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REQUIEM POR EL POZO LLÁSCARES

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Antón Saavedra frente al Pozo Candín, donde tabajó, primero como barrenista (1973-74), y después como jefe de personal del grupo Sama (1976-1978), el día de 2013.

Antón Saavedra frente al Pozo Candín, donde tabajó, primero como barrenista (1973-74), y después como jefe de personal del grupo Sama (1976-1978), el día 19 de enero de 2013.

Cuando la mina ocupa la portada de un medio de comunicación, mal asunto. Rara vez se trata de una buena noticia: o se trata de un accidente mortal o de la desaparición de una explotación,  y la que aparecía en el  telediario de la TPA, el  30 de diciembre de 2012, así lo ratificaba: el pozo Candín, San Enrique, Lláscares, Molinucu, Santa Eulalia o Cabritu será cerrado, como así ocurrió oficialmente en enero de 2013, dentro del proceso de cierre de las minas de carbón asturianas anunciado por la Unión Europea hasta 2018, engrosando la ya demasiada lista de pozos para el olvido.

Tal y como ha quedado escrito en el artículo dedicado al Pozo Fondón, en el contexto de la revolución industrial, Langreo fue elegido como uno de los enclaves en el que la industrialización se dejaría sentir de modo más intenso, sobresaliendo por su riqueza carbonífera. Los distintos cotos hulleros repartidos por las inmediaciones  del rio Candín, muy cercanos a las vías de la estación del Ferrocarril de Langreo en Vega, de La Felguera, constituyen uno de los centros de explotación más antiguos del concejo en los que empezó a extraerse carbón mediante la minería de montaña en el siglo XIX.

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Mineros del Pozu Lláscares, el año 1949

Mineros del Pozu Lláscares, el año 1949

Para seguir refiriéndonos al yacimiento en cuestión, tenemos necesariamente que remontarnos a las primeras noticias documentadas que conocemos del año 1792, cuando D. Benito Fernández, como intendente de las Reales Minas de Langreo y Siero, dejó certificado que las minas más productivas de todas las de la gran empresa de canalización del Nalón, eran las de San Lorenzo. La fama de este yacimiento langreano, situado al pie de la peña La Formiguera  y de los pueblos de Pajomal  y Riparape, hizo que el 25 de octubre de 1839, el Inspector General de Minas, D. Guillermo Schulz, acudiera en persona a demarcar la mina “La Formiguera”, señalando, entre otras, la mina Presa, Lláscaras y Regadorio.

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Pozo Lláscares, el año 2012

Pozo Lláscares, el año 2012

La propiedad de estas minas es una larga historia societaria. En 1855 forman parte de la Sociedad Hullera Metalúrgica de Asturias, propiedad del duque de Riánsares, pero en el año en 1871 pasarían a manos de Fábrica de Mieres, propiedad del empresario francés Jean Antoine Numa Guilhou y, ya en el siglo XX, a la Sociedad  Minas de Langreo y Siero. Si bien sería la Fábrica Mieres quien acometería en 1918 las obras de perforación de un pozo de extracción vertical de 4,5 metros de diámetro útil para el aprovechamiento de las capas hulleras emplazadas por debajo del nivel de los valles, éstas fueron interrumpidas  en el momento de alcanzar los 66 metros de profundidad, debido a las dificultades económicas por las que atravesaba la empresa en aquellos momentos afectada por un ambiente de crisis generalizada una vez finalizada la Primera Guerra Mundial, teniendo que esperar hasta el año 1929, cuando Minas de Langreo y Siero se propuso reanudar la profundización del pozo, encontrándose ante la disyuntiva  de continuar las obras iniciadas por la Fábrica de Mieres, para finalizarlas, o construir un nuevo pozo de mayor sección, puesto que el diámetro del anterior se presentaba insuficiente, decantándose finalmente por la primera opción para, de este modo, poder aprovechar las instalaciones ya ejecutadas, llegando a finales de 1931 cuando las obras de profundización llegaban a su final, dando comienzo a la explotación del pozo conocido popularmente como Lláscares en el año 1933, que llegó a alcanzar una profundidad de 679 metros.

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En 1973, la empresa estatal puso en marcha un ambicioso plan de modernización de sus pozos, instalando sobre el Candín I, de 693 m de profundidad (el 2º pozo más profundo de Asturias, después del de Lieres), una torre de extracción de 51 m de altura, la primera que se montaba en Asturias, equipada con una polea Koepe bicable de 4 m de diámetro, poleas deflectoras de la misma medida y un motor de 1200 KV. La extracción, 350 ton/hora se hacía mediante skips.

En 1973, HUNOSA puso en marcha un ambicioso plan de modernización de sus pozos, instalando sobre el Candín I, de 693 m de profundidad (el 2º pozo más profundo de Asturias, después del de Lieres), una torre de extracción de 51 m de altura, la primera que se montaba en Asturias, equipada con una polea Koepe bicable de 4 m de diámetro, poleas deflectoras de la misma medida y un motor de 1200 KV. La extracción, 350 ton/hora se hacía mediante skips.

En la ladera opuesta se abrían las minas de Respineu y las de Rufina – Campanal, propiedades de Manuel Suárez “El Cabritu”, quien, al frente de la sociedad minera ” Carbones de Langreo” inauguraba en 1946 el pozo Santa Eulalia, conocido popularmente por el apodo del dueño, con una profundidad de 693 metros (segundo pozo más profundo de Asturias, detrás de Lieres), siendo integrados ambos – Lláscares y Cabritu – en Hunosa el año 1967 y unidos por la cota base, procediéndose a cambiar, en 1973, el castillete del pozo Santa Eulalia por una torre de extracción de 51 metros de altura – la primera que se montaba en Asturias -, haciendo de la unidad CANDIN la más productiva de Hunosa, hasta alcanzar algunos meses una producción de 70.000 toneladas brutas.

Además, los pozos Candín I (Cabritu) y Candín II (Lláscares) serían calados con el pozo Fondón, cruzando bajo el río Nalón a 388 m de profundidad, explotando medio centenar de las capas pertenecientes a los paquetes Caleras, Generalas, San Antonio, Mª Luisa, Sotón y Entrerregueras, entre las que figuran las del Molino, Serrana, Dos Vetas, Hórreo, Senrina, Michinal, Señorita, Serradero, Reguera o Rajola. 

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Viviendas de mineros construidas por el empresario Manuel Suárez "El Cabritu" al lado del pozo que lleva su nombre...

Viviendas de mineros construidas por el empresario Manuel Suárez “El Cabritu” al lado del pozo que lleva su nombre…

Tal y como ha quedado escrito en otros capítulos de esta serie de mi blog sobre la minería asturiana, la generalización de la minería subterránea mediante la profundización de los pozos verticales y la consiguiente concentración de la actividad minera en puntos muy concretos del fondo del valle indujo también a cambios en la organización de la residencia de los trabajadores. Así, como apuntábamos que la explotación minera de montaña, debido a la dispersión de los centros de trabajo, no había estimulado una gran evolución de poblamiento desde las formas más tradicionales, los grandes pozos mineros actuaron como verdaderos motores de la urbanización de las vegas en la medida en que como la minería del carbón acusó secularmente una desigual aplicación del factor trabajo sobre el capital necesitó, por tanto, y desde el principio, una gran cantidad de obreros. Unos obreros que, debido a la intensidad que iba cobrando el proceso industrializador, ya no podían ser reclutados en exclusividad en las aldeas y pequeños núcleos cercanos al yacimiento, por lo que hubo que fomentar la demanda en áreas deprimidas o, directamente, fuera de la región asturiana.

Por otra parte, en la minería hullera asturiana las características de los yacimientos y de los propios trabajadores — mayoritariamente obreros mixtos, mineros y campesinos, hasta la I Guerra Mundial— determinaron que no fuera posible la aplicación temprana de la organización científica del trabajo, por ello fue necesario adoptar otro tipo de disciplina industrial: el paternalismo, con pretensiones  de crear un nuevo obrero más a partir del control de cada aspecto de su vida. 

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La necesidad de viviendas hizo proliferar todo tipo de construcciones colgantes alrededor de los pozos mineros, como las que muestran la foto en el Pozo Lláscares...

La necesidad de vivienda para los mineros hizo proliferar todo tipo de construcciones colgantes alrededor de los pozos mineros, como las que muestran la foto en el Pozo Lláscares…

Un incentivo evidente para los patronos mineros, muy importante en una actividad como ésta cuya ubicación no se puede elegir, era el puramente logístico, alojar muy cerca de la mina, en entornos con poca capacidad inicial de absorción de población por su condición rural, a una parte de la mano de obra venida a la explotación y a la que poder recurrir en cualquier momento por su proximidad. Por otra parte, ofrecer cobijo suponía una ventaja competitiva en el escaso mercado de mano de obra, porque a menudo lo raro y caro de los miserables cuchitriles a los que podían acceder en las zonas mineras eran un factor disuasorio que determinaba frecuentes cambios de empresa con el objeto de mudar de residencia. En realidad, el asistencialismo habitacional no es más que una forma de pago mixta, en metálico por contrato y en especie de forma discrecional. De este modo el patrón no sólo se presentaba como benefactor, sino que situaba indirectamente el conflicto en un ámbito conceptual que tendría ventajas indudables para él.

No obstante, así y todo, la necesidad de una vivienda mínimamente digna seguía siendo uno de los grandes problemas de los trabajadores mineros, y ésta fue adoptando formas mucho más precarias en épocas de especial necesidad, como la autoconstrucción por parte de los mineros, lo que convirtió las laderas de los valles asturianos en tendal de edificios casi colgantes. A la adquisición de algún terreno barato le seguía la solicitud a la empresa de préstamos de dinero, materiales o incluso el propio solar. En el caso de los obreros solteros los alojamientos incluso tenían en ocasiones pretensiones disuasorias, como se ha señalado, con el fin de fomentar la formación de una familia, siendo la principal causa que se les consideraba más inclinados a una vida desordenada, de excesos y de sedición. Además eran una fuerza de trabajo con un alto nivel de rotación, ya que les costaba mucho menos cambiar de residencia y de empleo. Por ello se les penalizaba excluyéndolos de las promociones patronales de vivienda o recluyéndolos en alojamientos colectivos, tipo convento o cuartel militar, con una rígida disciplina y unas condiciones bastante duras.

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Pozos Candín II y Candín I (torre de extracción en el antiguo pozo Santa Eulalia "El Cabritu" en La Felguera, el año 2012.

Pozos Candín II y Candín I (torre de extracción en el antiguo pozo Santa Eulalia “El Cabritu”) en La Felguera, el año 2012.

Así y todo, la falta de mano de obra para las minas era una constante en los finales del siglo XIX – el durísimo y peligroso oficio de minero no era nada apetecible para casi nadie – y en las hulleras asturianas no se podían alcanzar mayores producciones de carbón debido a dos razones fundamentales: la falta de consumo interior y la falta de obreros. La primera de ellas, debido a la estrechez de la demanda interna que hacía que la producción hullera tuviera que ser expedida fuera de la cuenca con el consiguiente incremento de los costes por la precariedad de los transportes, pero fundamentalmente, tal y como planteaba machaconamente el ingeniero asturiano Luis Adaro, a la falta de un verdadero tejido industrial en las cuencas que había de generarse en torno al carbón. En efecto, los proyectos ferroviarios habían posibilitado una aceptable conexión con los puertos de embarque, pero en la práctica estaban funcionando al servicio de un sistema industrial  que se estaba desarrollando fuera de las fronteras regionales y en el que Asturias corría el riesgo de especializarse únicamente en la obtención de la materia prima energética, mientras que otras regiones, caso concreto del País Vasco, caminaban en la adecuada y provechosa línea de su transformación final. De ahí que se insistiera en la necesidad de ir a una racionalización en la estructura de la propiedad minera, caracterizada en aquellos años por un excesivo minifundismo a modo de un queso “gruyere”, mejorando la conexión de los grupos hulleros, incentivando su mecanización, asociando siderurgia y minería a la vez que buscando nuevos destinos a la producción hullera excedente.

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Barriada minera de Pando, construida para albergar a los 2.500 mineros que llegaron a tener en plantilla los Pozos de Lláscares y "El Cabritu"

Barriada minera de Pando, construida para albergar a los 2.500 mineros que llegaron a tener en plantilla los Pozos de Lláscares y “El Cabritu”

En cuanto a la segunda de las razones – la falta de obreros -, quedaba detectado en los bajos salarios con los que una familia no podía mantenerse sin contar con la explotación agropecuaria familiar. De esa manera los salarios, lejos de constituir un aliciente para el asentamiento de la mano de obra foránea, mantenían la tradicional emigración hacia las Américas y otros lugares.  Pero tampoco se disponía en las cuencas de capacidad para ir albergando la población procedente de otras regiones deprimidas. En efecto, las cuencas mineras no disponían de infraestructuras adecuadas para el alojamiento y la manutención de esa masa de inmigrantes. De ese modo, cuando empieza el “aluvión” de nuevos brazos hacia las minas procedentes, en su mayoría, de Andalucía, Extremadura y Galicia, el único alojamiento posible para una gran parte de los recién llegados fue la chabola de la periferia urbana y, en mayor medida, de la zona rural, dándose bastantes casos, que a mí me tocó ver por aquellos tiempos, de familias viviendo en las cuevas que había en el arenero entre el Nalón de Lada y el pozo Fondón.

Efectivamente, para este periodo las principales actuaciones en materia de vivienda para los trabajadores vinieron de la mano de las propias empresas, aunque nunca de manera suficiente a pesar de estar lamentándose continuamente por la falta de mano de obra, siendo la mayor intervención – tampoco suficiente – de la mano del Estado con la construcción de las barriadas obreras, casos concretos para la zona de Langreo de las barriadas de Pando y San Pedro, en la Felguera; las de San José y El Pilar en Lada; o La Juécara en Sama de Langreo.

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Nicanor Saavedra, picador en la capa "Rajola" del Pozu Lláscares

Nicanor Saavedra, picador en la capa “Rajola” del Pozu Lláscares

Lógicamente, las condiciones de trabajo y habitat que venían soportando los mineros, incluidos la cantidad de accidentes mortales que ello acarreaba, originaban conflictos permanentes, hasta el punto de que en actualidad ha quedado reconocido el papel de los mineros como “vanguardia de la clase obrera y faro que iluminaba la trayectoria de los sectores más concienciados y combativos del movimiento obrero mundial”, donde los mineros del Pozo Candín dejaron escritas páginas en el libro de honor.

Desde la primera huelga importante, allá por el año 1890, cuando unos 20.000 mineros de Asturias y Bizkaia mantuvieron una huelga de dos semanas, hasta conseguir la reducción de la jornada laboral de 12 a 10 horas, así como un incremento en aquellos  salarios de miseria, hasta la revolución social de 1934, cuando la dinamita jugó un papel fundamental para convertir una huelga general en una Comuna de Asturias durante casi tres semanas, sin olvidarse de la Huelga General Revolucionaria de 1917, donde consiguieron mantenerla durante tres semanas más que el resto del Estado, lo mineros asturianos, entre ellos los mineros de Lláscares y sus alrededores, siempre supieron estar a la altura de las circunstancias, de igual manera que, durante el franquismo, fueron uno de los colectivos que golpearon los cimientos de la dictadura, pagando un alto precio por ello, en forma de multas, detenciones, palizas, despidos, torturas, cárceles y destierros.  

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En 2012 los trabajadores del sector minero del carbón volvieron a la huelga durante meses. Un hecho que a los más mayores les hicieron sumirse en una especie de “dejavú”, retrocecido veinte o cuarenta años, cuando ellos mismos lucharon también por sus derechos y por sus familias. Lo que diferencia estos tiempos de los de entonces es que ahora no están en juego solamente sus salarios o sus jornadas de ocho horas. Ahora, lo que está en juego es su propio futuro.

En 2012 los trabajadores del sector minero del carbón volvieron a la huelga durante meses. Un hecho que a los más mayores les hicieron sumirse en una especie de “dejavú”, retrocecido veinte o cuarenta años, cuando ellos mismos lucharon también por sus derechos y por sus familias. Lo que diferencia estos tiempos de los de entonces es que ahora no están en juego solamente sus salarios o sus jornadas de ocho horas. Ahora, lo que está en juego es su propio futuro.

Después de las victorias en las huelgas mineras de la década de los sesenta, los mineros del carbón formaron parte activa de la lucha antifranquista y contribuyeron decisivamente con la oleada de huelgas de 1976 que sirvieron para poner fin a la dictadura franquista porque, en absoluto, nos debemos de esconder para reconocer que, si bien Franco murió en la cama, el franquismo murió en la calle. Se podrá decir que estos años eran el final de un largo ciclo de luchas ofensivas, donde se combinaba a menudo lo laboral con lo político, pero a partir de la década de los 80, y sobre todo a partir de la integración en la Comunidad Económica Europea, el carbón español nuevamente sería sometido a sucesivos ajustes como consecuencia de la  ofensiva neoliberal y de la “competencia” de los mercados internacionales, donde imperan la mano de obra barata y las condiciones tercermundistas de la misma, sin ignorar la progresiva burocratización de los llamados sindicatos mayoritarios de clase en nuestro país, cuyas direcciones, en los momentos importantes de la lucha, siempre actuaron de acuerdo a las consignas que recibían en los despachos ministeriales y de la patronal.

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Pactaron entre ellos - gobierno, patronal y sindicatos - el cierre programado de las explotaciones mineras del carbón y, se quedaron tan "panchos", aunque ahora nos vengan llorando como los defensores del sector que ellos mismos se cargaron...

Pactaron entre ellos – gobierno, patronal y sindicatos – el cierre programado de las explotaciones mineras del carbón, y se quedaron tan “panchos”, aunque ahora nos vengan llorando como los defensores del sector que ellos mismos se cargaron…

Así llegamos al 28 de diciembre de 2012 cuando el Pozo Lláscares dejaba de extraer carbón, de acuerdo con el plan minero de cierres establecido entre la patronal, el gobierno y las cúpulas somáticas y cocosas (2013-2018), pero antes se había librado un durísimo y largo movimiento huelguístico de la minería española, coincidente con el 50 aniversario de las huelgas de 1962, con marcha negra hasta Madrid, donde cuatro mineros del Pozo Lláscares protagonizaron un encierro minero en los interiores de la explotación que se prolongaría a lo largo de 50 días, entre el 16 de julio y el 1 de agosto de 2012.

La política de recortes del gobierno del PP, continuadora de la iniciada y desarrollada por los gobiernos  del PSOE, renunciaba  a tener una política energética propia, haciéndonos dependientes de fuentes energéticas como el gas, el petróleo y las nucleares. En efecto,  siguen quemando carbón, pero carbón foráneo, producido sin seguridad laboral ni medioambiental, al servicio descarado del “electrofascismo”. Sin el carbón las zonas mineras morirán, porque no sólo son los mineros, es toda la población: los que transportan, el comercio, los servicios… sin pozos serán un desierto laboral y urbano a muy corto plazo.

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Esto ye el futuro, tal como nos muestra esta imágen del Pozo Lláscares...

Esto ye el futuro, tal como nos muestra esta imágen del Pozo Lláscares…

Los mineros y la sociedad de las cuencas hemos sido siempre solidarios. Su ejemplo y sacrificio, de hombres y mujeres de las cuencas, han sido impulso para la conquista de derechos y libertades en este país. Con el carbón se desarrolló, industrial y urbanamente España, mientras las familias mineras subsistían con sueldos de miseria, las enfermedades, los accidentes mortales – más de cien en el Pozo Lláscares -, y la represión. Hoy como ayer los mineros se movilizaron por su futuro, no es una lucha por un convenio o salario, es la lucha por el futuro de las comarcas mineras y contra los recortes. No se trata de cuestiones salariales o de derechos concretos si no de la defensa de la minería ante los  incumplimientos del gobierno bipartidista PPSOE. Los fondos mineros que deberían haber servido para generar infraestructuras y empleos como garantía de  futuro en las comarcas  mineras en compensación por décadas de sobreexplotación y beneficios se han quedado en los bolsillos de los “cuatreros profesionales”.

ANTON SAAVEDRA

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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