Apenas había recibido el título de capataz de minas en la escuela de Mieres, cuando el joven Víctor Felgueroso ingresaba en la logia masónica “Nueva Luz”, donde aparece como iniciado aprendiz masón, según el cuadro de la logia de 1886, consignado con el nombre simbólico de “Morse” y profesión de capataz de minas, cuando le eran entregadas en arriendo las minas de Saús, en el concejo de Siero, pertenecientes a la Sociedad Anónima de Carbones Asturianos, después de haber constituido la empresa “Sociedad Felgueroso Hermanos”, el 1 de setiembre de 1893, donde el joven masón “Morse” se quedaría con el 41 por ciento de las acciones, repartiéndose el resto hasta el cien por cien de la compañía entre los cinco hermanos y el padre.
La minería en el pequeño y angosto valle del arroyo de Saús, se remonta a los comienzos en el siglo XVIII, fechas a las que lleva la significativa concesión Hornaguera del Prado donde se abrió la bocamina del primer piso. Su desarrollo comenzaría a finales de los años 1850, pero como empresa seriamente planificada habría que esperar al año 1893, con la llegada de los hermanos Felgueroso.

Víctor Felgueroso González “Morse” (1863-1945).
Nació en Ciaño (Langreo) y falleció en Gijón. En 1893 fundó la Sociedad Felgueroso Hermanos junto a su padre, Gabino, y sus cuatro hermanos, incluyendo a Adelaida y Rosario, convirtiéndose así en una de las pocas empresas mineras dirigidas por empresarios autóctonos de la entonces provincia de Oviedo.
Al respecto, es más que posible que, teniendo en cuenta que la masonería ofrece una estructura perfecta para crecer y detentar el poder, permitiendo la relación entre personas de la misma calaña, expandiendo su influencia, compartiendo intereses y toma decisiones para moverse por escenarios elitistas de forma totalmente secreta, el arriendo de las minas de Saús haya sido consecuencia de ese concepto solidario y fraterno entre los masones que ostentaban la propiedad de Carbones Asturianos y los “capos” de la familia Felgueroso, aunque la práctica desaparición de los archivos de la logia nos frene a la hora de rastrear las andanzas de sus miembros, tales como los propietarios de otras minas – los Sela y los Nespral, entre otros -, también pertenecientes a la misma logia ovetense “Nueva Luz”.
Lo mismo ocurre con el otro hermano, Secundino Felgueroso, que figura como componente de “Los Rotarios”, una membresía más aceptada, y aunque sufrió ciertas iras por parte del régimen franquista, las cosas no fueron más allá, puesto que el objetivo del momento era para enchironar a la ortodoxa conservadora y rica burguesía gijonesa, entre los cuales había destacados falangistas. No obstante, debido principalmente al carácter secreto de estas organizaciones masónicas, y que la masonería, con sus misterios y secretos, son como la cebolla, que tiene capas, y todas las capas son verdaderas, aunque cuanto más nos aproximamos a las capas centrales, más “profundidad” encontramos, pues nada mejor que adentrarnos en la profundidad de las galerías de las minas de Saús y Aramil, en el concejo de Siero.

La vieja central eléctrica de Saús. En su parte trasera hay también un par de bocaminas y una gran chimenea de ladrillo. Son todos restos de un pasado industrial, que está desapareciendo de esta zona de Asturias.
En efecto, las minas de carbón arrendadas de Saús iban a significar el inicio de una larga andadura minera con los hermanos Felgueroso como protagonistas, siendo adquiridas las minas en propiedad, en abril de 1896, por la cantidad de 140.000 pesetas, que se irían pagando a plazos y sin intereses. Pero, no sólo se trataba de extraer carbón en el coto de Saús a través de sus tres pozos planos paralelos abiertos y bautizados, cada uno de ellos, con los nombres de los tres hermanos Felgueroso – Víctor, Constante y Secundino -, sino también de la producción de electricidad en su central, instalada en bocamina, que suministraba energía a las distintas explotaciones de la zona, tales como Minas de Lieres, Aramil o Mosquitera, lo que les iba a reportar pingües beneficios para seguir invirtiéndolos en la adquisición de otras minas, hasta convertir la pequeña sociedad familiar en una empresa mediana.
Ya en 1909, los hermanos Felgueroso establecían un contrato de larga duración con el FC de Langreo para dar salida a toda la producción, entre 40.000 y 60.000 toneladas de carbón anuales, a través del pequeño ramal ferroviario de 2 kilómetros de longitud, construido entre el coto minero de Saús y la línea general, pareciendo indudable que también se buscaba arrancar por parte de la empresa ferroviaria un posible cliente al ferrocarril de la “línea trazada”, entre San Martín del Rey Aurelio – Lieres – Gijón – Musel, titánica obra prácticamente construida pero nunca inaugurada.

Las minas de Aramil, en la vega del río Nora, fueron adquiridas a comienzos del siglo XX por los hermanos Felgueroso a La Unión Hullera y Metalúrgica de Asturias, entrando en funcionamiento el nuevo pozo y el lavadero en 1912, siendo la mina El Toral una de las más importantes del grupo.
Dentro de aquella política expansiva en la adquisición de minas, hasta hacer de la Sociedad Felgueroso Hermanos la quinta productora de hulla, entre los años 1914 y 1918, éstos habían adquirido a La Unión Hullera y Metalúrgica de Asturias las minas de Aramil, en la vega del río Nora, entrando en funcionamiento el nuevo pozo y el lavadero en 1912, siendo la mina El Toral una de las más importantes del grupo. La mina El Toral, situada en la parroquia sierense de Santo Tomás de Feleches, ya aparecía descrita por el ilustrado gijonés Gaspar Melchor de Jovellanos, al referirse en su “Tercera expedición de minas”, el 21 de octubre de 1790, a la existencia de cuatro “grandes minas”, entre las que se incluía El Toral, la cual, el paso del tiempo la había hecho desaparecer para volver a ser explotada en los inicios del siglo XX, llegando a alcanzar los 206 metros de profundidad, con tres plantas. Y allí, en la mina del Toral, se iba a producir un grave accidente minero en la mañana del miércoles, 19 de setiembre de 1917, que causaría la muerte de cinco trabajadores.

Croquis del accidente que produjo la muerte de cinco mineros en la mina El Toral, el 19 de setiembre de 1917.
Los trabajadores habían sostenido una larga huelga por la mejora de sus condiciones de trabajo y el incremento de sus miserables salarios, y en la reanudación de los trabajos, después de la huelga, los trabajadores habían observado que los pisos 1º, 2º y 3º ofrecían bastante peligro, debido a la acumulación de gases mefíticos que se habían acumulado en las galerías, poniéndolo en conocimiento de la dirección de la empresa, sin que ésta adoptara medidas contundentes para evitar la catástrofe, al no prohibir la entrada de los cinco obreros por la galería del 3º piso, donde la permanencia en la atmósfera insalubre era lo suficientemente nociva como para sentir los primeros síntomas de asfixia, por lo cual intentaron ganar la salida, sin poder conseguirlo. El informe del ingeniero actuario del Servicio de Minas del Principado, Constantino Alonso, sobre las causas del accidente resulta contundente en la lectura de sus conclusiones: “la causa principal que originó el accidente fue debida a la mala condición existente en la normativa vigente al no determinar claramente la prohibición de entrar en la mina y la no disponibilidad de lámparas de seguridad”.
Sin embargo, de poco les iba a servir a los Felgueroso aquel varapalo recibido por parte del Servicio de Minas del Principado. Ellos seguían con su vista permanentemente fijada en aquellas pizarras de producción que les seguía incrementando aquellos valores de fraternidad, solidaridad y justicia social en forma de valores bancarios, y sin haber transcurrido cinco meses de la gravísima catástrofe minera, de nuevo, el 11 de febrero de 1918, otro minero barrenista fallecía cuando se realizaba la profundización del pozo. Por si no fuera suficiente, con fecha 26 de noviembre del mismo año, un barreno explotaba en el recorte a capa Venón, entre el 1º y 2º piso, causando la muerte de los mineros José Pérez García y Manuel Estrada Rodriguez, vecinos de Traspando, y dejando heridos por quemaduras graves a otros trabajadores, en lo que pudo haber sido otra gran catástrofe minera.

No había dinero para comprar lámparas de seguridad para evitar accidentes en la mina, pero sí para adquirir los coches más ostentosos de la época, como este Automóvil Panhard, de 27 H.P., de los Hermanos Felgueroso
Tal como si la naturaleza quisiera hablar mediante señales, hacia el año 1978 surgía en la zona una llama de ese grisú que tantas desgracias ha provocado en nuestra minería, posiblemente anunciando la muerte y el silencio que se empezaba a cernir sobre el valle minero. Se trata del llamado “Mecheru de Saús”, descubierto fortuitamente, cuya curiosidad geológica consiste en una llama “perpetua” sobre una grieta en pleno monte.
Curiosamente, a los hermanos Felgueroso se les había presentado una metáfora igual pero a la inversa, cuando buscaban tenazmente bajo el suelo de Gijón el carbón que explotarían en la Mina La Camocha, tal y como ha quedado escrito en el capítulo de mi serie minera dedicado a la mina gijonesa, objetivo principal de los hermanos Felgueroso, una vez que habían decidido vender en 1920 todas sus explotaciones en Siero y Langreo a la Sociedad Metalúrgica Duro Felguera: el famoso “Mecheru de Caldones”, una emanación de grisú que afloró en la noche del 20 de enero de 1915, iluminando aquellos campos gijoneses durante un tiempo.

El mechero de Saus – Carbayín – se conoce al mechero de Saus a un fenómeno natural localizado en el pueblo de Saus, parroquia de Carbayin. Es un fenómeno espectacular que surgió después de un incendio en el año 1978 y consiste en una llama perpetua que se filtra entre las rocas de un pequeño castañedo, llegando a alcanzar el metro de altura en sus momentos de mayor intensidad.
Pero, antes de la venta de sus minas a Duro-Felguera, los hermanos Felgueroso nos iban a dejar muestras palpables de su pertenencia masónica en cuanto al trato de las personas, en este caso concreto, los trabajadores de sus empresas. Dicen los masones de sí mismos que una de sus principales labores es trabajar afanosamente para hacer del mundo un lugar cada vez más habitable, y que su trabajo debe de servir también para formar y hacer feliz al ser humano. Una teoría muy bonita para la literatura, pero muy distinta y distante en la práctica, a juzgar por las condiciones de miseria en las que desarrollaban las tareas los mineros en las empresas de los hermanos Felgueroso, donde, por no tener, no tenían ni siquiera una mala caseta de madera para cambiarse y asearse, tal y como se puede leer en el librito de Manuel González Mallada “Tilano”, jubilado minero de la sociedad Carbones de La Nueva, que dejó escritas sus vivencias sobre el trabajo en las minas en un manuscrito titulado: “Vida, luz y trabajo de la Sociedad Carbones de La Nueva”, cuando nos recuerda que “eran los propios mineros quienes traían hasta el aceite de sus casas, tanto para alumbrarse en el interior de la mina como para engrasar el vagón y que los vagoneros tiraban cada uno por su vagón, descalzos por las galerías hasta descargarlos en las escombreras, durante aquellas agotadoras jornadas laborales desde las 6 de la mañana a las 6 de la tarde, con descanso de una hora para almorzar”.

Secundino Felgueroso, presidente de “los Rotarios” recibió de Franco la medalla al Mérito del Trabajo concedida a los hermanos Felgueroso, en el Ayuntamiento de Gijón, el 21 de mayo de 1946.
Las condiciones de vida de los trabajadores mineros asturianos en aquellos años eran poco menos que inhumanas: analfabetismo, hacinamiento y falta de viviendas adecuadas, condiciones de trabajo inseguras y con alta incidencia de accidentes laborales, pésimas condiciones de higiene y alta mortalidad derivada de la silicosis, producto del polvo que respiraban los mineros. Todo ello, unido a los miserables salarios que se percibían – a modo de ejemplo, en el año 1914 el presupuesto familiar medio era de 138,74 pesetas por mes (los picadores ganaban 5 pesetas, los vagoneros 3,50, y las mujeres de 1,50 a 1,75 pesetas en una jornada de 11 y 12 horas diarias) y el salario en el mismo tiempo era de 95,75 pesetas, cuando un kilo de pan costaba 0,40 pesetas, las alubias 0,65, las patatas 0,22, la carne 2,25 y el jabón 0,80 pesetas -, hicieron que tempranamente los mineros se organizaran exigiendo mejores salarios y mínimas condiciones de trabajo a los empresarios del carbón, entre los que se encontraban “los Felgueroso”, ya como uno de los grupos mineros más importantes de la región asturiana.
Así llegamos al atardecer de aquel 5 de octubre de 1934 cuando los mineros salieron por todos los caminos de las cuencas mineras anunciando para el día siguiente la huelga general y la sublevación armada. Una insurrección obrera que prendió en la cuenca minera de Asturias como en ningún otro sitio, pero aquella insurrección fue brutalmente aplastada dos semanas después por los mismos mandos militares que dos años más tarde se rebelarían contra el Gobierno de la II República, legítimamente constituido, provocando la incívica guerra española.
Pero, antes de la insurrección asturiana del 34, habían ocurrido unos hechos que, aunque tratan de borrar de todas las publicaciones que afectan al clan de “los Felgueroso”, dejan un manchón en su trayectoria empresarial en torno al carbón, nunca tenido en cuenta a la hora de ser condecorados por el franquismo con la Medalla al Mérito del Trabajo, ser nombrados hijos adoptivos de Gijón por un pleno de su Ayuntamiento , a la vez que figurar su nombre en calles de Gijón y Langreo, amén del monumento levantado a “los Felgueroso” en el parque de Ciaño. Se trata de Víctor Felgueroso Figar “el malu” (nacido del matrimonio entre Constantino Felgueroso – 3º de los hermanos en el clan familiar – y María Figar), auténtico estafador, siempre a caballo entre la trampa y el sablazo, para vergüenza de su propia familia, que se largaría en 1925 con el dinero de la Mina San Vicente, de la que era su propietario.
Siempre en boca de los círculos de la burguesía gijonesa, éste “cuatrero” de profesión sería abandonado a su suerte por la familia, siendo muy difícil encontrarlo en las fotos y actos familiares de “los Felgueroso”, pero los hechos son como son y, guste o no guste, Víctor Felgueroso Figar, era miembro del clan minero de “los Felgueroso”. De hecho, ostentó la representación del mismo en múltiples actos, tal como se recoge en el periódico El Noroeste, de 16 de marzo de 1922: “Ayer, a medio día estuvo en la Alcaldía el joven ingeniero don Víctor Felgueroso Figar, quien hizo entrega, en nombre de la Sociedad Anónima “Felgueroso”, de un proyecto de alumbramiento de aguas, en la concesión minera que dicha sociedad posee en San Martín de Huerces – lo que hoy se conoce por La Camocha -, y al que ya hicieron referencia en su informe, por encargo del Municipio, los ingenieros señores Patac, Junquera y Manso”.

Casa natal de los hermanos Felgueroso en la localidad langreana de Ciaño, muy lejos de pertenecer a cualquier familia que no fuera pudiente en aquellos años de 1861…
El sujeto en cuestión, había nacido en la localidad langreana de Ciaño, en la casa de sus abuelos, y pasaría su infancia en Gijón, donde su padre Constantino Felgueroso y su mujer, María Figar, se habían hecho con el magnífico edificio situado en la calle Uría – envidia de todo el mundo, según las crónicas de la época, por su enorme jardín y la belleza de su fachada -, que actualmente ocupa el hospital de la Cruz Roja, cursando los estudios de ingeniero de minas e integrándose en la vida social y deportiva de la ciudad, llegando a ser jugador del Sporting de Gijón en la temporada 1916-17 y presidente de la Federación Asturiana de Fútbol, tal y como se puede leer en el diario La Prensa, de 20 de agosto de 1921, que resalta “la unanimidad de los votantes y el acierto en la elección de tan distinguido caballero y prestigioso deportista”.

Un joven Constantino Fernández Felgueroso, en su casa natal de Ciaño, tercero en en el clan de “los Felgueroso”, y padre del estafador Víctor Felgueroso Figar.
Gijón había sido elegido como lugar de residencia de los hermanos Felgueroso, donde adquirieron tres de los mejores edificios de la ciudad. El de la calle Uría, ocupado por Constante y María Figar con sus siete hijos; el de la Casona de Somió, una enorme vivienda unifamiliar con finca y todo tipo de lujos, ocupado por Víctor y su mujer, con sus siete hijos; y el edificio del Banco de Castilla, al inicio de la calle Moros, ocupado por Secundino y su esposa Celsa Fernández-Nespral, con sus ocho hijos.
Y en Gijón serían homenajeados por la burguesía gijonesa, el 10 de abril de 1932, después de ser nombrados hijos adoptivos, tal como expresaba, en su discurso ante los comensales reunidos en los Campos Elíseos gijoneses, el propio Secundino Felgueroso: “… por si fuera poco aún, el acuerdo del Ayuntamiento de Gijón de nombrarnos hijos adoptivos de esta gran población nos colma de honor. Y ahora, como remate para obligarnos a nuestra gratitud, este banquete es premio superior a nuestros merecimientos (…) Nos consideramos orgullosos de ser hijos del pueblo, de un pueblo tan laborioso y trabajador como el de Langreo, que es noble y practica la gratitud, demostrándolo con el envio de esa representación y regalándonos esas flores para nuestras esposas y entregándonos ese álbum de “La Montera” que agradecemos intensamente…”
ANTON SAAVEDRA
