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DIARIO DE UN CONFINAMIENTO: 8 de mayo

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8 de mayo

Hoy, cuando se cumplen 55 días de mi arresto domiciliario, cuando tampoco pude disfrutar de mis horas de libertad provisional en la calle, debido a mi artrosis generalizada y los putos vértigos que me tienen postrado a oscuras en la cama, me dispongo a escribir mi diario cuando son las  21,00 horas, después de meterme todo un día de radio y móvil, de tal manera que al caer la noche, cuando se acaban de apagar los ruidos  de los aplausos desde la ventana, hago repaso de mi vida, de los buenos momentos vividos, pero también de los fracasos y su estela de daños. Pienso en los planes pendientes, en lo que queda por hacer, en los encuentros que han sido aplazados. Ninguna filosofía es más profunda que aquella de aceptar los que somos y a partir de ahí afianzarse para lo que se presenta, pero este mes de mayo, cuando voy a cumplir mis 72 años el próximo 30, la pandemia del COVID-19 está emponzoñando de tal manera el planeta que nada de lo que creíamos ofrece seguridad alguna. Mas de media humanidad está aguantando la respiración cada vez que asoman en el telediario las dudosas cifras de 26.299 muertos y 222.857 infectados que nos ofrece el ministerio de Sanidad del gobierno español.

Fuente: Ministerio de Sanidad (07-05-2020).

Sin embargo, no puedo dejar de reconocer que todas las víctimas del coronavirus no son malas, cuando oigo la noticia de que el tal “Billy el Niño”, Juan Antonio González Pacheco, aquel policía del inmundo estercolero del franquismo, en cuyo epicentro, los tenebrosos sótanos de la Dirección General de la Seguridad, daba rienda suelta a su vesania bajo la impunidad de una placa y la benevolencia del régimen.

El infierno, sin embargo, no terminó con la muerte de Franco y tuvimos que tragarnos por prescripción democrática toda la mierda que vino después, envuelta en el sacrosanto pacto de la segunda restauración monárquica, y en mitad de la mierda, la píldora de que González Pacheco era un héroe. No sólo nunca lo juzgaron por sus crímenes, sino que además recibió cuatro medallas por servicios distinguidos con incremento de pensión incluida, los cuales consistían básicamente en arrojar a presos por una ventana, quemarles con brasas de cigarrillo, machacarles los genitales o golpear a una mujer en el abdomen mientras le decía: “Ya no parirás más, puta”. Pero González Pacheco no actuaba por iniciativa propia, sino obedeciendo directrices estatales: era sólo un mecanismo más de la maquinaria del terror franquista, no la excepción sino la regla.

Triste país éste en que la justicia ni siquiera ha tenido el detalle no ya de sentar en el banquillo a este excremento humano sino de quitarle al menos las medallas y honores que se ganó a fuerza de repartir dolor y horror a seres inocentes. Triste democracia en la que cientos de víctimas han tenido que conformarse con que la biología haga el trabajo que no han hecho los jueces. Triste consuelo el ver marchar tranquilamente por la puerta de atrás de un hospital a esta marioneta del espanto, igual que hizo en su día el titiritero mayor del reino.

Más difícil podría parecer regalar más de 60 mil millones de nuestro dinero a los bancos, y se ha hecho. Más difícil podría parecer el regalo de varios miles de millones de nuevo del dinero de todas y todos para “el rescate de las autopistas”, y se ha hecho. Más difícil podría parecer que más de cien mil asesinados y asesinadas por la dictadura sigan en fosas comunes más de 40 años después, y así siguen.

Hace tiempo, creo que fue por el año 2018, cuando fueron entregadas más de 250.000 firmas, entre las que se encontraba la mía, para que le fueran retiradas todas las condecoraciones y distinciones económicas al torturador franquista “Billy El Niño”, siendo ministro de interior el tal Marlaska que llegó a manifestar que en algún momento lo haría, pero que no era una prioridad. Evidentemente, no era prioritario quitarle las medallas de un torturador y asesino, con sus compensaciones económicas, con las que se habían premiado sus golpes, sus patadas y los tormentos que infligió a quienes más lucharon por la libertad y la democracia.

Es la basura del felipismo en nombre del PSOE que, después de coser el franquismo a los fundamentos de esta restauración monárquica, también coincidía con las prioridades del Marlaska: nunca fue prioritario restituir la dignidad de los republicanos, nunca fue prioritario exhumar a los asesinados y las asesinadas por el franquismo, nunca fue prioritario encarcelar a los torturadores como éste y otros tantos asesinos que pululan todavía por las calles de España.

Por favor, señores ministro Marlaska y presidente del gobierno, Pedro Sánchez, se trataba de retirar un puñado de medallas a una bestia vieja y corrupta, al hombre que utilizó toda la violencia que tuvo a mano para torturar a quienes luchaban para que todas y todos tuviéramos lo que ahora tenemos. Aún están a tiempo, retírenlas a título póstumo. Igual que se dan, se quitan.

Ahora que tanto se habla de estar librando una guerra contra el COVID-19, donde se anuncian que las consecuencias económicas tras el paso de esta pandemia van a ser muy similares a las que provocó la II Guerra Mundial.

Bajo el régimen nazi los laboratorios farmacéuticos Bayer, una empresa subsidiaria del consorcio químico IG Farben, utilizó a deportados en los campos de concentración nazis para realizar numerosos experimentos médicos. Lo que sigue son fragmentos de cinco cartas dirigidas por la Casa Bayer al comandante del campo de Auschwitz: “Acusamos recibo de su carta. Consideramos que el precio de 200 marcos es exorbitante, ofrecemos pagar 170 marcos por cabeza. Necesitaríamos unas 150 mujeres.” “Estamos de acuerdo con el precio convenido. Tenga a bien preparar un lote de 150 mujeres sanas, que enviaremos a buscar próximamente.”

Hoy, cuando se recuerda el 75 aniversario de la rendición incondicional de la Alemania de Hitler, toca rascar un poco en el muro del olvido y abrir una rendija para mirar y poder hacerse así una idea de lo que ocurrió entonces. Europa, por no salir muy lejos, se había convertido en un enorme paisaje devastado por el que vagaban grupos de gente que buscaban unas comunidades que habían desaparecido: ya no existía aquel mundo bello y feliz de antes de la guerra. Las instituciones no funcionaban, el dinero no tenía ningún valor, no había ni ley ni orden, las mujeres eran violadas, los niños abandonados se buscaban la vida. Se hacía cualquier cosa por un trozo de pan y, entre los años 1945 y 1947 se realizaron enormes operaciones de limpieza étnica, a través del veneno Zyklon B, fabricado por IG Farbenindustrie AG (BAYER, Basf, Hoechst) que, a su vez era quien financiaba al partido nazi de Hitler.

El consorcio IGFarben, el gigante de la industria química alemana, que después pasó a llamarse Bayer, Basf o Hoechst, usaba como conejillos de Indias a los prisioneros de los campos, y además los usaba de mano de obra.  Estos obreros esclavos producían de todo, incluyendo el gas que iba a matarlos. Los prisioneros trabajaban también para otras empresas, como Krupp, Thyssen, Siemens, Varta, Bosch, Daimler Benz, Volkswagen y BMW, que eran la base económica de los delirios nazis.

Eso sí  fue una guerra – no una pandemia como la que nos toca estar sufriendo, por mucho que el gobierno y su ejército se sigan empeñando en seguir llamando guerra -, una guerra contra el fascismo, donde los malos de los comunistas soviéticos, que tanto molestan a esos politicastros y tertulianos de mierda que merodean por el Congreso de los Diputados y por las distintas cadenas televisivas, se dejaron, nada más y nada menos que 47 millones de personas, para que estos impresentables puedan seguir glayando en los parlamentos y en los distintos medios de comunicación. Por si acaso, alguien piensa que me he equivocado en las cifras, vuelvo a repetir ¡¡¡ 47 MILLONES DE SOVIETICOS!!!

Con la firma del Tratado de París de 1951, la Comunidad Europea del Carbón y del Acero sería decisiva para la historia de la integración europea, de tal manera que, siendo la «semilla» de la actual Unión Europea (UE), pasó sin embargo sobre conflictos y presiones de toda clase por parte de corrientes opuestas que contrastan con las que han buscado una Europa federal. Los seis países miembros iniciales actuaron al margen de los que notablemente quedaron fuera de ella, como España que estaba sumida en la plena autarquía.

Tras la Segunda Guerra Mundial, comenzó a firmarse una serie de tratados de paz, que indicaban que había una voluntad verdadera de poner fin a las muchas disensiones entre los países y hacer esa paz duradera.

Por ello, se incidió en la reconstrucción de Francia y Alemania provocando un acercamiento entre ellas para evitar las disputas entre ambas. Lo primero que se hizo fue relanzar Europa desde el plano industrial, con todo lo que ello significaba, o sea, que se volvió a dirigir la mirada hacia la zona más alta del conflicto entre los dos países: la zona del Ruhr y de El Sarre, que en estos momentos estaban bajo la dirección norteamericana y pasaron a manos de Francia, siempre y cuando los Aliados pudieran explotar la zona cuando lo necesitaran. Con este acuerdo la zona se dividió en varios sectores de explotación: uno para el carbón, otro para el acero.

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Antón Saavedra, representante de España en la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (C.E.C.A.) entre los años 1986 y 1994 (Edificio Jean Monnet, año 1988)

Esto es el principal antecedente del llamado Plan Schuman, que derivaría en la creación de la CECA, que fue la primera institución europea creada conjuntamente para regular la explotación del acero y del carbón en toda Europa. Fue sin duda el laboratorio de lo que sería la Comunidad Europea y posteriormente la Unión Europea, ya que como primer aporte mejoró la producción de carbón y acero, se intensificó el comercio entre los países firmantes rebajando con ello los costes de producción y como última consecuencia se institucionalizaron las tarifas de los productos, a la vez que se produjo una inversión millonaria en los países menos industrializados, pero la CECA quedaría extinguida en el año 2002 una vez cumplido el periodo de vigencia, quedando sus funciones y competencias integradas en la Unión Europea, constituida en 1993 mediante aquello que los alemanes nos hicieron tragar sin mastricar, esto es el Tratado de Maastricht, pero ya prescindiendo del carbón como materia fundamental para la producción de energía, donde España, de la mano de la nueva ministra de la “cosa energética” del gobierno de Pedro Sánchez, Teresa Ribera, pretende ser la persona más aplicada del “electrofascismo” de donde ella misma procede, como exdirectora general del IDDRI, uno de los think tank del “electrofascismo” mundial en París.

Es decir, España, una vez más, está demostrando que somos diferentes: cerramos nuestras minas de carbón, en vez de aplicar las tecnologías existentes para la eliminación de todos los efectos que puedan ser contaminantes, pero seguimos importando electricidad de Marruecos dos veces más intensiva en carbón que la nacional. Y, lo más incoherente, que mientras la propia Comisión Europea propone un fondo de 7.500 millones de euros para ayudar a las regiones a hacer la transición hacia una economía más verde, los países de la UE continúan con sus importaciones de electricidad barata procedente del carbón, amenazando muy seriamente con socavar sus propios planes de descarbonización de la UE para 2030, así como los objetivos de emisiones previstas en el Acuerdo Verde Europeo para 2050.  Junto con España, Finlandia, Grecia, Croacia y Rumania son otros países importadores de energía barata de carbón, al tener una amplia interconexión con grandes centrales de carbón externas a la UE.

De hecho, ya existen planes para construir nuevas conexiones de red eléctrica entre los países de la UE y los no comunitarios que aumentarán la capacidad de interconexión en un 31%, exponiendo aún más los mercados eléctricos de la UE a importaciones de esta electricidad barata del carbón.  En concreto, se están planificando o construyendo nuevas centrales por un total de 57GW, lo que equivale a incrementar en un 53% la potencia en centrales de carbón en el conjunto de los países conectados. Turquía planifica 34GW, Egipto 11GW, Bosnia y Herzegovina 4GW, y Serbia 2GW.

De esta manera, en estos últimos años, mientras la prometida reforma del sistema eléctrico español nunca acaba de llegar por un motivo u otro, no dejan de escucharse noticias sobre cómo estamos importando energía eólica de Portugal, energía nuclear de Francia o, incluso, energía producida con carbón en plantas marroquíes, tal y como ha quedado expuesto.

En este escenario cabe preguntarse: ¿Tiene sentido el cierre de las centrales térmicas y las minas de carbón si vamos a importar la energía de las centrales marroquíes? ¿De qué sirve la moratoria nuclear que tenemos si la importamos desde más allá de la frontera francesa? ¿Tiene sentido el parón de siete años en energías renovables para comprársela a otros? ¿Existe realmente una política energética española al servicio del pueblo español?

Por si no fuera suficiente el cierre de las térmicas anunciado por Teresa Ribera, en la actualidad ministra de la “cosa energética” con rango de vicepresidenta en el gobierno del PSOE, ésta ha puesto el punto de mira en la gran industria donde Asturias se juega mucho, especialmente en aquellas industrias hiperelectrointensivas para sus producciones de zinc o  acero, entre otras,  que corren el serio peligro de seguir el mismo camino de Alcoa –  empresa que ha dejado de producir aluminio  este mismo año 2020 -, sin reparar en que las empresas asturianas son perfectamente viables formando parte de empresas líderes mundialmente en su sector, siempre y cuando que el gobierno les dispense el mismo trato que en los países vecinos, protegiéndolas de igual manera que se protege el museo del Prado o las catedrales españolas. Uno de los aspectos más novedosos y comentados del inesperado gobierno de Pedro Sánchez es el nuevo Ministerio para la Transición Ecológica, pero más allá de este llamativo nombre, ¿qué es lo que hay?, ¿hacia dónde nos ofrecen transitar?, ¿cómo es posible que un gobierno nacido con vocación provisional se atreva a hablar de tan ampulosos objetivos, y a poner metas a varios lustros vista, cuando se sabe históricamente que son necesarios cuarenta o cincuenta años para llevar a cabo una transición energética, y que ya llevamos veinte de retraso?

No estaría nada mal que esta ministra de la “cosa energética”, que cree que el CO2 son dos moléculas CO, se dedicara a hacer sus experimentos en casa y con gaseosa, especialmente en estos momentos que sufrimos el arresto domiciliario derivado del estado de alarma impuesto por el gobierno español como consecuencia de la pandemia que el pueblo español estamos librando contra el coronavirus. Una pandemia que tendrá grandísimas repercusiones a la hora de definir una auténtica política energética para nuestro país, libre de aventuras y fantasías, si de verdad no queremos calentarnos con leña y alumbrar con velas de cera. Lo que se está vendiendo como energía verde no es verde en absoluto. De hecho, en muchos casos tienen unos impactos ambientales horrorosos.

China tira del carbón como fuente de energía a medida que su producción vuelve a la normalidad. El consumo de carbón en las plantas de producción de energía del gigante asiático se ha duplicado desde principios de febrero, coincidiendo con el cierre del país para evitar la propagación del coronavirus.

Por cierto, ¿Está tan segura esta ministra de que lo que se está vendiendo como energía verde no es verde en absoluto, dándose casos en los que tiene unos impactos ambientales horrorosos? ¿está esta ministra tan segura del potencial real de las energías renovables, en las que se está camuflando de la peor manera muchas de las limitaciones que estas fuentes tienen? ¿Está tan segura esta ministra al servicio del “electrofascismo” de que sus “amos” – la Alta Finanza Internacional – no están fomentando este modelo de transición renovable completamente falseado que, al margen de alcanzar grandes beneficios económicos para sus bolsillos, ¿lo único que van a conseguir es agravar los problemas ambientales que tenemos?

De momento ahí lo dejo, pero continuaré con este debate en otros foros, dejando muy claro que, desde mi punto de vista, lo que se está vendiendo como “transición ecológica” queda muy lejos de ser tal cosa y en realidad está dirigido por inconfesables intereses económicos y corporativos que nos van a precipitar en el abismo de nuestro colapso ecológico. Es decir, todo lo contrario de lo que deberíamos hacer. Aquéllos que tanto anuncian el apocalipsis, echando todas las culpas de la contaminación al carbón, lo que mejor harían sería promover un debate en el que todos estos temas se discutan seriamente y en el que se propongan alternativas reales delante de los graves y acuciantes problemas que tenemos.

Buenas noches y hasta mañana. Salud y República.


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