que ha generado una brecha insalvable entre la “España oficial” y la “España real”.
En definitiva, que de no haber sido por estos tres elementos, entre otras cuestiones, PODEMOS jamás habría logrado hacerse con un espacio, ni siquiera mínimo en el panorama político español, y una demostración palpable de que la crisis económica ha mutado en crisis política, tras la persistencia de la crisis social, ha sido la abdicación de Juan Carlos I, porque quienes la han precipitado eran conscientes de que el período del bipartidismo imperfecto se acababa y que en un futuro parlamento en el que PP y PSOE estuvieran capidisminuidos sería difícil aprobar una Ley Orgánica que aceptara la abdicación de Juan Carlos y la aceptación de Felipe como sucesor a título de rey. Desde los “poderes fácticos” se reconoce con esta abdicación que se ha cerrado un ciclo y que otro está a punto de comenzar a partir de las próximas elecciones generales de 2015.
ANTON SAAVEDRA
