Miles de veces me habían hecho esta pregunta, pero la contestación siempre sigue siendo la misma: No lo sé, y no creo que alguien lo sepa. Sabes por qué te metes. Siempre hay alguien que te anima. Lo que no sabría explicar es porque permaneces al cabo de los años en lo mismo, y lo único que sé es que soy sindicalista, que llevo casi toda mi vida conjugando el verbo indignar, y que elegí esta opción frente a otras alternativas que me ofrecía el destino y que, probablemente, me hubiesen reportado una vida más cómoda y más saludable. Soy sindicalista porque pienso y siento que era y sigue siendo una buena opción para poder pasar por esta cruel sociedad intentando ayudar a los demás, aunque sólo sea un poco y siempre en el marco de mis posibilidades.
Era un domingo por la mañana del año 1969, integrado ya como minero del Pozo Fondón, cuando asistí a una asamblea que se celebraba en los locales de la recientemente constituida asociación “CLUB AMIGOS DEL NALON”, en La Nalona de Sama de Langreo, donde se iban a elegir los miembros de su directiva, sin que yo me imaginara remotamente que iba a ser nominado para ningún cargo, cuando me vi elegido vicepresidente por la unanimidad de los compañeros. Debo de reconocer honestamente que aquella elección me sorprendió bastante, aunque estaría mintiendo si no digo que me llenó de un sano orgullo, siendo el responsable de todo aquello el compañero Bonilla, un activista militante del Partido Comunista de España que trabajaba conmigo en el Pozo Fondón.
En realidad aquellas sociedades culturales que, como “AMIGOS DE MIERES”, “SOCIEDAD CULTURAL GIJONESA”, “SOCIEDAD CULTURAL PUMARIN” de Oviedo, o “LA AMISTAD” de El Entrego, entre otras, si bien habían sido creadas bajo el estímulo del asociacionismo cívico y a pesar de las limitadas condiciones de legalidad que ofrecía la LEY DE ASOCIACIONES de 22 de diciembre de 1964, efectivamente, sirvieron de cobertura legal o “tapaderas” para el proselitismo político del Partido Comunista de España – único partido con una verdadera estructura orgánica en Asturias -, a la vez que se utilizaban como lugar de reuniones de las “COMISIONES OBRERAS” genuinas, aunque la realidad era que estas “asociaciones” se nutrieron de personas de un espectro ideológico muy amplio, con un marcado carácter democrático, teniendo que soportar en muchas ocasiones – como las redadas de abril de 1970 -, la “invasión” de los inspectores policíacos de la Brigada Social, que se incautaban de nuestros libros de actas y socios, teniendo que visitar muy asíduamente las comisarías de la Policía y cuarteles de la Guardia Civil, lugares que personalmente visité en más de veinte ocasiones, aunque jamás salí diciendo que me hubieran masacrado – simplemente algunos arañazos y muchos insultos, aunque todavía no se me quitó el pánico sufrido -, entre otras cuestiones, porque estaría mintiendo…
¿Y por qué no te hiciste comunista, habiéndote realizado prácticamente entre la gente del Partido Comunista y Comisiones Obreras, me preguntaba muchas veces la gente a lo largo de mi trayectoria político sindical? Una pregunta que tampoco sabría responder como me ocurre con la de ¿por qué estoy en esto? No sabría explicarlo, aunque la influencia de mi “güelu” José Saavedra Zapico “José CANTERA” – un exdirigente del SOMA-UGT, primer concejal del PSOE en el concejo de Aller, encarcelado y condenado a muerte (posteriormente conmutada por cadena perpetua) por su participación en la Revolución de Asturias del 34 y en la defensa republicana del 36, así como jefe del maquis en Aller, después de finalizada la incívica guerra española que vino como consecuencia del golpe militar fascista contra el gobierno legítimo de la II República –, pienso que pudo haber sido decisiva para integrarme como militante de la UGT y del PSOE, allá por el año 1972. Además, mi concepción sindical siempre estuvo y sigue estando basada en la autonomía y en la libertad sindical, y nunca entendí que los sindicatos pudieran estar al servicio del Estado, tal como ocurría en la Unión Soviética y en sus países satélites. Para mí, en cualquier país del mundo, sea comunista o no, los sindicatos tienen que ser organizaciones reivindicativas de los trabajadores y para los trabajadores, y allí, en la extinguida URSS y aquellos países no me parecía que lo tuvieran muy claro, tal y como lo pude comprobar en las varias ocasiones que anduve por allí en misiones sindicales, aunque no puedo dejar de reconocer mi sincera admiración por el pueblo ruso, al margen de cualquier connotación de índole política y sindical.
Así llegamos a la fecha del domingo, 16 de mayo de 1976, cuando tenía lugar la celebración del primer congreso de UGT-ASTURIAS después del golpe militar fascista contra el gobierno legítimo de la II República, en los locales del Seminario Metropolitano de Oviedo, donde resulté elegido secretario regional de propaganda, una labor que consistía en recoger mensualmente en el puerto marítimo de Tazones, el boletín de UGT-CONFEDERAL que nos enviaban por mar desde Bilbao, procedente de Toulouse; repartirlo por las distintas localidades asturianas – mejor personas muy concretas, algunas de las cuales (muy pocas porque no había muchas), se negaban a repartirla y otras nos decían que no los comprometiéramos más -; hacer los panfletos y boletines que se tiraban ante cualquier evento o conflicto huelguístico, casi siempre redactados con Emilio Barbón, Ludivina García Arias y su marido, Juan Luis Rodríguez Vigil; y después, por la noche, tirarlos por la calle y en los centros de trabajo.
Me acuerdo del día 17 de mayo de 1976, cuando en compañía de Pedro Miranda, el médico de Lada, y Joaquín Andrés, el de la cafetería Lieja de Sama, fuimos detenidos por la Guardia Civil en el Barrio del Pilar de Lada, después de un tiroteo contra nosotros, cuando nos encontrábamos tirando propaganda contra la monarquía borbónica, que al día siguiente visitaban – Juan Carlos de Borbón y Sofía de Grecia – los interiores del Pozo María Luisa de Hunosa.
Aquella tarde nos habíamos trasladado a Oviedo en el coche de Pedro el médico, para imprimir las octavillas en la pequeña imprenta que Eugenio y Joaquín (EUJOA) tenían encima de la estación de la Renfe (Oviedo), llegando a la Cafetería Lieja de Sama hacia las once de la noche, pero esperamos un tiempo hasta la una de la mañana para empezar la tarea. Pedro conduciendo, Joaquín por una ventanilla del coche y yo por la otra, íbamos regando las calles y barrios, hasta que, de repente, cuando nos encontrábamos en una de las calles del Barrio Pilar de Lada, oímos unos disparos dirigidos contra nuestro coche: ¡Alto, manos arriba, no se muevan, están ustedes detenidos!
Era la Guardia Civil que estaba escondida por todos los rincones de los barrios mineros ante la visita de tan “ilustres” señores, que nos llevó andando y encañonados todo el camino, sin ni siquiera dejarnos echar un cigarro, hasta el cuartel de La Felguera – aquel día había más estrellas en el cuartel que en el cielo más estrellado del mundo – donde permanecimos durante cuatro días (por la noche nos llevaban a las cochambrosas celdas de la Policía Municipal de Sama de Langreo). La solidaridad de la gente fue tal que, casi tenemos que poner una tienda de tabacos y comestibles, de la cantidad de suministro que recibimos un día tras otro. No soy dado a comentar cierto tipo de anécdotas que por su valentía en los momentos difíciles, y en aquel cuartel tan estrellado, pudieran parecer inventadas, pero, como homenaje en recuerdo de mi compañero y amigo, Pedro el médico, haré mención literal de la respuesta dada al brigada que redactó el informe, un tal Gasparón, que parecía un “orangután” con correaje. Este sujeto había redactado: “cuando se encontraban tirando propaganda del S.O.E. y U.G.T. contra la monarquía española, en la persona de don Juan Carlos de Borbón al que denominan como Juan Carlos I el Breve”, de tal manera que, cuando nos lo dieron a leer y firmar, Pedro se negó a ello por entender que nosotros no habíamos tirado propaganda del SOE (Seguro Obligatorio de Enfermedad), postura que nosotros secundamos de inmediato… Aquello levantó alguna que otra solapada carcajada entre los mandos de la guardia civil que llenaban el cuartel aquella madrugada, y, al final, entre las explicaciones irónicas de Pedro, haciéndole ver que la propaganda era del PPPPPSSSSSOOOOOEEEEE… ¿se entera usted?, aquel individuo se aclaró, por fin, de que lo que habíamos tirado era propaganda del PSOE…
En cierta ocasión, hablando con Pablo Castellano del asunto, refiriéndome a la escasa atención jurídica que tuvimos, aunque bien es cierto, y así me consta fehacientemente, la intervención del agregado laboral de la embajada alemana, Walter Nocker, ante el gobierno de España, la respuesta de Pablo fue que: “por aquellas fechas, tanto la UGT cómo el PSOE, necesitaba gente como vosotros en aquellas situaciones, que servían para contrarrestar las luchas del Partido Comunista de España y de Comisiones Obreras en la clandestinidad”.
Aquella detención no era mi primera experiencia con los calabozos, porque un primero de mayo de 1974 había sido detenido en Gijón, permaneciendo cinco días en las celdas de la Comisaría situada en la calle Cabrales de la villa gijonesa. Aquel día, de mañana, un grupo de personas habíamos intentado manifestarnos en el Paseo de Begoña, sin lograrlo, donde uno de los compañeros que había venido de Bruselas me había entregado dos ejemplares del “MUNDO OBRERO” que metí doblados en mi bolsillo, sin preocuparme más de ellos, y después de estar toda la tarde de sidra con mi cuñado Paco, por la noche nos dispusimos a entrar en el EROS de Gijón, siendo interceptados a la entrada por dos “secretas”, según mostraban sus credenciales policíacas, no tardando diez minutos en presentarse allí un “Land Rover” de la Policía Nacional que nos trasladó a la Comisaría de la Calle Cabrales, en Gijón.
Una vez en la comisaría tuvimos que ir depositando todas nuestras pertenencias encima de una mesa, cuando me encuentro en mis manos con los dos periódicos subversivos, de los que casi me había olvidado que los traía, y de ahí a unas “pocilgas” que llamaban calabozos situados en los sótanos, del que me sacaron de madrugada para subirme a los pisos superiores, donde se encontraba la Brigada Político-Social, y someterme a un largo y duro interrogatorio, con una lámpara amarillenta que alumbraba sobre mi cara, soportando todo tipo de insultos, amenazas y empujones, aunque sin llegar a pegarme.
De mi estancia en aquellos calabozos, recuerdo la cara descompuesta de mi padre, acompañado de su amigo Florentino Vázquez “Florón” (antiguo comandante republicano), preguntándome si me habían pegado y comunicarme que me habían concedido las vacaciones en el trabajo, después de una conversación que había mantenido con el ingeniero jefe del grupo minero de Sama, con el fin de que no me pudieran despedir en la empresa por no acudir al trabajo. Un día por la mañana, éramos esposados, como dos vulgares criminales, para ser trasladados a los juzgados situados en el barrio de Cimadevilla, siendo el día de hoy que nunca recibí documento alguno sobre mi detención, ni mucho menos sobre mi condena.
Aunque la tarea que yo tenía encomendada por el Congreso de U.G.T. era la propaganda en Asturias, la verdadera misión que ocupó mi tiempo, desde viernes a lunes, incluyendo mis vacaciones anuales, fue patearme la geografía española para contribuir a la organización de los mineros de León, Palencia, Huelva, Teruel, Ciudad Real, Córdoba, Jaén, Granada, Navarra, Cantabria, País Vasco y Cataluña, formando incluso el PSOE en algunas de las zonas, donde no había ni restos de lo que habían sido las organizaciones socialistas en su doble vertiente sindical y política. Para ello fuimos dotados por medio de la Federación Internacional de Mineros (FIM) de un coche SEAT 127, un equipo completo de reproducción para la elaboración de las octavillas y los boletines, cien mil pesetas en papel y clichés depositadas en una librería de Oviedo, y una cantidad de 88.000 pesetas mensuales, con las que se pagaban el salario y la seguridad social de Avelino Pérez – militante procedentes del exilio francés (40.000 pesetas) -, un local para el Sindicato Minero, el POSE y la U.G.T. en la avenida de Oviedo de Sama de Langreo, por el que abonábamos 20.000 pesetas, quedando el resto para los desplazamientos.
Así, durante los días 10 y 11 de diciembre de 1977, tenía lugar en la localidad asturiana de Mieres, la celebración del XI Congreso de la Federación Estatal de Mineros de U.G.T. – primero que se celebraba tras la sangrienta dictadura franquista -, resultando elegido por los compañeros mineros de toda España como Secretario General, no sin tener que soportar las primeras actuaciones conspirativas de un individuo como VILLA, que ya actuaba como “confidente” del temible jefe de la Brigada Político-Social en Asturias, Claudio Ramos Tejedor, resultando ser un estafador a la Hacienda Pública y un ladrón de los dineros procedentes de las cuotas y dietas de los afiliados y representantes sindicales del SOMAFIAUGT.
A partir de la celebración del Congreso Minero, fui liberado con las horas sindicales de la sección sindical de UGT en HUNOSA, para dedicarme en exclusiva a la tarea de organizar y fortalecer la U.G.T.– MINERÍA en todos y cada uno de los rincones de España, no exenta de conflictos mineros que se producían a diario, como el de Minas de Figaredo en Asturias que, después de haber presentado la empresa un expediente de regulación de empleo en diciembre de 1978 para sus mil seiscientos trabajadores y ser abandonados por el SOMA-UGT en sus reivindicaciones para salvar la mina, tuvimos que hacernos cargo desde la FEM-UGT, hasta lograr su integración en el Instituto Nacional de Industria el año 1980 (posteriormente el Pozo Figaredo sería integrado como un pozo más de HUNOSA), después de una larguísima y dura lucha sindical desarrollada unitariamente con los compañeros de CC.OO., donde se dieron todo tipo de movilizaciones sindicales en Asturias y en Madrid, que llevaron incluso a mi detención y la de cuatro compañeros de U.G.T. en los calabozos de la Dirección General de Seguridad, por cortar durante tres horas el Paseo de la Castellana en Madrid, el día 11 de marzo de 1979, aunque, con fecha 29 de junio de 2007, el pozo sería cerrado definitivamente en una vergonzosa connivencia de aquellos que seguían la consigna de aquel que decía “había que pasar por encima de su cadáver antes de cerrar un solo pozo en HUNOSA”, poniendo fin a dos siglos de minería en el valle de Turón.
Otro de los “graves conflictos mineros” que recuerdo por aquellas fechas, es el que tuvo lugar en la localidad leonesa de Fabero, allá por el mes de setiembre de 1978, ante la amenaza del cierre de Antracitas de Fabero, del que también resulté detenido, permaneciendo dos días en los calabozos situados en los sótanos del ayuntamiento de Ponferrada y procesado en los Juzgados de la misma localidad. El caso fue que habíamos decretado una huelga general en la minería de León y convocado una manifestación de apoyo a los compañeros mineros en la propia localidad de Fabero, el domingo 3 de setiembre, y durante mi intervención a los más de 12.000 mineros concentrados en el campo del fútbol manifesté aquello de “que al pan, pan, al vino, vino, y al ministro de la gobernación, Martín Villa, pistolero y asesino”, siendo denunciado por algunos conocidos falangistas del pueblo, y posteriormente detenido. Aquello resultó hasta simpático, porque cuando había sido citado a declarar ante el juez, asistido por el abogado Gabela (posteriormente sería alcalde de Ponferrada, senador del PSOE y presidente del PSOE leonés), éste me preguntó si yo había realizado aquellas manifestaciones, a lo que respondí que no me acordaba exactamente de lo que había dicho, pero posiblemente, teniendo en cuenta el contexto en que se habían realizado, podían ser ciertas: “Bueno, entonces vamos a poner que en momentos de tensión la boca no responde al intelecto”, dicho en un lenguaje con acento gallego, y ahí quedó el asunto. Posteriormente, tomando un café con el abogado Gabela y el propio juez, éste nos dijo que él también había militado en el Partido Socialista Popular de Baleares.
Aquel mismo año de 1979 tenía lugar, por primera vez en la historia de España, la celebración del 43º Congreso de la FEDERACION INTERNACIONAL DE MINEROS (FIM-CIOLS) en Madrid, entre los días 4 al 8 de junio, resultando elegido como vicepresidente de su comité ejecutivo, ocupándome principalmente del movimiento obrero minero en los países de Latinoamérica, como Bolivia, Perú, Chile, Colombia o Brasil. Allí tuve ocasión de comprender y distinguir perfectamente entre aquellos países que, siendo ricos, son llamados pobres, y aquellos otros que son ricos a costa de la explotación a sangre y fuego de estos países mal llamados pobres… Allí tuve ocasión de ver a “guajes” de once años trabajando en las minas colombianas de carbón en El Cerrejón (La Guajira) por un simple bodadillo de mortadela como salario, y pronto me di cuenta de que ese era el carbón barato que multinacionales, como la GOLDMAN SARCH, traían a nuestro país para ir procediendo al cierre de nuestras explotaciones mineras, a la vez que se iba tejiendo la “trama minera”, que tantos beneficios trajo para los “amiguetes” de los gobiernos de turno con sus pandilleros sindicales y tanto fraude y robo consentido produjeron a la Hacienda Pública española.
Nunca se me olvidará lo ocurrido en la capital peruana de Lima, donde, para no perder la costumbre, también fui detenido – mejor retenido por unas horas – y obligado a fregar el patio de un cuartel de la guardia civil peruana.
Aquel día del mes de agosto de 1982, de regreso de la localidad minera de Ayacucho, había salido del hotel en camisa, dejando el pasaporte en la chaqueta, solo con la intención de comprar algún producto de la artesanía local en un mercadillo cercano del hotel, pero en el trayecto observé que un grupo de jóvenes estaban viendo la televisión ante el escaparate de una tienda de electrodomésticos, cuando llegó un furgón grande de la policía y les obligó a montar en su interior. Yo me dispuse a seguir mi camino, pero me dijeron: “usted también para adentro”, tratando de convencerles de que yo era turista y nada tenía que ver con aquella situación. Me piden la identificación, y les digo que tengo el pasaporte en el hotel, señalándoles el lugar, pero no me hicieron caso, me obligaron a montar en el furgón, me quitaron el cinturón del pantalón y once dólares que traía en el bolsillo, me dieron un caldero lleno de agua con una balleta y a fregar.
Lo más grotesco fue que, sin saber a qué se debía aquella humillación, una vez finalizada la tarea, y devolverme mi cinturón, les hago reclamo de mi dinero, contestándome que yo no llevaba ningún dinero y que me largara a solucionar los problemas de España, a la vez que me indicaban el vuelo del avión para que abandonase el país (sabían perfectamente qué hacía en Perú). Claro, el primer día de mi llegada a Lima, cuando me dirigía al barrio de Miraflores, donde tenía que contactar con el sindicato minero peruano en la clandestinidad a través de una ONG inglesa, y preguntar en un puesto de guardia en la calle como podía llegar hasta el lugar, me habían pedido mi pasaporte, el cual tuve que recuperar tras darles otros diez dólares, porque me decían, entre risas y burlas, que yo lo había perdido.
En efecto, al día siguiente ya estaba en el aeropuerto de Lima, pero no para regresar a España, sino para dirigirme a Santiago de Chile, donde tenía previsto contactar con el compañero Bustos de la clandestina CUT chilena, pero, una vez llegado a Chile, ni siquiera me dejaron salir de la pista del aeropuerto, donde permanecía durante dos horas, sin saber lo que iba a pasar y solo viendo delante de mí a dos “gorilas” del ejército de Pinochet, hasta que fui montado en otro vuelo con dirección a Buenos Aires, permaneciendo todo el día en la capital argentina, cogiendo por la noche otro vuelo con destino a Colombia y de Colombia a España; es decir, por el mismo precio anduve medio mundo, aunque, eso sí, medio “escagalerau”.
Ya de regreso de mi periplo por los países latinoamericanos me entero, leyendo La Voz de Asturias del día 13 de Agosto de 1982, de mi expulsión del PSOE, motivada, según el entonces secretario de organización de la FSA-PSOE, Francisco Varela, por la “publicación de diversos artículos en la prensa en los que se lanzaban términos insultantes a compañeros del partido. Y esto se encuentra recogido en los estatutos del partido”, una expulsión que nunca se llevó a efecto por decisión, entre otros, del entonces Presidente del PSOE, Ramón Rubial.