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Channel: El Blog de Antón Saavedra
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LA CAMOCHA EMPEZÓ MAL, PERO ACABÓ PEOR.

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Mina La Camocha, en el concejo de Gijón.

Hablar de la Mina La Camocha es hablar del clan minero de “los Felgueroso” y, por tanto, significa remontarnos a la fecha del 1 de setiembre de 1893 cuando quedaría constituída la Sociedad Felgueroso Hermanos, tomando en arriendo las minas de Saús a la Compañía de Carbones Asturianos, quedando la sociedad participada por los cinco hermanos Felgueroso – Víctor (41%), Constantino (25%), Secundino (10%), Adelaida (7%), Rosario (7%) – y su padre Gabino Fernández Felgueroso (10%).

Nacidos del matrimonio formado en la localidad langreana de Ciaño  por Gabino Fernández Felgueroso Rodríguez y Genara González García, dentro de un entorno profundamente minero, cuando el analfabetismo era abrumador, y muy pocos podían permitirse el lujo de tener estudios, y los que podían estudiar – los burgueses y la nobleza -, lo hacían en colegios religiosos, los dos hermanos mayores – Víctor y Constante – comenzaron a trabajar de “guajes” en la mina, pero conscientes de que sin estudios nunca lograrían progresar demasiado, tomaron la decisión de matricularse en la Escuela de Facultativos de Minas de Mieres, de tal manera que, después de pasar toda la semana trabajando, los sábados por la mañana partían caminando por el monte hasta Mieres, para regresar de domingo a su casa de Ciaño. Y fue allí, en la Escuela de Mieres donde, leyendo escritos del insigne geólogo alemán Guillermo Shultz que, más o menos, confirmaban la presencia de carbón en la costa gijonesa, grabaron en sus mentes la idea de ir a buscarlo, de tal manera que, nada más acabar sus estudios y ejercer como “capataces” en varios grupos mineros de la zona, decidieron hacerse patronos y lanzarse a lo que, en principio, parecía una aventura: explotar carbón en aquel prado de la “vaca mocha”.

Los hermanos Felgueroso, acompañados de otras personas, en el castillete de La Camocha nº1

Después de haber adquirido varias minas, siendo la adquisición más audaz la efectuada en febrero de 1899 a Inocencio Sela, Policarpo Herrero y Wenceslao González para hacerse con unas minas abandonadas en La Nueva de Langreo desde hacía  cuarenta años , abonando por ellas la cantidad de un millón  de pesetas, a pagar cien mil al contado y el resto en doce años, la sociedad originaria se había convertido en una empresa mediana, siendo preciso replantear el marco jurídico, quedando constituida, el 23 de marzo de 1899, la “Sociedad Regular Colectiva Felgueroso Hermanos”, como continuación de la Sociedad Felgueroso Hermanos, con un capital de 250.000 pesetas, producto de los beneficios que se iban obteniendo con la explotación de sus minas.

Con la escritura de propiedad de las minas de “La Nueva” en la mano, firmada el 10 de agosto de 1900, la sociedad quedaba hipotecada en 825.000 pesetas, pero, paradojas de la vida, no habían transcurrido quince días cuando las minas eran vendidas por ¡¡¡ CUATRO MILLONES DE PESETAS !!! a un grupo de empresarios franceses – Carlos Barberá, Ernesto Latast y Gustavo Bord -, creándose por estos la sociedad Charbonnages de La Nueva en 1901, aunque en 1914 cambiaría su nombre adoptando el de Carbones de La Nueva, de tal manera que, teniendo en cuenta la buena rentabilidad que seguían ofreciendo las otras explotaciones de la empresa, fue el momento de lanzarse al proyecto que tenían in mente desde aquellos años de la escuela minera de Mieres para encontrar carbón en Gijón.

(…) en la mañana del 21 de enero de 1915 se produjo un incendio de gases, con llamaradas de intenso color rojizo, que se elevaban a una altura de de unos diez metros. Aquello atrajo numeroso público, y los técnicos creyeron que se había descubierto una mina de petróleo, pero más tarde se inclinaron a opinar que se trataba de un rico gas combustible que podría utilizarse para diversas industrias…

Manos a la obra, en los principios de 1901 solicitaban la concesión de varias pertenencia en el concejo de Gijón, y tras consultar con el maestro de los maestros de la ingeniería geológica, el oscense Lucas Mallada y Pueyo, éste estuvo de acuerdo en que el lugar elegido por “los Felgueroso” para iniciar las prospecciones era el más adecuado, hasta el punto de que las muestras extraídas habían pinchado carbón a los 160 metros de profundidad, continuando con otros sondeos más profundos que habían cortado tres capas de carbón de excelente calidad, dando comienzo a las labores de profundización de un pozo en San Martín de Huerces el primero de mayo de 1902. Sin embargo, después de aparecer los primeros problemas, derivados principalmente de los manantiales de agua aparecidos, optaron por abandonar las tareas, para iniciar la profundización de otro pozo cerca de aquel, teniendo que paralizar las tareas cuando se llevaban 115 metros realizados al volver a tropezar con la misma zona acuífera, lo que hizo correr la voz de una leyenda, posteriormente convertida en canción: “La mina de La Camocha dicen que va baxu el mar y, a veces, los mineros sienten les oles bramar…”

Lógicamente, aquellos fracasos obtenidos en las profundizaciones de los pozos había mermado las arcas de la sociedad, hasta el punto de encontrarse amenazada por la quiebra pero, superados los primeros y más difíciles momentos, la empresa lograba salir a flote, incluso creciendo con la adquisición de nuevas explotaciones mineras que le generaban beneficios, de tal manera que en abril de 1914, “los Felgueroso” retomaban lo que ya estaba siendo considerada una “locura”, dando comienzo a los sondeos en la zona de Caldones, aunque esta vez bajo la dirección de personal del Instituto Geológico, a cuyo frente se encontraba el ingeniero Luis Adaro.

Antón Saavedra y Miranda en el Mecheru de Caldones, en Gijón.

Así se llega a la fecha del 20 de octubre de 1914, cuando la sonda de Caldones pinchaba el carbón a los 324 metros, pero otro contratiempo daría nuevamente al trasto con el proyecto. En efecto, era la noche del 20 de enero de 1915, con los sondeos hasta los 564 metros de profundidad, cuando el sondeador se da cuenta de que el agua empieza a ascender con una fuerza inesperada, surgiendo de repente un potente chorro de agua a modo de géiser, produciéndose a continuación una terrible explosión que se pudo escuchar en muchos kilómetros a la redonda. El gas subterráneo había prendido fuego en los hornos, y había explotado al contacto con el aire exterior, destruyendo el castillete y la maquinaria de sondeos. Ante el desastre producido por lo que quedaría bautizado como “el mecheru de Caldones”, el Instituto retiraba la maquinaria salvable y “los Felgueroso” se quedaban, una vez más, con sus ilusiones frustadas.

Inauguración del pozo número 1 de La Camocha

Tras el fin de la Primera Guerra Mundial, en la que España se vio favorecida por su neutralidad, la necesidad europea de carbón animaría de nuevo a la familia Felgueroso en su aventura. Su grupo hullero ya era entonces el quinto productor de mineral español. Pero en 1920, intuyendo tiempos de crisis, vendieron gran parte de sus minas para centrarse en su proyecto de Gijón. Después de todos los fracasos obtenidos, todos ellos acompañados de una dura campaña de bofetadas en su contra, a “los Felgueroso” sólo les quedaba una solución: o prendían fuego a la villa, o se metían bajo tierra. Y se metieron bajo tierra hasta que, por fin, llegaría aquel día histórico del 24 de junio de 1930, cuando aquel objetivo buscado desde 1900 se hacía realidad con la Mina de La Camocha, tal y como quedaría recogido en “La Prensa” de Gijón, el 3 de febrero de 1932: “ (…) se había logrado cortar una capa de carbón de metro y medio de espesor, a una profundidad de 180 metros, noticia que tiene una importancia grandísima para Gijón, por el gran desarrollo industrial que este hecho puede darle…” , siendo la primera venta oficial de carbón procedente de Mina La Camocha la realizada a la panadería Zarracina de Gijón, el 30 de setiembre de 1935.

Estación del ferrocarril minero La Camocha-Veriña, el año 1959

Pero, si la puesta en marcha de la Mina La Camocha había resultado toda una odisea, la salida de la producción a sus lugares de consumo iban a plantear otros problemas de características similares, debido fundamentalmente al mal estado de los caminos y “caleyes” así como a la escasez de camiones, lo que ponía freno a la producción de carbón, haciéndose  imprescindible la instalación de una línea ferroviaria entre la estación de la Renfe en Veriña y la Mina de La Camocha, con una distancia de diez kilómetros y un presupuesto de 5.734.650,65 pesetas, cuyo proyecto se haría sobre la caja del tramo inconcluso del primitivo Ferrocarril minero de San Marín del Rey Aurelio – Lieres – Gijón – Musel (el de la canción de “Hay una línea trazada”), quedando inaugurada por el mismísimo Francisco Franco, el 26 de agosto de 1949, cuando Mina La Camocha producía 400.000 toneladas de carbón al año, con una plantilla de mil seiscientos trabajadores, aunque por aquellas fechas la empresa de “los Felgueroso” ya pertenecía a la Minero Siderúrgica de Ponferrada (MSP), del Conde de los Gaitanes, desde 1947, debido a los problemas económicos acumulados, hasta que la MSP escindió la sociedad en 1992, pasando La Camocha a manos de Fernando Brugos “El Ruchu”.

CASIMIRO BAYÓN , histórico militante del Partido Comunista, natural de la localidad langreana de La Foyaca. Su lucha en defensa de los derechos de los trabajadores le llevó a ser uno de los fundadores de la primera comisión obrera de la mina La Camocha, germen del sindicato que años después se extendería por toda España.

Nunca podrá cerrarse cualquier escrito referido a Mina de La Camocha sin referirse a dos acontecimientos que allí se produjeron: el nacimiento de las Comisiones Obreras y la trama carbonera del carbón que acabó con su dirección condenada judicialmente a la cárcel por corrupción.

Por aquellos tiempos, dominados por una implacable represión, los mineros habían iniciado un largo calvario, resultándole muy difícil reorganizarse en aquellas circunstancias en las que a la violencia represiva del régimen había que añadir la debilidad inicial de unas organizaciones cuyos hombres más valiosos habían fallecido, otros se encontraban en las cárceles sentenciados a largos años de prisión o esperando la ejecución ante un pelotón de fusilamiento, y otros supervivientes que habían “huido” hacia el exilio, donde la clase obrera incorporaba un nuevo núcleo minero, en el ya concejo minero de Gijón a donde se van incorporando inmigrantes procedentes, en su mayoría, de las cuencas centrales asturianas, con predominio de la cuenca del Nalón, dándose la circunstancia  de que en el año 1.960, tan sólo un 40 por ciento de la población residente en la parroquia de VEGA era originaria de Gijón, correspondiendo el resto a gente de las cuencas y emigrantes de otras zonas de España, de los cuales, muchos de ellos habían pasado por departamentos penales como consecuencia de su actividad política y sindical en la guerra, configurándose LA CAMOCHA como una explotación propicia para la organización del movimiento obrero, sobre todo, teniendo en cuenta el cierto aislamiento de la explotación fuera de los núcleos principales de la población, muy distinto a otros enclaves en el Nalón o Caudal.

Aunque no será oficialmente adoptada hasta después de 1.948, el Partido Comunista había atisbado muy tempranamente la táctica del “entrismo” en los sindicatos franquistas, perspectiva que ya se contempla en un informe del año 1.940, llevándose a cabo en LA CAMOCHA por comunistas como Casimiro BAYÓN, Celso Alvarez Martinez, Joaquin Fernández Espina, Julio Gutierrez González o Críspulo Gutierrez Riera.

Antiguas viviendas de los mineros en La Camocha.

Así llegamos al año 1.956, cuando un desacuerdo con las primas establecidas de producción, produce un creciente malestar que dará lugar a un “bajo rendimiento” que protagonizan los picadores durante varios días. Las condiciones de trabajo de los mineros silicóticos, la recuperación de la madera por parte de los posteadores, la reducción de la jornada en trabajos con agua…, se van sucediendo como causas de una inquietud reinante y ven confluir en torno a estos y otros motivos similares el descontento a trabajadores de muy distintas tendencias, quedando conformada la “PRIMERA COMISION OBRERA DE MINEROS” que integran Casimiro BAYON, militante del partido comunista; Francisco “el Quicu“, militante de la JOC; Pedro GALACHE, independiente y Gerardo TENREIRO, falangista y excombatiente de la División Azul. Como precedente de una sucesión de reivindicaciones no satisfechas, se producía finalmente la huelga de NUEVE DIAS sostenida en enero de 1.957, en cuyo transcurso ya interviene aquella “COMISION OBRERA” que tanta fama daría a la Mina de  La Camocha. Es decir, en La Camocha se había iniciado la puesta en práctica de la nueva táctica del Partido Comunista de España, abriendo paso en Asturias a una fase de conflictividad laboral que alcanza magnitudes hasta la fecha inusitadas, siendo los mineros del Nalón los que llevan el peso fundamental de los conflictos que se van sucediendo al de La Camocha, hasta llegar al movimiento huelguístico de 1962 que marcaría un hito incuestionable, un antes y un después de la dictadura franquista.

Último relevo de la mina La Camocha, el 31 de diciembre de 2007.

Y, tal y como se dice en título de este capítulo en el sentido de que aquello que mal empieza suele acabar peor, aquí se cumplía con creces el dicho. La empresa Mina La Camocha, que tras su escisión de MSP había quedado bajo el control del empresario leonés Fernando Luis García Brugos “El Ruchu”, consumaba el cierre de la explotación con la disolución de la sociedad, el 31 de diciembre de 2007, cuando tan solo quedaba una plantilla de 160 trabajadores, pero en realidad la mina  ya hacía tiempo que no extraía carbón, a pesar de que en La Camocha aún quedan, según los estudios geológicos realizados, alrededor de 130 millones de toneladas de excelentes calidades de carbón en sus entrañas que, en una explotación racional, habría para 300 años.

La mina, en mano de estos “gánsteres” del carbón habría servido como tapadera del carbón de importación que se hacía pasar como extraído de mina La Camcocha, operación que se hacía con la connivencia del pandillerismo sindical somático y cocoso, así como de la propia administración en su doble contexto nacional y regional, dando lugar a un largo proceso judicial que se prolongaría durante más de 15 años y acabaría con la sentencia judicial dictada el 21 de noviembre de 2014, con la condena  de nueve años de cárcel y 19 millones de euros en concepto de multa e indemnización al Estado para cada uno de los cinco directivos juzgados: Víctor Zapico Zapico, Manuel Martín Martín, Guillermo Honrubia, Angel Manuel García Brugos y Margarita García. 

Croquis detallando la traa carbonera de Mina La Camocha.

Resultaba más que vergonzante ver al concejal del PSOE en el Ayuntamiento de Gijón, el exsindicalista somático Tino Venturo,  entre otros, defender como correcta la gestión de la empresa minera cuando, con motivo de la presentación del futuro parque empresarial de La Camocha no veían problema ni ilegalidad alguna en la gestión de esta explotación minera en años anteriores, cuando iban de la mano de los ahora ya condenados judicialmente,  vendiendo la moto de un parque empresarial en los terrenos de la mina, anunciado a bombo y platillo por la entonces  alcaldesa del PSOE, Paz Fernández Felgueroso, que recordaba en el mismo acto de la Feria de Muestras de Gijón las bondades de aquella  iniciativa presentada por el “petromocheado y camocheado” Víctor Zapico, olvidándose de las obligaciones de la empresa con los trabajadores, de las deudas y de los procedimientos judiciales pendientes. ¿Cómo se explica esta sintonía del gobierno municipal con los delincuentes? ¿Debemos entender que el gobierno de “la Felgueroso” hizo gala de una ignorancia enciclopédica y una incapacidad total para velar por el interés general?

De momento, el derribo de las instalaciones de Mina La Camocha ha quedado paralizado por orden judicial.

De la mina queda hoy la arquitectura del poblado minero, con sus calles identificadas por letras correlativas del abecedario y oficios mineros -«A, artilleros», “B, barrenistas”, “P, picadores”, y el rótulo pegado a la valla que cierra la parcela del pozo, con un mensaje de peligro en blanco sobre fondo rojo: «Instalaciones industriales en ruinas», las cuales, de momento, y gracias al combate mantenido por la Agrupación de  Colectivos Asturianos, la mina seguirá, al menos de momento, conservando sus dos castilletes, después de que el titular del Juzgado de lo contencioso-administrativo de Gijón haya ratificado su decisión de paralizar los derribos en las antiguas instalaciones mineras, rechazando  los recursos presentados por el Ayuntamiento de Gijón, la administración concursal de Mina La Camocha, la firma adjudicataria de los derribos (Inagen) y la que los realiza (Logiscrap) de levantar la suspensión cautelar. 

Desde mi punto de vista, solo me queda manifestar que me parece otra aberración el haber cerrado el mejor yacimiento de Asturias, pues ningún otro pozo minero de carbón en Asturias  tiene ni la calidad ni la cantidad del que queda en las entrañas de la Mina de La Camocha.

ANTON SAAVEDRA

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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