Imaginen llevar 53 días de arresto domiciliario – hoy sin poder salir a la calle debido a mi artrosis y vértigos, que me tienen postrado en la cama -, como consecuencia de la terrible pandemia que está azotando a un país, donde los muertos se siguen contando por miles. Tantos como 25.857, según las cifras oficiales del ministerio de Sanidad, de los cuales más de un tercio de esos fallecidos murieron, oficialmente, en esos pretanatorios, que algunos llaman residencias o geriátricos. Pues bien, esa pandemia y esas cifras corresponden a un país tan polarizado en todos los ámbitos e instituciones públicas que hasta la vida y la muerte se mercantilizan electoralmente. Los muertos se siguen arrojando a la cara del adversario político con una utilización repugnante y asquerosa como base de sus intereses electorales a través de los medios y redes sociales, incluso desde la propia tribuna del Congreso de los Diputados, tal y como pudimos ver hoy en el debate parlamentario, por llamarlo de alguna manera, celebrado en el día de hoy para prolongar otros quince días más el Estado de Alarma.
“La prudencia y la cautela es la mejor vía para cuidar a los españoles en esta transición”. Sánchez cifra en 139.000 millones el coste de las medidas tomadas hasta ahora contra la crisis. Con la tranquilidad que da subir a la tribuna del Congreso sabiendo que 178 respaldan la propuesta del Gobierno de prorrogar el estado de alarma durante otros quince días -hasta las 00.00 horas del próximo 24 de mayo-, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, reconoció que en la lucha contra la pandemia no hay aciertos absolutos y admitió errores, pero lo que sí aseguró con contundencia es que “levantar el estado de alarma ahora sí sería un gran error absoluto”. (Congreso de los Diputados, 6 de mayo de 2020)
El presidente del gobierno, Pedro Sánchez, ha obtenido una nueva mayoría en el Congreso. Por ahora, muy endeble, ya que se basa en pocas o nulas coincidencias ideológicas. Pero su acuerdo de última hora con Inés Arrimadas del C’s y Andoni Ortuzar del PNV (PNV), este martes por la noche y este miércoles a primera hora se suman a los apoyos siempre fieles de Errejón, Teruel Existe y los cántabros del Revilla. Con ella, ha logrado la cuarta prórroga del estado de alarma para luchar contra la crisis del coronavirus, sin olvidarnos de la burguesía vasca representada por el PNV que, habitualmente sacan su rédito y a cambio apoyan al ejecutivo y, en esta ocasión, los diez votos de los llamados liberales de Inés Arrimadas, han logrado ser la clase de la jornada.
Aunque Arrimadas haya negado que este paso suponga ningún compromiso, la verdad es que esa mayoría es incluso absoluta. Suma más de los 176 escaños que se precisan para, por ejemplo, las leyes orgánicas que quiere aprobar Sánchez, según el “proyecto político con el que vine a pedir la investidura y que logró el apoyo mayoritario de esta Cámara”.
Pero es que, además, la líder liberal sí ha presumido de “las tres condiciones arrancadas al Gobierno” en su pacto del martes por la noche. Y esos tres puntos no se circunscriben sólo a esta votación de la cuarta prórroga del estado de alarma – que ahora llegará como mínimo hasta el 24 de mayo -, sino que se adentran en la gestión de la crisis económica que ya ha causado que 5,2 millones de españoles en edad y con intención de trabajar estén siendo sostenidos con prestaciones del Estado. Así, no es baladí la advertencia de la líder naranja: “Este Gobierno seguirá teniendo 155 diputados tras la votación, ni uno más ni uno menos”. Pero queda claro que, si el presidente quiere y se pone a ello, puede armar mayorías sin el independentismo catalán, tan refractario a un proyecto común de España. De hecho, este miércoles es el primero en dos meses en el que la CUP, JxCat y ERC se unen en su frente separatista votando no todos a una. Como dijo Laura Borràs, “bienvenido, señor Rufián, unidos nos hacemos entender mejor, dentro y fuera”.
En su tercera intervención, tras la dúplica a su contrarréplica de las réplicas de los opositores, el presidente presumió de que “hemos logrado una victoria parcial, ya tenemos más curados que contagiados cada día”. Recuperando su discurso del día que confirmó en el Congreso que España entraba en estado de alarma, allá por mediados de marzo, advirtió de que “habrá otra victoria, el día que acabe la desescalada, pero seguirá siendo parcial”. Hasta que no haya una vacuna o un tratamiento terapéutico “no será total”.
“Nuestro proyecto político”, dijo, “es ampliar libertades no restringirlas”. Sánchez promete que quiere una España solidaria y europeísta, “creciendo de manera sostenible aplicando la transición ecológica”. Y que ése sí es su proyecto, el que lo llevó a la Moncloa, con el apoyo de quienes este miércoles lo terminaron de abandonar.
La cuestión es que, durante esta semana anterior al debate, cuando no había ninguna garantía de sacar la prórroga del estado de Alarma, estuvo de plena actualidad aquella viñeta de Ramón que apareció en la portada de Hermano Lobo el 2 de agosto de 1975: “O nosotros o el caos” ofrecía su alternativa el prócer. “el caos, el caos” reclamaba apasionadamente el populacho. “Es igual. También somos nosotros”. Apenas había terminado la reunión mantenida el reciente lunes con el lider pepero, Pablo Casado, cuando un sanchismo prepotente, engreído, tacticista, letal, conservador, que ha vuelto a creerse indestructible como en la peor de las etapas de Felipe González, y cuya dirección permanece, como siempre, alejada de las bases. El líder del PSOE y sus figuras más allegadas actúan como si tuvieran mayoría absoluta y no debieran preocuparse por pactar, hacía gala de su exquisito de la hermenéutica al advertir de que, si se niegan, a partir de ahora les apunta en el debe del rebrote de muertos y contagios, sin que atribuya a su gobierno los actuales 25.857 muertos y los 220.325 infectados que tenemos al día de hoy, 6 de mayo, todos ellos mientras la oposición colaboraba. ¿Sánchez o el caos? Son sinónimos.
Fuente: Ministerio de Sanidad (5 de mayo de 2020)
Señor presiente del gobierno, Pedro Sánchez: ¿ha calculado usted cuántos de esos muertos se hubieran evitado si las SSS (Sánchez, Simón y Salvador Illa) hubieran hecho caso de las recomendaciones recibidas de los organismos sanitarias y las evidencias que estaban a la vista, poniendo en marcha todas y cada una de las medidas previstas para lo que resultó ser la mayor pandemia que sufre el mundo, donde España sigue ocupando los lugares de cabeza en cualquiera de los parámetros que se ponga encima de la mesa?
Los dos correos electrónicos enviados por la Comunidad de Madrid a la Delegación del Gobierno el 7 de marzo alertando de las medidas tomadas ante la pandemia.
Hoy mismo, leo asombrado, dos correos electrónicos procedentes de la Dirección General de Salud Pública de la Comunidad Autónoma de Madrid, que han sido remitidos al juzgado de instrucción número 51 que investiga por prevaricación al delegado del gobierno de Madrid, José Manuel Franco, por permitir las manifestaciones multitudinarias en Madrid, cuando ya era más que evidente la amenaza del COVID-19. Los documentos, tanto los correos electrónicos como el Boletín Oficial de la Comunidad de Madrid (BOCM) contradicen, muy gravemente, la versión que venía sosteniendo el delegado del Gobierno de que nunca había recibido notificaciones sanitarias en relación con el virus con anterioridad al 14 de marzo, día que el Ejecutivo central declaró el estado de Alarma.Mientras tanto van aminorando las cifras de muertos e infectados en la pandemia, aunque, ni mucho menos finiquitada, a juzgar por las cifras oficiales que recibimos todos os días, al margen de las reales que incrementan mucho más la cruda realidad, Pedro Sánchez se desvive por hacerse un hueco en los centros de decisión de la Unión Europea, con plena conciencia de que la recuperación económica de España pasa por colgarse de la teta europea, ignorando que sus graves errores cometidos desde hace más de una año pasan ya una factura excesivamente grave que la Merkel en ningún momento está dispuesta a seguir consintiendo.
Todos sabemos a estas alturas de la historia que las crisis se significan por cambios drásticos de los panoramas sociales y, en consecuencia, de las relaciones de fuerzas sociales, económicas y políticas. La crisis desencadenada por la I Guerra Mundial fue lo que permitió gracias a su correcta percepción y análisis de lo que representaba que un pequeño grupo político se pusiera al frente de una estado y estuviera a punto de cambiar el mundo de base, pero nada parece que esto esté en trance de suceder ahora, vista la nefasta actuación de las demediadas fuerzas democráticas españolas, así que, tal vez, ha llegado el momento de que todas ellas deban de sr renovadas en su totalidad.
Entrando en la sustancia, lo que aquí mantenemos es que el escenario que se avecina va a seguir teniendo muchas de las características previas: un sistema capitalista financiero predominante; unas entidades políticas que van a tratar de reforzar su poder de manera individualizada; unas sociedades que querrán volver a los “tiempos dorados” y que exigirán poderes fuertes y hechos, no publicidad a dichos poderes.
Sin embargo, sobre todo esto penderá la espada de Damocles del miedo a una nueva crisis. Miedo reforzado por el hecho de que ese nuevo escenario tendrá más pobreza para más personas y porque, quienes sigan arriba de la pirámide, habrán agotado muchos de los recursos que, hasta hoy, les permitían generar hegemonía y deberán recurrir más frecuentemente a la fuerza bruta.
Aunque el origen de la crisis económica en la que nos encontramos no tiene nada que ver con lo ocurrido en la de 2008 de la que, por cierto, todavía no hemos salido de ella, sí que va a haber ganadores y perdedores, y estos últimos parece que van camino de ser los mismos de entonces. En aquellos años, el problema radicaba en el superendeudamiento provocado por un capitalismo cuyos beneficios derivaba de la especulación financiera, más que de la explotación clásica de la fuerza del trabajo. Lo incobrable de la mayoría de esas deudas, que eran privadas, hizo que se transformaran en públicas, es decir, se trasladaron a los bolsillos de los ciudadanos contribuyentes. ¿Hemos olvidado cuando el gobierno de Zapatero con sus socios bipartidistas del PP, reformaron el artículo 135 de la Constitución para imponer el “austericidio”, esto es los recortes en anidad, educación, congelación de las pensiones por primera vez en la historia de la segunda restauración monárquica, todo ello para salvar la quiebra de la banca? ¿Saben quien actuaba de portavoz del PSOE en las negociaciones con el PP? Un señor que se llama Pedro Sánchez, en la actualidad presidente del gobierno de España.
Por eso, una vez comprobado que el sistema capitalista va a sobrevivir, por ahora, quienes manda en él han comenzado a desarrollar sus estrategias dirigidas a proteger sus propios intereses, aunque adornadas de los más nobles propósitos. Los grandes “hegde funds” se preparan, azuzando las bolsas a la baja, para apropiarse de precio de saldo de las empresas damnificadas, pero aún muy apetecibles. Los bancos centrales abren la mano para inyectar liquidez en sus economías, si bien sabiendo de que eso incrementará la deuda pública que tendrán que pagar las generaciones venideras. A ver si nos vamos enterando. Los eurócratas son perfectamente conscientes de lo que se están jugando en esta crisis y están dispuestos a hacer alguna cosa. Pero ningún gobierno se va a jugar su futuro en su propio país, defendiendo en su parlamento que sus ciudadanos electores miren por otros que no son de su propia comunidad política. La consecuencia es que tendremos parches. Y es que uno de los parches es que subirá la deuda pública aún más y esta deuda, por más que nos repitan eso de “no dejar a nadie atrás”, la deberemos pagar los de siempre. Eso sí, los relaciones públicas de guardia nos venderán otra moto: la de las nacionalizaciones. Y es que uno de lo parches de la UE, esta vez, consiste en salvar ciertas empresas importantes con la aportación de fondos públicos. En absoluto se trata de nacionalizaciones, pues será obligatoria la posterior entrega de esas empresas a los capitalistas privados que subsistan, de tal manera, como viene siendo costumbre, se trata de socializar pérdidas y, más tarde, privatizar las ganancias. ¿Os acordáis de la nacionalización de Hunosa, como paradigma de la socialización de pérdidas y privatización de las ganancias?
¿Qué va a ocurrir, a dónde y a quienes alcanzarán la ira y la frustración, cuando podamos salir a la calle y echar la cuenta real del impacto de la crisis, tanto en el aspecto sanitario como en su aspecto económico, cuándo se sepa la verdadera cifra de muertos por el Covid-19 y calculemos todo lo se seguirá perdiendo? Es verdad que ahora se habla mucho de “mando único”, pero en realidad eso significa “ordeno y mando”, no la disciplina que nos autoimponemos tras la toma de decisiones producto de un debate democrático.
Por otra parte, también se viene hablando de planes económicos, pero hay que recordar un par de cosas: planificar la economía, incluso nacionalizar – recordemos por un momento lo que significaron las siglas del I.N.I. en España -, no es sinónimo de socialismo, y una planificación realmente democrática no se puede improvisar de la noche a la mañana.
Sobra pues, esa palabrería vacía a que nos tienen acostumbrados nuestros gobernantes actuales que, solo juegan con el miedo a que viene la derecha, como si ellos no siguieran las mismas políticas del neoliberalismo. Algunos dicen que las cosas no se pueden lograr de repente, que hay que ir poco a poco. Por más poco a poco que se quiera ir, lo que no se puede hacer es errar el camino y el actual camino del Gobierno no conduce a ninguna parte buena para la mayoría, por más que sí pueda ser así para algunas personas concretas y sus familias.
Desde mi punto de vista, no vale hacer manifestaciones contra la UE, o pedir que la constitución blinde nuestras pensiones y los servicios públicos. Ningún pedazo de papel ha blindado nunca nada, pues todo lo legislado puede deslegislarse. Solo la fuerza organizada del pueblo es capaz de blindar algo y, desgraciadamente, esa fuerza no parece estar en ascenso, más bien todo lo contrario.
Naturalmente, todos aquellos que vivimos en situaciones tan o más difíciles que las actuales, sabemos cuales son los objetivos de esa fuerza, tal y como decía Carlos Marx: “Un solo paso del movimiento real vale más que una docena de programas”.
Por aquí hay que renovarse pues de no ser así nada impedirá que la llegada de los bárbaros invada el planeta entero.