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SAN VICENTE, EL POZO MILITARIZADO POR VOLUNTAD DEL SOMA.

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Pozo San Vicente en L’Entregu de San Martín del Rey Aurelio, el año 1924.

Para hablar de los orígenes de la  Mina San Vicente es preciso situarse en el año 1883, cuando quedaba conformado el coto San Vicente explotado por unos particulares en ocho concesiones que, posteriormente, en el año 1916, pasarían a ser propiedad de la empresa Carbones de San Vicente, al mando de la cual figuraba el miembro del “clan de los Felgueroso” Víctor Felgueroso Figar, profundizándose entre los años 1918 y 1919 el pozo vertical San Vicente en la localidad de L’Entregu, perteneciente al concejo de San Martín del Rey Aurelio, donde quedó instalado un castillete de 16,80 metros de eje de poleas que aún se conserva, con una jaula de un solo vagón.

Por aquel entonces, la lucha de los mineros había conquistado la jornada de siete horas para los trabajos de interior y el SOMA había sido  reconocido por la patronal como representante legítimo de los mineros para iniciar su colaboración con los patronos pidiendo “ayudas y subvenciones al gobierno para una minería agredida por el dumping de los carbones ingleses que trataban de aplastar nuestros carbones”. Incluso en la gran concentración organizada por el SOMA en la plaza de toros de Oviedo, los patronos distribuían gratuitamente los billetes de ida y vuelta en los ferrocarriles que llegaban a la capital asturiana, cediendo el gobierno con la concesión a los patronos de una ayuda económica, de las que 25 céntimos por tonelada de carbón acabarían en la tesorería del SOMA para ser destinadas al Orfanato Minero de reciente creación.

Manuel Llaneza y el general dictador Primo de Rivera aboliendo la jornada de siete horas en la mina, despidiendo a más de seis mil mineros y rebajando salvajamente los salarios de los trabajadores…

Pero, en enero de 1926 se iba a producir un hecho que marcaría todo un hito en la historia del SOMA: la cacareada autogestión de la Mina San Vicente. Me refiero a la empresa Carbones de San Vicente, propiedad de Víctor Felgueroso Figar, la cual venía atravesando una crítica situación, al borde de la ruina, con numerosas deudas y los salarios de los mineros sin abonar durante varios meses, de tal manera que sería el propio SOMA quien haría un préstamo de 95.000 pesetas al patrón, a cambio de un número de acciones y obligaciones, pero el tal FELGUEROSO huyó con el dinero, lo que hizo aflorar un extraño acuerdo entre los militares golpistas que defendían los intereses de los poderosos y los dirigentes sindicales somáticos que hablaban en sus resoluciones congresuales de la nacionalización del sector minero.

Es verdad que la autogestión reconoce orígenes históricos desde las primeras luchas obreras en los comienzos del capitalismo industrial, y que aquellas experiencias autogestionarias de los trabajadores no buscaban otra cuestión que quitarse de encima la brutal explotación patronal para mejorar sus niveles de vida reconociéndose a sí mismos como los verdaderos productores, pero no es menos verdad que  la historia se ha encargado de negar estos orígenes transformando las cooperativas en organizaciones económicas absolutamente compatibles y complementarias con el régimen capitalista aislándolas de su origen obrero.

Mineros en la bocamina de San Vicente en L’Entregu, el año 1915

En el caso que nos ocupa de la cacareada autogestión de la mina San Vicente por el SOMA-UGT, tenemos que dejar muy claro que, en absoluto se ha desarrollado en ninguna de sus fases la práctica autogestionaria en la tan “analizada como manoseada mina”. Más bien, lo ocurrido tendríamos que caracterizarlo en un momento de ofensiva por parte de los trabajadores, donde estos buscaban a través de la lucha social cambios globales, incluso revolucionarios, que mejorasen sus condiciones en el doble aspecto de su vida laboral y social. Pienso que para el caso de la autogestión somática-primorriverista resulta mucho más acertado hablar de resistencias a la situación de expulsión del mercado de trabajo que se vivía en aquellos momentos concretos, como consecuencia de las políticas  del capitalismo salvaje que se imponían en todo el continente a sangre y fuego con las dictaduras militares, llevando a los trabajadores al desempleo permanente y a la marginalidad social.

Recopilación de la legislación minera  de la época de la dictadura militar primorriverista referida a la mina somática de “San Vicente”, en L’Entregu.

No obstante, nada mejor para disipar y comprender cualquier duda al respecto que dejar reflejado documentalmente, y de manera literal, lo que decían los Reales Decretos que motivaron esta “autogestión somática” durante la dictadura militar del general Primo de Rivera, el primero de ellos referido a la exención del impuesto de Derechos Reales, con el Real Decreto, número 967, del Ministerio de Hacienda: “De acuerdo con mi Consejo de Ministros, y a propuesta del de Hacienda, Vengo a decretar lo siguiente: Artículo único. Se concede la exención del impuesto de Derechos Reales que hubiera de satisfacer en virtud del contrato formalizado en documento público mediante el cual se ha llevado la adquisición de la mina “San Vicente” por el Sindicato de los obreros mineros de Asturias. Dado en Palacio a veinticuatro de mayo de mil novecientos veintisiete.-ALFONSO.- El ministro de Hacienda, José Calvo Sotelo.”

El segundo Real Decreto, referido a la compra de los carbones, tal y como se recoge en  la exposición de motivos del ministro de la Marina del gobierno militar primorriverista al rey, para la promulgación del mismo: “Señor: El Gobierno de V.M. viene realizando una experiencia social con la mina de carbón nombrada “San Vicente”, en Asturias, y que es propiedad del elemento obrero. A tal efecto, el propio Estado se ha hecho copartícipe en la explotación de la referida mina (…) Lógica e incuestionable consecuencia es que el propio Estado favorezca, en cuanto sea justo, la explotación de dicha mina, y con tal fin, la Marina militar ha de ser consumidor obligado del carbón de dicha mina (…) Por lo expuesto y lo excepcional del caso, el ministro que suscribe tiene el honor de someter a la aprobación de Vuestra Majestad, de acuerdo con el Consejo de Ministros, el siguiente proyecto de decreto. Madrid, 22 de julio de 1927.- Señor: AL.R.P. de V.M., Honorio Cornejo y Carbajal. REAL DECRETO  (número 1339): “A propuesta del Ministro de Marina, y de acuerdo con mi Consejo de Ministros, Vengo a decretar lo siguiente: Artículo único. Se autoriza al Ministro de Marina para adquirir por gestión directa 2.500 toneladas de carbón nacional de la mina “San Vicente”, en Asturias (…) Dado en el Palacio de Miramar (San Sebastián), a veintiséis de julio de 1927.- ALFONSO…”.

Belarmino Tomás, director de la mina “San Vicente”, coparticipada con el gobierno de la dictadura militar del general Primo de Rivera.

En efecto, el Directorio Militar de PRIMO DE RIVERA no tuvo ningún inconveniente en apoyar aquel ensayo de socialización de pérdidas y concedió al sindicato un crédito para paliar aquella deuda de 625.149 pesetas, además de adquirir el compromiso de hacerse cargo del total de la producción extraída con destino a los barcos de la Marina. Desde aquel momento, con la producción vendida de antemano – 2.500 toneladas mensuales – la mina quedaría convertida en la niña mimada del socialismo asturiano, con Amador Fernández “Amadorín” como gerente y Belarmino Tomás como director, a la vez que otros destacados dirigentes somáticos ocupaban los puestos de mayor responsabilidad, y aunque de cara al exterior parecía que nadie turbaba aquella aparente tranquilidad, el conflicto en el tajo se reproducía permanentemente entre los trabajadores que reclamaban mejores condiciones laborales, hasta que uno de aquellos enfrentamientos acabó en la crónica de una tragedia anunciada.

Periódico “La Antorcha”, órgano del Partido Comunista de España…

El minero de 28 años Ramón Gutierrez había sido despedido por publicar un artículo en el periódico “La Antorcha” donde acusaba al vigilante minero somático, José Iglesias “Pepón de Claudia”, de ser un “negrero” con los trabajadores que tenía a su cargo, teniendo que ganarse la vida con la apertura de un pequeño “chigre” en la localidad langreana de Ciaño, que se vería boicoteado y abocado al fracaso, y pensando que detrás de todos su males estaba la mano de Belarmino Tomás, decidió tomarse la justicia por su cuenta. Así, en la tarde del día 19 de noviembre de 1927, entraría en las oficinas de la mina donde estaban reunidos “Pepón de Claudia”, Belarmino Tomás y el capataz minero Leopoldo Fernández Nespral examinando unos documentos, y portando una pistola en su mano, tal y como se reproduce en el diario “La Prensa” de la fecha, les dijo: «Mirad también este documento», tratando Belarmino Tomás de calmarle, a lo que Ramón Gutierrez replicó: «Yo no vengo aquí a discutir», lanzando a continuación varios disparos que acabarían  con la vida de José Iglesias “Pepón de Claudia”, mientras que Belarmino Tomás resultaba herido en la cara y un brazo.  

Periódico “La Prensa”, recogiendo la información del entierro de “Pepón de Claudia” en la Mina de San Vicente.

Lógicamente, la noticia de aquel asesinato había conmocionado a la población y, como quiera que las desgracias nunca vienen solas, un suceso inesperado vino a sumarse a lo que ya se estaba viviendo el mismo día del entierro. La conducción del cadáver, a hombros de cuatro compañeros del pozo minero, se había iniciado a las tres y media del domingo, 20 de noviembre de 1927, desde la casa del Pueblo de L’Entregu cuando, de repente, el puente de La Oscura se vino abajo al romperse los cables de sujeción y su estructura acabó en el rio Nalón junto con la multitud que lo cruzaba cuando unas seiscientas personas acompañaban al cadáver de “Pepón de Claudia”. En un principio, la confusión fue de total desconcierto, especialmente al ver flotando tantos cuerpos por el agua, que hicieron pensar en una tragedia de grandísimas dimensiones, pero cuando se pudo restablecer algo de orden y los heridos comenzaron a ser trasladados hasta la Casa de Socorro y el Sanatorio de los doctores Ortiz-Cuervo y pudieron conocerse los detalles de lo ocurrido y las cifras, aunque de mucha gravedad, dejaron de ser tan alarmantes.  

Puente “La Oscura” de L’Entregu, derrumbado cuando la gente asistía al sepelio de “Pepón de Claudia ” muerto por disparos de pistola en su oficina del pozo San Vicente…

Aunque los conocidos hagiógrafos somáticos se hayan encargado de presentar en diversos escritos, incluso en algún que otro libro, lo que ellos denominan “autogestión de la mina San Vicente” como una gran obra sagrada, rayana en el milagro, cuando tienen la osadía de afirmar que, “desde el momento en que la mina estuvo dirigida por los líderes del SOMA, Belarmino Tomás y Amador Fernández ‘Amadorín’, los mineros pasaron a disfrutar de la jornada laboral de seis horas diarias, alcanzando los más altos salarios en el sector, y cumpliendo todos los objetivos de producción”, la realidad contrastada ha sido otra muy distinta. Nunca, jamás, la mina “San Vicente” tuvo una jornada de seis horas. Más bien, lo que ocurrió fue que, desde el pacto establecido de colaboracionismo SOMA-DICTADURA PRIMORRIVERISTA, la jornada de siete horas que los mineros habían arrancado a sangre y fuego, quedó eliminada y los mineros volvieron a trabajar ocho horas diarias, de lunes a sábado.

Puerto del Musel, en Gijón, el año 1928

Y nunca, jamás, se alcanzaron en la mina los objetivos de producción estipulados de 2.500 toneladas de carbón mensuales para enviarlos a la Marina, según el real decreto de 1927, aunque realmente las 2.500 toneladas de carbón se entregaban todos los meses. ¿Cómo se puede dejar escrito que la producción de carbón alcanzada en la mina durante el año 1928 fue de 10.311 toneladas, añadiendo en la misma memoria del SOMA que se obtuvieron unos beneficios de  339.698 pesetas, cuando una simple multiplicación de las 2.500 toneladas mensuales por 12 meses del año nos dan exactamente las 30.000 toneladas anuales estipuladas? ¿De dónde procedía la diferencia de 20.689 toneladas que no se extraían de la mina pero que, sin embargo, se enviaban a la Marina? Pues, lisa y llanamente, de las producciones obtenidas de otras minas cercanas, como las de “los Nespral” que, no teniendo el privilegio del SOMA para dar salida a sus producciones, habían llegado a un acuerdo con la dirección somática para completar el cupo de las 2.500 toneladas de carbón, previo abono de la “mordida” correspondiente, y “espetársela” al gobierno como producción del pozo “San Vicente”. Es decir que, si alguien pensaba que la “trama carbonera” había nacido en La Camocha o en León, tal y como ha quedado explícito en otros capítulos de mi historia minera, por aquellas fechas ya existían los “Ruchos”, “los Villas”, “los Zapicos” y “los Vitorinos”, aunque con el carnet somático de “autogestionarios” en sus bolsillos.

Pozo San Vicente, en L’Entregu…

Después de unos convulsos años de conflictos como consecuencia de la crisis mundial del 29, que serviría como justificación a la patronal para la reducción de sus producciones y el despido de trabajadores – 56 mineros de una plantilla de 200, en la Mina San Vicente -, el 14 de abril de 1931 sería proclamada la II República en España, momento que aprovecharían los mineros afiliados al Sindicato Unitario de Mineros (SUM) para plantear la reivindicación de la jornada laboral de siete horas que les había sido arrebatada por la dictadura militar de PRIMO DE RIVERA de acuerdo con los dirigentes socialistas del SOMA-UGT, dando lugar a una huelga minera con la oposición de una mayoría de la militancia somática, siempre argumentada en que la misma sólo respondía a intereses del Partido Comunista.

Amador Fernández “Amadorín”,gerente de la mina San Vicente, cooparticipada con la dictadura primorriverista …

Aquella acusación, tantas veces repetida a lo largo de la historia del movimiento obrera, sería duramente contestada a través de una manifiesto de la Confederación Regional de Trabajo, publicado en EL NOROESTE de 31 de mayo de 1931, el cual, por su interés reproducimos literalmente: “la causa única que en estos momentos mantiene la intranquilidad y miles de hombres en huelga es el decreto de la dictadura por virtud del cual se elevó en una hora la jornada en las minas. Los trabajadores de la hulla, que por el terror dictatorial debieron aceptar aquella imposición, piden en estos momentos al Gobierno de la República, la derogación de aquel decreto y la implantación de la jornada de siete horas que regía antes del régimen abyecto, (…) Por otra parte, el Sindicato Minero Asturiano no sólo no ha secundado la huelga, sino que la sabotea y aconseja públicamente, a sus afiliados, que hagan frente a los huelguistas por la violencia. Estos llamados redentores del obrerismo, que no son sino sus enemigos, e incondicionales servidores del capitalismo, tienen el incalificable  propósito de que la sangre proletaria, la sangre de hermanos, salpique de rojo la negrura de la cuenca. No puede tener otra explicación el hecho de que ayer, en la Casa del Pueblo de Sama, Amador Fernández y Belarmino Tomás hayan tenido la osadía de llamar COBARDES a los obreros por no enfrentarse con los huelguistas y OFRECER LA GUARDIA CIVIL para que los acompañasen al trabajo (…) En vergonzante contubernio con el capitalismo, los socialistas traicionan, una vez más, al proletariado, y se constituyen  en pistoleros libres contra los huelguistas. Armados de escopetas y pistolas, ya han hecho correr la sangre de los huelguistas. Esto es indignante, y lo es más, que sea consentido por las autoridades, cuando la cordura de los huelguistas no podía ser más perfecta (…)”.

Mineros asturianos agarrados al fusil para defender el gobierno republicano legítimamente… constituido

Esta situación del pozo San Vicente, después de haber sido expropiada por el gobierno durante la revolución social de Octubre del 34, se prolongaría  hasta 1936, cuando estalló la incívica guerra española, y gran parte de los mineros de San Vicente y de otras minas asturianas cambiaron el “martillo” de picar por el fusil para defender el gobierno republicano legítimamente constituido. Con la caída del frente del Norte, se le otorgaría la propiedad a la Delegación Nacional de Sindicatos (sindicato vertical franquista), y tras una interminable serie de litigios, promovidos por el reaparecido cuatrero, Víctor Felgueroso Figar, la mina sería vendida a Hulleras del Rey Aurelio S.A. (REYASA), que la mantuvo en actividad hasta 1967, hasta que, finalmente, en 1970, pasaría a ser propiedad de HUNOSA por algo menos de un millón de pesetas, convirtiéndose entonces en pozo auxiliar de María Luisa hasta su cierre y posterior desmantelamiento, perpetrado en 1998.

Boda de Víctor Felgueroso Figar en la Basílica de Covadonga, perteneciente al “clan de los Felgueroso”, el chorizo que, primero se largó con el dinero de los trabajadores, y después tuvo la desfachatez de presentarse a reclamar lo que ya no era suyo: la mina de San Vicente.

En la actualidad, después de quince años de espera, y después de haber gastado miles y miles  de euros, la mina San Vicente espera verse transformada en un nuevo museo – ¡¡¡otro museo!!! -, en esta ocasión sobre el Movimiento Obrero donde, según sus antiguos explotadores somáticos, “se pueda  reconocer y poner en valor el papel desempeñado por el movimiento obrero asturiano a través de los trabajadores de la minería y su entorno, acercando a la sociedad su contribución a los avances sociales y sus figuras más sobresalientes”.  Por favor, museo, SÍ, pero mentiras y fantasmadas en el museo, NO.

ANTON SAAVEDRA

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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