9 de mayo
Se cumplen 56 días de mi arresto domiciliario. Me levanto temprano, ducha de agua fría, revisión médica casera: 123,4 kilos de peso; 137/79 de presión arterial; 80 pulsaciones y 120 de glucosa. Desayuno con Irma. Sin vértigos ni mis dolores de artrosis, he dado dos vueltas al parque de Sama. He hablado con bastantes amigos y, a las doce, tal como marca el estado de alarma, en casa.
Acabo de empezar a leer desde ayer “¡El Socialismo ha muerto!¡Viva el Socialismo!”, de Carlo Formenti, un ensayo que, partiendo de la derrota del socialismo, tal y como lo hemos conocido, trata de generar una estrategia capaz de crear hegemonía social en torno a una alternativa a la sociedad capitalista realmente existente, cuando me llega la noticia de que mi amigo y compañero Julio Anguita acaba de ser ingresado en estado grave en la UCI de un hospital de Córdoba, debido a sus coronarias hechas una mierda, tal y como el mismo me reconocía hace una temporada en Gijón.
Julio Anguita y Antón Saavedra en un mitin electoral celebrado en el Pabellón de los Deportes de Gijón (1996)
Sigo pendiente de su evolución, porque se trata de una persona que aprecio mucho, tanto en el plano personal y humano como en el plano político, como una persona sabia, coherente y honrada de las que necesita, ahora más que nunca, la política española.
Ayer hablaba en mi diario, aunque de forma bastante somera de la creación de la CECA como embrión de lo que hoy es la Unión Europea, y cuando se cumple el 75 aniversario de la derrota del nazismo se comenzó a usar el término “reconstrucción” porque economistas y políticos sabían que de las ruinas de Europa surgiría algo completamente nuevo.
Reconstrucción era la palabra del momento que implicaba el fin del infecto orden de entreguerras, es decir la puesta en marcha de las economías una vez retirados los cascotes. Pero esto que nos afecta no es una guerra, es una pandemia que nos lleva dos meses vagando por el desierto de nuestro encierro y ya casi no recordamos el sabor del café en la cafetería, aunque, parece ser que, al menos en Asturias, el próximo lunes podremos tomarlo, pero con mascarilla. Quien nos lo iba a decir con la risa que nos daban los japoneses y los chinos.
Fuente: Ministerio de Sanidad (09-05-2020)
Las calles piden a gritos el regreso a la vida, pero lo hacen ahora escondidas detrás de las mascarillas. Hay mascarillas que no pueden ni quieren pensar en el futuro que nos viene. Hay otras desconsoladas por el despido y hay otras un poco más resignadas por el Erte. Hay mascarillas espantadas en los hospitales por si acaso vuelve el bicho. Hay mascarillas desamparadas por la muerte de sus seres queridos, muchos de ellos abandonados a su suerte en esos pretanatorios, irónicamente llamados geriátricos. Hay mascarillas que van cambiando el terror a la enfermedad por el miedo al paro, a la exclusión y a la pobreza.
La tristeza de la muerte se ha ido rebajando, pero las cifras diarias que nos ofrece el ministerio de Sanidad son verdaderamente horrorosas: 26.478 muertos y 223.578 infectados, refiriéndome a las cifras oficiales, no a las reales que se vienen ocultando por parte del gobierno de España y las Comunidades Autónomas.
Pedro Sánchez en su comparecencia leída por teleprónter en La Moncloa (09-05-2020)
De repente, aparece el presidente del gobierno, Pedro Sánchez, en su habitual homilía sabatina para decirnos, sin decir verdad como en él ya es habitual, que su reciente pacto con Arrimadas que tanto ha enfadado a ERC no tiene nada que ver con la política sino con la sanidad, pero todo el mundo sabe y Sánchez el primero que, tanto Esquerra Republicana como el Partido Popular, pretendieron el pasado miércoles infringirle una derrota política durante la votación en el Congreso de la cuarta reforma del estado de alarma. Y que, gracias a Arrimadas, convertida en su hada madrina, Sánchez consiguió salir airoso de la porfía.
Fuente: Ministerio de Sanidad (9 de mayo de 2020)
Y, además, logrando escenificar los pactos de una nueva mayoría absoluta de 178 diputados, una tercera vía a caballo entre la alianza de su investidura y la posible gran coalición del PSOE con el PP. Tercera vía que Sánchez deja abierta – “cuántas más manos mejor en un momento tan crítico para el país. Negociaremos los Presupuestos con Ciudadanos”, acaba de manifestar la ministra portavoz María Jesús Montero – de cara a sus nuevos Presupuestos de 2020 que ahora son su prioridad.
“Cualquier alianza que nos permita abrir nuestros apoyos parlamentarios -defendió este viernes la ministra de Hacienda y Portavoz, María Jesús Montero- será bien recibida”. Aún es pronto para vislumbrar si la mano tendida de Ciudadanos podría derivar en un apoyo a las cuentas del año que viene, que se presentarán en otoño y estarán obligatoriamente marcadas por la crisis sanitaria. Por ahora, la presidenta de la formación liberal, Inés Arrimadas, no ha descartado esa posibilidad (Moncloa, 09-05-2020)
Pedro Sánchez estaba contra las cuerdas, fruto de haber superado la investidura con un voto de diferencia, y con un cóctel de alianzas muy difícil de mantener y de compaginar. Un presidente de gobierno a punto de cumplir dos años en el colchón de la Moncloa y sin haber podido aprobar y ejecutar su propio presupuesto, ya que continúa con los presupuestos prestados por el Partido Popular, que en otro tiempo tanto denostaron, negándose incluso a negociarlos. El Gobierno había renunciado ya a presentar los del 2020, y se vislumbraba enormemente difícil conseguir el consenso necesario para la aprobación de los de 2021. Los catalanes querían concesiones muy claras, pero casi imposibles de aceptar.
La realidad es que, a base de tantas ocurrencias en los viernes sociales, el déficit de 2019 se les ha desmandado y a la hora de cocinar y maquillar se precisa cierta práctica que la doctora en medicina no parece poseer. De manera que Eurostat en seguida ha pillado el pufo con el consiguiente ridículo y amonestación. Es que no se puede elevar solo el gasto sin incrementar al mismo tiempo los ingresos, pero Sánchez no quiere subir los impuestos para no cabrear al personal. La prodigalidad en el gasto da votos, mientras que la subida de los tributos los resta. Aparte de que la creación de nuevos gravámenes no puede hacerse por decreto ley, que es lo único que ha venido utilizando Sánchez a lo largo de estos dos años.
El covid-19 ha dotado al presidente del gobierno a partir del estado de alarma de una especie de patente de corso sobre los que pueda perpetrar en el futuro. Prohibida la crítica. Hay que arrimar el hombro. Todo el mundo debe apoyar incondicionalmente a Pedro Sánchez. De lo contrario, se está en contra de la reconstrucción de España. Es la misma adhesión que exigía a PP y a Ciudadanos de cara a la investidura, y también a Pablo Iglesias: “Con Podemos, ha dicho, podría negociarse una fórmula como la que existe en Portugal – un acuerdo programático, un acuerdo de investidura o de legislatura – pero no una coalición de gobierno porque hay una desconfianza hacia ellos en el PSOE “, aunque eso, solo ocurrió tras las primeras elecciones del 2019, porque después de las segundas no tuvo más remedio que aceptar las condiciones de la formación morada.
Existen pocas dudas de que los efectos económicos de la epidemia van a ser devastadores, pero la pregunta es si no se van a atribuir a esta también los que provengan de la incompetencia del Gobierno, mezclando todo en un totum revolutum. De ahí el intento de anatematizar toda posible crítica y mutualizar la responsabilidad, pero, eso sí, sin compartir las decisiones.
El destrozo económico causado por el coronavirus va a generar a su vez un colosal agujero en las finanzas públicas, y en consecuencia un brutal aumento en el endeudamiento. El porcentaje cercano al cien por cien que actualmente mantiene la deuda pública sobre el PIB va a elevarse de manera muy peligrosa.
Pero, ya se sabe que, a río revuelto, ganancia de pescadores. El colosal incremento del déficit y del endeudamiento público derivado de la epidemia puede hacer pensar al Gobierno que tiene vía libre para implantar todas aquellas medidas de su programa que deseaba poner en práctica, pero que la disciplina presupuestaria y, digámoslo todo, las autoridades de Bruselas se lo impedían. El Gobierno sabe que a largo plazo la situación va a ser insostenible. Pero a largo plazo, todos muertos. Pedro Sánchez vive el momento. Balones hacia adelante.
Sánchez está aprovechando la confusión creada por su pacto con Arrimadas, se ríe hasta de su sombra, de sus aliados de la investidura, de sus adversarios del PP, tiene a Iglesias hasta los cojones y está encantado de haberse conocido. Y ahora duerme a pierna suelta y como un lirón porque todos quieren pactar con él. Y porque cree tener los Presupuestos de 2020 al alcance de su mano y con ello la mitad de la legislatura prácticamente asegurada en su zurrón. Pedro Sánchez, yo diría que, con mucha ingenuidad, confía en Europa, aunque de Europa se puede esperar muy poco, como no sea la intervención, tal y como le ocurrió a Grecia. Es verdad que la situación no es la misma que en la crisis anterior. No es la misma, pero por dos aspectos contrarios y enfrentados. El primero se encuentra en que la política de Bruselas es más laxa y no va a exigir, al menos a corto plazo, la estabilidad presupuestaria con la misma rigidez que entonces. El segundo juega en sentido contrario y es que el grado de endeudamiento actual del sector público español es incomparablemente mayor que el de 2007 y toca ya niveles límites.
Está produciendo mucho ruido la Sentencia del Tribunal Constitucional alemán (TCA) publicada este martes 5 de mayo. Hay quien opina que esta Sentencia hace peligrar los Programas de compra de deuda pública que viene ejecutando el Banco Central Europeo (BCE). Ya sabemos que estas compras son vitales para que España (y también Italia y Francia) pueda seguir obteniendo, a interés reducido, la enorme cantidad de dinero prestado que necesita para sobrevivir. Y esa necesidad es más acuciante tras la temible crisis de la pandemia. Todos tendremos que endeudarnos mucho más, y para que eso sea posible a tipos soportables el BCE ha implementado un Programa especial de compra de hasta 750.000 millones.
La amenaza en esta ocasión tal vez no venga de los hombres de negro, ni de la Comisión, ni siquiera de las supuestas condiciones del rescate, sino de la propia realidad económica y de los mercados financieros. Mercados hoy contenidos por el BCE, pero no sabemos hasta cuándo va a tener munición para frenarlos, y tampoco hasta qué momento los países del Norte van a permitir que lo haga. La última sentencia del Tribunal Constitucional alemán es ya todo un aviso. Que el Gobierno pierda toda esperanza de que vayan a llegar de la Unión Europea transferencias como para tapar, aunque sea parcialmente, un agujero por importe del treinta por ciento del PIB. En todo caso, alguna que otra migaja. Respecto a las medidas que se negocian en Bruselas, el presidente del Gobierno ha recordado las medidas que se están planteando en el Eurogrupo y que ascienden a 540.000 millones de euros, al tiempo que ha dejado claro que no se trata de ningún “rescate”. “No es ningún rescate, son líneas que se ponen en marcha porque queremos dar una respuesta común comunitaria del conjunto de la Unión Europea (UE) a una crisis que nos afecta al conjunto de la UE, con más o menos incidencia”, ha subrayado el presidente del Gobierno. Es difícil, por no decir imposible, que los males del COVID-19 puedan, al menos a medio plazo, traer algún bien, aunque sea a un personaje tan maquiavélico como Pedro Sánchez.
Buenas noches y hasta mañana. Salud y República.