Este jueves, 23 de abril, cuando se cumplen 40 días de mi arresto domiciliario, me levanto de la cama y me asomo a la ventana para ver un día soleado en mi pueblo tras varios días marcados por lluvias y nubarrones. Es el Día Internacional del Libro, ese gran momento para salir a la calle y disfrutar de un Sant Jordi 2020 al estilo convencional, ojeando libros en los puestos de las librerías salpicando las vías peatonales, y las floristerías dispuestas a vender un montón de rosas de todo tipo y color. Es el día que íbamos a celebrar nuestra segunda Fiesta del Libro en la localidad langreana de Lada organizada por “Encuentros”, con la participación de todos los escritores y poetas langreanos. Sin embargo, contra viento y marea, el Sant Jordi confinado por la crisis de la corona virus tendremos que vivirlo a través de las redes sociales. Multitud de publicaciones en los medios sociales incitan hoy más que nunca a leer y a pensar que todo pronto pasará.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha subrayado que ante enfermedades como el coronavirus “no cuentan ni la ideología ni las opiniones, sino la ciencia y el conocimiento”. Sánchez ha hecho esta reflexión durante su intervención en el mitin de presentación de las candidaturas del PSE-EE a las elecciones vascas del 5 de abril, reconociendo que la epidemia del coronavirus “inquieta y preocupa a todos”, pero ha dejado claro que por encima de esa preocupación está la “confianza de los ciudadanos en un sistema público de sanidad que garantiza la salud a todos, con independencia de su condición social”. ( Vitoria, 1 de marzo de 2010)
Yo, me he inclinado por leer un informe elaborado por un equipo de científicos del Instituto de la Salud Carlos III de Madrid, donde se han analizado los 28 primeros genomas de los virus leídos en España, donde queda confirmado “multitud de entradas” de personas infectadas desde otros países durante el mes de febrero de 2020, según explica el bioinformático Francisco Díez, primer firmante del estudio realizado. El 23 de febrero, el coordinador de emergencias del Ministerio de Sanidad, Fernando Simón, afirmaba: “En España ni hay virus ni se está trasmitiendo la enfermedad ni tenemos ningún caso actualmente”, aunque el patógeno ya campaba a sus anchas por el país, alcanzado al día de hoy, 23 de febrero, las cifras de 213.024 infectados y 22.157 muertos. Además, con fecha 2 de marzo de 2020 el Centro Europeo para el Control y Prevención de Enfermedades ya había recomendado “evitar concentraciones masivas” para “reducir la trasmisión del virus” y el gobierno español miró para otro lado, autorizando todo de tipo de concentraciones y movilizaciones masivas de gente.
Mucho antes, el 30 de enero, la Unión Europea convocó una reunión urgente del Comité de Seguridad Sanitaria para analizar la decisión de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que acaba de declara el coronavirus una “emergencia de salud pública internacional”, pero al día siguiente los países que acudieron a la reunión no le dieron importancia, llegando a la conclusión de que no era necesario adoptar “contramedidas médicas” de prevención, hasta el punto de que, a mediados de febrero, en Italia seguían diciendo que era una barbaridad cerrar el país, que no veían motivos para ello. ¿Qué fue lo que falló? ¿Por qué no se tomaron medidas desde un principio, sabiéndolo como se sabía? ¿Cómo es posible que de Milán a Nueva York pasando por Madrid o París se hayan cometido tantos errores y negligencias?
Dicho de una manera que la entendamos todos: Aquí nadie se lo tomó en serio y nadie se adelantó. Ni siquiera la oposición criticó el alarmismo días antes de empezar a criticar lo contrario. Pero, a todo esto, es preciso añadir algunas ocultaciones estadísticas, tal y como vengo denunciando en casi todos mis diarios, porque para abordar cualquier problema social hay que saber en primer lugar los datos fundamentales del problema. En el caso que tratamos del COVID-19 lo poderes públicos se han olvidado de ese requisito y así, en nuestro país, es el día de hoy que no se conocen ni el número de infectados ni, lo que es mucho más grave, el número de muertos, sabiendo como se ha sabido que conocer esos datos mediante los test es lo que ha salvado realmente muchas vidas en Corea del Sur y también en el Véneto.
Volviendo a la investigación del Instituto de la Salud Carlos III, el equipo de Francisco Diez ha estudiado los casi 1.600 genomas completos de los virus leídos por la comunidad científica internacional hasta finales de marzo, llegando a la conclusión de que los 28 genomas españoles pertenecen a las tres grandes familias identificadas en el resto del mundo y bautizadas S, G y V, con poca diversidad entre ellas. “Todos los virus son muy parecidos, en principio, con pocas mutaciones de diferencia”, explica el bioinformático Diez, que ahora trabaja en el hospital Clinic de Barcelona.
El alcalde de Bérgamo, Giorgio Gori, y el jefe de Neumología del hospital de la ciudad italiana, Fabiano di Marco, usaron la misma expresión para referirse al partido entre el Atalanta-Valencia disputado el pasado 19 de febrero en el estadio de San Siro (Milán): “una bomba biológica”. Esa noche de Champions, 40.000 aficionados del Atalanta recorrieron los 60 kilómetros que hay entre Bérgamo y Milán, y unos 2.500 valencianistas se desplazaron al encuentro. “En ese momento no sabíamos lo que pasaba”, afirmó Giorgio Gori en una entrevista a través en Facebook.
“El primer paciente en Italia fue el 23 de febrero. Si el virus ya circulaba, los 40.000 aficionados que fueron al estadio de San Siro se contagiaron. Los tres primeros S identificados en España son de muestras tomadas los días 26 y 27 de febrero en Valencia. Una semana antes 2.500 aficionados había viajado a Milán para ver el partido de la champions League entre el Atalanta y el Valencia, calificado como una “bomba biológica”, según manifestó el alcalde de Bérgamo, Giorgio Gori. Sin embargo, el análisis genético sugiere que los coronavirus de la familia S ya circulaban por España incluso antes, alrededor del 14 de febrero. Otra agrupación de media docena de casos de Madrid apunta a que la familia G ya circulaba por la capital el 18 de febrero.
El estudio realizado permite ver la diseminación invisible y explosiva del virus, de tal manera que el caso de Shanghái del 1 de febrero está aparentemente emparentado con otras muestras tomadas en Francia el 25 y 26 de febrero; en Madrid el 2 de marzo; en Chile el 3 de marzo; en Estados Unidos el 4 de marzo; en Georgia el 8 de marzo y en Brasil el 16 de marzo.
¿Se enterará ahora la portavoz del PSOE en el Congreso de los Diputados, Adriana Lastra, del porqué hay más infectados y más muertos en Madrid que en Asturias? ¿Ignora esta señora que en el aeropuerto de Madrid han entrado y salido durante el año 2019 la cantidad de 57,891 millones de viajeros, de los cuales 41,857 millones fueron internacionales, mientras que, en Asturias, casi aislada por tierra, mar y aire, tan solo han viajado 1.090.978 en el mismo año? ¿Por qué no compara los datos de Asturias (223 muertos) con Cantabria (173 muertos) o Murcia (124 muertos)? ¿Por qué no ha comparado las cifras de infectados y muertos de España con Portugal, mucho más cercana kilométricamente hablando y, sin embargo, a muchísima distancia en el número de infectados y muertos por el COVID-19?
Mira: Te lo voy a decir yo. En el país luso los dos primeros casos se dieron el pasado 2 de marzo, cuando el gobierno de España y tú partido, el PSOE, nos ofrecían plena tranquilidad y permitían todo tipo de espectáculos y manifestaciones multitudinarias, y desde entonces hasta el día de hoy han muerto en el país vecino 820 personas y han sido infectados 22.353. ¿Sabes que desde el 1 de marzo se han hecho en el país vecino de Portugal 302.000 pruebas de diagnóstico del coronavirus, lo que supone la evaluación “de 27.925 personas por millón de habitantes”, es decir, más que en “Noruega, Suiza, Italia, España y Alemania”?
¿Sabes cuántos muertos y cuántos infectados se hubieran evitado en España si tu gobierno y tu partido hubieran tomado las medidas adecuadas, de acuerdo con las muchas recomendaciones de las autoridades sanitarias internacionales recibidas al respeto, al margen de los salvados en el Hospital General de Asturias (HUCA)?¿Sabes cuántos test se ha realizado en España hasta la fecha, siempre que se puedan creer vuestras cifras, porque, según vuestro coordinador sanitario, Fernando Simón, se han hecho alrededor de 700.000 pruebas de Covid-19, cuando cuatro días antes, el 16 de abril, el propio ministro de Sanidad, Salvador Illa, dijo en el Congreso de los Diputados que España había realizado 930.230 test, una cifra en la que también se apoyó Pedro Sánchez en su homilía del sábado cuando afirmó: “Hemos realizado casi un millón de test PCR, y hemos suministrado dos millones de test rápidos a las comunidades autónomas para desarrollarlos en aquellos lugares donde pueda haber un potencial contagio, como hospitales o residencias de mayores”?
Por cierto, cuando estoy redactando mi diario de hoy, 23 de abril, Asturias se acerca de nuevo a su peor cifra con doce muertos en veinticuatro horas que hacen un total de 223 muertos.
Por otra parte, cuando te refieres a la meritoria labor del ejército y las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, ya ha quedado muy claro que sirven para neutralizar las críticas a la labor del gobierno su labor y preservarlo de las “desafecciones” ciudadanas, lógicamente cumpliendo las ordenes recibidas por escrito. El desliz verbal del jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil, general José Manuel Santiago, ha tenido la virtud de ponernos ante un dilema axial de las sociedades modernas: ¿Está un ejército nacional al servicio del gobierno de la nación? No, no se trata de una anécdota, señora Lastra, señores del gobierno. Está en juego algo primordial para todos: ¿A quién protege el ejército? ¿Bajo las órdenes de quien actúa? El ejército está para proteger a la nación, no al gobierno. No, no ha sido tampoco el general Santiago el responsable de esta deriva, sino sus superiores jerárquicos: directora general, secretario de Estado, ministro, presidente… el Gobierno.