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DIARIO DE UN CONFINAMIENTO: 10 de abril

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10 de abril

Hoy, 10 de abril, me levanto a las 8,00 horas para ir a por la prensa y recluirme otra vez para cumplir el número 27 de mi arresto domiciliario.  Salgo a la calle para comprar la prensa, y me encuentro, como todos los días, con las calles vacías de gente, salvo tres o cuatro personas con sus perros y los trabajadores municipales de la limpieza que siguen en sus labores de desinfección por las calles y plazas del concejo. Es un día lluvioso y triste, de esos que apetecen volver a la cama.

Ya de regreso a casa, después de que Ceferino el del quiosco me dice que mañana sábado no hay periódicos debido a la fiesta de semana santa, me viene a la memoria de que, efectivamente,  hoy es  viernes santo, ese día cuando los cristianos recuerdan y celebran la muerte de un tal Jesús de Nazaret en la cruz, aquel que nos decían en la escuela del nacionalcatolicismo que había muerto por su amor extremo a los hombres, siendo ésta la causa de su terrible muerte. Si mal no recuerdo, se había celebrado una cena que se había prolongado hasta altas horas de la madrugada y, siendo muy tarde para regresar hasta Betania, donde se habían alojado los días anteriores,  se dispusieron a pasar la noche acampados en el Monte de los Olivos, en un huerto llamado Getsemaní, donde empezó todo, siendo entregado por uno de los que él mismo había elegido, negado por aquel a quien había constituido como cabeza de su iglesia, abandonado por todos los amigos. De esa manera, en la más completa soledad pasaría la noche en un calabozo del Palacio del Sumo Sacerdote.

Maltratado y sometido a un simulacro de juicio, sería conducido ante el Prefecto Romano que le sometería a otro duro interrogatorio, hasta entregarlo a los soldados para que lo azotasen con sus látigos, colocándole una corona de espinas y burlándose de él. Ya en la calle, una multitud manipulada comenzaba a vociferar: ¡Crucifícalo, crucifícalo! Entonces, un tal Pilato, prefecto de Judea, viendo aquel tumulto, tomó agua y se lavó las manos delante de la gente diciendo: “inocente soy de la sangre de este justo. Vosotros veréis”, entregándolo para que fuera clavado en la cruz.

Para un ateo como yo, la cualidad más asombrosa de las religiones es su plasticidad para adaptarse a cualquier nuevo entorno tras estrellarse contra el duro suelo de la realidad, pero la religión ha sufrido en estos días y semanas una ducha de realidad para la que, tampoco ella, estaba preparada, y sus reacciones han sido bien interesante, a veces poéticas: “No deseches las oraciones que te dirigimos en nuestras necesidades, le decía el Papa Francisco dirigiéndose a la virgen del divino amor el pasado 11 de marzo de 2020”. En el lenguaje laico, eso significa que el líder católico acataba las medidas antipandémicas que acababa de declarar el Gobierno italiano, totalmente incompatibles con los atascos humanos que se suelen producir en la plaza de San Pedro, la mayoría de ellos y ellas turistas de todas las partes del mundo que no creen ni en la madre que los parió, muchas de ellas muriéndose por los geriátricos en la soledad más íntima. Y ello quiere decir que la fe está perdiendo puntos en esta crisis, donde sus líderes religiosos sensatos, no están siguiendo su doctrina, sino los criterios de la ciencia, y los insensatos quedan desautorizados por sus propios fieles, cada vez menos, para dar consejo alguno a la población. La realidad es que, por primera vez desde la guerra civil de España, las procesiones no saldrán a la calle. No habrá Madrugá en Sevilla, Cristo de los Legionarios en Málaga, Sermón de las Siete Palabras en Zamora y demás parafernalias de la iglesia.

Entrando en el tema de fondo, el único importante que nos debiera ocupar ahora a todos y todas, es el de las víctimas que se vienen produciendo hasta la fecha por los distintos países del mundo. Por ello, teniendo en cuenta las estúpidas e inútiles discusiones que se vienen produciendo a diario por las redes: que si España encabeza el número de muertos por encima de Italia, que si Italia va por encima de EE.UU, que si patatín que si patatán, por primera vez en mi diario voy a reproducir el número de infectados y muertos por cada país, para que cada cual saque sus propias conclusiones al respecto, sin olvidarse de que no son lo mismo las cifras absolutas que las  relativas.

El nuevo coronavirus COVID-19 ha infectado a más de 1,6 millones de personas en todo el mundo, la mayoría en Estados Unidos, con más de 466.000 casos diagnosticados. España, con más de 157.000 casos, es el segundo país con más contagiados, seguido de Italia (más de 143.000). Tras ellos, se encuentran Alemania y Francia con más de 118.000. Los cinco países han adelantado a China, el epicentro original de la pandemia, con más de 81.900 casos, la gran mayoría ya recuperados, mientras que la cifra de decesos en todo el mundo supera los 95.000 y la de los recuperados, los 355.000. Italia y España han superado las muertes de China este mes de marzo y entre ambos países superan los 33.700 fallecidos.

Acabo de levantarme de una larga siesta, incluyendo la lectura de mi quinto libro en este confinamiento – esta vez he elegido el libro titulado “Ese dolor lacerante de la libertad” de Vladimir Bukovsky, escritor soviético y defensor de los derechos humanos -, y me voy directamente al panel del ministerio de Sanidad para ver las últimas incidencias del COVID-19, para ver que ya hemos incrementado las cifras tanto en el número de infectados (157.053) como en el número de muertos (15.97) que, si bien nos muestra un incremento de los contagios un poco más  lento, nuestro país ya supera  a Italia, hasta la fecha el principal foco de la pandemia en Europa.

No obstante, pasará bastante tiempo para que sepamos realmente las cifras reales sobre las vidas que se ha cobrado la pandemia en este país. Lo único que sabemos es que tenían rostro, nombre, familias, una vida que les ha robado este maldito virus y que se han ido sin que los suyos pudieran siquiera despedirlos. Entre el colapso de los registros civiles, el caos hospitalario, la ausencia de pruebas, el desastre de los geriátricos, el síncope de los servicios funerarios y el retraso en la transmisión de los datos es prácticamente imposible saber el número de víctimas.

Ayer hablaba de las difíciles negociaciones que se estaban librando en el seno de la Unión Europea para llegar a un acuerdo de una respuesta económica conjunta ante el coronavirus. Pues bien, después de semanas de negociaciones, los ministros de Finanzas han logrado sellar este jueves, 9 de abril, un acuerdo después de intensas conversaciones entre Holanda, Italia, Alemania, Francia y España, llegando a una propuesta de compromiso “mientras dure la crisis del coronavirus”. donde la UE pondrá a disposición de los veintisiete más de 500.000 millones de euros “de inmediato”.

De esta manera, los países podrán acceder a estos préstamos del MEDE – bautizados como Pandemic Crisis Support – con un máximo del 2% de su PIB, lo que significa que España podría pedir hasta 25.000 millones de euros. Después de la crisis, eso sí, los países volverán a estar sometidos a la gobernanza económica comunitaria.

El compromiso entre Países Bajos, Italia, Francia y España, con el visto bueno de Alemania, supone una cesión de los primeros y una victoria de los países del sur, ya que no hay condicionalidades macroeconómicas adicionales en el uso de los fondos del MEDE “mientras dure la crisis”. Algo que no habían dejado de exigir los holandeses en solitario, quedando finalmente redactado el párrafo dedicado al MEDE de la siguiente manera: “El único requisito para acceder a la línea de crédito será que los Estados miembros de la zona del euro que soliciten apoyo se comprometan a utilizar esta línea de crédito para respaldar la financiación nacional de los costes relacionados con la atención médica, la cura y la prevención directa e indirecta debido a COVID-19”. Una condicionalidad económica del MEDE y una gobernanza macroeconómica que sí se aplicará después, como ha recordado el controvertido ministro de Finanzas holandés, Wopke Hoekstra, tal y como dice el documento aprobado: “Posteriormente, los Estados miembros de la zona del euro seguirían comprometidos con el fortalecimiento de los fundamentos económicos y financieros, de conformidad con los marcos de coordinación y vigilancia económica y fiscal de la UE, incluida cualquier flexibilidad aplicada por las instituciones de la UE”.

Es decir, una vez que pase la crisis, los países quedarán obligados a volver a los marcos comunitarios, el Semestre Europeo y el Pacto de Estabilidad y Crecimiento. Buenas noches y hasta mañana.


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