Antón Saavedra con el viceministro del carbón de la URSS en la cuenca minera del Donnbas en Ucrania (1979).
Uno de los aspectos destacados de mi artículo publicado en La Nueva España (30-09-2020) era el referido al uso del carbón exportado desde el puerto del Musel por la empresa ucranio-suiza NMR con destino a las siderúrgicas de Latinoamérica y Asia, es decir los carbones coquizables.
Pues bien, en el mismo paquete que me hicieron llegar con el “informe reservado” para el cierre premeditado de Hunosa me encuentro con otro referido a los carbones coquizables de la misma empresa pública, donde se puede analizar amplia y detalladamente el informe elaborado bajo el título: “PROPUESTA DE HUNOSA SOBRE EL NIVEL OPTIMO PARA LA EXPLOTACIÓN DEL YACIMIENTO HULLERO DE LA CUENCA CENTRAL ASTURIANA”, fechado el 22 de setiembre de 1969, que literalmente dice en una de sus páginas que se trata de “un Plan de desarrollo del que las notas principales son que se trata de llegar a una producción de 8,7 millones de toneladas anuales de las que cerca del 80% son hullas coquizables que comprende toda la cuenca central asturiana y permite una explotación racional de la misma…”
En el mismo informe, se puede leer en su literalidad que “todas las alternativas que se contemplan están orientadas hacia la obtención de carbones coquizables o aptos para componer pasta de coque (100%)”, utilizado en grandes cantidades en los altos hornos para la elaboración del hierro y otras muchas aplicaciones, y, por lo tanto, una de las muchas soluciones para la minería del carbón – Hunosa nunca coquizó un gramo de carbón, como en su día lo hicieron otras empresas como Carbones de La Nueva o Minas de Figaredo – era la elaboración de coque.
Factoría de Arcelormetal en la localidad asturiana de Avilés.
Sin embargo, nunca ha existido en nuestro país una política minera clara y definida por parte de ninguno de los gobiernos que se vinieron sucediendo en las poltronas ministeriales, optando siempre por seguir aplicando soluciones puntuales para situaciones desesperadas, reduciendo el horizonte a la situación de cada día, que no servían sino para seguir ensanchando la idea para todos los detractores de nuestra minería de que el carbón era una maldición. Pues bien, el carbón no es ninguna maldición, es un problema como tantos otros, menor que otros muchos y que tiene, por supuesto, soluciones perfectamente viables desde la cuádruple vertiente de la rentabilidad económica, social, estratégica y, sobre todo, energética, de cara a la necesaria disminución drástica de nuestra brutal y peligrosísima dependencia energética del exterior en torno al 75%, según Eurostat, por el que tenemos que pagar una factura anual de 42.000 millones de euros.
Por si ello no fuera suficiente, al carbón se le sigue cargando con el “sambenito” de ser el principal causante de todos los males que atentan contra la vida del planeta tierra por la contaminación que produce.Un informe de la National Academy of Sciences, elaborado en 1975 y titulado: “Comprender el Cambio Climático. Un Programa para la acción – Understanding Climatic Change: A Program for Action”- advertía sobre la posibilidad de que un “enfriamiento mundial serio puede caer sobre la tierra en los próximos cien años”(“a finite possibility that a serious worldwide cooling could befall the earth within the next hundred years”). Pues bien, ahora, desde hace tiempo, el problema es el calentamiento.
Es probable que muchos científicos traten de demostrar que todavía existen demasiadas incertidumbres en la ciencia del cambio climático y que otros – científicos, como ellos – puedan estar equivocados. En cualquier caso, no merecen ser tratados como vulgares radicales negacionistas, aislados de los medios de comunicación que sistemáticamente prefieren ofrecer las informaciones de sus “amos” en una única dirección más “ortodoxa”. Pero también es posible que no estén del todo equivocados, sino que simplemente estén pagando el precio de ser escépticos ante una disciplina – la biblia del ceoDios sobre el calentamiento global – en la que el escepticismo está penado. ¡Y sobre teorías sin más demostración que la alucinación colectiva estamos permitiendo un cambio global a la economía!
Greta Thunberg ha cruzado el Atlántico a bordo del velero Malizia II para participar en una cumbre de la ONU sobre el cambio climático. La travesía desde el puerto británico de Plymouth hasta el muelle North Cove Marina de Nueva York ha durado 14 días y no ha dejado rastro de carbono. Pero tampoco ha podido borrar la «pista del dinero» que, de acuerdo con el viejo aforismo policial, podría conectar su campaña medioambiental con un complejo entramado de multinacionales ecológicas liderado por el magnate sueco Ingmar Rentzhog. Muchos se preguntan ahora si la joven activista ha sido utilizada como marioneta por los lobbies y empresas que financian su rebelión contra el cambio climático.
Es decir, lo que hace 45 años era un camino hacia el infierno helado luego lo fue hacia el infierno calentado y ahora es posible que nos vengan con argumentos que nos dejarán helados. La pregunta es: ¿A qué se debió tan vertiginosas vueltas de tortilla? La misma vuelta de tortilla la vimos y vivimos en Hunosa con el cambio radical del carbón de cok al carbón de Kw., lo que nos obliga a creer en planificaciones de un maniqueísmo insospechado, adornado con tan abrumador bombardeo de cifras y gráficos que superan la capacidad de gestión de nuestros gestores. Pero como nunca superarán su capacidad de digestión, se tragarán las ruedas de molino que hiciera falta, con el cierre de nuestras minas, con la descarbonización de España, con el cambio climático y con la lucha por seguir siendo casta dirigente.
Además, que nuestro país importe carbón de Colombia, de Ucrania o de Sudáfrica, en lugar de producirlo en nuestro subsuelo, en absoluto soluciona esos problemas, sino que los traslada. La experiencia ha demostrado que incluso los aumenta. Quien importa carbón obtenido de las minas a cielo abierto de estos países citados y otros, está explotando a estos países económica y ecológicamente. Muerte, represión y saqueo son palabras sin las cuales no podría existir este tipo de explotaciones. Van unidas al igual que van unidos los gobiernos nacionales y las multinacionales, encargadas de llevarse los minerales y las divisas, dejando contaminación, destrucción y alguna que otra migaja.
Hace 56 millones de años, en un monográfico publicado en la revista National Geographic del año 2012, se hablaba de un misterioso aumento de carbono en la atmósfera que hizo subir la temperatura en todo el mundo, hasta el punto que se fundieron los polos. La causa, según los científicos especializados en el tema, fue una emisión de carbono masivo y, en términos geológicos, repentino. Aquello duró 150.000 años, hasta que el exceso de carbono fue reabsorbido, produciéndose todo tipo de sequías, inundaciones, plagas de insectos y algunas extinciones. Sin embargo, una cuestión ha quedado muy clara, clarísima: el carbón no fue responsable de nada, por la sencilla razón de que nadie lo estaba explotando. Ya está bien de escuchar eso de que “si es verde, vale”. ¡Y si es negro, como el carbón de nuestras minas, y rojo como el minero que defiende el carbón, el empleo y el futuro de nuestras comarcas mineras, también, no te jode!
Es posible que sea demasiado tarde para hacer algo por un mundo demasiado viejo, y demasiado pronto para saber algo de un mundo demasiado nuevo. A veces, también es necesario estar al borde del precipicio para comenzar a caminar en otra dirección distinta.