Después de los artículos publicados en La Nueva España sobre el resurgimiento del carbón salta a la palestra el interrogante fundamental, tal y como me hicieron ver muchos lectores: ¿Cuánto carbón hay en Asturias para poder desarrollar una política minero-energética al servicio de España, desde la investigación de nuestros recursos mineros hasta su transformación pasando por una explotación racional y humana de los mismos?
Sin embargo, antes de nada, tomo la palabra para referirme por encima de todo al hecho más importante que es la parte humana – los mineros – para el desarrollo de esa política tan necesaria para nuestro país. En efecto, los mineros asturianos constituyeron un modelo ejemplar, casi mítico, y las minas se han forjado luchando con el carbón y con muchas y por otras muchas cosas, entre ellas la libertad y la democracia en nuestro país. Las minas del carbón asturiano fueron una de la fuentes que permitieron la subsistencia y el crecimiento de Asturias, que hicieron posible la industria de las cuencas y de fuera de ellas, constituyendo la base del desarrollo moderno de Asturias y, con él, en una grandísima medida, el de España, y ello quiere decir, lisa y llanamente, que no se puede separar el carbón y quienes giran en torno a este trabajo, sin hacer que se desgarre todo el organismo social y cultural de Asturias, abriendo una gran herida sangrante muy peligrosa en el conjunto de España.
Pero, tampoco se trata de defender nuestro carbón por una especie de nostalgia, como una “seña de identidad” asturiana, entre otras cuestiones, porque tenemos que ser muy conscientes de que los recursos carboníferos son finitos, y que dentro de cien o más años, las minas se agotarán. En todo caso, no tan finitos como se cree, porque conviene advertir al respecto la tremenda ignorancia que en nuestras clases dirigentes se tiene sobre nuestros recursos. Al respecto, un día le pregunté a un geólogo de Hunosa sobre la cantidad de recursos que teníamos en la empresa, y la contestación fue: “los que quiera la dirección Antón, los que nos digan que quieran tener. Es decir, si quieren presentar planes de carbón para cien años pues nosotros presentamos carbón para cien años, pero si lo que se quiere es presentar agotamiento de yacimientos, pues entonces decimos que el yacimiento está agotado. Así de claro Antón”.
Sin entrar en la casuística técnica de recursos y/o reservas, digamos que si hiciéramos un corte vertical por el rio Nalón veríamos que el Pozo María Luisa podría ser reprofundizado, no una planta ni dos, sino la caña entera del pozo una vez, dos veces y hasta tres veces, ¡y aún seguiría teniendo capas accesibles!, incluso en mejores condiciones de cercanía y de tectónica de las que las tuvo en las plantas ya agotadas. En el perfil que va del pozo Fondón al pozo Sotón queda oculto el mayor hullero de España.
Y lo mismo podríamos decir del carbón existente entre los pozos Figaredo de Turón con el Pozo Santiago de Aller, todo él coquizable, con carbón para más cien años en condiciones de explotabilidad mecanizada. Durante muchos años se nos vino hablando de la famosa “falla de Caborana” que impedía el “cale” de los pozos, pero hoy es conocido que tal falla era inexistente, habiendo sido inventada por ciertos “técnicos” mineros para continuar con el programa de “cierres” en la minería asturiana que previamente se había ordenado. Se puede continuar con la Mina de La Camocha, donde los servicios de geología han concretado, según el libro publicado en 2014 “Mina La Camocha: Historia de una mina” que: «en La Camocha aún hay carbón para explotar durante más de 300 años. Es una aberración haber cerrado el mejor yacimiento de Asturias”.¿Seguimos hablando del Monte Sacro de Riosa para afirmar que nos encontramos ante la mayor reserva minera coquizable de España, con una superficie de cincuenta kilómetros cuadrados, que abarca la totalidad del Concejo de Riosa y una parte de Morcín, para seguir adentrándonos en la riquísima zona minera de Cangas del Narcea -Tineo – Cerredo – Tormaleo?
Diagrama elaborado por el geólogo de Hunosa, Pedro Fandos, con la profundidad que pueden alcanzar los paquetes de la zona del Nalón por debajo de la franja explotada hasta el cierre de las minas en 2018.
De lo que se trata es de no cambiar de la identidad actual por otra más vil y canalla, de no convertir Asturias en un bosque de eucaliptos para fabricar pasta de papel. Y cerrando nuestras minas, estamos condenados a no poder desarrollar nuestra identidad viviente en formas históricas más elevadas. Por ello es preciso apoyarse en lo que tenemos seguro y positivo para poder, desde allí, preparar la transformación. Puede que nos encontremos en una encrucijada, pero estar en la encrucijada es justamente lo contrario de encontrarse en un callejón sin salida. Todo es dar con el camino, y, para encontrar ese camino tenemos que reflexionar uniendo todas nuestras fuerzas, como han sabido hacer siempre los mineros, en los momentos más difíciles de la historia del movimiento obrero en su lucha contra la burguesía.
Desde mi punto de vista, pienso que la solución más viable para nuestros carbones es la nacionalización del sector minero español, sin olvidarnos de que una de las características radicales de nuestra minería, es que los yacimientos mineros españoles son bienes demaniales según nuestra Constitución, es decir, son bienes públicos y la administración tiene la obligación de preocuparse y velar su gestión por parte de los concesionarios, siempre sujetos a los requisitos de interés común.
En definitiva, el problema de la minería asturiana nunca fue un problema de costes, ni mucho menos de contaminación, que también, como se nos ha pretendido justificar por parte de los títeres gubernamentales del bipartidismo turnista del PPSOE. Una cuestión debe de quedar muy clara: estos gobiernos nunca fueron ni son el poder, sino el alto funcionariado de su gran burguesía. De ahí que, habiéndose lucrado ésta del sector minero, siempre en manos privadas, se procediera a su nacionalización en Hunosa, y más tarde, proceder a su desaparición, como está ocurriendo
Este proceso de la operación que originó el traspaso de las responsabilidades contraídas por el sector privado al sector público tiene su base en el cambio radical operado en la política económica que adopta el gobierno franquista a partir de 1959 con el Plan de Estabilización que condujo a una liberalización de la economía española, abandonando las directrices autárquicas que habían venido imperando durante los primeros años de la dictadura, y lógicamente la repercusión en el sector de la minería del carbón fue grande, ya que la política energética autárquica fue abandonada y comenzó a aplicarse una política de importación de carbón extranjero a la vez que se iniciaba todo un proceso de unidades de refino de petróleo con la consiguiente fuelización del país. Aquello trajo una huelga en las necesarias inversiones para el desarrollo de nuestra minería y a partir del año 1967, la oligarquía financiera del país optó por devolverle los yacimientos mineros esquilmados a sus dueños – el Estado – percibiendo por ellos cantidades multimillonarias perpetrando un colosal desfalco contra el pueblo español, o si se prefiere una acción de terrorismo institucionalizado auspiciado por el gobierno de turno en connivencia con el gran capital.