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Channel: El Blog de Antón Saavedra
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MULAS, MOLINOS Y CARBÓN POR EL VALLE DEL RIO NEGRO.

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Antón Saavedra en la bocamina del grupo Pontones en el Valle del Rio Negro, perteneciente a la sociedad Industrial Asturiana, donde se puede ver perfectamente tres grandes rosetones, en el del centro se ve el anagrama de la SIA; el de la derecha dice “1938” y en el de la izquierda sólo se intuye el emblema de la Falange tras los efectos de la erosión ideológica.

Mi amigo, el minero escritor y poeta cuyarapo Albino Suárez, uno de los mejores conocedores de la obra del “Poeta de Asturias”, Alfonso Camín, aseguraba en la presentación de la reedición  “El valle negro”, que éste era el libro “más emotivo” que se ha escrito sobre la revolución asturiana de 1934, y es en esta novela, escrita desde su exilio mexicano, donde nos recuerda los sucesos revolucionarios acaecidos en la confluencia del rio Aller con el rio Negro, lugar donde nos encontramos para iniciar nuestra ruta minera por los valles de Cervigao y rio Negro, que iniciamos en el pueblo de Agüeria para patear el  coto allerano de la Sociedad Industrial Asturiana, por aquel entonces la quinta gran compañía hullera asturiana por su volumen de producción, detrás de Duro-Felguera, Fábrica de Mieres, Hulleras de Turón y la vecina allerana del marqués de Comillas, la Sociedad Hullera Española. 

En la novela “El valle negro”, el poeta asturiano relata su visión de la revolución asturiana de Octubre de 1934, sin ocultar en ningún momento su simpatía por los mineros sublevados, de una manera magistral, no sólo desde el punto de vista documental e histórico, sino también literario, hasta el punto de que quien haya leído estas páginas  ya no volverá a ver las poblaciones asturianas como antes.  

“El Valle Negro” de Alfonso Camín, una de las novelas capitales sobre la revolución de Asturias de 1934, con una espectacular portada de Gamoneda, publicada en México, el año 1938.

Así vemos cómo en la clariniana torre de la Catedral de Oviedo las fuerzas gubernamentales instalaron una ametralladora con la que disparaban indiscriminadamente contra todos los viandantes, revolucionarios o no. También la implacable represión y tortura a los mineros detenidos, pero en este capítulo nos centraremos en la historia minera de la Industrial Asturiana en los Valles del río Negro y Cervigao, tal y como ha quedado decidido desde un principio de la serie. 

En efecto,  aunque los orígenes de esta empresa se remontan a 1879, cuando se crea en París la Sociedad de Minas y Fábricas de Moreda y Gijón, sin embargo habría que esperar al año 1895 cuando quedaría constituida en Oviedo la Sociedad Industrial Asturiana “Santa Bárbara”, siendo sus principales accionistas los Tartiere y los Herrero. Y allí, en la localidad de Agüeria, perteneciente a la parroquia de Moreda, en pleno corazón del valle de Cervigao, todavía se puede apreciar el impresionante patrimonio minero del grupo Campueta, destacando su piso 1º, que cuenta con una embocadura construida de sillares y mampostería de 1921, tal y como figura en su piedra clave, donde a menos de 100 metros, andando por la antigua trinchera del ferrocarril minero, nos encontraremos con otra bocamina, auxiliar de la anterior, emboquillada en hormigón y con una compleja estructura para albergue del mecanismo de ventilación. Ya, cruzando el puente de la Campueta, podemos ver los antiguos cargaderos y la oficina técnica, reconvertida en vivienda particular, los cuales tienen fecha de 1922, y muy cerca aparecen los impresionantes pilares de lo que fue el puente de La Maravilla, que daría nombre al ferrocarril por el que circularon siete locomotaras construidas entre 1916 y 1920 por la casa americana Vulcan, encargadas de transportar el carbón a los lavaderos de Tartiere, en las proximidades del pueblo de Oyanco. 

Cargaderos del grupo minero Campueta, en la localidad allerana de Agüeria.

Continuando con nuestro recorrido, podemos ir viendo un conjunto de planos que subían hasta el piso 10º que definían al grupo “Cabromoza” que cesaría su actividad en los años treinta, destacando el plano inclinado cerca de estos que, con casi medio kilómetro de longitud, mereció el calificativo de “El Plantón”, construido su castillete de mampostería y una magnífica arquitectura, tanto en su caseta de señales como los restos de un cargadero presente en la zona, desde donde se partía hacia otra trinchera hacia el piso 1º de “Pontones”, situado en la cota 495, donde el transporte se hizo durante muchos años con bueyes. 

Grupo Pontones, propiedad de la Sociedad Industrial Asturiana, en el valle allerano del Río Negro.

Allí, en la plaza de “Pontones”, nos encontramos, con los poderosos cargaderos de hormigón, y muy cerca con las ruinas de un enorme albergue de piso y dos plantas destinado a que los mineros, por lo remoto de la zona, evitaran bajar a la civilización, estando destinado en la actualidad como cuadra para el ganado vacuno y caballar. Entre uno y otro, se abre una espectacular bocamina con tres grandes rosetones, pudiendo ver en el del centro el anagrama de la Sociedad Industrial Asturiana (SIA); el de la derecha dice “1938” y en el de la izquierda el emblema de la Falange tras los efectos de la erosión ideológica. 

Una de las figuras durante todo el proceso de la industrialización iniciada en el concejo allerano a mediados del siglo XIX, fueron los molinos, tantas veces olvidados en nuestra historia minera, como  fieles testigos y actores privilegiados en el proceso reindustrializador, yendo éste parejo a las transformaciones agrarias, tanto de los sistemas de cultivo como de la aparición de las nuevas necesidades que planteaba la industria minera.  De esta manera, tanto las orillas del río Negro como las de su afluente Cervigao, se fueron poblando de molinos hasta un número de 29, siendo el MOLIN DE ADELA, en la localidad de Agüeria, el único de todo el Valle del río Negro que se halla actualmente en funcionamiento.   

Molin de Adela, en la localidad de Agüeria, pertenciente a la parroquia de Moreda.

La primera referencia escrita que se tiene de este molino de rodezno o rueda horizontal es la escritura de partición de herencia otorgada ante notario el 3 de marzo de 1933 que dice lo siguiente: “Una finca llamada El Fontán, sita en el referido lugar de Agüeria, destinada a cultivo… linderos…río negro… Dentro de esta finca existe un hórreo… y un edificio de planta baja destinado a molino, con molar harinero y rabil, que ocupa veinticinco metros cuadrados, valorado en cinco mil doscientas cinco pesetas.”, siendo la molinera y titular de los permisos oficiales ADELA PANDO. 

Al molín llegaban, desde los pueblos  Huertomuro, La Enfistiella, San Miguel, Riondo, La Rumia, Los Bustios, Les Llanes, La Caseta, El Castro o Los Torneros, entre otros muchos, los propietarios del grano que venían a molerlo, recibiendo la molinera como pago o precio por su trabajo la maquila, una medida consistente en una cantidad de harina proporcional a la cantidad molida.  

Jamín Cordero, Antón Saavedra y Ricardo Cordero Pando, el fíu de Adela “la Molinera”, en una de mis visitas al Molín, con Ricardo como alma y guía, quien quiso conservar el molino en el que su madre trabajó durante toda su vida, y lo ha reabierto con un afán didáctico, es decir, para poder enseñar a todo el que quiera pasarse por Agüeria, en el concejo de Aller, cómo se realiza una molienda tradicional, y muchas más cosas desconocidas para la inmensa mayoría del pueblo asturiano.

Entre los años 1930-55 la actividad del molino llegó a ser tan intensa que requería el funcionamiento de las dos muelas, día y noche, para lo cual en ocasiones se dormía en el molino. No obstante la época de mayor trabajo coincidió con la eclosión de las labores mineras en la zona, a partir de años 1930 y posteriores, en los que Adela llegó a un acuerdo con las empresas mineras, para proporcionar harina de cebada y de maíz, para el pienso de las mulas y bueyes que se utilizaban en las labores de minería, lo que obligó a la adquisición de una nueva turbina o rodezno por la cantidad de cinco mil pesetas de la época, así como a otras obras y reformas para la ampliación de los espacios del molino. 

Sin embargo, la minería de la zona no se conoció por las labores de estos molinos, tan importantes para el proceso minero, sino que el sector minero en el valle de Cervigao, sería conocida por una nueva tragedia ocurrida en su mina de la “Campeta”. Otra vez el asesino metano causaba estragos entre los trabajadores mineros cuando, siendo las once de la mañana del miércoles, 18 de mayo de 1960, en la galería montada sobre la capa Pepita, 2º piso, al pie de la chimenea que lleva su nombre, el grisú volvió a explotar causando la muerte de seis compañeros – cuatro en el momento de la explosión,  y otros dos, de los cuatro que fueron heridos gravemente y trasladados al sanatorio Miñor de Oviedo, a los pocos días -, al margen de otros heridos menos graves que fueron evacuados al sanatorio que la empresa tenía en la zona de Tartiere-Campera. 

Transversal de la Pepita, perteneciente a la Sociedad Industrial Asturiana, en la localidad allerana de Agüeria

En esta mina Campueta existe un transversal de unos 500 metros de longitud que corta la capa Pepita del paquete Generales, y por cuya capa se estaba dando una chimenea para comunicar el 2º piso con el 3º, para formar a partir de ahí el correspondiente taller de arranque, teniendo la chimenea en el momento de la explosión unos 25 metros avanzados sobre los 50 previstos. El avance de la chimenea se realizaba subiéndola con dos pozos iguales, uno siempre libre que hace de auxiliar, y otro, para bajar el carbón, ambos comunicados entre sí por medio de sobreguías, que se van tabicando todas con excepción de la más alta por donde circula el aire, el cual desciende por el pocillo de bajada del carbón hasta otra sobreguía próxima a la galería, comunicada con ésta mediante otro pocillo o coladero por donde sale el aire a la galería ayudado por dos turbinas aspirantes acopladas con tubería a dicho pocillo o coladero. 

Croquis de la explotación de mina “Campueta” donde se produjo el accidente minero por explosión de grisu, el 18 de ayo de 1960

De acuerdo con las declaraciones de los testigos “preparados” por la patronal para facilitar la labor a sus compinches de la Jefatura de Minas a la hora de buscar las causas de los accidentes, los registros efectuados en los pozos de la chimenea con la lámpara de gasolina nada hacían pensar en una explosión de grisú, al encontrarse limpios de maleza y con buena ventilación, pero el grisú apareció y, una vez más explotaba para evitar que seis mineros no regresaran vivos a sus casas. 

En efecto, una vez “preparados” los testigos por la patronal, y notificado el accidente a la Jefatura de Minas, ésta comenzaba las investigaciones de las causas del accidente, encargándose del informe el ingeniero de minas José María Rubiera Zubizarreta quien, después de tomar declaración a los heridos hospitalizados en los sanatorios Miñor, de Oviedo, y sanatorio de la patronal en Moreda, volvería con su equipo a la mina, para realizar varios aforos en el circuito de ventilación en el transversal del 2º piso y muestras de aire dentro de la mina, resultando los mismos totalmente satisfactorios, de acuerdo con el vigente reglamento de Policía Minera, realizando asimismo otras muestras de aire para analizar el contenido de grisú. Una al pie de la chimenea y otra a la salida del circuito de ventilación en el transversal del piso 1º, obteniendo un resultado de 0,5% de metano la primera y de 0,2% la segunda, cantidades muy por debajo de las admitidas por el citado reglamento (1,25% y 0,60%, respectivamente).  

Grupo de mineros de “Campueta”,el año 1924

Una sola cuestión se me ocurre al respecto: si la mezcla de metano y aire es explosiva entre el 5% y el 15%, y los controles efectuados antes y después de la explosión eran altamente satisfactorios ¿Cuáles fueron las causas reales en la explosión que originó la catástrofe minera en la mina “Campeta”? Algo debían de saber los ingenieros Actuarios de las causas reales del accidente, cuando en sus conclusiones escritas recomiendan, después de llegar a la conclusión de que la explosión fue debida a “una pequeña acumulación momentánea de grisú procedente de la chimenea en los alrededores del pozo de bajada del carbón, entre el pozo auxiliar y la puerta de madera, achacando el accidente al hecho casual de haberse roto el vaso de la lámpara de seguridad que portaba el vigilante”  que: “en la reactivación de los trabajos para continuar la subida de la chimenea sobre la capa Pepita, se tendrá que realizar con las debidas precauciones (…) extremando la vigilancia en el sentido de reconocer todos los puntos de las labores de la mina de referencia donde se pueda sospechar la acumulación o formación de bolsas de grisú (…) dejando un paso de aire por la parte superior de la puerta de madera para dirigir la ventilación por el pocillo auxiliar de la chimenea, evitando así la formación de bolsas o acumulaciones de grisú cerca del pozo de bajada de carbón de la chimenea”. 

Concentración de los componenentes del Sindicato Minero Amarillo de Moreda, en el prau de la Agüería, el año 1927

No, señores de la jefatura de minas vendidos descaradamente a los intereses de la patronal. Los accidentes mineros, y mucho menos las catástrofes mineras, en su inmensa mayoría no son hechos casuales, ni dependen de la mala suerte o de la fatalidad, como ustedes manifiestan accidente tras accidente. Ese “fatalismo” que tratáis de acreditar en vuestras conclusiones, según el cual el accidente de trabajo o la enfermedad profesional, en el fondo no son sino efectos del “caso” o, todavía peor, riesgos inevitables que amenazan a las personas en cuanto tal y no por estar obligadas a trabajar largas y duras jornadas laborales en ambientes peligrosos y malsanos. 

¿ cuántos de estos neños acabaron en el Orfanato Minero porque sus padres perdieron la vida en los demasiado frecuentes accidentes mineros en el concejo de Aller ? (Escuela de Agüeria con su maestro Vicente, el año 1945)

Se cae así en la alusión sibilina a la “distracción” y en otras conclusiones peores, como causa principal del accidente, tratando de poner una losa sobre la violación permanente, cotidiana, de las más elementales normas de prevención, apareciendo a la luz de la realidad como una cínica maniobra de quien se interesa más en la ganancia que en la salud y la integridad física del minero. Y nosotros, los mineros, nos negamos a considerar a la mina como ineluctable “lugar de pena”, negándonos radicalmente a una concepción del trabajo no resignada y fatalista, entre otras cuestiones, porque el accidente aparece cada vez más ampliamente debido a una violación de las normas técnicas, jurídicas, de principios humanos y morales, lo que obliga a una exigencia permanente del restablecimiento de la legalidad de las minas, a la exigencia de verificar la responsabilidad y de eliminar las causas, sin que los mineros más comprometidos, sindicalmente hablando, sufran presiones, intimidaciones, cambios de puestos de trabajo, ni despidos del trabajo, ni que “otros” mineros sean ascendidos en la profesión por actuar de testigos “preparados” ante la Jefatura de Minas y otros organismos judiciales a la hora de investigar la causas reales de los accidentes.

ANTON SAAVEDRA

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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