Mucho se ha hablado y escrito sobre mi expulsión de las organizaciones del PSOE y UGT: “que si insulté a tal o cual”, “que si rompí la disciplina en el referéndum de la OTAN”, “que si trabajaba para la KGB”, “que si patatín, que si patatán” pero, claro, la mentira como declaración realizada por algunos que creen o sospechan que es falsa, esperando que los oyentes lo crean, aunque parezca la mejor y más fácil respuesta a corto plazo, sin embargo, esa mentira significa meterse en un callejón que tiene muchas desviaciones, pero ninguna salida, y lo más probable es que nos acabemos perdiendo en él. El ser humano ha llegado a descubrir que mintiendo, puede manipular a otros, pero al final la persona que miente sabe que dentro de su conciencia real, solo él sabe la verdad y que al final la verdad siempre sale victoriosa.
Quiero decir que Antón Saavedra no ha sido expulsado ni del PSOE ni de U.G.T., porque de ambas organizaciones me he marchado voluntariamente de una manera meditada y documentada públicamente, tal como veremos a lo largo de este capítulo de MI VIDA, y lo hago porque sigo pensando que la sinceridad con los demás siempre me ha ayudado a madurar y a valorar como persona, entre otras cuestiones, porque pienso que es de valientes.
Vaya por delante, antes de entrar en materia, que mi baja, primero en el PSOE y más tarde en U.G.T., en absoluto ha significado en ningún momento de mi vida que haya dejado mis ideales socialistas – tampoco se necesita un carnet para ser socialista -, tratando de seguir desarrollando las mismas en otros ámbitos pero, repito, siempre desde la misma trinchera – la trinchera de los trabajadores, del pueblo llano al que pertenezco -, buscando en todo momento el espacio ideológico que, tanto el PSOE como la UGT han abandonado.
En efecto, nos encontrábamos celebrando una merienda en el comedor del Bar La Nalona de Langreo, el 14 de abril de 1972, junto con ocho o diez compañeros, cuando me afilié al PSOE y a la U.G.T. de la mano del compañero Joaquín “el del Lieja”, teniendo desde entonces una actividad, centrada fundamentalmente, en el proselitismo para la refundación de ambas organizaciones, por la sencilla y única razón de que no existían, más allá de un pequeño grupo de viejos socialistas a nivel individual, alguno de ellos en contactos con la Comisión Socialista Asturiana en la localidad francesa de Toulouse, como los compañeros Joaquín López y Cuervo en Langreo; Pablo García y Emilio Barbón en Laviana; Pepe Llagos y Cayo García en San Martín del Rey Aurelio; Prudencio Magdalena, Leonardo y el paisano de Cenera en Mieres; Marcelo García, Jesús Sanjurjo y Agustín González en Gijón o Emilio Llaneza, José María Fernández, Juan Luis Rodríguez Vigil y Jesús Zapico en Oviedo, organizando a partir de entonces importantes actividades como las concentraciones en el Puerto de Tarna o las reuniones en la cabaña de Adenso en Peñamayor y en el despacho de Barbón en Pola de Laviana, a la vez que íbamos intensificando los contactos con el socialismo vasco y andaluz.
Así llegamos a la fecha del 1º de Mayo de 1977, cuando, con el Palacio de los Deportes de Oviedo a rebosar, presentábamos la candidatura del PSOE a las elecciones generales del 15 de junio de 1977, una candidatura encabezada por Luis Gómez Llorente, donde me cabe el gran honor de haber formado parte de ella. Era una época en que confieso haber estado “obnubilado” por Felipe González ante “la posibilidad de un cambio real en nuestro país” y, lógicamente, viví aquella euforia porque me creí que realmente iba a haber un cambio, pero empecé a desencantarme muy pronto, porque veía que el partido se estaba transformando en un gran ”apparátchik” excesivamente burocratizado, con una disciplina en la que tenías que ser un patriota de partido, y eso “nunca fue conmigo”, hasta el punto de que, en el mismo lugar donde me había afiliado en 1972 – otra de las celebraciones anuales de la REPÚBLICA, en esta ocasión con presencia de Luis Gómez Llorente -, participé en la creación de la corriente interna de IZQUIERDA SOCIALISTA del PSOE en Asturias, después del congreso federal donde el felipismo abandonba el marxismo como método de análisis de la sociedad.
Resulta bastante difícil situarse en aquel contexto para poder transmitir a personas de las jóvenes generaciones los motivos que provocaron una de las mayores crisis vivida en el seno del PSOE. Algunos pueden pensar que el motivo esencial de aquella polémica fue la valoración del papel de la izquierda a lo largo de la transición política. Muchos pueden considerar que en aquel año de 1.979 se discutía acerca del precio de la reforma, de la imposible ruptura, de los costes de la política de consenso a lo largo del periodo constituyente, y del desencanto que había comenzado a anidar en muchos de los electores de izquierda. En alguna medida fue así y no podemos desconocer las críticas a la política continuista con las estructuras del régimen anterior, a la realización de acuerdos con los reformistas del franquismo, al mantenimiento de los aparatos de estado de la dictadura y, sobre todo, a la separación cada vez mayor entre la dirección del partido y sus bases. Y, sin embargo, no fue éste el debate central de aquel congreso que provocó la dimisión de Felipe González y la aparición en aquel verano del 79 del primer manifiesto de la izquierda del PSOE.
En efecto, durante todo este periodo el PSOE se había caracterizado por una gran prudencia y había negociado la salida del franquismo y la elaboración de la constitución con una gran moderación pero, concluido este proceso, el compañero Luis Gómez Llorente seguía insistiendo en la necesidad de no llevar esta política de consenso más allá de lo necesario y aprovechar el tiempo de oposición vertebrando ideológicamente al partido socialista. No era pues tanto en la valoración de lo realizado cuanto en la proyección de futuro donde se situaban las diferencias. Mientras para González lo esencial era abandonar la acumulación ideológica de un partido que salía de la clandestinidad, para LLorente lo primordial era articular ideológicamente un partido que tras cuarenta años de dictadura tenía que superar años de desculturización.
Me acuerdo perfectamente de los tres peligros que señalaba reiteradamente el compañero LLorente a lo largo de aquellos años, que se irían confirmando con el tiempo: los peligros del parlamentarismo, del electoralismo y del personalismo: “Del peligro – decía – de ir abdicando de las señas de identidad propias para acercarse a las preferencias de los segmentos electorales que permiten acceder a la mayoría; del peligro de centrar la acción política en el campo institucional abandonando la movilización social y del peligro de concentrar todas las acciones del partido en la exaltación de un único líder que asumiera la imagen y la referencia de la organización”.
Uno de los asuntos que más me encendió a la hora de pedir mi baja del PSOE fue el referido a las pensiones: “No habrá democracia en España hasta que no quede cicatrizada la llaga que supone la miseria de nuestros pensionistas. La equiparación de la pensión mínima al salario mínimo interprofesional y una ley de revalorización automática de las pensiones serán objetivos fundamentales a lograr por el PSOE cuando gobernemos este país”.
Ésta había sido la consigna emanada desde el partido para vender – nunca mejor dicho – a los pensionistas españoles en todos los actos electorales de aquella inolvidable campaña electoral de 1982. Yo mismo la machaqué en Palencia con Corcuera; en Pamplona con Manolo Chaves; en Ciudad Real con Nicolás Redondo y Manuel Marín; en León con Bono y Felipe Gonzalez; y así hasta más de veinte actos electorales realizados por todos y cada uno de los rincones mineros de la geografía española en mi calidad de máximo responsable de la Federación Estatal Mineros de U.G.T., aportando mi pequeño granito de arena a lo que estaba convencido iba a suponer, por fin, la implantación del verdadero socialismo en España. Pero aquello sólo fueron palabras, palabras y más palabras, porque, una vez el PSOE en el Palacio de la Moncloa, se produjo el más brutal ataque de un gobierno contra los pensionistas, recortándoles las pensiones a modo de aperitivo de lo que sería el brutal e injustificado atentado contra el conjunto de los trabajadores a través de la promulgación de la Ley de Pensiones de 1985 que recortaba de una manera drástica las actuales y futuras pensiones, hasta llegar a ser el único gobierno de España que, hasta la fecha de hoy, tuvo la desfachatez de congelarlas.
Al respecto, recuerdo el debate producido en el seno del Comité Federal de UGT, rechazando con el 89% de los asistentes aquella “oferta” del gobierno, después de librar un durísimo enfrentamiento entre José Luis Corcuera, Manolo Chaves y Juan Mazarrasa – defensores de las tesis gubernamentales – y Nicolás Redondo, Zufiaur y Antón Saavedra , que defendíamos las tesis del sindicato a favor de una reforma global y profunda de la Seguridad Social, pero mucho mejor me acuerdo de aquel enfrentamiento dialéctico, cuando el entonces compañero Corcuera había decidido por su cuenta y riesgo continuarlo muy bruscamente en la calle, a la salida de la reunión, tratando de llevarlo al terreno personal, preocupándose en exceso por el contenido de mis intervenciones y el por qué yo defendía las tesis de Nicolás Redondo.
Aquel día, la cosa había quedado en fuertes palabras y algunas salidas de tono por parte del que después sería el innombrable ministro felipista de la “ley de patada en la puerta” pero, apenas habían transcurrido unos meses, cuando con ocasión de la presentación de un libro de Ramón Rubial en la sede del PSOE, veo acercarse a mí a un eufórico Corcuera, con un vaso de whisky en la mano y un gran cigarro Cohibas en la boca, que me decía casi gritando: “Antón, tú eres un gran chaval, y por eso te tiene comido el coco Nicolás. Mira José Luis, sabes muy bien que siempre actúo según mi criterio. Por lo tanto, deja el tema como está. A mí también me tenía comido el coco, hasta que comprobé que era un auténtico hijo de puta. ¡Nicolás es un hijo de puta! ¡Te lo digo yo! ¡Oye, Corcuera, ni a ti ni a nadie le consiento que llame hijo de puta a Nicolás, y mucho menos cuando no está presente! ¡Si tienes cojones se lo dices a él a la cara, pero, claro, no eres más que un chulo de taberna y no te atreves a decírselo…! ¡Eres muy poco hombre!”. Aquella noche, solo la barrera humana que pusieron Chaves, Manuel Garnacho y Jesús Mancho entre Corcuera y yo evitó que nos liásemos a hostias.
No obstante, sin olvidarme de la brutal reconversión llevada a cabo en nombre de aquella “modernización” que supuso el cierre masivo de empresas industriales sin un desarrollo paralelo de nuevas industrias, hasta el extremo de que sectores enteros fueron desmantelados y miles de trabajadores pasaron a engrosar las cifras del paro – los que no fueron muertos por las balas de los antidisturbios enviados por el gobierno dizque socialista -, y sin olvidarme, claro está, de que había sido el PSOE el que había implantado el trabajo precario en España, el partido que apoyaba un gobierno al que los tribunales habían condenado a la cúpula de su Ministerio de Interior por secuestro y malversación en relación a una banda armada que asesinó a más de 30 personas, el partido de la CORRUPSOE que había creado una muy fuerte y jerárquica burocracia partidista, donde todos se daban codazos de puertas adentro para colocarse puertas afuera…, el mismo partido que se había plegado a los banqueros desde los primeros tiempos de Miguel Boyer, Carlos Solchaga y la beautiful people, el colmo de mi paciencia como militante de aquel PSOE, secuestrado en el congreso de Suresnes por la CÍA y CÍA, tuvo que ver con el referéndum de la “OTAN A TOPE, EN INTERÉS DE ESPAÑA”, lo que de una manera muy meditada me hizo pedir la baja en el PSOE, integrándome al poco tiempo en el PARTIDO SOCIALISTA OBRERO ESPAÑOL HISTÓRICO – escisión surgida en el XXV Congreso del PSOE, celebrado en Francia el año 1972 que, llegado el momento de presentarse a las elecciones generales del 15 de junio de 1977, el Tribunal Supremo prohibía al PSOE (Sector Histórico) seguir utilizando las siglas por lo que la organización tuvo que inscribirse con el nombre de PASOC – para participar en la creación de la Plataforma Cívica Anti-OTAN, germen del movimiento socio-político de IZQUIERDA UNIDA, donde me cabe el honor de haber presidido su primera Asamblea General en Madrid, el 11 de febrero de 1989.
Desde mi punto de vista, el PSOE no sirve por tanto a la izquierda – hoy menos que nunca -, porque, siendo verdad que alguna vez fue teóricamente socialista, no es menos cierto que hace tiempo que dejó de serlo en la práctica, después de veinte años de gobierno en España con mayorías absolutas, hasta el punto de no saber dónde está desde hace tiempo. En la dirección del PSOE, maniatada por los dinosaurios de la vieja guardia, no hay ni siquiera socialdemócratas que busquen siquiera domar al capitalismo mediante nuevos ingenios. Sólo hay dirigentes temerosos de la jerarquía, sometidos a los dictados de la oligarquía financiera, sin ninguna libertad para cultivar unos vínculos democráticos con quienes supuestamente representan.
El 15-M — no olvidemos que surgido un día de represión policial, ordenada por el gobierno socialista, contra quienes ejercían su derecho a manifestarse — lo dejó muy claro: se precisa un cambio radical contra el régimen monárquico turnista del PPSOE. De hecho, muchos socialistas insatisfechos como yo, transitamos desde hace tiempo por el propio 15-M – en mi caso desde el primer día de movilizaciones en la plaza del ayuntamiento de Gijón -, en las asambleas de sus barrios, luchando en las diversas mareas y colectivos en defensa de lo público, con el único ánimo, al menos en mi caso concreto, de aportar experiencia y sin aspirar a ningún cargo, como he dejado demostrado hasta la saciedad en las distintas elecciones celebradas en España desde la creación de PODEMOS, ahora – ojalá se consolide definitivamente -, en UNIDOS PODEMOS.
Es así como la militancia de base de lo que va quedando del PSOE, profundamente desengañada en una gran mayoría, busca otros cauces para seguir haciendo una política que les permita reconocerse con orgullo de seguir siendo socialistas. Los hay también que desde dentro del partido, en sus agrupaciones, aún piensan que es posible el enésimo intento de regeneración. Es la gente que pidió perdón en aquel vídeo, en un gesto que les honraba pero que resultaba insuficiente, entre otras cuestiones, porque no eran ellos quienes debían disculparse, los temas mencionados eran ínfimos respecto a la dimensión del problema, y aun siendo mínima la asunción manifestada de las culpas, lo justo hubiera sido apartarse de la política tras hacerla.
De verdad, no pretendo resultar injusto con algunas personas militantes del PSOE que quizá lleven años luchando contra este estado de cosas. Sólo pretendo decirles que, desde mi humilde opinión, no están en el sitio más adecuado para hacerlo, entre otras cuestiones, porque por la puerta de atrás de nuestro régimen político se ha ido conformando una casta político-económica que se beneficia y se protege mutuamente de la crisis a costa de empobrecer al resto. Es la definición de oligarquía que conocemos desde los griegos, y el PSOE no resulta ajeno a ello. Lo más visible está en esos líderes que participan en las puertas giratorias que mencionaba con anterioridad. Por tanto, no sólo es que hayan cometido acciones políticas lamentables que se recordarán por un periodo largo de tiempo, máxime cuando esos dinosaurios de la vieja guardia del PSOE acaban de perpetrar todo un “golpe de estado” en el PSOE, en plena redacción de este capítulo de MI VIDA. Así que: afiliados del PSOE, échense a un lado o aproxímense a título individual y sin dobleces, porque la izquierda real de este país quiere unirse y está pidiendo paso.
Debo de reconocer que, aunque yo nunca he vivido del partido, estando en condiciones de demostrar que jamás he pasado una peseta por comer un bocadillo en las campañas electorales o en cualquier otro evento partidista, incluso haciendo uso de mis vacaciones laborales para el partido, mi baja voluntaria en el PSOE me costó mucho trabajo y tiempo asumirla, pero no tanto como cuando solicité mi baja de UGT, a pesar de haber sido expedientado y suspendido de militancia en dos ocasiones, de una manera, desde mi punto de vista, totalmente injusta, tal y como queda explicado a lo largo de los capítulos de MI VIDA, de tal manera que, cuando presenté mi dimisión como secretario general de la Federación Estatal de Mineros de U.G.T., después de haber sufrido mi primer infarto agudo de miocardio, el 9 de junio de 1988, le hice ver a la comisión ejecutiva de la U.G.T. que yo no estaba dispuesto a pagar una peseta más en concepto de cuota a un sindicato mafioso y corrupto como era el SOMA-UGT, entre otras cuestiones, porque ni siquiera era un sindicato de la organización, al estar históricamente adherido.
En principio, lo comprendieron y me hicieron un carnet exclusivo con las siglas de Federación Minera de UGT-Asturias, que yo pagaba puntualmente todos los meses a través de una cuenta bancaria domiciliada a mí nombre, pero transcurrido un tiempo, observo que mis dineros se volvían a ingresar a nombre del SOMA-UGT y, después de hacerles ver que no estaba dispuesto a seguir pagando a unos indeseables que, incluso habían dado orden a la dirección de Hunosa para que dejaran de pagarme el salario, al estar dedicando mi tiempo íntegramente a la organización con las horas sindicales acumuladas de los compañeros de la empresa, debiéndome a la fecha de hoy la cantidad de 875.000 pesetas del año 1979, opté por darme de baja, tal y como se expresa en la carta pública que les hice llegar a la ejecutiva de UGT-ASTURIAS.
Finalmente, para todas aquellas personas tan creyentes ellas de las malvadas y tendenciosas afirmaciones en el sentido de que Antón Saavedra ha estado afiliado en tal y cual partido, y tal y cual sindicato, inventando hasta siglas nuevas de sindicatos (U.N.M.) y partidos (SOCIALISTAS POR LANGREO), decirles que Antón Saavedra solo militó en un partido, en su doble versión renovada e histórica: el PSOE, y sólo tuvo militancia en un sindicato: la U.G.T. Otra cuestión muy distinta es que siga colaborando con UNIDAD PODEMOS en todo lo que se me pida y pueda, y sindicalmente con la CORRIENTE SINDICAL DE IZQUIERDAS, único sindicato de clase al servicio de los trabajadores.