
La mina de Arnao es uno de los conjuntos de patrimonio minero más emblemáticos de España. Situada en un privilegiado paisaje costero, constituye la explotación de carbón mineral más antigua de la Península Ibérica, el pozo vertical más antiguo de Asturias y la única mina submarina de Europa. Cerrada en 1915, su castillete de madera, que ha merecido la calificación de Bien de Interés Cultural, y sus galerías subterráneas, con cerca de doscientos años, permiten revivir el ambiente de una mina primitiva.
“Dicen que va baxu ‘l mar la mina de la Camocha…”, pero quien realmente va baxu ‘l mar es la mina de Arnao en el concejo asturiano de Castrillón, la mina más antigua de las documentadas en España, la única mina submarina y la primera que utilizó el ferrocarril en 1836. Allí, sobre el pedreru de la playa de Arnao se encuentra la bocamina , y sobre el murallón que remata el arenal se levanta el castillete del Pozo Arnao conocido por “El Güelu”, levantado en los inicios del siglo XX, cuando la cercana fábrica de producción de zinc llevaba funcionando desde 1855, y la explotación carbonífera de Arnao quedó convertido en surtidor de materia prima para la metalurgia. Allí, por debajo del Mar Cantábrico, quedaba localizado el criadero de carbón, cuyo pozo de extracción, según Máximo Fuertes Acevedo (Mineralogía Asturiana, Oviedo, 1884), “está abierto en la misma capa de carbón hasta una profundidad de 80 metros, adelantándose luego en una galería que se extiende hasta más de 250 metros por debajo del mar”. El arranque del carbón se hacía por el sistema de tajos horizontales en retirada, siendo el caso más antiguo conocido en España de lo que hoy llamamos “subniveles”. El alumbrado se hacía con candiles de aceite pues el grisú era extraño, y la ventilación era natural, con entrada de aire por el pozo y salida por chimeneas.

Una simple carta escrita en 1591 por el fraile natural de Naveces Agustín Montero al entonces rey de España Felipe II es la causante de las buenas nuevas. El documento, durante años olvidado en un archivo del Ministerio de Cultura, certifica que los orígenes de la explotación carbonífera de Arnao datan del siglo XVI, dos décadas antes de que el monarca autorizase las explotaciones hulleras de Arenas y Hornaguera, en el actual concejo de Siero. Eso convierte la mina de Arnao en la más vieja de Asturias, pero el arqueólogo Iván Muñiz, descubridor de la carta de marras junto a su socio de investigaciones Alejandro García Álvarez, amplía el radio y afirma que, salvo prueba en contra, el yacimiento puede ser considerado el más antiguo de la Península.
Cuenta la leyenda que, allá por el año 1591, un fraile conocido por Fray Agustín Montero descubría en los acantilados de Arnao una “piedra negra” y escribió al rey Felipe II para obtener el permiso de extracción, cargando, por mandato del mismo rey Borbón, dos navíos para Portugal, entonces unido a España, y que tres siglos después, el 24 de Agosto de 1.858, la reina Isabel II y su esposo oficial, Francisco de Asís, llegaban a estos parajes para visitar la mina, pero dejémoslo en leyenda… La realidad es que en la zona de Arnao y Santa María del Mar, el beneficio del carbón de hulla no era una gran novedad, allá por los años veinte del siglo XIX cuando, al igual que ocurría en otras partes de la región asturiana, ya se trabajaban pequeñas minas que explotaban, fundamentalmente, los afloramientos de las capas que producían una exigua pero cada vez más necesaria cantidad de carbón con destino a las fundiciones de los arsenales de la Marina de Guerra.
Sin embargo, no sería hasta el año 1853 con la fundación en nuestra región de la Real Compañía Asturiana de Minas (RCAM) – siempre la burguesía asturiana al servicio de los intereses foráneos – cuando se producen los necesarios cambios, constituyendo la primera experiencia regional de explotación del carbón con técnicas industriales – , en lo que se refiere tanto al beneficio del mineral como a la propia política de empresa. Una política de empresa que dejaba claro, desde la constitución de la compañía, que el carbón era fundamental, especialmente como un factor de localización excepcional para el desarrollo de proyectos industriales de mucha mayor envergadura. Se trataba de una idea que no era nueva en la industriosa Europa central, pero, en realidad, tampoco en Asturias, pues las experiencias industriales de la región en el tránsito del siglo XVIII al XIX ya habían puesto de manifiesto la fortaleza del carbón como factor de localización industrial y la necesidad de modernos proyectos de comunicaciones para aprovecharlo.

El método de explotación que se usó para el laboreo del carbón en Arnao se conocía como «método de tajos largos». Consistía en la apertura de un pozo vertical o pozo maestro de entre 60 y 80 metros para seguir con la apertura de las galerías o «valey», un término minero belga que designa el pozo maestro.
Con estas bases, la Real Compañía Asturiana de Minas desarrollaba en Arnao un gran complejo industrial que comenzaba su andadura con la explotación de carbón, diversificándose a mediados del siglo XIX con la metalurgia del zinc y creando la mayor industria regional hasta la plena consolidación de los proyectos mineros y siderúrgicos de la Sociedad Metalúrgica Duro Felguera y Fábrica de Mieres, allá en las primeras décadas del siglo XX.
El enclave industrial de Arnao nace, por tanto, al calor del carbón que salía por sus bocaminas y por el pozo vertical de extracción, para luego desarrollar una gran industria metalúrgica del zinc que, a la fecha de hoy, bajo el nombre de AZSA o Asturiana de Zinc, sigue en plena actividad como la mayor factoría de zinc en el Mundo y, allí, en torno a la mina comenzará a formarse el poblado minero para extenderlo a todo el valle tras la fundación de la fábrica de zinc, que nos va a permitir la reconstrucción de la vida de sus habitantes y sus costumbres.

La historia de Arnao está marcada por el establecimiento en el siglo XIX de la Real Compañía Asturiana de Minas de Carbón para la explotación del carbón existente en el subsuelo de la localidad y por la historia posterior de la compañía y sus sucesoras hasta la actualidad.
Como testigos de esa historia quedan restos de la antigua mina, de la fábrica de zinc y del poblado surgido a iniciativa de la Real Compañía Asturiana de Minas, que forman parte del Patrimonio Cultural de Asturias.
En efecto, a la hora de hablar del poblado de Arnao debemos de confirmar que nos encontramos ante uno de los mayores poblados industriales de Asturias, el cual llegó a albergar en la primera década del siglo XX a la mitad de sus trabajadores, frente a otros ejemplos del paternalismo industrial, como el de la Hullera Española del marqués de Comillas, en Aller, que tan solo estuvo en disposición de alojar al diez por ciento. La creación del espacio de residencia de la RCAM estaba plenamente influido por la evolución del de producción, y la necesidad de dotar de vivienda a un cada vez más creciente número de trabajadores procedentes de la inmigración pronto se reveló como una adecuada política de la empresa encaminada a promover la productividad del obrero, tratando de crear una conciencia de pertenencia a un modelo social diferente de la ruralidad imperante en la zona, a la vez que pudiera servir como freno a la entrada de corrientes reivindicativas de las restantes áreas industriales de la región, pero las protestas reivindicando mejoras en la calidad de vida y seguridad en el trabajo, así como la reducción de la jornada laboral y un incremento en los miserables salarios que percibían los mineros, no tardarían en aparecer, ante la postura de cerrazón que siempre mostraba la empresa, de tal manera que una huelga de los mineros, en los inicios de siglo, se saldaba con una mejora de las condiciones de trabajo, dando lugar a la creación de la sección socialista de Arnao.

Covadonga Noval Nicolau en el interior de la mina de Arnao, en su visita el día 7 de octubre de 2015.
Las reivindicaciones de los mineros se agudizaron de tal manera que, en 1903, se planteaba otra huelga ante la negativa de la empresa a mejorar los turnos de trabajo y las deficiencias estructurales de la peligrosa mina de carbón, especialmente en cuanto a la ventilación, donde la empresa no sólo dejaba patente su conocida dureza en la negociación, con el despido de 150 trabajadores, el incremento de la jornada, la reducción del salario a la mitad, y el desalojo de las viviendas, sino de su política respecto a la legislación española y el sometimiento de la administración local a la empresa belga: “… esto es injusto y arbitrario y nos parece que es hora de que el gobernador haga cumplir y hacer respetar las leyes sin contemplaciones de ningún género. A no ser que Castrillón no pertenezca a España y sea ya un concejo de Bélgica”, se podía leer en el diario El Noroeste de Gijón por aquellas fechas.

Las labores mineras de Arnao fueron suspendidas tras el hundimiento de la mina debido a las filtraciones de agua procedentes del mar Cantábrico entre los años 1912 y 1915.
A principios del siglo XX, esto es entre los años 1912 y 1915, el mar irrumpe en las galerías y las tareas mineras tuvieron que suspenderse debido a los constantes hundimientos. Aunque un informe técnico realizado por el ingeniero Ignacio Patac, llegaba a la conclusión de que el yacimiento tenía un alto interés económico – las capas explotables tenían una potencia entre 4 y 6 metros de potencia, por los 1,80 y 2,50 metros de las capas en la cuenca hullera central -, y que “la técnica minera contaba con recursos suficientes para proseguir con el laboreo de la mina”, sin embargo, en 1915, nuevas filtraciones y, sobre todo debido a los conflictos sociales que se originaban debido a las condiciones inseguras donde tenían que trabajar los mineros, la empresa tomaba la drástica decisión de proceder al cierre de la explotación, pasando a suplir el déficit energético, en una primera fase, con la compra de carbón a otras empresas de Fábrica de Mieres, Duro-Felguera y Hullera Española; y después, a partir de 1925 con las producciones del coto minero de Carbones de La Nueva en Langreo, adquirido por la RCAM.
Las explotaciones carboneras del Valle de Samuño, que habían pertenecido a diversos propietarios, pasaron en 1900 a manos de los hermanos Felgueroso, quienes a los pocos días de su adquisición vendieron la propiedad, en una operación especulativa jamás vista, a un grupo de empresarios franceses, creándose por estos la sociedad Charbonnages de La Nueva, quien en 1914 cambiaría su nombre adoptando el de Carbones de La Nueva, hasta que sería adquirida en 1925 por la Real Compañía Asturiana de Minas, que iría abandonando las viejas explotaciones de montaña al plantearse la necesidad de perforar un pozo vertical, hecho que ocurrió entre los años 1928 y 1930 con la profundización del Pozo San Luis, pero de esta explotación, en la actualidad albergando el “Ecomuseo del Valle de Samuño”, nos ocuparemos en otro capítulo específico de mi serie sobre la minería asturiana.

Los restos de este primer ferrocarril que, según sus estimaciones, formaría parte de un tendido utilizado por la Real Compañía Asturiana de Minas, se encuentran en el acantilado a varios metros sobre el nivel del mar.
El hallazgo supone un cambio en la historia del ferrocarril en España dado que hasta ahora se consideraba que los trazados más antiguos eran los que funcionaron entre La Habana y Güines, en Cuba, en 1837 y entre Barcelona y Mataró, en 1848.
Hasta aquí, nos hemos referido a la Mina de Arnao como la explotación de carbón mineral más antigua de la Península Ibérica, el primer pozo vertical con el primer castillete de Asturias y la única mina de Europa cuyas galerías se extienden kilómetros bajo el lecho marino, pero la mina de Arnao es un verdadero saco sin fondo que no cesa de deparar sorpresas. La última, el hallazgo de un segmento de la vía férrea más antigua de España de la que se tiene constancia, unos carriles de hierro con sus correspondientes traviesas por los que ya rodaban vagones como mínimo en el año 1836, doce antes de que, en 1848, se inaugurase la hasta ahora considerada pionera, la línea Barcelona-Mataró, y al menos unos meses antes de que en noviembre de 1837 se abriese la que unía La Habana con Güines, el primer camino de hierro de Cuba, de España y de Hispanoamérica.
Concretamente se trata de un carril patentado en el entorno de 1920 en Inglaterra por John Birkinchaw, un descubrimiento que trastoca toda la cronología histórica sobre la implantación del ferrocarril en España. Al efecto, no se puede olvidar de que la salida de mineral se producía por el puerto de Avilés mediante un enlace ferroviario entre Arnao y la línea de vía ancha de Villabona a San Juan de Nieva, y la construcción de dicha línea, según la Revista de Obras Públicas de 1855 (nº22, páginas 263/264), estuvo a cargo del ingeniero de minas Adolfo Desoignie, siendo necesario abrir un túnel de 615 ml entre Salinas y Arnao, llamado túnel de San Martín, ejecutado en 20 meses con un costo de 12.000 duros.

La “Eleonore” fue adquirida por la Real Compañía Asturiana de Minas (RCAM) en 1880 en Bélgica. La máquina de vapor sirvió para el transporte de carbón, primero, y de cinc, después, entre Arnao y la dársena portuaria de San Juan de Nieva, un recorrido de casi seis kilómetros por una vía de 80 centímetros de ancho. De no encontrarse alguna otra pieza más veterana, la “Eleonore” es la locomotora de vía estrecha más antigua de las que se conservan en España y, sin duda alguna, es la más antigua de las asturianas.
El tendido de esta línea se habría realizado sobre terrenos costeros cedidos por Isabel II en la zona del Espartal y de Salinas, y sus antecedentes históricos se derivan de la concesión estatal de la mina de Arnao, producida en 1833 a una sociedad hispano belga, derivando en la creación de la Real Compañía Asturiana de Minas, establecida con un capital de 400.000 reales de vellón, siendo sus principales promotores Nicolás Maximiliano Lesoinse, Joaquín Maria Ferrer y Felipe Rivera.
Es verdad que el ferrocarril de Arnao se utilizaba para transportar material, no pasaje, como las otras dos descritas, y también es verdad que existen diferencias sustanciales en cuanto a longitud, ya que la vía Barcelona-Mataró medía 28 kilómetros y la de Arnao queda estimada en unos 600 metros, pero no es menos verdad que este interesante hallazgo obliga a revisar los libros de texto para decir que la cuna del ferrocarril queda ubicada en la localidad asturiana de Arnao, en el concejo de Castrillón, tal como dejaría sentenciado el historiador Iván Muñiz, codirector del equipo de arqueólogos que ha desenterrado los restos del antiguo Castillo de Gauzón – una ventana que arroja luz sobre uno de los períodos más oscuros de la historia de Asturias, la Alta Edad Media- y director cultural del Museo de la Mina de Arnao.
La mina de Arnao es real, no sólo por haber pertenecido a la Real Compañía Asturiana de Minas, sino por la realidad de poder ser visitada para conocer la primera explotación minera subterránea de Asturias, después de haber sido clausurada por las filtraciones de agua de mar y por los incendios. En la rehabilitación de unos 100 metros de galería se han mantenido los elementos de la explotación de carbón que abrió la Real Compañía Asturiana de Minas en 1833. La visita al museo de la mina de Arnao dura aproximadamente una hora y comienza en el centro de interpretación que ocupa el antiguo casino de la RCAM construido entre finales del siglo XIX y principios del XX como lugar de ocio para los obreros de la empresa. El espacio incluye paneles con explicaciones de la historia minera del concejo, fotografías y piezas encontradas en la zona, algunas donadas por la Universidad de Oviedo como los restos del Devónico cuyo principal arrecife en el concejo se encuentra a los pies de las instalaciones mineras.
El nexo entre el centro de interpretación y el castillete es la antigua sala de máquinas convertida también en espacio expositivo y en el que aún se conserva el hueco en el que se ubicaba la máquina de vapor que tiraba de las jaulas que bajaban a las galerías y que los visitantes pueden apreciar, y el itinerario continúa hasta el castillete donde se desciende por la caña del pozo en un ascensor acristalado que evoca las antiguas jaulas. Durante el descenso, de unos 20 metros, se aprecia el estado original de la caña del pozo compuesto por fábrica de ladrillo macizo y piezas de madera y metal que se utilizaban para guiar las antiguas jaulas en su recorrido de subida y bajada a la mina. En algunos tramos del suelo de la galería se han instalados cristales para permitir ver otras galerías, por debajo de la cota cero de la playa, que están anegadas de agua de mar.
ANTON SAAVEDRA
