Aunque para hablar del descubrimiento del afloramiento carbonífero de Sotón haya que remontarse al año 1792, cuando el ingeniero de la armada Fernando Casado Torres, enviado por Carlos IV, reconoció las cuencas asturianas en busca de yacimientos de carbón piedra, sin embargo, no será hasta mediados del siglo XIX, entre los años 1845 y 1865, cuando el inglés Guillermo Partington, cofundador de la primera compañía de gas de Madrid, denunció para su explotación varios de los yacimientos que conformarían lo que vino a denominarse como minas de Santa Ana y más tarde Grupo Sotón.

Mina Sallosa, perteneciente al gran grupo de montaña de El Sotón, establecida sobre una de las primeras concesiones del Concejo, denunciada en 1863. Su explotación fue comenzada por la Compañía Herrero Hermanos en 1890, y más tarde (1902) se integraría en la Sociedad Metalúrgica Duro Felguera.
En efecto, la Compañía Cantábrica de Santa Ana, fundada por el propio Partington y vinculada financieramente a Herrero y Compañía fue la primera sociedad en explotar los yacimientos carboníferos del área, pero tras su liquidación en 1867 sus pertenencias fueron vendidas a la Sociedad Hullera de Santa Ana, empresa francesa vinculada a los Herrero, y años más tarde ésta pasó a pertenecer a la sociedad Carbones de Santa Ana y finalmente en 1877 a la sociedad Herrero Hnos. Las minas de Santa Ana disponían ya por entonces del ferrocarril Langreo-Gijón para dar salida a sus carbones, pero, sobre todo, contaban con la demanda de Duro y Compañía, que en 1859 había encendido su primer horno en el vecino concejo de Langreo.

La sociedad Duro Felguera, se convirtió con el tiempo en la mayor empresa establecida en el Principado de Asturias, contando con la mayor red privada de ferrocarriles industriales, servidos por un amplio parque de locomotoras de todos los tipos, tanto en sus instalaciones de la fábrica de la Felguera, como en sus líneas particulares en manos de sus filiales industriales y mineras. Su constitución potenció sus actividades a partir de 1900.
Tras la reestructuración empresarial de Duro y Compañía en 1900, cambiando su denominación por la de Sociedad Metalúrgica Duro-Felguera, y siendo ya la principal empresa siderúrgica española, la necesidad de producir más carbón para sus hornos era una imperiosa necesidad, iniciándose un cambio radical en su estrategia empresarial para centrarla, en una primera fase, en la extracción del carbón a través de pozos verticales, a la vez que iba cesando progresivamente su actividad en las minas de montaña, adquiriendo y absorviendo otras empresas, entre las que se encuentra las minas de Santa Ana en 1902, o las de la Unión Hullera en 1906 – creada veinte años antes por la fusión de las minas La Justa, María Luisa y D’Eichtal y Cía -, y procediendo, en una segunda fase, a la modernización, tanto de las explotaciones mineras como al transporte del mineral, donde el prestigioso ingeniero de minas Luis Adaro jugaría un papel decisivo.
Entre los factores de localización que siempre tuvo en cuenta el industrial riojano Pedro Duro Benito a la hora de instalar la fábrica siderúrgica en el Pradón de la Felguera, estos fueron el agua de los ríos Nalón y Candín – éste último pasaba por medio de la fábrica -, las grandes reservas de carbón en la zona, y la existencia del Ferrocarril de Langreo, que posibilitaba la conexión con el puerto del Musel en Gijón, pero el carbón que se necesitaba ya no era suministrado por las diferentes empresas a la fábrica sino que formaba parte del entramado industrial que se iba tejiendo en la empresa y, por lo tanto, había que ir a la creación de una vía que conexionara aquel sinfín de instalaciones repartidas por todo el valle, de tal manera que, tomando como base los pequeños ramales de las empresas que se habían integrado en la Duro-Felguera se adoptó la decisión de crear un ferrocarril general que interconectara todas sus instalaciones.
En el centro de todo el complejo industrial estaba la fábrica siderúrgica, y aguas arriba de La Felguera, el ferrocarril llegaba hasta Sotrondio, donde se encontraban algunas de las minas que habían pertenecido a los Herrero, como Rimadero, Santa Bárbara y Sotón, todas ellas de montaña, entre las que destacaban la del Sotón por su localización sobre el valle del Nalón y las enormes posibilidades de cara a un aprovechamiento en profundidad.
Así llegamos al año 1914 cuando se daba comienzo a la profundización de lo que sería una de las primeras unidades de extracción mediante la profundización de los dos pozos “gemelos” del Sotón, entre las localidades de Sotrondio y L’Entregu, quedando como pieza central y fundamental del pozo la conformada por los dos castilletes metálicos de perfiles roblonados y soldadura, de unos 33 metros de altura; el RETER o estructura metálica de perfiles laminados, que envuelve los castilletes y que alberga el área de clasificación de carbones, ensamblada también por remaches metálicos y soldadura; y la casa de máquinas, nave de ladrillo visto ubicada frente a los pies de los castilletes y que sigue como referente alguno de los edificios de la fábrica siderúrgica de Duro en La Felguera. Ambos castilletes serían “remozados” para que la estructura original pudiera soportar las presiones de las cada vez más profundas cotas que iba alcanzando la explotación. Así, en 1985, fueron sustituidos los tejadillos de las poleas y las tornapuntas de los castilletes fueron envueltas por chapas de hierro con soldadura.

L’Entregu es el mayor núcleo urbano de los que forman la ciudad asturiana de San Martín del Rey Aurelio.
Por un Decreto del Principado de Asturias de septiembre de 2007 esta localidad se unió administrativamente a las cercanas de Sotrondio y Blimea para formar una única población de nombre San Martín del Rey Aurelio y capital del municipio homónimo.
Según el nomenclátor de 2013, la población de L’Entregu era de 7.166 habitantes y la de la parroquia de Linares, en su conjunto, de 8.905 habitantes.
Aquella profundización de los pozos mineros, que obligaría al desvío del rio Nalón, y la influencia de la fábrica de Duro-Felguera, empresa que fue absorviendo la mayoría de las explotaciones mineras ubicadas en la vega del Nalón a lo largo de los concejos de Langreo y San Martín del Rey Aurelio – la última adhesión tendría lugar en 1919, cuando ya se incorporaron las minas de los Hermanos Felgueroso -, explica el rápido crecimiento del empleo y la concentración del mismo en los grandes centros de trabajo, contribuyendo a crear las condiciones para el desarrollo de urbanizaciones que van dando lugar a núcleos poblacionales como L’Entregu y Sotrondio.
En efecto, aquello originaba un gran problema en la disposición de viviendas para los trabajadores, pero la Duro-Felguera, más allá de la retención en sus manos de la enseñanza en los colegios religiosos y el aprovisionamiento a través de los economatos, renunciaron desde un principio a poner en marcha políticas de empresa para la construcción de viviendas destinadas a los trabajadores, motivando que la vivienda quedara en manos de la iniciativa privada y de la oficial.

La llegada masiva de mano de obra hizo necesaria la creación de nuevas viviendas y poblados que se establecen en zonas cercanas a la boca del pozo donde se trabaja, surgiendo
las barriadas mineras que hoy se conservan, como las de El Serrallo, en Sotrondio (foto), o las de El Coto, La Vega, El Japón, y San Vicente, en L’Entregu
Por tanto, Duro-Felguera, pese a producir algunas decenas de viviendas en las proximidades de la fábrica de La Felguera, nunca se distinguió por la construcción de vivienda obrera, todo lo contrario a la hora de construir residencia para sus mandos, tales como la suntuosa residencia de ingenieros al lado de la fábrica y los chalés repartidos por los distintos lugares del valle minero, teniendo que ser la promoción oficial, a través del Instituto Nacional de la Vivienda y la Obra Sindical del Hogar quienes sustituyeran aquella carencia empresarial, con la construcción de barriadas, como la del Serrallo en Sotrondio, o las del Coto, Santa Bárbara, San Vicente y Japón en L’Entregu, entre otras, las cuales eran entregadas en régimen de amortización bien a los trabajadores, bien a las empresas mineras, como la Duro-Felguera que, a su vez, las adjudicaban en alquiler a sus trabajadores.

Enfrentamientos entre mineros y los antidisturbios de la Policia Nacional en la plaza del pozo Sotón, durante la huelga minera del año 2012.
Sin embargo, tal y como se decía con anterioridad, a pesar de la casi inhibición de la Duro-Felguera en esta materia tan importante como era la vivienda, ésta no hizo lo mismo a la hora de controlar otros aspectos fundamentales para el mantenimiento de la productividad, como era la escuela, incrustandola dentro de la trama urbana de los núcleos urbanos que se iban creando alrededor de los pozos mineros, decidiendo en el año 1901 la creación de un colegio para la formación de los hijos de sus productores, con la llegada de cuatro hermanos de las Escuelas Cristianas, procedentes de la localidad gallega de Baiona, que sería el embrión del Colegio San Juan Bautista de La Salle “los del baberu”, en La Felguera, y llegó a tener unos 500 niños y 300 adultos. Ya en 1917, siendo director de la Duro-Felguera Domingo García Regueral, tendría lugar la creación de una escuela de Artes y Oficios, situándola en la primera planta del mismo edificio del colegio, de tal manera que las plantas de abajo eran dedicadas a la enseñanza de los niños y el piso superior a las enseñanzas profesionales. Más tarde, hacia el año 1929, la empresa lograba del Ministerio de Trabajo y Previsión la autorización para crear un Centro Oficial de Enseñanzas Profesionales que se construyó en la calle Conde Sizzo (Escuela de Maestría Industrial), en la actualidad destinada a cuartel de la Policía Nacional.

Rosario Felgueroso González con ocho de “sus hijas” en el Colegio Nuestra Señora del Rosario, en Ciaño. Es el clásico caso del empresario (formaba parte del clan minero de los Felgueroso, siendo la cuarta de los cinco hermanos) que se dedicaba a la instrucción y educación en los colegios religiosos…
Es preciso dejar señalado, no obstante, que la enseñanza religiosa en las cuencas tuvo su primer objetivo en la educación femenina, seguramente porque en aquel momento todavía se anteponía la necesidad de obreros infantiles a su educación y el número de niños obreros era superior al de niñas, pero habría que esperar al año 1897 para que Duro-Felguera decidiese llamar a las Hermanas Dominicas de la Anunciata para inaugurar su colegio en Sotrondio y las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul en L’Entregu. La coincidencia ideólogica entre patronos y alcaldes, donde a veces reunía un mismo individuo, caso concreto de los alcaldes y empresarios mineros de Langreo, Antonio María Dorado, y Nespral de San Martín del Rey Aurelio, explican muy claramente el apoyo desde los municipios a la financiación tanto de las políticas educativas como el modelo escolar que las empresas defendieran, lo que facilitaba el establecimiento de estos centros confesionales privados, donde el propio reglamento de la Duro-Felguera ya establecía la obligación de asistir a misa dominical, el rezo obligatorio al término de las clases de la mañana y de la tarde, y el rosario, semanal para los niños y diario para las niñas, mientras que la red escolar pública permanecía prácticamente paralizada.
Estaba muy claro que los capitalistas eran muy conscientes de que la mejor manera de defender su posición de privilegio pasaba por mantener el orden social y esto solo podía lograrse si los trabajadores aceptaban con normalidad el papel de sumisión que les correspondía por haber nacido en una clase social destinada a la producción de riqueza que ellos aprovechaban, y para que esta circunstancia fuera plenamente asumida, había que educarlos en esta idea desde niños, inculcando en sus conductas infantiles unas normas que ellos debían asumir con normalidad, sin cuestionarse nada, considerando que el hecho de que los obreros debían trabajar para enriquecer a sus patronos era algo tan inmutable como los nombres de los continentes o la tabla de multiplicar. Pero aquella manera de fomentar la enseñanza con el apoyo de las corporaciones municipales entró en conflicto con las tesis de la izquierda durante la etapa republicana, generando un enfrentamiento entre las empresas, partidarias de la enseñanza religiosa, y los ayuntamientos republicanos que luchaban por la implantación de una enseñanza pública y laica.

Tras la liberación de Francia del nazismo, la colonia de «El Sotón» sirvió de alojamiento a un grupo de soldados alemanes protegidos por la dictadura franquista, aunque estos nunca llegaron a trabajar en la mina, por lo que resulta más difícil que, tanto por su nacionalidad como por esta circunstancia, se hayan podido confundir con presos republicanos…
Una cuestión referida a la Duro-Felguera fue la creación de su colonia para trabajadores, instalada en la plaza del pozo Sotón que, aunque distinta de lo que fueron sus campos de concentración en los pozos Fondón, Mosquitera y San Mamés, sin embargo, su misión nunca ha quedado suficientemente claro.
Parece ser que la empresa la había mandado construir en 1938 con el objetivo de reclutar mano de obra para las minas, donde los mineros vivían bajo un régimen castrense derivado de la incívica guerra española, de manera que el conjunto de los alojados allí eran denominados pelotón. En la colonia, los gastos de alimentación y alojamiento les eran descontados a los obreros de su paga mensual, y la misma permanecía bajo la férrea vigilancia de los cuadros falangistas y la propia guardia civil. Al respecto, siempre se dijo que aquella colonia había sido otro campo de concentración, donde la Duro-Felguera siempre había puesto el máximo celo por cumplir las prescripciones de la dictadura franquista, sobre todo a la hora de beneficiarse de ellas, pero es una cuestión que al día de hoy permanece en la oscuridad de sus archivos secretos. Lo que ha quedado claro es que la colonia del Sotón ha servido como residencia de un grupo de alemanes llegados desde Francia tras su liberación de los nazis, los cuales fueron desapareciendo de las explotaciones mineras sin dejar rastro a la vez que dejando un gran misterio. Todo parece indicar que se trataba de un grupo de nazis “asilados” por Franco que irían abandonando el país dentro de los acuerdos establecidos al final de la guerra en Europa, motivo en la creencia de que la colonia del Sotón hubiera sido otro de los campos de concentración, aunque concentrados y vigilados sí estaban.
Así llegamos a la fecha del 31 de diciembre de 2014, cuando la empresa pública Hunosa hacía efectivo el cierre administrativo del Pozo Sotón, dejando atrás un siglo de historia y una gran bolsa de carbón en condiciones muy óptimas para su explotación que todavía queda en su interior para otro siglo. Con ello se pone fin a una de las mayores fuentes de riqueza y empleo que tuvo el concejo de San Martin del Rey Aurelio, eso sí, quedando incluido entre los cien elementos de patrimonio industrial más representativo de España, hasta el punto de ser declarado Bien de Interés Cultural con la categoría de Monumento.
Y allí, en la plaza del Pozo Sotón, ha quedado instalado un memorial formado por 500 placas individuales que contienen los nombres completos de todos los mineros fallecidos, el pozo en el que trabajaban, y la fecha en la que se produjo el accidente en el que perdieron la vida.

Memorial minero en el Pozo Sotón de Hunosa en la localidad de Sotrondio, perteneciente al concejo de San Martín del Rey Aurelio.
Pero, el recuerdo a los mineros fallecidos no ha sido el único proyecto en marcha, porque Hunosa también ha acondicionado espacios para dar lugar a distintas exposiciones de planos, fotografías y explicaciones de accidentes ocurridos en la mina, con el objetivo de explicar al visitante la dureza del trabajo minero, todo ello complementado con un visita guiada al interior de la explotación, iniciando el descenso en la jaula a lo largo de sus 386 metros, hasta alcanzar la planta 8ª y descender hasta la 9ª planta a través de la chimenea “La Jota”, y continuar el recorrido a pie durante 2 kilómetros de galerías hasta alcanzar la zona de explotación del carbón, visitando un taller vertical con rozadora así como el avance de una galería en la zona La Lozana. También se visita un taller de explotación por subniveles (soutiraje) a través del cual se desciende por un plano inclinado que nos llevará a la planta 10ª del pozo, desde donde iniciaremos el camino de salida al exterior, después de dos horas de trabajo.
ANTON SAAVEDRA
