«Apoyaré el Estatuto que salga del Parlamento de Cataluña»
(José Luis Rodríguez ZAPATERO, el 13 de octubre de 2003)
«Es verdad que la frase no fue muy afortunada. Intenté rectificar. Quise decir que apoyaría que el parlamento de Cataluña aprobara un Estatut conforme a la Constitución», afirmó Zapatero en una entrevista con Risto Mejide en 2014, cuatro años después de que el Tribunal Constitucional dictaminase que gran parte del texto que su partido apoyó en el Congreso de los Diputados no tenía cabida en la Carta Magna.
Tal y como ha quedado escrito en mi capítulo anterior sobre la resolución del XXXIX Congreso del PSOE en junio de 2017, definiendo España como un Estado plurinacional, han transcurrido exactamente 43 años desde aquel otro congreso de Suresnes del PSOE, uno de los congresos más importantes de la historia de la socialdemocracia española. Un congreso donde una nueva generación, encabezada por el sevillano Felipe González, tomaba el relevo de la dirección de la que había sido la fuerza mayoritaria de las izquierdas durante la II República, aunque durante la dictadura franquista había permanecido prácticamente invernando y veraneando mientras la lucha contra el régimen dictatorial era llevada casi en exclusiva por los partidos comunistas de España y Cataluña PCE-PSUC.
En efecto, a punto de iniciarse la llamada transición democrática que culminaría con la aprobación de la Constitución de 1978, aquel congreso del nuevo PSOE intentó capitalizar el gran deseo de cambio que se detectaba en la sociedad española, debido al enorme desprestigio del régimen dictatorial, siendo una de las experiencias que contribuyeron a este desprestigio la estructuración del propio Estado español durante la dictadura, que se caracterizó por ser un Estado pobre, con escasa sensibilidad social, represivo, poco redistributivo, altamente corrupto y sin ninguna sensibilidad al carácter plurinacional de España. Más al contrario, el régimen dictatorial había sido hostil y discriminatorio hacia las nacionalidades españolas, dejando en clara evidencia que aquel Estado no era un Estado que atrajera a las clases populares de los distintos pueblos y nacionalidades que constituyen España. De ahí que en sus propuestas para la nueva España, el nuevo PSOE pidiera el reconocimiento de esta plurinacionalidad, proponiendo un Estado federal en el que cada una de las nacionalidades que lo comprendían tuvieran el DERECHO DE AUTODETERMINACIÓN, por el cual cada una escogería la manera de relacionarse con el resto de España, asegurándose así la unidad voluntaria y no forzada dentro del Estado federal: “La definitiva solución del problema de las nacionalidades que integran el Estado español pasa indefectiblemente por el reconocimiento del derecho de autodeterminación de las mismas, que comporta la facultad de que cada nacionalidad pueda determinar libremente las relaciones que va a mantener con el resto de pueblos que integran el Estado español”. Imposible usar un lenguaje más claro que el de la resolución congresual del PSOE secuestrado en Suresnes, dejando más claro aún que el derecho de autodeterminación es idéntico al derecho a decidir con el que la inmensa mayoría del pueblo catalán está de acuerdo y que de manera tan maliciosamente se está interpretando, tanto por los independentistas catalanes como por los nacionalistas españoles, como idéntico a la reclamación de la independencia, cuando el derecho a decidir implica derecho a elegir, y la secesión solo representa una opción, pero no la única. Por lo tanto, y refiriéndonos al manipulado asunto de la articulación de Cataluña con el resto de España, su democrático derecho a decidir, en absoluto trata de una demanda de ruptura de España, como constantemente se manipula a los dos lados del Ebro, sino una redefinición de España.
Como ha quedado dicho, el derecho a decidir incluye el derecho a escoger, incluyendo la escisión como una de sus alternativas que, en el caso de Cataluña ha sido ridículamente minoritaria, aunque sin dejar de reconocer que la misma ha ido aumentando debido a la percepción de que tal redefinición es imposible en España. Históricamente, el PSOE siempre defendió la otra visión de España: la visión voluntaria y no forzada de un Estado unido, con su plurinacionalidad, expresada a través del derecho de cada nacionalidad a determinar su relación con el Estado español, pero ha quedado muy claro que el PSOE actual ha abandonado esta visión de España, al menos en lo que a autodeterminación se refiere y, desde mi punto de vista, creo que sería tan importante como necesario que el PSOE nos explicara su “cambio” y se dejase de seguir “mareando la perdiz” a base de continuas ambigüedades que pueden significar lo que cada uno quiera en cada momento: Desde la “AUTODETERMINACIÓN” del XIII congreso de Suresnes en octubre de 1974, hasta el “FEDERALISMO ASIMÉTRICO” de agosto de 2003 en la localidad cántabra de Santillana, pasando por el “FEDERALISMO” de su Consejo Territorial de Granada en julio de 2013, y el actual “PLURINACIONALISMO” del XXXIX Congreso del PSOE en junio de 2017, es muy difícil encontrar una sola iniciativa del PSOE encaminada a poner en práctica su ambiguo discurso, yendo siempre sus grandes propuestas al coqueteo con los nacionalismos.
Muy recientemente, en el debate organizado por el grupo Vocento, el 5 de julio de 2017, entre los tres expresidentes del gobierno español, Felipe González, José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero, si algo ha dejado claro fue la situación de guerra latente dentro del PSOE, cuando el mismísimo Felipe González llegó a evocar la suspensión de una autonomía en caso de que un ejecutivo regional “atente gravemente al interés general de España”, abogando por aplicar con normalidad el artículo 155 de la Constitución si la Generalitat organiza y celebra el referéndum de independencia, mientras Pedro Sánchez y la dirección del PSOE se manifestaban radicalmente en contra, para rematar afirmando que “siempre he dicho que un expresidente es un jarrón chino en un apartamento pequeño. Es un objeto de valor pero nadie sabe dónde ponerlo. Y ahora además corre el riesgo de que un niño le dé un codazo y lo acabe tirando a la basura”, remataba González, refiriéndose al “niño” Pedrito, de lo que en absoluto debiera extrañarse cuando sabe que el actual “basurero mayor” del PSOE necesita bastante tiempo, antes de que lo descabalguen otra vez de la secretaría general del partido, para ir tirando al vertedero la cantidad de basura que el felipismo dejó acumulado por todos los rincones de la sede ferraziana, entre lo que se encuentra su propia figura.
Y, es que Felipe González ha pasado a la historia como el rey de las cloacas, el señor de las alcantarillas, el plenipotenciario de los desagües y el emperador de los albañales. Sus frases escatológicas (“Aznar y Anguita son la misma mierda”, “El Estado de derecho también se defiende en las alcantarillas”, “El Estatuto de Cataluña es una cagada porque Zapatero es una mierda”) revelan una inequívoca vocación por lo pútrido, lo hediondo y lo infecto. ¡¡¡ Pobre jarrón chino, que acumula ganancias millonarias como asesor de magnates, políticos y empresarios, donde su abultada fortuna personal convive con su sueldo vitalicio de ex presidente, una prebenda que estableció antes de abandonar La Moncloa para asegurar su vejez, codeándose con sujetos como el venezolano Capriles, cruzado antichavista y valedor de las oligarquías; Carlos Slim Helú, prestidigitador de los negocios sucios y uno de los hombres más ricos del mundo; Álvaro Uribe, ex presidente de Colombia, narcotraficante y asesino de masas, o el mismísimo Mohamed VI, rey de la cruenta dictadura de Marruecos. Emprendedor infatigable, Felipe González también cobra su sueldo millonario como consejero del electrofascsimo en la empresa Gas Natural !!!
En realidad, este trilero de la sevillana calle de Sierpes ya soñaba desde bien joven con adentrarse en las alcantarillas para inspeccionar sus aguas y embriagarse con su olor a las heces y la suciedad que se desprende de los retretes. Algo le decía en su interior que en ese mundo de hedores, turbulencias y penumbras, se hallaba el verdadero poder, ese cetro invisible que determina el rumbo de la historia. Se imaginaba a sí mismo con botas de pocero, un casco y una lámpara, adentrándose en un territorio, donde estorba moral y los principios sólo son argucias para sobrevivir. Ser el príncipe de las tinieblas le parecía mucho más seductor que ser un bobo idealista. Sabía que le esperaba un largo camino y que no llegaría muy lejos sin dotes de comediante, capaz de fingir, aturdir, enredar y seducir.
Volviendo al coqueteo con los nacionalismos, resultan muy ilustrativas las proclamas de un eufórico Pedro Sánchez en la clausura del congreso extraordinario del PSOE, el 27 de julio de 2014: “Tenemos que erradicar de España el independentismo (…) Los únicos que han levantado la bandera de la concordia han sido nuestros compañeros hermanos del PSC”, aunque sin duda, donde el nuevo secretario general del PSOE mostró mayor contundencia fue a la hora de hablar de la cuestión territorial y en concreto sobre el conflicto con Cataluña, haciendo un bello canto por el federalismo: “Soy federalista porque soy socialista”, llegó a afirmar para añadir a continuación que “el federalismo que proclama el PSOE es la única vía que garantiza la unión de los pueblos de España”. Por lo tanto, cuando lleguemos al gobierno el PSOE propiciará una reforma en la Carta Magna “entre el inmovilismo de la derecha madrileña y el secesionismo de Más. Queremos un nuevo marco federal para España”, proclamaba entre los aplausos de los delegados asistentes al cónclave.
Sin embargo, mucho más ilustrativas resultaban las proclamas del catalán Miguel Iceta, uno de los redactores de la ponencia sobre la plurinacionalidad acordada por el PSOE en su recientemente celebrado XXXIX Congreso cuando, después de conocer oficialmente que será candidato del PSC a la Generalitat y que no habrá elecciones primarias, éste abogaba por el final de la legislatura del Parlament “marcada por una hoja de ruta absolutamente equivocada, unilateral y que no lleva a ninguna parte”. En este orden de cosas también recordó el planteamiento del PSC de buscar un nuevo acuerdo con el resto de España que se traduzca en una reforma de la Constitución y que sea votado por todos los españoles para asegurar una mejor financiación y el reconocimiento de Cataluña como nación. De esta manera, el catalán explotará al máximo la momentánea buena sintonía con Pedro Sánchez, que habla sin complejos de que Cataluña ha de ser reconocida como nación y que España es un Estado plurinacional.
¿Dónde se encuentra, entonces, la diferencia entre la España federal del PSOE y la plurinacional de PODEMOS, asumida por el PSOE en su reciente congreso? Efectivamente en el mundo existen casos de federalismo no plurinacional y de plurinacionalidad no federal junto a singularidades ni federales ni plurinacionales como la tantas veces fallida en España con aquel “café para todos “ (no es verdad que la actual división de España en 17 autonomías sea fruto de una directa imposición militar, temerosa de los ecos de la Segunda República, que sólo aprobó los estatutos de Cataluña y el País Vasco y no llegó a tiempo de refrendar el de Galicia, lo que trasmitido de generación en generación, se ha transformado en un tópico que desfigura la génesis de la descentralización española, en la actualidad sometida a una arrolladora campaña de desprestigio), y ante la necesidad de reformularla, poco o nada nos ofrece el PSOE-PSC si se habla sólo de federalismo o sólo de plurinacionalidad sin concretar nada al respecto, salvo el uso de la palabra como una mera herramienta electoral. Sigo pensando que, entre federalismo y plurinacionalidad, hay mucho que inventar, pero mucho mejor que el invento no sea confiado a los laboratorios a cubierto, fundaciones o gabinetes, ni mucho menos a cúpulas de partidos hechas a políticas no participativas y al control de la representación. Estoy diciendo que unos y otros participen en el necesario debate, cómo no, pero evitando en todo momento que se monopolicen las propuestas y las decisiones. Procedamos al aire libre, de tal manera que la situación no siga degradándose.
Y, en esto apareció en escena la nueva ideóloga del PSOE y mano derecha de Pedro Sánchez, la asturiana Adriana Lastra, para darnos una lección sobre la plurinacionalidad del PSOE y, después de desvelarnos que “Asturias es un Principado de Asturias, pero sin embargo nosotros somos un Reino y usted sabe perfectamente que Reino y Principado son dos formas de gobierno distintas”, nos pone como ejemplo de la plurinacionalidad de España a Bolivia que es, dice un estado plurinacional. ¿Cómo es posible que toda una vicesecretaria federal del PSOE diga tales boutades, a no ser que lo haga para que nos riamos a carcajada limpia, y con ello podamos aliviar las penas del presente, miremos con esperanza el futuro y, al tiempo, borremos los malos recuerdos del pasado?
En efecto, el Congreso del PSOE aprobó la defensa de la plurinacionalidad de España. No es algo nuevo, ni revolucionario, pero nunca lo había hecho con anterioridad, y ahora nadie sabe qué efectos jurídicos y políticos debería tener esa defensa. En los últimos días se han pronunciado diferentes dirigentes, en el núcleo de dirección alrededor de la figura de Sánchez, que, lejos de clarificar, han dejado al conjunto del PSOE, pero también al PSC, en una situación complicada, y la mano derecha de Sánchez, Adriana Lastra, ha dejado abierto un camino que, consultadas distintas fuentes en el PSOE y en el PSC, no se entiende en absoluto. Lastra nos asegura que Bolivia podría ser un buen ejemplo para España. Si España se considera “una nación de naciones, pero que eso no contradice la soberanía nacional”, el espejo de Bolivia, a su juicio, puede ser interesante, porque el país andino es “un estado plurinacional”, pero la realidad en el PSOE es que hay mucha hay confusión a la hora de proponer algo para Cataluña, y todo ello deja al PSOE en una situación muy complicada. Quiere resolver la causa catalana, pero no sabe cómo hacerlo, y se lanzan propuestas al azar, que irritan a una parte del PSOE poco proclive a los cambios, y a los que consideran que no se podrá llegar a acuerdos factibles y duraderos sin el PP. Pero también deja al PSC sin argumentos sólidos en Cataluña, para poder plantear una alternativa posible y satisfactoria para el conjunto del catalanismo frente a los partidos independentistas. Es decir, entre Bolivia y Australia, pasando por Alemania y Suiza, pero sin resolver nada en concreto, a no ser que, al final, se intervenga la Cataluña a la que quieren transformar en la Cochabamba boliviana – aunque con sardana en vez de la preciosa música tarijana -, tal y como llegaría a proponer un tan impresentable como indecente Alfonso Guerra en el articulo publicado en la revista TIEMPO, el 17 de junio de 2017.
ANTON SAAVEDRA