Felipe González, Fernández Marugán y Villa en una reunión de la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE.
Hace unas fechas presentaba yo mi libro sobre “Asturias Saqueada” en mi villa natal de Moreda, surgiendo en el debate establecido una de las muchas preguntas, referida, en esta ocasión, al plan de cierre de las explotaciones mineras de Hunosa que se menciona en el texto, según el “Informe reservado”, fechado en febrero de 1971, para llevar a cabo la operación del “cierre de todas las explotaciones mineras de Hunosa en dos, diez o quince años”.
En efecto, esos documentos que llegaron a mi poder hace escasamente tres años hablan claramente de la muerte premeditada de Hunosa, para lo que solo era necesario buscar a los sicarios que se prestasen a realizar tan criminal operación contra las comarcas mineras y, por extensión, contra el pueblo asturiano y una parte muy importante del pueblo español. Es ahí donde surge la figura del condecorado con la medalla al mérito del Trabajo por el gobierno de España y medalla de oro de la región, hoy condenado judicialmente a cárcel por ladrón, el somático José Ángel Fernández Villa, después de ser nombrado virrey de Asturias durante el reinado de aquel PSOE que, acostándose todos los días republicano sigue despertándose todos los días como monárquico. Sí, el mismo personaje que llegó a ofrecer su vida en el caso de que alguien osara cerrar un solo pozo minero en Hunosa, aunque, después de haberlos cerrado todos, menos el de Nicolasa, él siga estando vivo.
Pero, en el libro se habla de mucho más, se habla de las luchas de los mineros, especialmente a partir de las huelgas del 62 en la cuenca minera de Asturias, tan duramente reprimidas por el gobierno franquista, con la colaboración del propio Villa en su denigrante papel de confidente o chivato, cuyas huelgas serían evaluadas en Washington como una señal a alarma, tal y como se puede recoger del estudio patrocinado por el Pentágono – Proyecto Vulcano, elaborado por el Grupo de Estudios Especiales del Instituto for Defense Analyses, en el que participó la Universidad de Harvard (documento desclasificado) – incluyendo a España entre las dictaduras protegidas por EE.UU., pero con una creciente posibilidad de violencia interna e interferencias internacionales, derivada principalmente de las luchas de los mineros asturianos y su incidencia en el movimiento obrero en muchos puntos del país, como Madrid, Cataluña y País Vasco.
Villa recibiendo la medalla de oro de Asturias de las manos del presidente del gobierno de Asturias, Vicente Alvarez Areces.
Y es que aquella “modélica transición” no fue, tal y como se pretende hacernos ver, un proceso lineal en el que algunos falangistas y franquistas redomados se reconvirtieron en “demócratas” de toda la vida alrededor del falangista y jefe del Movimiento, Adolfo Suárez, mientras otros se encastillaban en el bunker franquista, con Fraga y los suyos como referentes; sino que aquello fue un periodo de durísimas luchas obreras, estudiantiles y populares, con decenas de muertos, heridos, detenidos y desterrados, como las huelgas de Ferrol, Vitoria, Madrid, Barcelona y, sobre todo, las huelgas mineras de Asturias, con un balance de 2.663 víctimas de la violencia política solo entre los años 1975 y 1983, de las cuales 591 perdieron la vida. Por lo tanto, la llamada “transición” no fue en absoluto un proceso pacífico como se trata de hacer a creer a toda una generación surgida de esos años. Al contrario, fue un momento histórico de violencia extrema, cargado de represión y muerte.
Pero, en el libro se sigue hablando de mucho más, se habla de “Ellos” y de “Ellas”, en dos capítulos específicos, como protagonistas principales a lo largo de las 224 páginas que componen el mismo, entre otras cuestiones, porque a estas alturas de la historia nadie puede poner en duda que la minería fue durante más de un siglo el corazón palpitante de un pueblo, que hizo posible el desarrollo económico, social, político y cultural, aunque los verdaderos artífices de esta hazaña – los mineros y las mineras – se murieron y se siguen muriendo en el anonimato como almas condenadas al olvido. La dramática historia de las minas y sus hombres y mujeres en Asturias ha quedado escrita con sangre, pero no solo con la sangre vertida en las galerías, sino también con la sangre derramada en los campos de combate y en las masacres perpetradas por la burguesía y sus títeres gubernamentales dictatoriales y neoliberales. Al respecto, resulta muy difícil como falso seguir escribiendo la historia de España sin tener en cuenta la Revolución del 34 y sus luchas contra el franquismo en las huelgas del 62, que llegaron a contar con el apoyo de los más prestigiosos intelectuales europeos.
Reparto por las calles de Asturias de eurovillamochos con la imágen de José Ángel Fernández Villa.
Muchos han sido los mártires que, a pesar de haber ofrendado sus vidas a la causa de los oprimidos, fueron ninguneados por la historia oficial. No obstante, aunque sus nombres y apellidos no figuren en las páginas de los libros en las escuelas, sabemos que a ellos les debemos la democracia actual y los procesos de cambio que se van experimentado en el país, lejos de las dictaduras militares y los gobiernos del capitalismo neoliberal que, una y otra vez, siguen vulnerando los Derechos Humanos y los principios democráticos, amparados en la ley de la impunidad impuesta por los dueños del poder.
La memoria histórica, como el patrimonio histórico de los mineros asturianos, son los registros de las luchas que se relatan en “Asturias Saqueada”, entre otras, y que muchas personas desde el anonimato escribieron con letras de molde, sin duda la mayor contribución al patrimonio de esa memoria. Y los estudiantes, a través de los libros de historia, novelas y poemas deben enterarse de que la democracia de la cual gozan hoy, se la deben en gran parte a los mineros y mineras, que supieron luchar a brazo partido, a trancas y barrancas, para que sus hijos no vivieran despojados de dignidad y derechos, para que no se repita la historia del pasado ni sufran los tormentos de otra dictadura fascista. Una memoria que debiera completarse con el destierro fuera Asturias de un personaje tan nefasto para la región como el Villa, eso sí, después de devolver el dinero robado al pueblo y a los propios trabajadores.