La historia de la minería en este pequeño valle, perteneciente al antiguo concejo de Tudela – en 1857 quedaría anexionado al de Oviedo -, se remonta a la fecha del viernes 29 de noviembre de 1793, tal y como ha dejado escrito Jovellanos en sus “Diarios” comentando la visita realizada al horno de cok de San Julián de Tudela y las minas de sus alrededores. Sin embargo, habrá que esperar hasta el 17 de septiembre de 1844 cuando, después de confirmar que en la zona existían minas de carbón, sería creada en Londres la “Asturian Minning Company”, también conocida como Anglo-Asturiana, con un capital social de 5 millones de francos, aportado por capitalistas y financieros británicos, franceses y españoles, para la explotación del coto minero de Tudela en el valle de las Fuentescalientes o Valporquero, bajo la dirección de los británicos John Joseph Kelly, vicecónsul del Reino Unido en Asturias y Santander, y el ingeniero John Mauby, aunque sería la “Compañía General Minera”, con capital francés y domicilio en París, la que actuaría como auténtica promotora de las minas, destinando a ellas importantes inversiones para dotar de infraestructuras la zona, algunas de las cuales todavía se conservan, aunque en un estado ruinoso de total abandono.
En el año 1850, el Duque de Riánsares se haría con la explotación minera para integrarla en 1861 con la “Cie Miníère et Metallurgique des Asturies” del hugonote Numa Guilhou, y en 1902 quedaría constituida la “Compañía General Minera” que, tal y como ha quedado dicho, sería quien llevaría a cabo la profundización del pozo vertical de San Julián de Box en el año 1903, de acuerdo con la fecha que nos indica la chimenea del hogar de ventilación como prueba inequívoca de su nacimiento, construido con castillete de mampostería y ladrillo, quedando en la historia minera como uno de los pozos verticales más antiguos de la cuenca central asturiana, después del de Arnao en Castrillón y el de La Peña en Mieres, incluso anterior a los del Fondón en Langreo y Nespral en L’Entregu, aunque posterior al desaparecido pozo Paulina, en Pumarabule de Siero.
Así llegamos al año 1910 cuando el pozo sería adquirido por el empresario minero Eugenio Quintana, que constituiría en 1914 la empresa “Hulleras de Veguín”, aunque al poco tiempo, en 1918, pasaría a denominarse “Hulleras de Veguín y Olloniego S.A.”, ya de la mano de la familia Masaveu. Previamente, en el año 1898, había nacido la “Sociedad Anónima Tudela Veguín” por iniciativa del catalán Elías Masaveu Rivell quien, con motivo de las obras que se iban a llevar a cabo en el Puerto de El Musel, en Gijón, decidió constituir con un capital de 1.000.000 de pesetas aquella empresa que estaría llamada a ser una de las principales cementeras de España. Para ello sus fundadores habían elegido el lugar idóneo que reunía las mejores condiciones para la fabricación de sus cementos: caliza de la Peña del Gallo, arcilla en el Barrero, combustible en los carbones de Box y, por último, un fácil transporte gracias a la inmediatez del ferrocarril del Norte.
En 1962, la empresa cementera de los Masaveu, con todas sus necesidades energéticas cubiertas desde la cercana central de Lada, traspasaría las concesiones hulleras a la nueva compañía “Hulleras de San Julián de Box”, aunque las explotaciones bajo esta nueva razón social duraría tan sólo cuatro años, hasta que el yacimiento volvería a tener cierta actividad, más o menos “chamicera”, principalmente de la mano de “Carbones Tudela Veguín S.A.”, también llamada Mina Confiada Tercera o Mina El Cestu, un pozo plano abierto sobre la ladera izquierda, a unos 300 metros aguas abajo del viejo castillete de Box, hasta que un maldito 4 de setiembre de 1985 ocurrió un dramático accidente que significaría el principio del fin de la minería en este coto minero de la parroquia ovetense de Box.
La “Sociedad Carbones de Tudela de Veguín” llevaba explotándose desde mediados de la década de los sesenta por tres socios: Secundino Zapico González, Francisco de Borja Lombardía y la viuda de Anastasio López Izquierdo, siendo el director facultativo de la misma, el capataz del pozo Candín de Hunosa, José García Iglesias, con una plantilla de 36 trabajadores que alcanzaba una producción anual de 11.500 toneladas de carbón, cuyo destino era la térmica de Lada.
La explotación de la mina se realizaba sobre la 1ª Generala –esta capa explotada en toda esta zona no tiene nada con la famosa capa de igual nombre en el resto de la cuenca central – con unos 75º de pendiente y 60 metros verticales entre plantas, siendo los hastiales de arenisca al muro y de pizarra floja, muy poco consistente al techo, con una potencia que varíaba entre los 1,50 y los 6 metros, de tal manera que, cuando pasaba de la potencia de 2,50, como era el caso que nos ocupa, se dejaba carbón al techo, deshullándose solamente los mencionados 2,50 metros, realizándose el arranque en el relevo de por la mañana, donde trabajaban 5 picadores y seis ramperos, además del vigilante, un posteador, los barrenistas y el personal del transporte en la galería de base. El segundo relevo, con tres trabajadores, tenía la misión de rellenar la rampla o taller, basculando el escombro desde el nivel.
Aquella mañana del 4 de setiembre de 1985, cuando el relevo se encontraba dando tira a la madera para comenzar a picar y postear la serie, se produjo un estrepitoso estruendo acompañado del hundimiento del carbón que dejaban sin arrancar en el techo, arrastrando toda la madera de la entibación produciendo el posterior derrabe, afectando a las series 8ª, 9ª, 10ª y 11ª, e incluso el nivel de 4ª planta – el avance se realizaba por el método de testeros, disponiendo de 11 series con niveladuras horizontales -, dejando sepultados a cuatro mineros, cuyos cuerpos sin vida serían rescatados después de un difícil y peligroso rescate, cuyo último cuerpo sería el del joven “rapaz” de L’Entregu, Juan Antonio Rodríguez Jamart, que sería sacado al exterior a las tres de la tarde del día 16 de setiembre, esto es a los trece días de producida la tragedia minera.
A pesar de que la Jefatura de Minas, después de supervisar la zona afectada, imponía a la dirección de la empresa unas prescripciones para que en lo sucesivo ”el vigilante del taller exigiera y comprobara diariamente la correcta colocación del posteo realizado en el día, enrachonando con bastones o tabla la totalidad de la superficie descubierta, entre jugadas, del carbón que se dejaba en el techo, y se cuidara que los tableros se instalaren sobre jugadas segur y, en su caso, bien reforzadas”, sin embargo, en su informe final, concluía considerando el accidente como casual debido a la mala condición existente en el taller al quedar al aire la vena de carbón superior, aunque pensando, presuntamente, se haya producido “al fallar alguna mamposta o jugada deficientemente colocada en una de las que apoyaba un tablero en la serie novena, o algunos de los bastones o tablas de la enrachonada del techo , que al quedar las mampostas en el aire y caer originaron el derrabe del carbón al techo de esa zona, arrastrando consigo la caída de otras mampostas y seguidamente el movimiento de la parte superior del taller, sepultando al personal que no le dio tiempo ponerse a salvo”.
Es decir, una vez más se imponía el típico cinismo por parte de la Jefatura de Minas a la hora de librar a la dirección patronal de sus responsabilidades por falta de las medidas de seguridad en los accidentes, y una vez más se trataba de echar la culpa a los propios trabajadores fallecidos, no en vano “algunos” de estos ingenieros Actuarios de la Jefatura de Minas eran vistos muy a menudo en la misma mesa del restaurante La Gruta de Oviedo, invitados por el patrón de la mina Secundino Zapico, sin olvidar que su sobrino, Víctor Zapico Zapico, ocupaba altos cargos en el gobierno autonómico de Asturias desde mayo de 1982, en las Consejerías de Transportes, y la de Industria, pasando por la mismísima Dirección Regional de Minas.
Por fin, desde el 28 de abril de 2016, la Consejería de Educación y Cultura del Gobierno del Principado de Asturias incluía las deterioradas instalaciones mineras de Tudela de Veguín en el Inventario del Patrimonio Cultural de Asturias. Un paso, aunque tardío, que consideramos importante en la protección de nuestro patrimonio industrial vinculado al carbón que no nos puede más que producir una enorme satisfacción, al ver como estos restos de nuestro patrimonio industrial ubicados en el valle de Fuentescalientes queden protegidos en justa correspondencia a sus peculiaridades técnicas, su posición y su trascendencia a nivel regional.
Según se explica en el anexo del Boletín Oficial del Principado de Asturias, “Descripción e historia de las instalaciones mineras de Tudela Veguín”, las primeras referencias históricas a la riqueza hullera de la zona se remontan al siglo XVIII. Su explotación se verá favorecida por la construcción, entre los años 1862 y 1865, de la carretera que une Oviedo y Tudela Veguín y el ramal ferroviario de Soto de Rey a Ciaño.
Esta protección, como primer paso para alcanzar la declaración BIC, resulta muy positiva para cualquier elemento de patrimonio ya que supone el cuidado y la conservación del mismo, de cara a la pervivencia en el tiempo para que nuestra historia no sea borrada por la “piqueta” de unos insensatos e irresponsables funcionarios públicos, y en el Inventario de Patrimonio de Asturias quedan incluidas varias piezas que formaban este conjunto como el castillete del pozo vertical que, tal y como ha quedado dicho, es uno de los más antiguos de nuestra región. El castillete es una singular obra de fábrica, abierta, de planta rectangular. Se trata de un castillete muy temprano y raro que combina mampostería pétrea con una fábrica mixta que los contemporáneos identificaban con modelos alemanes.
Otro de los elementos incluidos en dicho Inventario es la casa de máquinas que se encuentra pegada al castillete, la cual cobijó un motor que desde el inicio fue eléctrico y que en la actualidad se encuentra desaparecido, y también continúa en pie la nave inmediata al castillete y a la casa de máquinas, en la que se ubicaban, entre otros, la central eléctrica encargada de suministrar la energía para el transporte vertical. Se trata de una nave con una marcada disposición longitudinal que además contaba con su propia chimenea en la que se inscribe su fecha de construcción en 1903.
Aunque esté prácticamente desaparecido en su tiempo funcionó un lavadero, construido en el año 1905, siendo además la primera instalación de tipo Baum en España, así como diversos diversos edificios promovidos por la Compañía General de Minas con el fin de albergar oficinas o alojamientos, algunos de ellos ya desaparecidos, como las viviendas de promoción empresarial situadas en el entorno de la plaza del pozo.
Mientras tanto, la parroquia ovetense de Box sigue perdiendo población desde sus 1.173 residentes de 2001 hasta los 750 actuales, repartidos en 14 localidades, donde su población más grande, Tudela Veguín, ha pasado de los 962 a los 600 habitantes que tiene en la actualidad, donde sólo la vía del tren les mantiene separados de la fábrica de cementos de los Masaveu, que tiene el topónimo del pueblo impreso en sus cuatro depósitos de cemento, formando parte de una enorme instalación fabril visible desde todas partes, tan importante la planta cementera que sin parar de crecer y crecer desde su creación, allá por el año 1898, ha ocupado casi por completo la vega del Nalón, donde hasta el río la ha respetado, esquivándola por el lado más alejado del pueblo.
En fin, traduciendo begin del inglés, en castellano significa empezar, y en el antiguo concejo de Tudela, Veguín es el principio. Veguín, “Veguín de allá” en la toponimia de hoy, al otro lado del río, sería el núcleo rural original, el único hasta que el trazado del ferrocarril levantó la estación en un punto equidistante entre Tudela y Veguín y con el fin de evitar discordias entre los habitantes de una y otra población, se inventó un topónimo unificado sobre la pared del apeadero, que poco después atrajo una fábrica de cemento, construyendo a su alrededor un pueblo. Más o menos, eso fue lo que pasó en aquellos años del siglo XIX, cuando en 1896 llegó el tren, y en 1898 éste traería a la cementera, hasta dar juntos a la industria un papel preponderante como germen de lo que hoy está a la vista, certificando que la parroquia de Box se construyó con el cemento de la fábrica, abastecida energéticamente con los carbones procedentes de las minas situadas en el valle de las Fuentescalientes, desde que iniciara la explotación de sus yacimientos en 1844, y como no, con el esfuerzo y el sacrificio de sus mujeres y sus hombres, el mejor de los tesoros que sigue teniendo la parroquia y que tan magníficamente representan desde la Asociación Cultural de los Amigos de Veguín y demás movimiento asociativo.
ANTON SAAVEDRA