Hoy, cuando inicio mi 89 día de confinamiento derivado del estado de alarma decretado por el gobierno de España, se cumplen 100 días desde la primera muerte por coronavirus en nuestro país, ocurrida el 13 de febrero en el Hospital Arnau Vilanova, de Valencia, al que se le practicó un análisis post-mortem tras perecer por una «neumología de origen desconocido» dando positivo en el test de Covid-19. Sin embargo, seguimos sin saber la cifra exacta de vidas que se ha cobrado la Covid-19.
El propio director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES), Fernando Simón, ha tenido que dar en numerosas ocasiones explicaciones sobre los continuos desfases en los datos. La última, el martes, 8 de junio, cuando admitía que los datos sobre fallecidos «no son fáciles de tener con gran calidad». Ante ese dato de fallecidos que se mantiene sin apenas variación, Simón afirmaba que se trataba de un dato «congelado» hasta que las comunidades arreglasen la serie, de tal manera que al estar “congelados” no es posible hacer ninguna valoración real en estos momentos ya que nos da los datos de fallecidos que había cuando se congeló, que fue hace 12 0 13 días. Por lo tanto, tal y como vengo manifestando en mis diarios me abstendré de comentar nada al respecto, salvo reflejar los datos oficiales que diariamente nos facilita el ministerio de Sanidad que, al día de hoy, son 27.136 muertos y 242.707 infectados.
Al hilo de la polémica desatada en torno al triaje usado en los pretanatorios, en su mayoría llamados irónicamente geriátricos, centrada en el gobierno autonómico de Madrid, todas las autonomías tenían algún tipo de protocolos de actuación de acuerdo con los protocolos del propio ministerio de Sanidad, tal y como ha quedado dicho en mi diario de 9 de junio. Pero, en esta ocasión nos vamos a referir a las comunidades de Cataluña, Castilla-León y Comunidad Valenciana. En el caso concreto de Cataluña, con fecha 26 de marzo, la Generalitat redundaba en su recomendación a través de un segundo manual en el que “se recomienda que todos los pacientes en los que se diagnostique neumonía se deriven para valoración hospitalaria, exceptuando aquellos pacientes con uy mal pronóstico o corta esperanza de vida, en la que se considere futilidad terapéutica, en los cuales se podrá valorar dejar en domicilio o residencia geriátrica”. La caótica situación en las residencias condujo al presidente de la Generalitat, Quim Torra, a retirar las competencias sobre geriátricos a Asuntos Sociales para que fueran tutelados por Salud, una decisión tomada el 8 de abril, cuando ya habían fallecido en esos centros 1.123 viejos pensionistas, llegando a la cifra de 4.067 en el último recuento realizado.
Si nos referimos a la Comunidad de Castilla-León, la orden de atender a los residentes en esos pretanatorios dice que “se atenderá a los residentes sin necesidad de movilizarlos ni derivarlos al hospital, para lo cual, se pondrán en marcha todas las medidas necesarias y de soporte para garantizar la atención sanitaria: personal de apoyo de cuidados paliativos, prescripción de oxigenoterapia, control de nutrición, tratamiento antibiótico intravenoso, etc.…” Así quedó ordenado por la Junta de Castilla-León por escrito a las residencias de ancianos que no dieran traslado a los centros sanitarios a sus usuarios enfermos de coronavirus. La instrucción figura en el documento “Medidas generales para contener el impacto de la crisis del Covid-19 en las residencias de carácter social”, fechado el 23 de marzo y firmado por el gerente regional de Salud y el de Servicios Sociales. La existencia de este protocolo fue denunciada por la asociación Defensor del Paciente y la semana pasada la Fiscalía de Castilla-León abrió diligencias, pidiendo a la Junta el documento aludido, quedando como una de las regiones con más expedientes en trámite por detrás de Madrid (87) y Cataluña (32). A fecha de ayer, según los datos oficiales de la Junta, habían fallecido un total de 2.587 viejos pensionistas en los pretanatorios de Catilla-León, pero el Ministerio de Sanidad ha oficializado solo 2.033 muertos, es decir 554 menos de los reales.
En el caso de la Comunidad Valenciana, el departamento que dirige la socialista Ana Barceló no elaboró ninguna instrucción ni protocolo de traslado de pacientes con covid-19 de residencias a hospitales, pero en su lugar dictó una resolución el 18 de marzo en la que tomaba el control de los centros donde hubieses positivos estableciendo tres grados de intensidad, donde el máximo llevaba a medicalizarla y otorgar el mando de la gestión a personal sanitario. Un total de 550 viejos pensionistas son los muertos en las residencias entre los días 8 de marzo al 10 de junio.
Desde luego, no tuve yo la suerte o la desgracia de tener que ingresar a mi padre o a mi madre en uno de esos pretanatorios. Digo suerte porque ello significaría que podrían estar vivos y digo desgracia porque decidirlo me hubiera planteado un terrible dilema. Murieron muchos años antes y, muertos los viejos, por cierto muy jóvenes, se acabó el problema. Por enfermedad, por dependencia, por falta de medios, porque no encajan en el día a día de nadie, no suelen ser los ancianos quienes deciden dónde pasar sus últimos años de vida, sino aquellos a quienes dieron la suya.
He visitado a bastantes amigos en residencias sin ver el momento de marcharme, sobre todo cuando, eran amigos con una memoria prodigiosa que te contaban sus vivencias de la guerra, la guerrilla, el hambre y el trabajo para colocar a este país en el ranking de las diez naciones más industrializadas del mundo, sus luchas por alcanzar unas pensiones dignas y un sistema sanitario público entre los mejores del mundo que muchos gobernante de todo signo se han empeñado en desmantelar poniendo siempre la corrupción por encima de la salud. La cruda realidad es que son más de 20.000 viejos pensionistas los que han muerto solos y abandonados en esos pretanatorios. Cuesta mucho creer que nadie quisiera dejarles morir sin asistencia hospitalaria pudiendo habérsela dado, pero la evidencia de los hechos nos demuestra lo contrario.
Al respecto, alguien me podrá seguir preguntando lo que yo hubiera hecho si me hubiera visto en esta situación tan delicada. Entre otras cuestiones, no recortar año tras año los presupuestos dedicados a la sanidad pública como se vino haciendo, pero, sobre todo, en este caso del coronavirus haber cogido el toro por los cuernos desde el primer momento.
Al respecto, me voy a referir a la intervención del microbiólogo Emilio Bouza ante el grupo de trabajo de Sanidad de la Comisión para la Reconstrucción el 9 de junio de 2020, donde afirmó con suma claridad que “España perdió un tiempo precioso, no inferior a los diez días” en reaccionar adecuadamente frente a la pandemia de coronavirus. Y ello, a pesar de que, observando lo que sucedía en Italia, había ya “evidencia de transmisión de persona a persona” y señales muy claras de su rápida expansión y su elevada letalidad.
“En los finales de febrero – explicó el microbiólogo a los diputados – nuestros compañeros residentes en Italia ya nos advertían: Esto es horrible, se nos muere la gente como chinches”.“La situación en Italia debería habernos alertado, sí”, afirmó de manera tajante.
En los primeros días del mes de marzo la fuerza de la pandemia empezó a comprobarse en el Hospital Gregorio Marañón. “El primer paciente con covid-19 ingresó en el hospital el 1 de marzo y el día 10 ya había 100 pacientes con el mismo diagnóstico. De esos 100 pacientes, 23 fallecieron: 20 tenían más de 75 años y los otras tres, más jóvenes, presentaban gravísimas enfermedades de base”, reveló.
A su juicio, la estrategia que adoptaron las autoridades sanitarias españolas falló porque, de manera generalizada, se aceptó que “se trataba de un brote de coronavirus parecido a los anteriores y que, como tal, se limitaría a China e impactaría muy poco en países occidentales”. En consecuencia, el plan que se puso en marcha, explicó, se basaba en la experiencia del ébola. Se partió, por tanto, de una premisa: “Hay pocos casos, muy localizados y se pueden tratar en un solo centro. Se asume que el problema no se expandiría y se podría confinar” Fue, mantiene el doctor Bouza, una equivocación: “Sobrevaloramos nuestra capacidad para confinar un brote”.
En el mes de febrero, según su relato, se recibió la orden de enviar las muestras de cualquier paciente que ingresara con síntomas al Instituto de la Salud Carlos III. En el relato que el doctor Emilio Bouza, uno de los microbiólogos de más reputación en Europa, desgranó ante los diputados del Congreso, expuso la queja – la misma que vienen expresando los profesionales sanitarios que han comparecido ante la Comisión para la Reconstrucción -, por la carencia de equipos de protección y de material de laboratorio. En su opinión, una de las más graves equivocaciones cometidas en la sanidad española, y que ahora se constata, ha sido la de minimizar la importancia de las especialidades de Microbiología y Enfermedades Infecciosas. A partir de aquí, el testimonio de un especialista en la materia, uno más, desde luego, pero, sin lugar a dudas a la misma altura del doctor Fernando Simón. Sin embargo, tal y como están las cosas de crispadas en todos los aspectos, con ese lenguaje guerra civilista de unos y otros sobre “causa general”, “terrorismo e hijos de terrorista” “golpe de Estado” y otras “lindezas” por el estilo, no faltarán los jenízaros de turno que salgan a la palestra para tildar a este doctor de trabajar al servicio de la derecha.
EMILIO BOUZA SANTIAGO
Yo, que no sé nada de su ideología, ni me preocupa, me voy a limitar a presentarlo, de acuerdo con lo que dice la Gaceta Médica (25-05-2018) sobre su biografía: En un contexto donde los microbiólogos y los infectólogos están en pleno auge, debido a los desafíos que se están presentando en la medicina del siglo XXI con las infecciones, hablar de uno de los ‘padres’ de la microbiología y las enfermedades infecciosas cobra más sentido que nunca. Emilio Bouza no es precisamente un especialista que haya pasado desapercibido ante los ojos de todos aquellos que se han cruzado con él.
Nos contaba hace unos años su apuesta decidida por los clásicos de toda la vida: la pajarita y la estilográfica. Un “total look’” con el que se le puede distinguir perfectamente en los pasillos del hospital o la universidad. Pero lo que más le ha caracterizado, sin duda, ha sido su excelencia científica, su “total talento’ “que ha puesto a una especialidad en un sitio clave, sin duda, de referencia.
Natural de Galicia, se licenció en Medicina y Cirugía en la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense en 1970. Durante dos años (1975-1977) realizó el Fellowship en Enfermedades Infecciosas y Microbiología en el Center for the Health Sciences de la Universidad de California, Los Ángeles en el grupo de los profesores Hewitt, Fine Gold y Meyer, mediante Becas Fullbright y Del Amo.
A su regreso a España funda la Unidad de Enfermedades Infecciosas en el Departamento de Microbiología del Hospital Ramón y Cajal de Madrid.
Pero Bouza sigue avanzando en el campo de las infecciosas y de la microbiología y en 1982 funda la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (Seimc), sociedad de la que posteriormente sería presidente. Vinculado a esta sociedad, también creó el Grupo de Estudio de SIDA (GESIDA).
En la esfera Europea, este microbiólogo ocupó la secretaría general de la European Society of Clinical Microbiology and Infectious Diseases y continuó fundando organismos: esta vez, el Grupo de Estudio Europeo de Infecciones Nosocomiales y coordinador Europeo de los estudios ESGNI.
La producción científica de Bouza también avala su trayectoria. Fue elegido Foreign Fellow Member de la Infectious Disease Society of America y forma parte del Consejo Editorial de su publicación Clinical Infectious Diseases.
Ha dirigido varias publicaciones científicas: Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica, Revista Clínica Española y Clinical Microbiology and Infection. Durante años, lideró un grupo multidisciplinar y muy activo de investigadores en el Hospital Gregorio Marañón y en la Universidad Complutense y ha sido uno de los pioneros en el desarrollo de estudios multicéntricos en España y en Europa. Su grupo de trabajo está integrado en las Redes de investigación sobre patología infecciosa y en el Ciberer. Con todo este bagaje, a nadie le extraña que ha sido el formador de más de 100 residentes de la Especialidad y de las rotaciones por Microbiología e Infecciosas de más de 500 facultativos de España y de otros muchos países del mundo.
Hace poco tiempo, Emilio Bouza Santiago fue nombrado Personal Emérito del Servicio Madrileño de Salud, en reconocimiento a los méritos relevantes y al prestigio de su trayectoria profesional. Emilio Bouza fue jefe de servicio de Microbiología del Hospital General Universitario Gregorio Marañón, hasta su reciente jubilación. Con este nombramiento, el doctor Bouza seguirá vinculado al Hospital en labores de docencia, investigación y consultoría.
Pocas trayectorias son tan merecedoras de un galardón como el Premio Fundamed & Wecare-u que recibirá el próximo 19 de junio. Un galardón que reconoce toda una vida dedicada a la microbiología y como no, a hacer grande a una especialidad cargada de éxitos. Sin dudas las generaciones futuras tendrán todo un referente en Emilio Bouza.