¡¡¡ Viva el 8 de marzo ha dicho Sánchez ayer en su comparecencia parlamentaria para pedir otra prórroga del estado de alarma que nos tiene arrestados en nuestro domicilio 82 días!!!. Sí, se trata del mismo personaje que vimos llorar a moco tendido en público cuando le echaron de su propio partido y tuvo que dejar el escaño, en octubre de 2016, siendo incapaz de mostrar la más mínima emoción durante estas semanas de muerte y confinamiento presididas por su negligencia y su irresponsabilidad.
Viva el 8 de marzo, sí. Y los proveedores e intermediarios de mascarillas falsas. Y los geriátricos convertidos en auténticos pretanatorios. Y el triaje en los hospitales. Y las cifras de muertos e infectados del ministerio de Sanidad, donde se hace imposible saber el número real de muertos e infectados por la covid-19. Que viva el 8 de marzo, claro.
Fuente: Ministerio de Sanidad (4 de junio de 2020)
Ayer mismo, en la misma comparecencia parlamentaria, el presidente se vanagloriaba de tener cero muertos en España, sabiendo, como sabe, que está mintiendo como un bellaco. Ahora mismo me encuentro ante el panel del ministerio de Sanidad y veo las cifras oficiales que suman 27.133 muertos y 240.660 infectados, aunque todavía no veo que se hayan contabilizado, por lo menos, los últimos nueve fallecidos en Asturias.
Sin embargo, un estudio que ha llevado a cabo Instituto Nacional de Estadística (INE) contabiliza la cifra de 44.000 muertos entre el 1 de enero al 24 de mayo, un 24 % superiores a las del mismo periodo del año pasado, a partir de datos recibidos desde los registros civiles que han sido comparados con el histórico de defunciones del mismo periodo de otros años que mantiene el instituto. Hay que dejar claro que son muertos, sin entrar en las causas, por lo que no podemos atribuirlos todos al coronavirus, pero la relación entre este aumento y la crisis sanitaria es muy clara.
Para empezar, el aumento en el número de defunciones se concentra en los meses de marzo y abril, cuando la epidemia estaba en su pico en España. De hecho, si se eliminan las primeras semanas del año, en las que la mortalidad fue parecida, y se toman solo las de los dos meses de mayor impacto se ve que en ellos el aumento de la mortalidad es de alrededor del 50 %. Además, las cifras del INE son muy similares a las que calcula el Instituto de la Salud Carlos III, el de mortalidad diaria conocido como MoMo, que da una cifra de 43.014 fallecimientos de más en el periodo que va del 13 de marzo al 22 de mayo, los peores días de la epidemia en España, amén de las ofrecidas por la Asociación Española de Profesionales de los servicios funerarios (Aesprof) elaborado con cinco organizaciones más titulado “Estudio de mortalidad real en España por la pandemia de coronavirus”, el INE no solo compara los datos con los del año pasado, sino que permite hacerlo con información desde 2016. En cualquier caso, la evolución de las curvas de fallecimiento en esas primeras 21 semanas es uniforme entre ese año y 2019, y marca un ligero descenso desde primeros de año, como corresponde a la disminución de la mortalidad habitual según va suavizándose el invierno, cuando suele haber un pico en el número de fallecimientos.
El 3 de marzo, un día después de recibir en el correo electrónico del CCAES el informe de la Unión Europea, el doctor Fernando Simón recomendó que “no se organicen en las próximas semanas congresos, jornadas, seminarios o cursos de formación de los profesionales sanitarios, siendo uno de los objetivos que justifican dicha medida el evitar que puedan actuar como transmisores de la enfermedad a los grupos de población más vulnerables con los que tratan en su práctica profesional”.
Claro, que siempre nos quedará el director del CCAOS, Fernando Simón, cuando, ayer mismo, para explicarnos estas divergencias en las cifras afirma que, más importante que contar los fallecidos con una exactitud extrema es confirmar la tendencia de cada momento. Vale, de acuerdo doctor, ¿pero esa tendencia sería la misma hoy, de haber cogido el toro por los cuernos, cuando ya se sabía, esto es en su día cuando tú mismo declarabas a todos los medios de información de una manera reiterada de que España no pasaríamos de uno o dos casos?
Por cierto, señor Simón, ¿Es verdad o es mentira que, con fecha 2 de marzo, la agencia de la Unión Europea para el control y la prevención de enfermedades (ECDC) emitió un informe en el que reclamaba a los estados europeos “evitar” que la población acudiese a “actos multitudinarios” e impedir “concentraciones masivas innecesarias” por el coronavirus? ¿Es verdad o es mentira que, en el mismo informe, recibido por el gobierno y tú mismo a través de correo electrónico, el motivo que aducía era que al estar científicamente demostrado que favorecía la expansión de la Covid-19, en base a los datos de otras pandemias y epidemias, cancelarlas “puede reducir la transmisión del virus”?
¿Es verdad o es mentira que el Gobierno de España hizo caso omiso de ese informe, permitiendo todas las manifestaciones y concentraciones multitudinarias del 8-M? ¿Es verdad o es mentira que el CCAOS que tú mismo diriges, señor Simón, recibiste esas advertencias el mismo día 2 de marzo, a las 12?45 horas, sin que lo enviases a las comunidades autónomas, sin ni siquiera discutir en el Consejo Interterritorial de Sanidad.
Fuente: Instituto Nacional de Estadística (INE)
El análisis del INE permite ver el impacto del confinamiento impuesto tras la declaración del estado de alarma el 14 de marzo, exponiendo que “la semana del año 2020 con mayor número de muertos fue la 14, que va del 30 de marzo al 5 de abril, con 20.575 personas fallecidas, un 154,6 % más que en la misma semana de 2019”, que también coincide con la evolución de la crisis. Además, nos indica que a partir del 18 de mayo las cifras vuelven a la normalidad. En esta última semana del estudio, “el número de defunciones se estima en 7.470 personas, cifra similar a las 7.429 de la misma semana de 2019”. En los otros años, con gripe, pero sin coronavirus, el máximo se da en las primeras semanas del año.
Es decir, con más de cuarenta y tres mil muertos sobre la mesa de un Gobierno negligente que reaccionó tarde y mal ante la epidemia del coronavirus, el presidente del gobierno se permite el lujo de “glayar” en el Congreso “viva el 8 de marzo”.
El problema no es tanto que una persona mienta, sino que, con ello, se hace imposible volver a creerle. Ni, aunque digas la verdad te podremos volver a creer, presidente. En política es difícil recuperar la credibilidad cuando se ha falseado una y otra vez la palabra que, a la postre, es la herramienta de trabajo de quien sube a la tribuna de la sede de la soberanía nacional.
Sin duda, a Sánchez le conviene que la política siga instalada en la bronca de la más baja ralea, aunque diga que hay que poner fin a los insultos y a la crispación, para que nadie debata sobre lo esencial: la gestión realizada en una crisis de la que ni siquiera se sabe ya el número de muertos de una manera fidedigna.
“Viva España, claro, pero no que viva enfrentada como quieren las tres derechas, sino que viva unida a la igualdad de los españoles y a la diversidad territorial de nuestro país”, ha señalado este domingo Sánchez durante su intervención en el acto de presentación de la candidatura de José Antonio Serrano a la Alcaldía de Murcia. En la misma línea, ha destacado que “el sentido común lo representa el PSOE”, frente a una derecha “decadente” y “sumida en el desconcierto de su corrupción y de su radicalización”. “Escuchamos a muchos hablar de patriotismo y decir viva España, pero ser patriota es trabajar todos los días porque en España se viva mejor” (Mitin electoral en Murcia, 20 de enero de 2019)
La verdad, desde mi punto de vista, es que escuchando estos días al presidente Pedro Sánchez me suena en muchas ocasiones como una versión adaptada al trumpismo. El presidente español no es capaz de esconder nunca su autoestima, con un sentimiento de estar por encima de casi todo y de casi todos, que disimula con una retórica frailuna, que utiliza una humildad aparente que no esconde sino una forma sublime de soberbia. Una retórica florida, muy preparada para leer por el teleprónter con muy poca densidad en el contenido. El presidente no necesita que nadie le elogie, se elogia él mismo, se pone nota alta con el añadido de que no es discutible por evidente.
También despliega desdén por los hechos, utiliza los que le convienen y como le conviene recurriendo a lo “alternativo”. Por ejemplo, son alternativas las cifras de víctimas de la pandemia. El mismo día en el que el INE, con la solvencia que se le reconoce, publica su “estimación de defunciones durante el brote de CONVID-19”, tal y como ha quedado explicado, el presidente se aferra en el Parlamento a la cifra del ministerio de Sanidad (poco más de la mitad) que ha acreditado a lo largo de estas últimas semanas una asombrosa inconsistencia que va contra la credibilidad. Por si no fuera suficiente, estos días el presidente exhibió su visión alternativa al atribuir a la SEPI los nombramientos para el consejo de Enagás, sin olvidar el mundo alternativo de las decisiones de su ministro del Interior.
El Sánchez trumpista también utiliza la polarización, el frentismo, con una crítica intensa y permanente a los adversarios políticos. El norteamericano lo hace de frente, áspero, mientras que el español recurre a cierto disimulo, con un preámbulo de diálogo y buenas maneras que abandona al segundo siguiente para recurrir a la retórica que rechaza. Anuncia que se acabaron los insultos, que no deja espacio al odio, y a renglón seguido pone a caldo a los adversarios electorales al tiempo que elogia a unos socios provisionales que sabe que le van a traicionar a muy corto plazo.
Para poner punto y final a mi diario de hoy, por su importancia, dentro del asunto más grave y preocupante de la catástrofe pandémica, como son las personas muertas y las fallecidas que estamos tratando, recojo la primera sentencia de una juez turolense que ha condenado a la Diputación General de Aragón (DGA), al Servicio Aragonés de Salud (SAS) y al Instituto Aragonés de Servicios Sociales (IASS) por incumplir la ley de prevención de riesgos laborales y vulnerar el derecho a la salud y la integridad física de los trabajadores al no facilitar a los centros sanitarios de la provincia medios de protección individual adecuados para evitar contagios por coronavirus.
La titular del Juzgado de lo Social de la capital turolense, Elena Alcalde, estima así la demanda interpuesta por el sindicato Fasamet contra estas administraciones, a las que obliga a proporcionar a los profesionales sanitarios, “en el momento que disponga de ellos”, de equipos de protección individual que incluyan mascarillas FFP2 y FPP3, protectores oculares o faciales completos, guantes, gorros, calzas, hidrogel y contenedores de residuos.
En la sentencia, la juez concluye que la pandemia de coronavirus no es un “supuesto de fuerza mayor ni riesgo catastrófico, ya que el hecho de que la pandemia alcanzara a nuestro país no era imprevisible y eran evitables muchas de sus consecuencias”, al existir “numerosos avisos y recomendaciones de la OMS, conocidas por el Ministerio de sanidad y también por la DGA”.
“De haber existido un acopio suficiente, no hubieran sido necesarias las compras en un momento en que existía escasez de material a nivel global”, defiende antes de subrayar que fue esa falta de acopio la que provocó que el suministro de EPIS a los profesionales sanitarios “no fuera adecuado para protegerles, lo que obligó a racionalizar las existencias, a aceptar donaciones de particulares y recurrir a medios alternativos e incluso a “la elaboración del material por los propios profesionales sanitarios”.
La magistrada recuerda que la normativa de prevención de riesgos laborales “impone la obligación legal a la Administración, como empleadora, de proteger a los trabajadores, lo que conlleva necesariamente también la obligación de dotarles de los medios preventivos necesarios para que realicen su trabajo con las mínimas e imprescindibles condiciones de seguridad para su salud”. No hacerlo así, “sin que resulte justificada la tal conducta”, conlleva, además de infringir esa normativa, “poner en peligro a los trabajadores, que quedan expuestos a un riesgo grave para su salud, previsible, evitable o minimizable, pudiendo incluso lesionarse la vida”, recalca (…) Pero según la magistrada la protección de la seguridad y salud de los trabajadores a la que está obligada la Administración “no ha sido proporcionada adecuadamente” en este caso por lo que considera “incorrecta planificación, previsión y gestión de stocks de EPIS”. Una actuación u omisión que tacha de “injustificada” y que produce, por tanto, “el incumplimiento de las obligaciones legalmente impuestas en materia de prevención de riesgos laborales, y con ello, la lesión de la salud e integridad física, en el caso de los sanitarios efectivamente contagiados, y la puesta en peligro grave de la salud e integridad física de los demás trabajadores sanitarios”. De ahí que considere vulnerado el derecho a la salud e integridad física de los trabajadores sanitarios que representa el sindicato denunciante en la provincia.
La juez recuerda que la Fiscalía “considera igualmente que se ha producido tal vulneración”, acredita que se ha producido “desabastecimiento” y entiende “que existe imprevisión”. De hecho, subraya que el Ministerio Público apunta que “lo previsible es evitable” y que “la OMS ya el 30 de enero insistió en la necesidad de vigilancia activa”, un hecho “conocido por las comunidades autónomas y las consejerías”.
Desde luego, no quisiera yo estar en el pellejo de esta juez, a la que no tengo el gusto de conocer, ni me preocupa su ideología, pero con la que estoy totalmente de acuerdo con su sentencia sobre unos hechos que se han producido en todas las comunidades autónomas, con el resultado de que nuestro país tenga el récord del mundo en número sanitarios muertos e infectados por la covid-19. Creo que esta juez ha puesto fin a su carrera judicial, porque van a ir por ella a degüello, tratando de humillarla y clasificarla desde las cloacas del gobierno de Pedro Sánchez, como mínimo, de ser de derechas.