Para el líder del PSOE, España es una nación de naciones. “Aquellos que niegan que España es una nación de naciones… ¿Que están diciendo, que ser español es la única identidad posible?”
«Una de las principales lecciones que he «sacado en estos casi tres años» como máximo responsable del PSOE ha sido comprender la naturaleza del país. España es una nación de naciones. Cataluña es una nación dentro de otra nación que es España, como lo es también el País Vasco, y esto es algo de lo que tenemos que hablar y reconocer» (Pedro SÁNCHEZ en TVE, el 31 de octubre de 2016)
Si algo ha venido caracterizando a Pedro Sánchez por encima de cualquier otro aspecto es su condición camaleónica, su capacidad de cambiar de relato y de afirmar un día lo contrario de lo que declaró el día anterior. Ya lo decía su elocuente vicepresidenta Carmen Calvo: “Eso era antes de ser presidente”. Así, en las recientes elecciones del 28 de abril de 2019 mostraba una apariencia radicalmente distinta de la realidad, presentándose como buen tartufo con una nueva careta.
Los 170 escaños favorables (137 del PP, 32 de Ciudadanos y uno de Coalición Canaria) no eran suficientes. Rajoy necesitaba seis síes más en la primera votación y 11 abstenciones en la segunda cuando basta con mayoría simple.
“La responsabilidad a partir del 2 de septiembre seguirá recayendo sobre Rajoy – decía el líder del PSOE, Pedro Sánchez -. Si no es capaz, también será su responsabilidad. No la del PSOE”. Pero añadió, de forma ambigua: “A partir de ahí, creo que no podemos adelantar más cuestiones. Los procesos de investidura son vivos y dinámicos y veremos qué ocurre a partir de esta fecha”. Pese a las preguntas reiteradas sobre si descartaba la posibilidad de intentar formar Gobierno, no hubo forma de que lo aclarase. “El PSOE siempre estará en la solución”, se limitó a decir. Pero al final, el “no es no”, se transformó en un Sí, y Rajoy fue presidente del gobierno de España.
Por eso, a la hora de juzgar los méritos y deméritos del doctor Sánchez tendremos que fijarnos en sus obras y no en sus palabras. Si queremos intuir cómo se va a comportar en el futuro, no podemos fiarnos de sus promesas, sino que deberemos proyectar hacia adelante la historia pasada, no solo desde que es presidente del Gobierno, sino al menos desde su enroque en el “no es no”. En efecto, aquel “no es no” a la investidura de Mariano Rajoy fue el lema usado por Pedro Sánchez y sus compinches para oponerse a la investidura de Mariano Rajoy, forzando unas terceras elecciones, aludiendo que existía un gobierno alternativo que no era posible por las líneas rojas que le había impuesto el aparato del partido. De esa manera, aquel “no es no” quedaba transformado en un mensaje polarizador y sectario: o estabas con Pedro o estabas con Rajoy, con el aparato o con las bases. De ahí que los y las sanchistas llegaran a señalar de golpistas o traidores a los defensores de la abstención para que pudiera gobernar la banda criminal del PP. Lo sorprendente es que Pedro Sánchez haya asumido en su investidura a la presidencia el planteamiento de quienes fueron sus antagonistas internos en el mismo PSOE. Sánchez se opuso a esa abstención, hizo el lema del “no es no” y ahora entra en una contradicción flagrante, retractándose de lo que sostuvo, de lo que le llevó a la secretaría general del PSOE.
Si nos remontamos a enero del 2017 nos encontraremos con un Pedro Sánchez candidato a primarias que nos revela en una entrevista en “la Sexta” cómo se había equivocado al no intentar pactar con Pablo Iglesias afirmando que había recibido muchas presiones del IBEX 35 y de los grandes medios de comunicación del país para que no lo hiciera. En la misma cadena, tres años después, sin embargo, reconoce públicamente que no está recibiendo ninguna presión para no integrar en su gobierno a Pablo Iglesias y que sólo responde a la presión de sus convicciones.
Desde luego, no seré yo quien dude de que Pedro Sánchez tenga convicciones; todo el mundo las tiene. Pero no sé yo si las convicciones de Pedro Sánchez son las que le hacían defender, cuando tenía 84 diputados, que la mayoría de la moción de censura era una alternativa viable y de progreso para la gobernabilidad de España o las que hoy le impiden formalizar un gobierno de coalición con Pablo Iglesias desde que ha descubierto que PODEMOS sigue defendiendo exactamente la misma España plurinacional emanada del mismísimo XXXIX Congreso Federal del PSOE, de junio de 2017. Desde mi punto de vista, puedo pensar y pienso que las ambiciones de Pedro Sánchez son mucho más fuertes que sus convecciones, y que ambas son ciertas dependiendo del contexto.
Durante estos 80 días, desde la celebración de las elecciones generales, el candidato Sánchez ha reconocido haber dedicado el 99 por ciento del tiempo a discutir con Pablo Iglesias si este debía estar o no en el Gobierno. Es fácil imaginar que el resto del tiempo es el que ha dedicado a pedir a Casado y Ribera la abstención con el sólido argumento de «o gobierno yo o gobierno yo», y «si no lo permitís seréis los responsables de una repetición electoral».
Es por ello que, durante estos 80 días he tenido la impresión de algo que ya había vivido: la construcción de nuevos relatos paralelos a la realidad que sirven más para futuros manuales de resistencia con cambios de eslóganes – del no es no al yo es yo – que para una negociación seria y responsable del que, habiendo ganado las elecciones con 123 diputados, ha recibido el encargo de conformar amplios acuerdos no sólo para una investidura sino para garantizar un Gobierno estable.
Resulta curioso que, habiéndose producido el tercer peor resultado electoral del PSOE durante la modélica transición, con sólo 123 escaños, Pedro Sánchez y compinches estén mostrándose tan henchidos, ufanos y soberbios, sobre todo a través de sus hooligans fanáticos en las redes sociales. Quieren gobernar ellos solos con pactos puntuales y algún acuerdo de investidura que no les comprometa demasiado. Me parece muy legítimo, sin duda, y hasta factible, pero esconde la carencia de sentido de Estado de los actuales rectores del PSOE.
La intención de Sánchez, imitando a Portugal, no va más allá de seguir en la senda de las plataformas personalistas que se estilan en otros países, donde el dirigente es más importante que el partido. Si nos fijamos en la campaña electoral realizada, la marca PSOE casi estuvo desaparecida centrando todo en el ídolo socialdemócrata. Por eso quiere un Gobierno monocolor para centrar todos los objetivos en su persona y su equipo. El partido es para Sánchez un trampolín, la organización que sostiene el entramado de su cúpula directiva. No quiere compartir escenario con ningún otro partido y menos con UNIDAS PODEMOS por temor a que le obligue a desarrollar políticas de izquierda al servicio del pueblo y de la clase trabajadora, muy distintas y distantes de las políticas del neoliberalismo que vienen desarrollando con sus socios del bipartidismo PPSOE.
Carmen Calvo ha defendido que Sánchez ya no es candidato y aunque, como el presidente dijo anoche en una entrevista en Telecinco, no elude su responsabilidad como ganador de las elecciones y mantendrá nuevos contactos con Pablo Iglesias, Albert Rivera y Pablo Casado, ahora “otros deben enfrentarse a su propia realidad y responsabilidad”. El Ejecutivo insiste en pedir la implicación de Unidas Podemos, PP y Ciudadanos y de nuevo sitúa a todos al mismo nivel. A los dos partidos del centro derecha les demanda su abstención para que el Gobierno no dependa de los independentistas, pero sobre todo pone el foco en el PP porque su mensaje, al contrario que Rivera, “es más conciliador”.
La estrategia es doble. Por un lado, la personalista, como si quien hubiese estado “tocado por los dioses del socialismo” fuese Pedro Sánchez. Y, por otro lado, la libertad para pactar con la derecha libremente y sin cortapisas. Como reconocen en Moncloa, de esta forma pueden pactar cuestiones más sociales y algunas con apariencia de izquierdas con UNIDAS PODEMOS, Compromís y ERC y todas las económicas o de ajustes con la derecha, léase PNV, Ciudadanos o PP. Para ello, el ínclito José Luis Ábalos nos pone como ejemplo de coalición con gobierno monocolor a Portugal, que como todo el mundo sabe es comparable por magnitud y estructura del Estado con no se sabe qué, pero no con España. Nuestro país está descentralizado y es más grande que el país vecino por lo que no es un marco de comparación, aunque sí de aprendizaje. La Asamblea Nacional posee 230 escaños de los que el Partido Socialista tiene el 37,39% de los mismos (86) y la oposición de derechas el 46,52% (107), el resto son partidos de izquierdas (Bloque de izquierda, CDU y PAN). En España a la izquierda del PSOE sólo está UNIDAS PODEMOS, el resto está a su derecha o con los nacionalismos, en su mayoría también dependientes de la burguesía vasca o catalana. No es la misma situación, en absoluto se le parece. En realidad, lo que quiere Sánchez, además de tener todo el foco centrado en él y su equipo, es ver si los demás terminan de fallecer y así poder gobernar durante una década, pero eso es jugar con fuego cuando en el resto de Europa se ha demostrado que las coaliciones de Gobierno funcionan y se avanza. Por una vez estaría muy bien que desde el PSOE se pensase en la ciudadanía y no en sus intereses partidistas, porque tener sentido de Estado es lo mínimo que se le puede pedir. Y eso supone que, aunque Pedro Sánchez quiera ser el más guapo del baile, ocupando el centro de la pista, debe dejar que los demás también bailen, sobre todo cuando se representa a casi cuatro millones de ciudadanos y ciudadanas, como es el caso de UNIDAS PODEMOS.
Vamos a ser muy claros. Lo que le está pasando al PSOE desde el 15M lo tiene como un pollo sin cabeza. Desde que la gente se echó a la calle a gritar aquello de “PSOE-PP la misma mierda es” ha perdido el pulso. Por supuesto que estamos hablando del partido que pactó la segunda restauración monárquica, erigiéndose en el principal sostén del Rey, especialmente de Juan Carlos I; del que organizó los GAL para practicar el peor de los terrorismos, como ha sido el terrorismo de Estado; del que desmanteló nuestra industria, nuestra agricultura y nuestra ganadería; del que nos metió en la OTAN y también en la CEE y el euro. Jamás la derecha de los siete magníficos con Fraga a la cabeza, que hoy conforman el “trifachito”, como herederos de la España franquista, hubiera podido articular por sí misma estas y otras acciones. Hacía falta un partido que obrara en el imaginario social como un partido de izquierdas. Que lo fuera realmente, quedaba en segundo plano. Con el Pedro Sánchez resucitado hemos estado dispuestos a primar la urgencia democrática sobre la memoria. Pero parece que lo que es persevera en su ser.
Desde La Moncloa y desde el Gobierno se restó trascendencia a la oferta hecha por el líder de Unidas Podemos (UP), Pablo Iglesias, al entender que sigue sin moverse de sus posiciones insistiendo en un Gobierno de coalición. Ante esto, se repite desde el PSOE que la oferta del candidato socialista se mantiene también en los términos en los que se ha descrito lo que llaman un Gobierno de cooperación: pacto programático, pacto parlamentario y pacto para que miembros de este partido entren en las instituciones, pero nunca en el Consejo de Ministros.
¿Qué Sánchez es el que está negociando con UNIDAS PODEMOS el gobierno de España? ¿El del discurso de izquierdas que ganó la Secretaría General con su enfrentamiento a barones y banqueros? ¿El burócrata de toda la vida del PSOE? ¿El que encabezó la comisión del PSOE para la reforma del artículo 135 de la Constitución, el que dijo que había que endurecer el delito de rebelión, el que amenazó con más artículo 155 en Catalunya, el que insultó a Corbyn? ¿El que le echó la culpa al IBEX 35 o el que le echa la culpa a Pablo Iglesias?
Sánchez acaba de dar pistas: ha pactado con los liberales y la derecha europea para entregarle la presidencia de la Comisión Europea a Van der Layen, ministra conservadora de defensa de Angela Merkel en el gobierno de Gran Coalición que tienen allí sus socios socialdemócratas del SPD. Al tiempo, postula a Nadia Calviño, su perfil más neoliberal, a la presidencia del Fondo Monetario Internacional. Siendo Europa el freno a las políticas sociales ¿qué hace Sánchez apoyando los perfiles más conservadores que dificultarán muchísimo cualquier avance en España?
Mientras, en España sigue confiando su futuro a otro golpe de suerte gestionado por otros, como el que le sacó del barro con la moción de censura, al tiempo que representa el guion de mercadotecnia de su asesor monclovita Iván Redondo. Pero no le están saliendo las cuentas. Pedro Sánchez ha demostrado que, además de un nefasto presidente del Gobierno, ha sido un torpe estratega al negociar su investidura. La soberbia por su victoria, tan holgada respecto a los demás partidos como pírrica para ser elegido, no le ha dejado ver la realidad. Se ha equivocado al pedir por las bravas la abstención del PP y Ciudadanos, en lugar de ofrecerles lo que podía haberles convencido. Era previsible, no obstante, que Pedro Sánchez se acercara antes al partido de Pablo Iglesias, a su “socio preferente” como así ha sido. Pero, de nuevo por la soberbia, pretendió ganarse el apoyo de UNIDAS PODEMOS sin nada a cambio. Mareó la perdiz con el Gobierno de cooperación, progresista, ecologista y demás zarandajas sin ni siquiera sentarse a charlar o a negociar con el líder del partido morado. Creyó que Pablo Iglesias le apoyaría sin rechistar y, cuando comprobó que el gobierno de coalición era requisito imprescindible para conseguir los 42 escaños, vetó al líder del partido, al hombre que había urdido y negociado la moción de censura que le hizo presidente. Y ese fue el principio del fin, después de haber asistido a la gestión poselectoral más obscena, desquiciada y chapucera de nuestra historia democráctica.
Además, no sabe ni negociar. Primero, porque Pedro Sánchez ha estado tocando la lira desde el 28-A y en los dos últimos días ha pretendido cerrar un acuerdo. La soberbia le ha impedido asumir que un pacto de Gobierno requiere más tiempo y más trabajo. Por otra parte, Pedro Sánchez no puede humillar a UNIDAS PODEMOS con ministerios de pitiminí para salir del paso y embucharse sus 42 escaños bajo la modalidad del “gratis total”. Pedro Sánchez se ha dormido en los laureles, ha despreciado a casi cuatro millones de votantes de UNIDAS PODEMOS, convencido que saldría a hombros del hemiciclo. Su soberbia, su torpeza y su escasa inteligencia política le han llevado al fracaso. Y, al final, ha salido con el rabo entre las piernas. Desde mi humilde opinión, cuando un partido atraviesa muchas veces la línea roja y se empecina en seguir anteponiendo sus intereses al bien común, acaba sufriendo tal deterioro que pierde sus ideas y principios fundamentales y solo conserva como ideología el ansia de poder. Eso es lo que le ha ocurrido al PSOE, un partido arrasado por la CORRUPCIÓN y el abuso de poder, que se mantiene unido únicamente porque extrae grandes beneficios y privilegios del ejercicio del poder a costa de lo que sea para mantenerse en él.
La presidenta del Congreso, Meritxell Batet, traslada este viernes al rey el fracaso de la sesión de investidura de Pedro Sánchez. El parlamento rechazó este jueves por segunda vez otorgar su confianza al candidato socialista debido a la falta de apoyos después de que el PSOE y Unidas Podemos no lograran alcanzar un acuerdo para formar un gobierno de coalición.
Por lo tanto, Pedro Sánchez no se mereció superar la votación de investidura en el Congreso de los Diputados. Y, no se la mereció, desde mi punto de vista, por su arrogancia. No se la mereció por su incapacidad de diálogo. No se la mereció porque rozó lo inmoral cuando, careciendo de mayoría absoluta acabó culpando a los demás de no querer votarle gratuitamente, a cambio de nada. No se la mereció por el desprecio a UNIDAS PODEMOS y a su líder Pablo Iglesias, el político más brillante, de largo, en la tribuna del Congreso de los Diputados. Y no se la mereció, sobre todo, porque la jornada ha tenido mucho de teatro y de engaño a la gente, ya que Sánchez no quiere nada de lo que dice: ni un gobierno de coalición, ni dialogar, ni acuerdos con las formaciones de izquierdas. Quiere ir, lisa y llanamente, a elecciones el 10 de noviembre.
Ya hemos señalado en reiteradas ocasiones que el doctor Sánchez es un impostor. Un hombre que, por conseguir un doctorado, es capaz de encomendar a un negro que le aliñe una ensalada de plagios, mientras él se encarga de aliñar el tribunal que bendiga el bodrio, ¿de qué no será capaz por conseguir una presidencia del Gobierno? Todos los pasos que han conducido al fiasco de la investidura fallida no eran más que las típicas artimañas de un impostor que, a la vez que se burlaba de las masas cretinizadas, aspiraba a conquistar su voto, convirtiendo para ello las instituciones del Estado en un tabladillo de la farsa. ¿Qué sentido, me pregunto yo, tenía pretender el voto de una organización como UNIDAS PODEMOS que, según afirma el doctor Sánchez, quería instaurar en el seno del gabinete ministerial un comisariado o gobierno paralelo? ¿A qué ha estado jugando este falsario durante los últimos meses? Porque, como ha quedado patente, él nunca pretendió compartir gobierno con UNIDAS PODEMOS, sino tan sólo que UNIDAS PODEMOS le regalara sus votos gratis et amore, y así repetir la jugada de la moción de censura.
Para lograr este objetivo, el doctor Sánchez nos ha venido dando la matraca durante más de ochenta días, repitiendo como un papagayo que un gobierno socialista era la «única alternativa» querida por la «voluntad popular»; lo cual, aparte de una sandez filosófica, es una distorsión cognitiva como una catedral. Pues la «única alternativa» – tampoco se sabe si querida por la «voluntad popular» -, era un gobierno de coalición en el que el doctor Sánchez podía elegir socio. Pero, en lugar de elegirlo y ponerse a negociar con él, este impostor se dedicó a gallear, como si todos sus posibles estuviesen obligados a entregarle la investidura a cambio de nada, amenazados por la sombra de unas nuevas elecciones en las que el PSOE sanchista, poco más que auguraba sacar mayoría absoluta y desaparecer a UNIDAS PODEMOS.
Pablo Iglesias le ha dejado claro a Pedro Sánchez que su partido no se va a dejar “pisotear ni humillar”. Por último, el líder de Unidas Podemos le ha lanzado una advertencia al del PSOE: “Si convoca nuevas elecciones, me temo que usted nunca será presidente”.
Así hasta que, para completar la farsa, el doctor Sánchez fingía una falsa negociación con UNIDAS PODEMOS, en la que ha probado las artimañas más rocambolescas, todas ellas desmontadas por Pablo Iglesias. Y ahora el impostor pretende además que nos traguemos que el responsable del fiasco es Iglesias, que siempre dejó claro que no habría investidura sin gobierno de coalición. Las últimas palabras de Pablo Iglesias fueron las más contundentes acusando al PSOE de pisotearlos, censurando su incapacidad para alcanzar acuerdos, a la vez que lanzaba todo un mísil a Sánchez: “Mucho me temo que, si no es presidente ahora, no lo será nunca”.
Por supuesto, nada nos extrañaría que el doctor Sánchez lograra imponer al final su «relato»; no en vano tiene a su servicio toda una legión de jenízaros mediáticos encargados desde hoy de desprestigiar y convertir en un ogro al líder de UNIDAS PODEMOS, a quien hasta hace poco ensalivaban el bálano. Una cuestión al respecto está muy clara, y es que el Goebbels de Hitler existió en la política real, y los Ivanes y los Tezanos de Pedro Sánchez también existen en La Moncloa y en Ferraz
¿Dónde están los miles y miles de socialistas decentes? ¿Dónde están aquellos que gritaban la noche electoral ante la sede madrileña del PSOE “Con Rivera NO”? ¿Por qué guardan ese cobarde silencio ante los atropellos de Pedro Sánchez, sus errores y escándalos? A mí solo se me ocurre una única respuesta, tantas veces reiterada, y es que el PSOE ha renunciado desde hace tiempo a sus ideales y principios y que sólo existe ya para gobernar y extraer del gobierno los beneficios y ventajas que otorga el poder: reparto de cargos, dinero abundante, poder, brillo… El hecho de que España esté padeciendo tan mal gobierno que retrocede en lo económico y lo ético en absoluto parece importarles, a pesar de que los signos del deterioro son ya evidentes: enfriamiento de la economía, rabia ante una nueva subida de impuestos, cuando ya el país está en la cúspide europea del expolio fiscal, abandono de los principales problemas del país, como son la derogación de la reforma laboral o el blindaje del sistema público de las pensiones como uno de los derechos fundamentales de la Constitución, la falta de una ley sobre la Memoria Histórica donde la verdad, la justicia y la reparación sean una realidad patente, la derogación de la Ley Mordaza, el desprestigio internacional…