Hoy, cuando se cumplen 11 días de mi confinamiento forzoso, me he levantado más tarde de lo acostumbrado debido a mi cansancio mental de ayer, despertando hacia las 9,30 horas, pero quedándome en la cama escuchando la radio para levantarme a las 10,30 horas, pegarme una ducha de agua fría, desayunar y salir a comprar los periódicos y dos kilos de naranjas para zumo que me encargó Irma. Así y todo, me cuesta trabajo ponerme ante el ordenador para escribir, pues tengo el cerebro como embotado y no me fluyen las ideas como en otras ocasiones, seguramente por estar obsesionado en llegar al pico más alto de la pandemia, sin que lleguen mascarillas y respiradores suficientes para los profesionales de la medicina que ya alcanzan la cifra de 5.400 sanitarios afectados por el coronavirus (13% del total de contagiados), según desvelan desde el ministerio de Sanidad, amén de la primera víctima mortal de una enfermera infectada por el virus en el hospital vizcaíno de Galdakao tras permanecer seis días ingresada y otro médico que acaba de morir hoy, 25 de marzo, afectado por el coronavirus cuando pasaba su consulta en el Centro de Salud Levante-Sur de Córdoba.
Es decir, nuestro país no solo alcanza los mayores porcentajes de contagios y muertos en el mundo por el COVID-19, sino que también ocupa el doloroso ranking de tasa de contagios en la plantilla sanitaria. En China enfermaron 3.300 profesionales combatiendo en el frente de Wuhan. Italia ronda por esa misma cifra, mientras que en nuestro país ya se superan los 5.400. Y eso ocurre mientras se siguen incrementando las cifras de infectados (47.610) y muertos (3.434) a las 14,30 del día 25 de marzo, que ahora ni siquiera encuentran sepultura al tener que ser depositados en un local de recreo, como es el Palacio de Cristal, hoy convertido en nevera para víctimas de la pandemia del COVID-19 hasta que las funerarias puedan tener espacio para almacenar tantos cadáveres, mientras el mal, 15 veces más letal que en la República Federal de Alemania, sigue circulando por los pueblos y los hospitales de España.
Bolsas de basura y esparadrapo son los materiales utilizados, entre otros, por una gran parte de los sanitarios españoles que, dando rienda suelta a su imaginación, van creando su propia vestimenta en esta lucha común que se libra contra el coronavirus. Nuestros médicos y enfermeras no son ningunos héroes, por mucho que nos quieran hacer ver, tanto los jefes militares que aparecen en la televisión luciendo sus mejores trajes con todo tipo de medallas y abalorios en sus pecheras, como el propio presidente del gobierno de España, para seguir llamando “guerra” a lo que es una catástrofe. Nuestros sanitarios son unos profesionales dignos de admirar que están desarrollando su trabajo en unas condiciones de total precariedad en tanto y cuanto no se haga realidad la llegada del material sanitario que, por valor de 432 millones de euros, acaba de hacer público en el día de hoy, 25 de marzo, la vicepresidenta tercera del gobierno, Nadia Calviño, en su comparecencia en el Congreso de los Diputados para prolongar la prórroga del Estado de Alarma por otros quince días más a los decretados el 14 de marzo.
No nos engañemos, ni permitamos que nos sigan engañando, recurriendo al chiste fácil aquel de cuando, “juntándose un alemán, un francés y un español, discutían por ver quien la tenía más larga, resultando siempre ser mayor la del español “.Ningún ejemplo mejor de la incapacidad de este gobierno autocomplaciente, grandón y vacío. Pienso, y asi lo expreso – un diario personal como el que vengo escribiendo desde que apareció esta pandemia del COVID-19, no trata de ideologías, que también, ni mucho menos del “carroñerismo” que se viene manifestando desde los partidos de la derecha y sus extremos con el único objetivo de sacar rentabilidad electoral basándose en los cadáveres, sino de ir levantando acta de una manera fiel y perfectamente constatada sobre los hechos que vienen ocurriendo a diario. En este sentido, ante la amenaza de un virus flotante que estaba produciendo estragos, este gobierno no tuvo la precaución de proveerse de la defensa más sencilla que evitara su entrada en los pulmones y le impidiera salir de los ya afectados. La cruda realidad, vuelvo a repetir, es que el último parte de esta pandemia nos dice que la curva de contaminación del coronavirus en España se acentúa, como la de muertos, mientras aumentan también los curados.
Galdakao-Usansolo, donde falleció la primera víctima sanitaria del coronavirus, está considerado como el mejor hospital de Euskadi, según la cuarta edición del ranking Monitor de Reputación Sanitaria (MRS). De los 74 hospitales que aparecen en el listado, el centro vizcaíno se coloca en el puesto 25, clasificación que está encabezada por el Hospital Universitario La Paz de Madrid.
Hablando de la necesidad del material sanitario, tengo a la vista unos informes oficiales de la OTAN, desde donde se informa que la Alianza Atlántica ha recibido una solicitud formal del gobierno de España a través de sus Fuerzas Armadas españolas con una lista de las necesidades que incluye los elementos más imprescindibles en estos momentos y en cantidades muy significativas, lo que me hace pensar que las necesidades de material en nuestra sanidad son mayores de lo que nos decían. En total, España pide once tipos de materiales diferentes: 150.000 trajes de protección médica; 150.000 mascarillas de nivel de protección 3 (FFP3); 300.000 de nivel de protección 2 (FFP2); 1.000 termómetros infrarrojos; 5.000 protectores de viseras para la cara; 10.000 gafas para proteger los ojos; 1.500.000 máscaras de quirófano; 120.000 guantes de nitrilo; 500.000 test rápidos de Covid-19; 50.000 sistemas de prueba de diagnóstico de reacción en cadena de polimerasa; y 500 ventiladores mecánicos. Al respecto, me llama poderosamente la atención la fecha reconocida del “desastre” por pandemia de Covid-19 que data del 9 de marzo, esto es un día después de las manifestaciones multitudinarias y demás concentraciones masivas del 8 de marzo, permitidas y alentadas, y cinco días antes del Real Decreto que proclamaba el Estado de Alarma en España. La petición tiene fecha de 23 de marzo y busca que la OTAN le haga llegar este material sanitario solicitado ante la carencia que sigue existiendo en hospitales, cuerpos policiales, funcionarios de prisiones y residencias de ancianos, entre otros estamentos.
Documento oficial donde el Gobierno de España solicita material sanitario a la OTAN para afrontar la pandemia del COVID-19.
Sin embargo, parece ya una cosa muy segura que, tras los efectos sanitarios, que pueden llegar a ser muy graves si terminan de colapsarse los hospitales, vendrán unos efectos económicos devastadores, tal y como avanza en el día de hoy el Gobierno, previendo una parálisis de la economía que podría extenderse hasta el mes de julio, o mucho más, dependiendo, lógicamente, del tiempo que dure la actual crisis sanitaria del COVID-19.
La crisis laboral ha comenzado ya de manera dramática para gran parte de la población. Muchos han perdido el trabajo o lo tienen suspendido. A otros se les incita a utilizar sus días de vacaciones para pasar la cuarentena. Los pequeños negocios están al borde del abismo. Todo hace pensar en una gran crisis económica más grave aún que la del 2008. Pienso irónicamente, que un nuevo 15M para presionar contra los recortes que se avecinan es más imposible que nunca, habida cuenta de que estamos en cuarentena recluidos en nuestras casas. Estamos, sin duda, ante una crisis social sin precedentes desde la segunda guerra mundial.
Hoy no escribo más, todavía no me recuperé de mi cansancio mental de ayer, y me voy para la cama después de dormir una siesta de dos horas en el sofá mientras trataba de soportar el llamado debate sobre la prolongación del Estado de Alarma otros quince días sobre los decretados el 14 de marzo, de todo lo cual escribiré mañana.